Incluso, menos aún son los que se recuerdan de los sucesos del 2009, cuando fue colocado forzosamente el Presidente de entonces en un avión y fue expulsado en plenas funciones, acción golpista que fue justificada a raíz de que el expulsado supuestamente quería “cambiar la constitución del país”. Luego, la misma constitución fue cambiada en Honduras, y justo con el mismo propósito que le habían acusado al Presidente expulsado en el 2009. En este caso, quienes expulsaron al primer Presidente, celebraron hipócritamente la violación sistemática de la constitución.
En el 2017, fue aún más espectacular, incluso. Con un Tribunal Supremo dominado por el Partido Nacional – el que ocupaba el poder ejecutivo y legislativo de entonces, asunto que no le preocupaba para nada a Estados Unidos – se impuso la “violación” a la Constitución antes indicada, y se permitió la reelección presidencial, a pesar de los artículos que claramente prohíben la reelección.
A lo largo de todas las etapas históricas, el Departamento de Estado bajo el control de los Presidentes Obama, Trump y ahora Biden, apoyó el auge y el continuismo del autor de semejante violación de la constitución y las leyes: el narcotraficante Juan Orlando Hernández (JOH). Mientras el departamento de Estado consolidaba su agente en Tegucigalpa, las cortes del mismo país condenaban a su hermano a un sinfín de años en la cárcel por una serie de delitos, entre ellos el de narcotráfico.
Luego vino el megafraude del 2017, el cual fue el más espectacular, pero no el único perpetrado por el Partido Nacional. Los resultados electorales preliminares otorgaron una victoria al candidato opositor Salvador Nasralla (quien fue apoyado por Libre, donde la actual candidata presidencial para las elecciones del 2021, Xiomara Castro, declinó a su favor para garantizar la victoria). La ventaja a favor de Nasralla, durante un punto irreversible del conteo, era de 5%. Luego de hacer pública la ventaja de Nasralla sobre JOH, el sistema electoral misteriosamente cayó, y cuando logró estabilizarse, ya JOH llevaba la delantera electoral. En el comunicado del 06 de diciembre de 2017, la Secretaría General de la OEA publicó lo siguiente:
Si las irregularidades existentes fueran de tal entidad que hicieran imposible que este proceso brinde certeza y seguridad en el recuento, la Misión se reserva el derecho de realizar las recomendaciones adicionales que considere pertinentes sobre cualquier aspecto del mismo, sin descartar inclusive la posibilidad de recomendar un nuevo llamado a elecciones con garantías de que corrijan todas las debilidades identificadas que dieron lugar a las irregularidades graves que se detectasen.
Heather Nauert, portavoz de entonces del Departamento de Estado, en un comunicado emitido el 22 de diciembre de 2017, indicó lo siguiente: «Felicitamos al presidente Juan Orlando Hernández por su victoria en las elecciones presidenciales del 26 de noviembre, como fue declarado por el Tribunal Supremo Electoral de Honduras». Finalmente, el ultimo comunicado de la OEA sobre el proceso electoral hondureño, emitido el 22 de enero de 2018, se puede reducir a la siguiente frase: “En este sentido, manifiesta su firme intención de trabajar en el futuro con las autoridades electas de Honduras…que permita la convivencia democrática, justa y solidaria”.
Hasta ese momento, el proceso electoral en Honduras fue quizás el más inconstitucional y a la vez el más fraudulento de la historia reciente de América Latina. El artículo 41 de la Constitución de ese país indica que “el ciudadano que haya ejercido la titularidad del Poder Ejecutivo no podrá ser Presidente o Vice-Presidente de la República” de nuevo, y que “quien quebrante esta disposición o proponga su reforma, así como aquellos que lo apoyen directa o indirectamente, cesarán de inmediato en el desempeño de sus respectivos cargos”. Esto fue lo que el Tribunal Supremo hondureño decidió ignorar a favor del Señor Hernández.
Ahora, se enfrentan la misma plataforma opositora y un nuevo candidato del Partido Nacional. Nasrala ahora pasa a la candidatura de Primer Designado (Vicepresidente), y Xiomara Castro regresa a ser la candidata presidencial (ella fue la candidata presidencial para el 2013, igualmente robadas por el Partido Nacional) de una oposición casi unida en su totalidad (parte de la derecha liberal se quedó fuera de la Alianza, para ayudar al Partido Nacional). El Señor Hernández, al tener tantos problemas de narcotráfico, ya no se atreve a lanzarse por un tercer período, entonces pasa la antorcha a su delfín, el actual alcalde de Tegucigalpa, Nasry Asfoura.
