El MidCat, el gaseoducto que busca conectar el norte de España con el sur de Francia, nació en 2003 herido de muerte. Su gran coste económico y medioambiental lo ha dejado en el cajón de sastre durante casi dos décadas. Pero la reciente llamada del canciller alemán Olaf Scholz para establecer un macrogaseoducto que conecte la Península Ibérica con el centro de Europa lo ha vuelto a poner en la diana.
Los 190 kilómetros de tubería se perfilan como uno de los salvavidas de una Europa que busca a la desesperada de nuevas vías de suministro energético fuera del Kremlin. España es el principal puerto de entrada del gas procedente de África, a través de sus gaseoductos con Argelia y Marruecos. Es también el país de la UE que cuenta con un mayor número de regasificadoras y sus estructuras logísticas y de transporte son potentes.
El parque energético del país es uno de los más favorables del club en la disyuntiva bélica actual: sus renovables representan casi la mitad de las energías, sus reservas de gas se encuentran por encima de la media europea y apenas es dependiente del gas ruso.
Todo ello proyecta a España como uno de los potenciales beneficiarios de la crisis energética si consigue convertirse en la principal puerta de entrada de gas para la UE. Desde el inicio de la invasión rusa, los europeos han pagado a Moscú por sus hidrocarburos más de 80.000 millones de euros, según el Centro para la Investigación sobre Energía y Aire Limpio.Prescindir del gas ruso de la noche a la mañana terminaría de apagar las luces europeas
En los seis paquetes de sanciones aprobados durante los últimos seis meses, Bruselas ha vetado la compra de petróleo y carbón ruso. Pero no es capaz de hacer lo propio con el gas. Prescindir del gas ruso de la noche a la mañana terminaría de apagar las luces europeas. El plan es hacerlo de forma gradual con una fecha máxima de 2026. Entretanto, los europeos se encuentran a la caza desesperada del gas y del petróleo en todos los rincones del mundo.
Lo que le ha hecho sellar acuerdos energéticos con países que cuentan con un historial negro en materia de derechos humanos como Egipto o Azerbaiyán. Es este contexto bélico donde el MidCat ha resucitado y se erige como una de las apuestas para romper con el comercio energético ruso a través de promover interconexiones eléctricas entre el sur y el centro europeo.
Las luces…
España puede aprovechar este momentum para ganar el campo que había perdido con la crisis argelina dentro de la UE. En plena tensión diplomática entre Madrid y Argel, los transalpinos viraron pronto al país norafricano para duplicar su compra de gas. Pero al mismo tiempo, esta apuesta obligaría a los de Sánchez a evitar fisuras con sus vecinos en el otro lado del Estrecho que puedan generar interrupciones en la cadena de suministro y malestar en la capital comunitaria.
A favor de nuestro país juega también el factor de que tras tantos años madurando, el proyecto podría estar en marcha en no demasiado tiempo. Y llegar así en el momento clave de necesidad que presenta el contexto bélico actual. La vicepresidenta tercera a cargo de Transición Ecológica, Teresa Ribera, ha asegurado en una entrevista con TVE que podría estar operativo «en ocho o nueve meses».
Además, una de las vidas que se espera a largo plazo, si consigue materializarse, es extender su uso no solo al gas, sino al hidrógeno verde, una fuente mucho más sostenible. Algo que avala y aplaude la Comisión Europea. «Creemos que inversiones adicionales para conectar las terminales de gas natural licuado de la Península Ibérica y la red europea mediante infraestructura que transporten de hidrógeno puede contribuir a diversificar la oferta de gas», asegura un portavoz comunitario a Público.
… y las sombras
Es precisamente el efecto medioambiental una de sus grandes piedras en el zapato. El proyecto ha sufrido importantes reveses en los últimos años por considerarse no rentable y muy dañino para el ecosistema. De hecho, la ONG Ecologistas en Acción ya ha mostrado su rechazo a este impulso por resucitarlo.
La organización considera que la solución a la actual crisis del gas, en el contexto de crisis climática, «debe enfocarse en la transición a un modelo energético resiliente». «La reducción del consumo es esencial, en vez de ahondar en la dependencia a los combustibles fósiles con más infraestructuras gasistas», señala en un comunicado.
En el puente que vía la crisis energética provocada por la guerra de Rusia y la crisis climática, la UE ya se ha visto empujada a importantes contradicciones. Por ejemplo, ha catalogado al gas y a las nucleares como energías limpias, lo que les permitirá tener acceso a importantes subvenciones a costa de la transición ecológica.
El alto coste que proyectos como el MidCat o similares acarrea es otro punto de controversia. Un estudio de 2018 lo cifra en más de 440 millones de euros. Y la gran pregunta es ya quién lo financiaría. España, en tanto que beneficiará al conjunto de la UE, exige que lo haga Bruselas. Para Ecologistas en Acción, el ambicioso calendario de Ribera es «irreal» e «incurrirá en un incremento sustancial de los costes».
Y por último se encuentra el factor galo. Francia siempre se ha mostrado opuesto a esta infraestructura. La rechazó por última vez en 2019 alegando que su desembolso no estaba justifcado. Las poblaciones fronterizas del otro lado de los Pirineos son también muy reacias.
Aunque la guerra en Rusia parece haber endulzado la negativa frontal de París, El Elíseo continúa sin pronunciarse sobre la propuesta de Scholz. Y sin el aval francés, España está destinada al aislamiento energético con el resto de Europa, como ocurre en la actualidad.
María G. Zornoza, periodista.
Artículo publicado en Público.
Foto de portada: Un poste eléctrico, a 12 de enero de 2021, en Barcelona. — David Zorrakino / EUROPA PRESS