Colaboraciones Nuestra América

Venezuela: las “Licencias” de democracia otorgadas por occidente

Por Omar Hassaan Fariñas*. Especial para PIA Global. –
El Triunfo de Erdogan y las Lecciones para el Sur Global

Cuando estudiaba en la Universidad de Western en Canadá (anteriormente llamada “Western Ontario”), participé en una clase de ciencias políticas en la cual el instructor exigió a los alumnos presentar una definición de la palabra “democracia”.

La universidad era para entonces, y sigue siendo, un centro altamente conservador de los estudios económicos y políticos, y la mayoría de los estudiantes, para entonces (1999), eran igualmente conservadores.

Los participantes compitieron entre ellos mismos para ver quien lograba la respuesta más elocuente y “filosófica”, por lo cual solo presentaron definiciones desprovistas de todo tipo de realidades cotidianas, ignorando totalmente el control oligárquico que efectivamente existe en sus propias sociedades.

La respuesta de este problemático y poco popular estudiante (ese que viene de los países de los terroristas (Mundo Árabe) y de los traficantes de drogas (América Latina), fue poco convencional, y quizás también poco “aceptable” para una casa de los saberes tan “ilustrada”, como Western: “La democracia es el sistema de gobierno en los países fuera de la esfera del Mundo Occidental que reciban dicha “etiqueta” por parte del Departamento de Estado estadounidense y de los medios hegemónicos que operan en la misma esfera, en un dado momento, ya que la misma “etiqueta” puede ser “retirada” tan rápidamente como fue otorgada, en primer lugar”.

Mi definición quedó descartada del debate en esa clase, naturalmente, alegando que el proceso educativo no tiene tiempo para “malcontents” como yo (personas que reclaman y hacen problemas, es decir, gente problemática).  El debate continuó con las formas más “puras” y abstractas de la democracia (es decir, las que se celebran en Narnia y el feliz mundo de Harry Potter), desmontando los disparates más acríticos y divorciados de las realidades de ese mismo país que pudiéramos imaginar. No puedo conceptualizar una educación más a favor de las elites, que la ofrecida en esas instituciones de educación superior canadiense.

Lo importante de esta observación es que esa misma fue válida en el año 1999, y ahora es aún más válida y relevante. Ya sin muchas pretensiones, ya sin eufemismos y discursos de doble sentido, realmente la democracia en un país del Sur Global tiene que esperar el dictamen de Washington, a ver si se le otorga el derecho a ser “democrático”, antes de poder efectivamente alegar serlo. O por lo menos así pretenden los occidentales.

La victoria electoral en Türkiye, del Presidente Recep Tayib Erdogan.

El 28 de mayo de 2023, Erdogan logró derrocar al candidato de la oposición, el mismo que varias potencias occidentales deseaban que expulse a Erdogan del poder, para así poder contar con el regreso de Türkiye al manto de la OTAN (que regrese a ser un verdadero miembro, en la práctica, pues oficialmente nunca dejó de ser parte de la OTAN) y el mundo occidental.

Las elecciones fueron perfectamente legitimas y legales, no hubo denuncias de fraude, contó con observadores nacionales e internacionales, no se celebraron marchas y contramarchas para denunciar un fraude o un “robo del voto”, las movilizaciones para votar fueron completamente pacíficas, y no existió controversias que ameriten ser investigadas.

Adicionalmente, el nivel de participación en las elecciones llegó a ser de 89%. En Estados Unidos, en el 2016, la participación fue de 61%, en Alemania (2021) fue de 61.8% y en Francia (2022) fue de 72%, la más baja desde 1969, cifra que es aún menor si consideramos que el 9% de los votos fueron “blancos”.

Ahora bien, ¿qué tienen los medios de comunicación occidentales que informar al respecto? Reuters publicó una nota de prensa de apenas 5 o 6 líneas, informando que ganó Erdogan. Eso fue todo, para un evento con repercusiones globales de inmensa magnitud. El Daily Telegraph de los británicos informó que “Erdogan ha extendido sus dos décadas en el poder con las elecciones este último domingo, ganando un mandato para perseguir políticas autoritarias que han polarizado a Turquía (escribiendo el nombre del país de la manera tradicional, rechazando así escribirla como fue decidida por el pueblo turco: “Türkiye”), y que la ha llevado a ser una amenaza militar en la región. Igualmente, no tuvo problemas en indicar que, aunque el mundo occidental esperaba una derrota para Erdogan, la Unión Europea celebra la victoria de Erdogan (de manera no oficial, naturalmente), ya que significa que no tendrán que buscar nuevas excusas con un nuevo presidente (en este caso, sería Kilicdaroglu, el candidato opositor) para rechazar la entrada del país de mayoría musulmana a su “Unión”. El Telegraph informa que “los planes (del candidato opositor) de reactivar el proceso de ingreso de Türkiye a la Unión Europea, hubieran sido recibidos con horror en la Fortaleza de Europa…en donde hasta políticos moderados se involucran en las guerras culturales sobre la “islamización” de la cultura “judío-cristiana” de Europa”.     

En el 2016, Türkiye fue víctima de un golpe de Estado que fracasó drásticamente. El autor intelectual del golpe – Fethullah Gülen – vive tranquilamente en Estados Unidos, sin consecuencia alguna, bajo la protección del gobierno estadounidense.  A pesar de las evidencias presentadas, Estados Unidos rechazó su extradición a Türkiye por preocupaciones de derechos humanos (caso que no aplica a Julián Assange, claro).

