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Un giro histórico en el conflicto kurdo

Escrito Por Tadeo Casteglione

Por Tadeo Casteglione* El reciente llamamiento de Abdullah Öcalan, líder fundador del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), a deponer las armas y disolver la organización representa un punto de inflexión histórico con profundas implicaciones geopolíticas para Turquía y toda Asia Occidental.

Esta declaración, realizada desde su celda en la isla prisión de Imrali donde permanece en aislamiento desde 1999, marca potencialmente el fin de una insurgencia que ha costado más de 40,000 vidas en cuatro décadas de conflicto.

La declaración de Öcalan no surge en el vacío, sino en un contexto de transformaciones regionales significativas: la caída de Bashar al-Assad en Siria, la expansión de la influencia turca en diversos frentes, y una reconfiguración general del equilibrio de poder en una región tradicionalmente volátil.

Cuatro décadas de insurgencia kurda

Para comprender la magnitud de este llamamiento, es necesario contextualizar el conflicto kurdo-turco. El PKK fue fundado en 1978 por Abdullah Öcalan y otros activistas kurdos con una ideología inicialmente marxista-leninista y un objetivo claro: la creación de un Estado kurdo independiente. En 1984, el grupo optó por la lucha armada tras años de represión estatal y políticas de asimilación forzosa implementadas por el estado turco contra la población kurda.

Durante las décadas siguientes, el conflicto se intensificó, con el PKK realizando ataques guerrilleros contra objetivos militares y civiles, mientras que el estado turco respondía con operaciones militares a gran escala, desplazamientos forzados de población y la destrucción de miles de aldeas kurdas. El conflicto ha atravesado distintas fases, incluyendo periodos de alta intensidad bélica y otros de intentos de negociación fallidos.

La detención de Öcalan en 1999, resultado de una operación internacional en la que participaron los servicios de inteligencia de varios países, marcó un punto de inflexión. Desde su encarcelamiento, Öcalan ha modificado gradualmente su posición ideológica, abandonando la aspiración de un estado kurdo independiente en favor de una autonomía democrática dentro de las fronteras turcas existentes, desarrollando lo que ha denominado «confederalismo democrático».

Foto: AFP
Fortalecimiento de la posición de Erdogan

El llamamiento de Öcalan representa un triunfo significativo para el presidente turco Recep Tayyip Erdogan. Tras más de dos décadas en el poder, primero como primer ministro (2003-2014) y luego como presidente, Erdogan ha convertido la lucha contra el «terrorismo» del PKK en uno de los pilares de su narrativa política y de seguridad nacional. El potencial fin de esta amenaza interna constituye una victoria simbólica importante que puede traducirse en capital político en un momento complejo para su administración.

Turquía enfrenta actualmente desafíos económicos significativos, con una inflación persistentemente alta, devaluación de la lira turca y creciente descontento social. La posibilidad de presentar el fin del conflicto con el PKK como un logro histórico de su administración podría ayudar a Erdogan a desviar la atención de estos problemas económicos y fortalecer su base de apoyo, especialmente entre el electorado nacionalista turco.

Teniendo en consideración que la falta de un líder fuerte que reemplace en la próxima década el mandato de Erdogan obliga al partido gobernante AKP a buscar por todos los medios una estabilización de la situación interna mientras se proyecta hacia el futuro en la resolución del mandato interno como así también su proyección internacional.

Implicaciones para la política doméstica turca

El llamamiento también tiene importantes implicaciones para la dinámica política interna de Turquía. El Partido Democrático de los Pueblos (HDP), principal formación prokurda en el parlamento turco, ha sido objeto de una intensa presión gubernamental en los últimos años, con numerosos líderes y parlamentarios encarcelados bajo acusaciones de vínculos con el terrorismo. Un proceso de paz podría potencialmente alterar esta dinámica, aunque también existe el riesgo de que el gobierno turco, al percibir que ha neutralizado la amenaza del PKK, intensifique su presión sobre los actores políticos kurdos legales.

Por otra parte, la propuesta de Devlet Bahceli, líder del partido ultranacionalista MHP y aliado crucial de Erdogan, de ofrecer un gesto de paz a cambio del rechazo a la violencia por parte de Öcalan, sugiere una recalibración estratégica en la aproximación del gobierno al problema kurdo. Esta apertura desde sectores tradicionalmente intransigentes del nacionalismo turco podría indicar un reconocimiento de la imposibilidad de una solución puramente militar al conflicto.

La cuestión kurda más allá del PKK

Es fundamental distinguir entre el PKK como organización armada y la cuestión kurda como realidad sociopolítica más amplia. Aproximadamente 15-20 millones de ciudadanos turcos son de origen kurdo, constituyendo la minoría étnica más numerosa del país. Las reivindicaciones kurdas incluyen aspectos culturales, lingüísticos y políticos que van más allá de la lucha armada del PKK.