La campaña electoral, desde la óptica interna, se encuentra dominada por dos tipos de acusaciones entre los dos campos (no existe, realmente, el campo del Partido Liberal). La oposición en su totalidad, extrae una prueba tras otra de las relaciones no solamente del Señor Hernández con el narcotráfico, sino todo el Partido Nacional. Alternativamente, la acusación repetida de la derecha desesperada, es la misma que inició con el ex presidente Alan García en el Perú (quién se suicido cuando lo iban a arrestar por corrupción) durante su campaña electoral del 2006: “Se acerca el espectro del “comunismo” en Honduras…y sigue llamándose Hugo Chávez Frías”.
¿Qué haría la derecha latinoamericana sin el Comandante Hugo Chávez? No ganarían nada, aparentemente, porque no existe una sola campaña electoral en los últimos años, en la cual la derecha no solicita el voto, advirtiendo y amenazando que el voto contra ellos sería un voto a favor de “vivir como los venezolanos”. Al votar por la izquierda, estarías votando por el hambre, la inflación, la pobreza, la falta de empleo, la violencia criminal, la falta de atención medica, educación, etc. Alternativamente, al votar por la derecha, diría el pueblo hondureño, estarías votando por mantener todo lo señalado, que ya el pueblo lo tiene, y en grandes cantidades.
El proceso electoral hondureño del 28 de noviembre no es un proceso hondureño, ni tampoco centroamericano. Es otro episodio de la restauración conservadora en América Latina, protagonizada no por el partido del narcotráfico en Honduras, si no por le mismo autor que la ha impulsado desde la agresión del 2009 contra el Presidente Zelaya: Estados Unidos. Los procesos electorales en Venezuela y Nicaragua ya fueron decretados como fraudulentos por el departamento de Estado, y aunque la victoria que se avecina para las fuerzas populares encabezadas por Xiomara Castro no se podrá decretar como ilegitimas, pues desde el primero momento se le hará guerra a su gobierno, el cual en poco tiempo se decretará como ilegitimo por el departamento de Estado, por una razón u otra.
¿Cuál es la lección que no deseamos aprender, en América Latina? ¿Cuál es la gran diferencia entre la derecha y las fuerzas progresistas en la región? Pues es la consciencia política y/o de clases, y la centralidad y hegemonía del máximo liderazgo. En Honduras, me recuerdo cómo unas doñas muy amables y cariñosas siempre y religiosamente votaban a favor del Partido Nacional. Al preguntar por las razones, viendo cómo su situación económica se deterioraba cada año de gobierno del Señor Hernández, no lograron articular una respuesta coherente, pero al final, se logró determinar la fuente de sus inspiraciones políticas: las iglesias protestantes (evangélicas y otras). Por más limitada que sean sus expresiones políticas y sus razones para actuar, su consciencia ideológica era fuerte y sólida, a pesar de que esta proviene de gente que existe en el otro lado del espectro socioeconómico, y no comparten absolutamente nada de sus condiciones socioeconómicas con estas doñas.
La derecha latinoamericana posee mucha claridad, en torno a sus pilares fundamentales: sus lideres locales son los partidos de derecha y la Iglesia; sus lideres globales son los estadounidenses; sus acciones políticas son reflexivas – se vota por el mismo partido indicado por los lideres y la Iglesia, sea quien sea el candidato; y finalmente, todos poseen el mismo enemigo, desde la Patagonia y hasta el Rio Bravo, el río que separa a América Latina del ”dueño” de América Latina: Hugo Rafael Chávez Frías, el gran monstro y Satanás de Caracas. Lamentablemente (o, quizás alegremente para los propios pueblos), la izquierda no posee este nivel de unidad, coherencia, disciplina y obediencia a un liderazgo unificado (aunque aparenta algunas veces estar fragmentado, como en los comicios recientes en Chile).
No obstante, las elecciones de Honduras si poseen una gran oportunidad para toda la región, a raíz de dos factores que quizás sean inéditos, en la historia reciente de América Latina: la desgraciada y pésima gestión del Señor Hernández, y la magnifica e igualmente inédita unidad política que logró ensamblar la Doña Castro en el país de Lempira. A ver si renacen Bolívar, Martí y Morazán en esta tierra tan plagada por las malicias que representa y gestiona el Partido ungido por Estados Unidos.
Notas:
*Internacionalista y Profesor de relaciones internacionales en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Último Diplomático Bolivariano en Honduras expulsado en el 2019
Colaborador de PIA Global