La Administración Biden se visto obligada a establecer rápidamente una nueva narrativa: “la reciente decisión de la OPEP de reducir la producción de petróleo en dos millones de toneladas es una «alineación» geopolítica de Arabia Saudita con Rusia”. Biden aprovecha la rusofobia imperante y desvía la atención de la humillante derrota de su diplomacia personal con Arabia Saudita. Sin embargo, este tardío diagnóstico de la Casa Blanca no está lejos de la verdad.
Se decía que la política exterior era el fuerte de Biden, pero en los hechos se está convirtiendo en su némesis. Un final ignominioso no es improbable; al igual que con Jimmy Carter, el oeste de Asia puede convertirse en el cementerio de una reputación cuidadosamente cultivada.
La dimensión de lo que se está ocurriendo es simplemente asombrosa. Biden se ha dado cuenta muy tarde que la guerra Ucrania no es la parte más importante de lo que esta aconteciendo, para entendernos la guerra de Ucrania está incrustada en una guerra económica y dentro de ese conflicto hay una guerra energética que se ha estado incubando a partir exactamente de las primeras sanciones occidentales contra Rusia.
La paradoja es que, incluso si hipotéticamente Zelensky llegara a ganar la guerra, Biden habrá perdido la guerra. A menos la guerra energética y quizás la guerra económica.
El presidente Vladimir Putin visualizó el conflicto ya en 2016 cuando, al margen de la cumbre del G20 en Hangzhou, la tentadora idea de la OPEP+ cristalizó entre el príncipe heredero de Arabia Saudita, Mohammed bin Salman.
Escribí en ese momento: “Un entendimiento entre Rusia y la OPEP tiene el potencial de transformar completamente las alineaciones geopolíticas en el Medio Oriente… Este cambio no puede sino afectar el reciclaje de los petrodólares, que históricamente han sido el pilar más sólido del sistema financiero occidental. También en términos estratégicos, los intentos de Washington de ‘aislar’ a Rusia se volverían ineficaces”. Eso fue hace 6 años. (Lea “El efecto mariposa del acuerdo petrolero Putin-Salman en Hangzhou”, Asia Times, 7 de septiembre de 2016)
Los escombros que rodean a Biden hoy son una gran pila desordenada. No se dio cuenta que independientemente de cómo se desarrolla la ofensiva rusa en Ucrania Putin ha estado concentrando en la guerra económica y la guerra energética. El resultado de estas “guerras “determinarán el futuro de la hegemonía global de los EEUU, incluyendo, por supuesto, el futuro del dólar que hoy por hoy es el principal baluarte de la economía imperial .
Hay que recordar que a principios de la década de 1970, Arabia Saudita acordó que el precio del petróleo se determinara en dólares. Y como el petróleo es el producto básico más comercializado del mundo, y este comercializa en dólares, todos los países del planeta tuvieron que mantener reservas de dólares para comprar petróleo.
Estados Unidos, por supuesto, se comprometió a garantizar el libre acceso al dólar a todos los países. Sin embargo, esta promesa resultó ser una garantía falsa no sólo porque han usado el dólar como arma económica sino también porque Washington ese ha apoderado de las reservas de dólares de otros países. Como era de esperar, Putin ha estado insistiendo en la necesidad de establecer una moneda de reserva alternativa al dólar, y eso ha encontrado resonancia en la opinión mundial.
Todo indica que la Casa Blanca, en lugar de una necesaria introspección, está considerando nuevas formas de castigo para Arabia Saudita y Rusia. Si bien “castigar” a Rusia es difícil ya que “occidente” ha agotado casi todas las opciones, Biden sigue creyendo que EE UU tiene a Arabia Saudita en sus manos: de hecho es su primer proveedor de armamentos y el “custodio” de las enormes reservas e inversiones saudíes.
Esta semana el director del Consejo Económico Nacional estadounidense, Brian Deese, declaró refiriéndose al recorte de producción de la OPEP : “Quiero ser claro sobre esto que el presidente me ha indicado que tenemos todas las opciones sobre la mesa”. Más temprano, el propio Biden dijo a los periodistas que la Casa Blanca está “buscando alternativas”.
Ni Biden ni Deese mencionaron explícitamente cuáles podrían ser esas «alternativas», aparte de reiterar su capacidad para aprovechar las reservas estratégicas de petróleo, apoyarse en las compañías de energía para reducir los precios al consumidor y trabajar con el Congreso para considerar otras «opciones».
La política exterior de Biden tiene un ojo morado
Joe Biden se está enfrentando a un ridículo mundial por su fracasado viaje a Arabia Saudita en julio pasado. Este periplo «diplomático» fue criticado por demócratas y republicanos por igual. La Casa Blanca siente que la decisión de la OPEP es un movimiento saudita dirigido a debilitar a Biden y a los demócratas antes de las elecciones de noviembre. Los demócratas están furiosos .