El llamamiento de Öcalan podría abrir espacio para abordar estas dimensiones del problema kurdo por vías políticas y jurídicas, como él mismo sugiere al hablar de «transferir el conflicto del ámbito de la violencia al ámbito jurídico y político».

Sin embargo, queda por ver si el gobierno turco estará dispuesto a implementar reformas significativas en términos de derechos culturales y participación política para la población kurda, o si interpretará el fin de la lucha armada como una rendición que no requiere concesiones sustanciales.

Operaciones transfronterizas y zonas de influencia

En las últimas décadas, Turquía ha llevado a cabo numerosas operaciones militares transfronterizas contra el PKK en el norte de Irak, estableciendo bases militares permanentes y zonas de influencia en territorio iraquí. Asimismo, desde 2016, ha realizado diversas intervenciones militares en el norte de Siria (operaciones «Escudo del Éufrates», «Rama de Olivo» y «Fuente de Paz»), resultando en el control efectivo de amplias franjas de territorio sirio.

Estas operaciones han sido justificadas principalmente como necesarias para combatir al PKK y sus afiliados sirios, las Unidades de Protección Popular (YPG), componente principal de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS). Un escenario donde el PKK deponga las armas podría alterar la narrativa de seguridad que ha sustentado estas intervenciones.

Sin embargo, es probable que Turquía mantenga su presencia en estos territorios, reorientando su justificación hacia otros objetivos estratégicos para crear una «zona segura» para el retorno de refugiados sirios.

Relaciones con actores regionales e internacionales

El conflicto con el PKK ha sido un factor de tensión en las relaciones de Turquía con diversos actores regionales e internacionales. El apoyo de las gestiones estadounidense a las FDS en la supuesta lucha contra el Daesh ha sido una fuente constante de fricción entre Ankara y Washington. Un PKK desmovilizado podría facilitar una mejora en estas relaciones, aunque las divergencias estratégicas más amplias probablemente persistirán.

En cuanto a las relaciones con la Unión Europea, el conflicto kurdo ha sido durante décadas usados como excusa de la UE como uno de los obstáculos en el estancado proceso de adhesión de Turquía. Un avance hacia la resolución pacífica podría potencialmente revitalizar este proceso o al menos dejar en evidencia la falta de voluntad de la UE hacia el ingreso de Turquía, aunque otros factores como el supuesto deterioro democrático y las tensiones en el Mediterráneo Oriental seguirán siendo obstáculos significativos.

A nivel regional, Turquía ha utilizado la lucha contra el PKK como elemento de presión y negociación con Irak y el Gobierno Regional del Kurdistán iraquí. La desaparición de esta carta podría reconfigurar estas relaciones, potencialmente hacia una mayor cooperación económica, especialmente en el ámbito energético que ha sido la proyección de Erdogan durante los últimos años y también su motivación para un acercamiento con la República Islámica de Irán.

Turquía como actor pivotal en Asia Occidental

Este potencial fin del conflicto con el PKK fortalecería la posición de Turquía como actor pivotal en la reconfiguración del orden regional en Asia Occidental. Liberada de la constante amenaza interna, Ankara podría dedicar más recursos y atención a proyectar aún más su influencia regional a través de diversos mecanismos: intervenciones militares, diplomacia activa, expansión comercial y proyección de poder blando mediante su influencia cultural y religiosa.

La ambición de Erdogan de posicionar a Turquía como líder del mundo musulmán sunita, en competencia con Arabia Saudita, y como puente entre Occidente y Oriente, se vería potenciada por la resolución de uno de sus principales problemas de seguridad interna. Esto ocurre en un momento especialmente propicio, dado el aparente repliegue estadounidense de la región y los reajustes estratégicos tras la caída de Al Asad en Siria, la situación en el Líbano y la campaña de genocidio de la entidad israelí contra Gaza y Cisjordania que dejan un escenario abierto.

La respuesta del aparato militar del PKK

El principal interrogante sobre la viabilidad del llamamiento de Öcalan concierne a la respuesta de los comandantes militares del PKK, cuya base principal se encuentra en las montañas Qandil en el norte de Irak. A pesar del indiscutible liderazgo simbólico e ideológico de Öcalan, sus 25 años de aislamiento han permitido el surgimiento de otras figuras de liderazgo dentro de la organización, algunas potencialmente reticentes a abandonar la lucha armada sin garantías concretas.

El PKK ha sobrevivido durante décadas como una organización altamente adaptable, con una estructura celular descentralizada y presencia en múltiples países. Incluso si la mayoría de sus combatientes acatan el llamamiento de Öcalan, existe el riesgo de fragmentación, con facciones disidentes que podrían continuar la lucha armada bajo nuevas denominaciones.

La declaración del comandante en jefe de las FDS, Mazlum Abdi, de que el llamamiento de Öcalan «atañe al PKK y no a nuestras fuerzas» subraya la complejidad de la cuestión kurda más allá de las fronteras turcas. Las FDS y la administración autónoma que controla amplias zonas del norte y este de Siria, si bien ideológicamente alineadas con las ideas de Öcalan, han desarrollado su propio proyecto político y mantienen complejas relaciones con diversos actores, incluido Estados Unidos.

