África está siendo codiciada por las potencias mundiales, de hecho los líderes rusos, franceses y estadounidenses están recorriendo África. Unos en busca de apoyo diplomático geoestratégico, otros realizan y proponen inversiones a largo y corto plazo, que en un principio beneficiarían a los países africanos, pero claro está que esa ayuda no es gratuita. Otros siguen implementando las viejas recetas de la dominación imperial o colonial para seguir saqueando las riquezas que ofrece (aún) África.
Sin dudas que la guerra en Ucrania movió el tablero mundial, pero para el continente africano fue la aceleración de un proceso que ya venía sucediendo a lo largo y ancho del continente. La pandemia por el COVID-19, el suministro de vacunas, el cierre de fronteras, las crisis de desplazados y refugiados y las luchas contra el “terrorismo”, sumados a los golpes de estado, ya eran moneda corriente en el continente africano mucho antes de este presente de guerra en el este europeo.
El continente africano tenía, en 2021, alrededor de 15 conflictos armados identificados. Las crisis en la región del Sahel occidental, Lago Chad, Cuerno de África, África Central y Mozambique (norte) representaban los principales retos en materia de paz y seguridad para las poblaciones africanas, muchos de ellos lejos de solucionarse se han visto agravados por intereses externos y otros por conflictos internos que derivaron en golpes de estado, rebeliones e insurgencias populares. Lo cierto es que África sigue siendo uno de los escenarios más inestables a nivel global. Sin embargo los ojos (y los pies) de las potencias mundiales se posan en su suelo.
¿Visitas amigables?
Durante el mes de julio y lo que va de agosto, los aeropuertos africanos estuvieron con mucha actividad diplomática internacional. Autos de seguridad, caravanas, ruedas de prensa, apretones de manos, fotos y declaraciones que señalan que la geopolítica futura se juega también en terreno africano.
El ministro de Relaciones Exteriores de Rusia, Sergey Lavrov, y el presidente de Francia, Emanuel Macron, visitaron varios países africanos. Samantha Power, directora de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, visitó Kenia. La embajadora de Estados Unidos ante la ONU, Linda Thomas-Greenfield, giró por Ghana y Uganda. El Secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, también estuvo en visitas oficiales por Sudáfrica, República Democrática del Congo y Ruada. El apoyo para sus posiciones sobre la guerra en Ucrania, la crisis energética, el suministro de gas o simplemente para marcar la cancha y sentar una postura contra los rivales de turno, fueron los temas de las giras.
Claramente se está librando lo que algunos dicen es la competencia más intensa por la influencia en el continente desde la Guerra Fría.
Lavrov, en sus viajes por el continente, ha tratado de contrarrestar la ofensiva occidental (mediática, política y diplomática) a la que está siendo sometida Rusia. Sanciones económicas, operaciones de prensa, amenazas a quienes no condenen a Putin y a Rusia por la guerra en Ucrania son moneda corriente en la “diplomacia del garrote” con la que se está manejando EE.UU y sus socios de turno, pero en África se han encontrado con algunos escollos inesperados.
Aquella votación en el Consejo de Seguridad de la ONU, donde la mayoría de las abstenciones a la “orden” de condenar a Rusia estuvieron en la mano levantada de representantes africanos y hasta alguno se atrevió a votar en contra (Eritrea) fue la señal de alarma que vio Washington. África se está perdiendo, peor aún a África la está conquistando el enemigo. Desde allí las piezas comenzaron a moverse en dirección del continente africano.
Oportunidad y reclamos
El aumento del precio de los alimentos, desabastecimiento de materias primas, crisis energética, crisis climática, que acarrea la mayor sequia vista en tierras africanas, y acuerdos y desacuerdos políticos no fueron temas ajenos para las diferentes reuniones. “La situación en Ucrania también afectó negativamente a los mercados de alimentos, pero no debido a la operación especial rusa, sino a la reacción absolutamente inadecuada de Occidente, que anunció sanciones”, dijo Lavrov en Addis Abeba, la capital de Etiopía.
También se vislumbra la oportunidad de poder mejorar los acuerdos con las potencias que hoy necesitan más de África. Gas, petróleo, carbón son la necesidad europea ante la amenaza del Kremlin de cerrar el grifo energético europeo.
Sin embargo para los países africanos la realidad gira en torno a otra realidad.
Los acuerdos por más y mejores condiciones de intercambio bilateral o a partir de los bloques comerciales se oyeron de boca de los líderes africanos, que ven en la guerra, quizás, una oportunidad de mejorar sus pobres economías o como en el caso de Sudáfrica (por ejemplo) posicionarse como líder continental a partir del BRICS y de su estrecha relación con la Federación Rusa.
Bajo la presidencia de Vladimir Putin, Rusia ha estado trabajando para ganar apoyo en África durante varios años, revitalizando amistades que datan de hace medio siglo, cuando la Unión Soviética respaldó a muchos movimientos africanos que luchaban por poner fin al dominio colonial.
Así como el presidente de Uganda, Museveni, citó su lucha contra el colonialismo, también hizo mención al apoyo de la Unión Soviética a la lucha contra el colonialismo. El líder ugandés señaló que Rusia, y anteriormente la Unión Soviética, han estado apoyando a Uganda y al movimiento anticolonial africano «durante los últimos cien años» y nunca han causado ningún daño al país. Museveni subrayó que espera que Uganda pueda seguir aumentando la cooperación con Moscú en ámbitos como la ciencia espacial, la energía nuclear, la medicina y la alimentación.
“Nuestro país no se ha manchado con los crímenes sangrientos del colonialismo, siempre ha apoyado sinceramente a los africanos en su lucha por la liberación de la opresión colonial”, ha expresado Lavrov durante la conferencia junto a Museveni.
