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Cuando el liberalismo se traiciona a sí mismo: Por qué la política exterior estadounidense no puede lograr una verdadera diplomacia con Irán

Por Peiman Salehi*- Se suponía que la tradición liberal moderna, tal como la concibieron pensadores como John Locke, Adam Smith y John Stuart Mill, defendía la libertad, la autodeterminación y la no intervención. Sin embargo, la política exterior estadounidense, especialmente hacia países como Irán, a menudo viola estos mismos ideales. Las sanciones que privan a la población civil de medicamentos, los ataques unilaterales que desafían el consenso internacional y la coerción económica dirigida a infraestructuras soberanas revelan una contradicción: el liberalismo estadounidense, en la práctica, se ha convertido en un aparato de control global.

¿Qué sucede cuando una superpotencia liberal se comporta de manera iliberal?

Para Irán, la respuesta es clara: no puede haber una negociación sostenible con un país que no respeta sus propios valores profesados.

El liberalismo como retórica, no como restricción

En la visión de Locke, el Estado existe para proteger la vida, la libertad y la propiedad. Cuando viola estos derechos, los ciudadanos tienen el derecho moral de oponerse. Sin embargo, Estados Unidos, bajo el pretexto de promover la democracia, impone sistemáticamente sanciones que niegan bienes vitales, restringen el comercio soberano y devastan los sistemas de salud pública. El ideal de libre mercado de Adam Smith ha sido reemplazado por un sistema en el que Washington determina qué naciones pueden participar en el comercio global.

En ningún otro ámbito esto es más evidente que en la estrategia estadounidense hacia Irán. Desde 2018, cuando Washington abandonó unilateralmente el Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), Irán se ha enfrentado a una guerra económica disfrazada de diplomacia. Las sanciones han asfixiado su sistema bancario, impedido el intercambio académico y bloqueado la importación de medicamentos esenciales. Lejos de ser instrumentos de paz, estas medidas se asemejan a las mismas prácticas imperialistas coercitivas a las que el liberalismo clásico se opuso en su momento.

Diplomacia sin confianza: la trampa de la negociación entre Irán y Estados Unidos

Irán no rechaza la diplomacia, pero sí las negociaciones basadas en la fuerza y ​​la doble moral. Desde la perspectiva de Teherán, Estados Unidos utiliza el asunto nuclear como un punto de presión táctica, no como una vía para un compromiso genuino. Incluso cuando se reanuda el diálogo, surgen nuevas condiciones: el programa de misiles iraní, sus alianzas regionales, sus compromisos ideológicos. Estas no son preocupaciones técnicas, sino intentos de redefinir la identidad estratégica de Irán.

En este contexto, la diplomacia se convierte en gestión, no en resolución. Estados Unidos busca contener a Irán, no coexistir con él. Los líderes de Teherán comprenden esta dinámica. Como han señalado repetidamente los funcionarios iraníes, el verdadero objetivo de las sanciones no es modificar el comportamiento, sino erosionar la autonomía.

Aquí es donde la división epistémica se hace evidente: Irán considera la soberanía y la dignidad civilizatoria como innegociables. Estados Unidos, guiado por el universalismo liberal, espera conformidad. No se trata solo de una disputa política, sino de un choque de visiones del mundo.

Cuando la filosofía se enfrenta al fracaso político

El problema no es que el liberalismo sea inherentemente defectuoso, sino que ha sido instrumentalizado por legisladores que lo reducen a eslóganes. Los derechos humanos se convierten en herramientas para el cambio de régimen. El libre comercio se convierte en un instrumento de asedio. El Estado de derecho se aplica de forma selectiva. El fundamento filosófico del liberalismo occidental —pluralismo, respeto mutuo y límites al poder— se ha visto socavado.

La resistencia de Irán, por lo tanto, no es un simple desafío. Exige que la diplomacia se base en el respeto mutuo, no en la jerarquía. Insiste en que el diálogo se dé en igualdad de condiciones, no mediante presión coercitiva disfrazada de negociación.

Conclusión: Un nuevo modelo de compromiso internacional

Si Estados Unidos se toma en serio la diplomacia, debe conciliar sus acciones globales con sus raíces filosóficas. Esto implica ir más allá del castigo económico como herramienta por defecto del arte de gobernar. Significa respetar la soberanía de los Estados que operan al margen del consenso liberal. Y significa reconocer que, en un mundo multipolar, ningún modelo de gobernanza debe imponerse como universal.

Mientras el liberalismo se practique selectivamente —aplicándose a amigos y negándose a rivales—, el mundo descubrirá la hipocresía. Las conversaciones sobre el programa nuclear iraní seguirán estancadas, no porque la diplomacia sea imposible, sino porque la verdadera diplomacia no puede crecer en un terreno contaminado por la desconfianza.

Este artículo ha sido publicado originalmente por el portal Global Research.

Peiman Salehi* pensador y analista político especializado en liberalismo, narrativas globales y el discurso geopolítico del Sur Global.

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