Turquía ha insistido repetidamente en que las YPG/FDS son simplemente una extensión del PKK, mientras que estos grupos han enfatizado su autonomía operativa y organizativa. El llamamiento de Öcalan podría intensificar esta distinción, permitiendo a las FDS distanciarse aún más del PKK para fortalecer su legitimidad internacional, mientras mantienen su control territorial en Siria.

La dimensión internacional del problema kurdo

Como señala el historiador Boris James, cuando Öcalan habla de la autodisolución del PKK, «no considera el problema kurdo a escala regional». Efectivamente, la cuestión kurda trasciende fronteras, afectando a Turquía, Siria, Irak e Irán, con poblaciones kurdas significativas en cada uno de estos países. Un enfoque centrado exclusivamente en la dimensión turca del problema difícilmente aportará una solución duradera a la cuestión kurda en su conjunto.

La aspiración kurda a la autodeterminación, en sus diversas manifestaciones, seguirá siendo un factor de inestabilidad potencial en la región, independientemente del destino del PKK. La experiencia del Gobierno Regional del Kurdistán en Irak, que goza de amplia autonomía, y del proyecto de autogobierno en el nordeste de Siria, continuarán influenciando las aspiraciones de las poblaciones kurdas en toda la región.

Escenarios y proyecciones

En un escenario optimista, el llamamiento de Öcalan sería acatado por la totalidad o gran mayoría de los combatientes del PKK, poniendo fin efectivo a la insurgencia. El gobierno turco respondería con reformas significativas que abordarían las dimensiones cultural, lingüística y política de la cuestión kurda, permitiendo una verdadera integración de la población kurda en el marco de una Turquía más descentralizada y pluralista.

A nivel regional, este escenario podría conducir a una mayor estabilidad, con Turquía canalizando su influencia hacia objetivos constructivos como la reconstrucción de Siria y el desarrollo económico regional. La resolución del conflicto kurdo-turco podría incluso servir como modelo para abordar otros conflictos étnicos y sectarios en la región.

Escenario pesimista: continuación del conflicto bajo nuevas formas

En un escenario más pesimista, el llamamiento de Öcalan sería rechazado por sectores significativos del PKK, o aceptado solo nominalmente sin un desarme efectivo. El gobierno turco, por su parte, interpretaría cualquier gesto del PKK como una rendición que no requiere concesiones sustanciales, manteniendo o incluso intensificando su presión sobre los actores políticos kurdos legales.

Este escenario podría conducir a una fragmentación del movimiento kurdo, con algunas facciones radicalizándose aún más, mientras que otras buscarían vías políticas, generando una situación más compleja y potencialmente más volátil que el conflicto actual.

Transformación gradual del conflicto

El escenario más probable es intermedio: una reducción significativa pero no total de la violencia, con la mayoría de los combatientes del PKK abandonando la lucha armada pero sin una disolución completa de la organización. El gobierno turco implementaría algunas reformas limitadas, suficientes para consolidar este nuevo statu quo pero sin abordar plenamente las reivindicaciones kurdas más profundas.

A nivel regional, Turquía mantendría su presencia en el norte de Siria e Irak, pero con una menor intensidad en las operaciones militares, reorientando gradualmente su justificación hacia objetivos más amplios de seguridad nacional y proyección de influencia.

Un momento definitorio en la geopolítica regional

El llamamiento de Öcalan representa potencialmente un momento definitorio no solo para Turquía y el movimiento kurdo, sino para toda la geopolítica de Asia Occidental. Su implementación efectiva podría acelerar tendencias ya visibles: la consolidación de Turquía como potencia regional predominante, la reconfiguración de alianzas y esferas de influencia, y el surgimiento de nuevos modelos de gobernanza en una región tradicionalmente dominada por estados centralizados y autoritarios.

Sin embargo, como señala el analista Hamish Kinnear, si bien este llamamiento «representa un cambio radical», su impacto real dependerá de cómo sea recibido por los combatientes del PKK y de la respuesta del gobierno turco. La historia de la región está repleta de oportunidades perdidas y procesos de paz fracasados. La transformación de este llamamiento en una paz duradera requerirá voluntad política, compromisos difíciles y una visión que trascienda las consideraciones de seguridad inmediatas para abordar las causas profundas del conflicto.

Por lo que debemos entender que el destino de este proceso determinará si el llamamiento de Öcalan marca el inicio de una nueva era de estabilidad y cooperación regional, o simplemente un capítulo más en la larga y compleja historia del conflicto kurdo y la geopolítica de Asia Occidental.

Por Tadeo Casteglione* Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.

*Foto de la portada: Reuters/Umit Bektas

Acerca del autor

Tadeo Casteglione

Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales.

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