Potencialmente, esto podría tener un impacto más allá de la relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita y podría cambiar el panorama de seguridad en Asia occidental. Aún más todavía que la revolución iraní de 1979.
La Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) está ganando posiciones en el oeste de Asia. Hace menos de un mes un potente Irán acaba de unirse a esta iniciativa geopolítica. Y esta tendencia se ve reforzada porque la OCS ha otorgado el estatus de “socios de diálogo” a Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahrein, Kuwait, Además Egipto y Turquía ha mostrado la intención de obtener una membresía de pleno derecho.
Ahora, en los términos de desdolarización, la reciente cumbre de la OCS en Samarcanda elaboró una hoja de ruta para el aumento gradual de la participación de las monedas nacionales en los intercambios comerciales, y señaló negro sobre blanco la seriedad de este proceso de desenganche del dólar estadounidense .
El otro aspecto de esta bomba de tiempo es el industria de defensa estadounidense: ¿Será capaz el complejo industrial y militar terminar con sus lucrativos negocios en Arabia Saudita?. La pregunta es muy importante, porque más de un analista ha insinuado que Washington está empezando a trabajar para el cambio de régimen en Riad.
En respuesta a las amenazas el príncipe Salman ha dicho: «no me importa si Biden lo malinterpreta”. En realidad hay muy poca empatía entre ellos. El punto es que esto no es un mero contratiempo entre dos personalidades .
Una revolución de color no es realista, pero un golpe de palacio para bloquear la sucesión en el reino Saudí es una posibilidad. Pero es muy arriesgado. Un intento de golpe puede fracasar. Incluso si tiene éxito, ¿el régimen sucesor tendrá legitimidad a nivel regional y podrá establecer el control sobre el país?
Cualquiera solución de fuerza puede producir una situación caótica como la del Iraq después de la guerra. Las consecuencias pueden ser desastrosas para la estabilidad del mercado del petróleo y difíciles para la economía mundial. El descontrol podría conducir al resurgimiento de los grupos extremistas del islam.
Lo que irrita a Biden es que su última carta de triunfo para reducir los altos ingresos petroleros de Rusia a través de un «tope de precios» parece que está destinada al fracaso. Esto explicaría las manifestaciones de ira de Biden porque “los saudíes se hayan «puesto del lado de Rusia”
El Financial Times había anticipado este escenario: “Es poco probable que los saudíes, y sus aliados en el Golfo, le den ahora la espalda a Rusia. Los estados del Golfo no se han pronunciado en contra de la invasión de Ucrania, y acercar a Rusia a la OPEP ha sido un objetivo a largo plazo de estas petromonarquías”.
El meollo del asunto es que lo que Biden le ha hecho a Rusia al apoderarse de las reservas de ese país no puede sino preocupar y mucho a los saudíes y sus aliados del Golfo. Todos ellos consideran que el proyecto de «tope de precios» contra Rusia sienta un precedente peligroso, porque “pasado mañana los Estados Unidos puede intentar controlar los precios del petróleo».
Basta decir que Rusia no puede ser acorralada durante los próximos 3 o 4 años. La decisión de la OPEP+ beneficiará a Rusia de múltiples maneras. De partida impulsará sus ingresos petroleros de cara al invierno, cuando la demanda de energía rusa en Europa suele aumentar; en esencia, ayudará a Rusia a mantener su cuota de mercado incluso si su producción llegara a disminuir.
Irónicamente, Moscú no tendrá que reducir ni un solo barril de producción, ya que está produciendo muy por debajo del objetivo acordado por la OPEP. Mientras tanto se seguirá beneficiando de un precio del petróleo más alto. En realidad, el recorte de 2 millones de barriles se logrará con la reducción de la producción de crudo de los países del Golfo; Arabia Saudita (-520,000 bpd), Irak (-220,000 bpd), los Emiratos Árabes Unidos (-150,000 bpd) y Kuwait (-135,000 bpd).
¿Es sorprendente que las compañías petroleras rusas se beneficien de precios más altos y al mismo tiempo mantengan estable la producción? Claro que sí. Pero aún es más sorprendente saber que el Banco Central de Moscú ya haya recuperado los 300.000 millones de dólares en reservas que le congelaron los bancos centrales occidentales al comienzo de la guerra de Ucrania.
En realidad, Arabia Saudita y otros estados del Golfo se han puesto efectivamente del lado del Kremlin, lo que permite a Rusia recargar sus arcas y limitar el impacto de las sanciones occidentales. Las implicaciones son de gran alcance, desde la guerra de Ucrania hasta la futura relación entre Estados Unidos y Arabia Saudita y, por supuesto, un asunto más relevante , sigue construyéndose un orden mundial “multipolar” al margen de las potencias occidentales.
*MK Bhadrakumar, diplomático senior de la India.
FUENTE: Observatorio de la crisis.