La otra cara de la misma moneda
En su gira por África, el francés Macron acusó al Kremlin de difundir propaganda en apoyo de la guerra y también lo acusó de chantajear al mundo al impedir la exportación de cereales de Ucrania y de presionar (vía suministro de gas) con el cierre parcial de Nord Stream I y II. “Están chantajeando porque son los que bloquearon los cereales en Ucrania. Son los que regulan sus cereales”, dijo en Benin el presidente galo, que busca acuerdos energéticos antes de la llegada del invierno a Europa. El mensaje de Macron es claro, es un llamado a los africanos para que no se pongan del lado de Rusia.
Olvidando el pasado reciente de Francia en África, Macron, incluso tuvo tiempo de hablar de colonialismo, claro que lo hizo en términos históricos que esconden una realidad por todos conocida, mas no por todos reconocida. “Te lo digo aquí en África, un continente que ha sufrido por el imperialismo colonial: Rusia es una de las últimas potencias imperiales coloniales. Ella decide invadir un país vecino para defender sus intereses”, dijo. Olvidado el detalle que la francafriqué se debate día a día en los países africanos de habla francesa, donde en muchos casos la moneda de curso legal sigue siendo el franco.
Washington no se mantiene ajeno a la realidad africana. Entre julio y lo que va de agosto varios “personajes” de la administración Biden aterrizaron en suelo africano. Mike Hammer, Samantha Power y Antony Blinken tres pesos pesados de la política exterior estadounidense visitaron varios países del continente con una intención clara: intentar frenar las influencias chinas y rusas en la región.
Mike “Martillo”, como enviado especial para el Cuerno de África estuvo en Etiopía y Egipto. En Addis Abeba se reunió con altos funcionarios del gobierno para “discutir” sobre la paz en la región del Tigray, que permanece en guerra hace 18 meses. Hammer habló de paz, pero nada dijo del financiamiento estadounidense que recibe el TPLF. También se refirió a las organizaciones “no gubernamentales” que dependen del gobierno de EE.UU y que se ven truncas en su tarea de “ayuda humanitaria desinteresada”.
“Washington ha estado durante mucho tiempo a la vanguardia, presionando a las partes en conflicto para que pongan fin a las hostilidades y alcancen una resolución negociada, el fin de los abusos y violaciones de los derechos humanos y el acceso humanitario sin obstáculos a la región de Tigray devastada por la guerra”, dijo el enviado especial para el Cuerno.
La jefa de la asistencia internacional de Estados Unidos, Samantha Power, también piso suelo africano y anunció la promesa de su país de aportar 1.180 millones de dólares para ayudar a paliar el hambre en el Cuerno de África e instó a otros países, incluido China, a hacer más para combatir una crisis alimentaria, que según Power se vio “agravada por la invasión rusa de Ucrania”.
Power, jefa de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), advirtió sobre la situación que viven naciones como Somalia, Etiopía y Kenia, el llamado Cuerno de África, que se prevé que experimentará su quinta sequía consecutiva a finales de este año. Pero claro, no tardó mucho en mostrar (¿su verdadera intención?) una fuerte crítica a las políticas “siniestras” de Rusia, pero también culpó a China, los competidores de EE.UU a nivel global, por sus restricciones comerciales sobre fertilizantes y “acaparamiento” de granos.
No es “martillo”, pero es el “power” de los EE.UU
El secretario de Estado de EE.UU, Antony Blinken, quizás “ÉL” hombre fuerte de la administración Biden, está de gira por África en estos días, donde llevará una nueva doctrina de la Casa Blanca que pretende contener la influencia de Rusia y China. La gira llevó al diplomático estadounidense a la República Democrática del Congo, Sudáfrica y Ruanda.
En la Universidad de Pretoria, en Sudáfrica comenzó a develarse la nueva estrategia de la Administración Biden para el África subsahariana.
Blinken indicó que se generará un apoyo a la inversión, la seguridad, la recuperación del coronavirus, la agricultura y la energía limpia, además de la promoción de la democracia. «Estados Unidos no dictará las decisiones de África, y tampoco debería hacerlo nadie», dijo Blinken en su discurso. «El derecho a tomar estas decisiones pertenece a los africanos, y solo a los africanos», agregó. Al parecer no pudo coordinar sus dichos con Power y Hammer que claramente apuntaron en otra dirección. La opuesta, donde la injerencia estadounidense en las decisiones africanas estaba de manifiesto.
En lo que sí hubo coincidencia es en qué el objetivo subyacente de la gira sería tratar de contener la influencia geopolítica rusa y china en el continente, como parte de la Estrategia de Defensa Nacional 2022, en la que se explica que el Departamento de Defensa de EE.UU buscará fortalecer la cooperación con los países africanos para «exponer y resaltar los riesgos de las actividades negativas de la República Popular China y Rusia» en la zona.
Evidentemente tanto la Unión Europea como la Casa Blanca se enfrentan a un desafío adicional. Tratar con África en este contexto o parece algo sencillo, la Unión Africana ha desarrollado lazos importantes con China y la Federación Rusa que ponen en un lugar de disputa y poder. Hoy África puede escuchar propuestas si la obligación de acatar órdenes. Las cumbres con Xi Jinping por un lado, y con Vladimir Putin por otro han arrojado más resultados que la Cumbre africana que organizó Macron en Francia a fines de 2021 a la que acudieron solo representantes de segunda línea de los gobiernos participantes.
*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación social y periodismo, egresado de la Unlp, Licenciado en Comunicación social, Unlp, estudiante avanzado en la Tecnicatura superior universitaria de Comunicación pública y política. FPyCS Unlp.