Durante el golpe de Estado, más de 300 personas murieron y más de 2.100 resultaron heridas. Muchos edificios gubernamentales, incluidos el Parlamento turco y el Palacio Presidencial, fueron bombardeados desde el aire. Siguieron arrestos masivos, con al menos 40.000 detenidos, incluidos al menos 10.000 soldados y 2.745 jueces, por estar afiliados al intento de golpe. También fueron suspendidos más de 15.000 miembros del personal educativo y se revocaron las licencias de 21.000 maestros que trabajaban en instituciones privadas, leales a Gülen.

Interesantemente, a pesar de que un golpe implica una ruptura de la democracia misma, Estados Unidos, la OTAN, la Unión Europea solo pidieron «respeto a las instituciones democráticas en Turquía y sus funcionarios electos”, sin condenar el golpe, a pesar de que tampoco negaron que fue uno. Solo Irán se opuso claramente al golpe y aconsejó a Erdogan que derrotara a los golpistas.

El Presidente Erdogan dijo que el entonces jefe del Comando Central de Estados Unidos, el general Joseph Votel, estaba claramente «del lado de los golpistas», luego de que este criticó al gobierno turco por arrestar a los contactos del Pentágono en Türkiye, involucrados operativamente en el golpe de Estado. En marzo de 2017, el Comité Selecto de Asuntos Exteriores del Parlamento Británico dijo que algunos “gulenistas” estaban involucrados en el intento de golpe de Estado, pero no encontraron “pruebas contundentes” de que Fethullah Gülen planeó el golpe fallido (ya que no las buscaron, obviamente), por lo cual no considera necesario que el Reino Unido designara al movimiento Gülen como una «organización terrorista».

Mientras tanto, la organización que ayudó a acabar con el mal llamado “Estado Islámico” de Daaesh en Irak y Siria, la famosa “Fuerza Quds” – una división de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, es decir, parte de un ejército nacional de un país soberano – sí fue automáticamente identificada como una “organización terrorista”, por parte de Gran Bretaña y sus primos al otro lado del Atlántico.

Desde el golpe de Estado que Erdogan logró sobrevivir, los medios de comunicación occidentales, los gobiernos de varios países de ese “mundo” y sus “analistas” le han “arrancado” el carácter democrático al gobierno de Ankara, y ahora lo identifican como un gobierno “autoritario y desprovisto de democracia”. Después de las elecciones de mayo de 2023, continúa la misma lamentable definición de “autoritario” y “antidemocrático” otorgado por los occidentales, a pesar del proceso electoral, el cual fue altamente democrático y sobre todo participativo (definitivamente mucho más participativo que los procesos en los países occidentales mismos), que acaba de vivir el país euroasiático.

Entonces, ¿Me equivoqué, hace 24 años atrás, cuando expuse que la democracia es simplemente la “etiqueta” que se otorga y se niega por parte de Estados Unidos y sus aliados (subordinados)? Le dejo esta pregunta al lector, pero sin antes realizar una observación final, de gran importancia.

Estados Unidos y su maquinaria de narrativas, continúa su cruzada por asignar y suspender las “licencias” de democracia en los países del Sur Global, (lo que ellos denominan despectivamente como el “Tercer Mundo”) y nosotros en el Sur, seguimos aceptando los criterios de gente que se ha desgastado en la putrefacción de sus propias hipocresías.

¿Alguien les otorgó a los occidentales el incuestionable derecho de emitir “licencias” que “certifiquen” quienes poseen una verdadera democracia, y quienes la “perdieron”, a raíz de sus acciones (es decir, sus posturas de política exterior)?.

La única verdadera manera para obtener esa “licencia de democracia” por parte de la “Raza Superior”, es pertenecer a su bloque geopolítico, es seguir su política exterior y colocar al país de uno en una posición subordinada a los intereses geoestratégicos estadounidenses, pero más importante, sus interese geoeconómicos.

En Francia, aplastan a las manifestantes que protestan por las reformas de los jubilados y pensionados, en Gran Bretaña durante el gobierno de la Señora Theresa May se aprobaron leyes para reprimir las protestas socioeconómicas, y en Estados Unidos matan a los afrodescendientes a diestras y siniestras sin piedad alguna. ¿Quiénes son estos para liberar y otorgar “licencias de democracia” al resto de la humanidad?

La verdadera soberanía es poseer la capacidad independiente de diseñar e implementar una política económica de acuerdo con las necesidades de las mayorías de un país, al igual que su política exterior. Quienes realizan esto en el Sur Global (o en cualquier parte del Mundo, en realidad), suelen implementar medidas y acciones que se distancian del proyecto de restauración de la unipolaridad estadounidense en un mundo irreversiblemente multipolar. Por lo cual, primeramente, pierden su “licencia” de democracia, luego obtienen la “boleta” de autoritarismo, para después recibir las multas en forma de “sanciones” (medidas coercitivas unilaterales), las cuales estimulan golpes y/o “revoluciones de colores”, para finalmente, o se celebra la ruptura del hilo constitucional (cuando las “revoluciones” son exitosas), o se condena el orden constitucional debidamente establecido por proteger su legalidad y su soberanía (cuando las “revoluciones” de colores fracasan).

Entonces, ¿hasta cuándo vamos a seguir escuchando a esta gente de triple y cuádruple moral? 

Omar Hassaan Fariñas* Internacionalista y Profesor de relaciones internacionales en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Colaborador de PIA Global

Foto de portada: Internet

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