El planteo, luego de la retirada del ejército etíope, se debe centrar en ver como los líderes de Addis Abeba y Tigrayan trabajan para extender la ayuda inmediata que necesita la población en riesgo de hambruna. Sin olvidar por supuesto la lucha por una reconciliación política.
La devastadora guerra civil en la región de Tigray en Etiopía dio un giro el 28 de junio pasado cuando, ocho meses después de que Abiy Ahmed, (primer ministro etíope) ordenara una intervención militar para sacar del poder al partido gobernante de Tigray y sofocar a las fuerzas leales a Tigray. La realidad es que las tropas federales tuvieron que abandonar casi todo el territorio que habían tomado. Miles de soldados partieron de Mekelle, la capital regional de Tigray, junto con los administradores que Addis Abeba había designado para reemplazar al liderazgo derrocado de Tigray.
La retirada marcó una gran victoria para las Fuerzas de Defensa de Tigray (TDF) en su insurgencia contra las tropas federales y las fuerzas regionales aliadas de Eritrea y Amhara. Addis Abeba intentó cubrir la retirada declarando un alto el fuego, que los líderes de Tigrayan rechazaron. Hasta el momento no parece que la salida forzada de las tropas sea una solución y aporte un alivio rápido a una población que necesita ayuda urgentemente. La hambruna es inminente, todas las organizaciones humanitarias que trabajan en la zona destacan este imperativo.
Después de asumir el cargo, en abril de 2018, Abiy consolidó su poder al fusionar los partidos gobernantes regionales de Etiopía en un nuevo Partido de la Prosperidad. Pero el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF), el partido gobernante de Tigray que había sido una fuerza dominante en la política etíope durante décadas, se negó a unirse a la propuesta unificadora del ahora Primer Ministro Abiy, argumentando que la nueva estructura socavaba la autonomía regional que garantiza la constitución de 1995.
En junio de 2020, las autoridades federales retrasaron las elecciones nacionales debido a la pandemia de COVID-19, extendiendo los mandatos de todos los gobiernos hasta que se pudiera realizar la votación. Desafiando la decisión de Addis Abeba, Tigray declaró inconstitucional la extensión y realizó su propia votación regional en septiembre. Posteriormente, el gobierno de Abiy declaró ilegítimo el liderazgo del TPLF recién elegido, allanando el camino para la intervención militar.
El gobierno de Tigray, ante la negativa federal del reconocimiento de las elecciones y alegando que los movimientos de tropas federales en la zona indicaban una incursión inminente, atacó el 3 de noviembre de 2020 las bases militares federales en Tigray. Addis Abeba envió inmediatamente al resto de su ejército, respaldado por fuerzas eritreas y paramilitares y milicias de Amhara de la región al sur de Tigray. La coalición logró avances rápidos, el triunfo de las fuerzas federales y sus vecinos aliados obligó al gobierno del TPLF a abandonar el poder.
Pero el conflicto planteado recién estaba comenzando. Hoy podemos decir que las afirmaciones de victoria de Abiy fueron prematuras y equivocadas. Una abrumadora mayoría de tigrayanos habían apoyado al TPLF en las controvertidas elecciones regionales. La intervención militar federal, que muchos percibieron como una ocupación, alimentó un sentimiento de injusticia entre el público de Tigray y garantizó el apoyo a la resistencia armada.
Lejos de finalizar, la lucha se mudó a las zonas rurales, lejos de la capital Mekelle. Las tropas que ocuparon Tigray se encargaron de endurecer la posición de los lugareños. A medida que se extendía la lucha, los informes de las atrocidades que cometía el ejército acrecentaba el sentimiento popular contra la intervención. Las acusaciones de crímenes cometidos por soldados eritréos contra civiles resultaron particularmente críticos para fortalecer la resistencia de Tigray.
Animado por una oleada de apoyo popular, el TDF montó una insurgencia muy eficaz. Aunque no tenían una línea de suministro externa aparente, los líderes de la resistencia de Tigray que pudieron capturar armamento y equipo de las tropas federales y eritreas, lo que les permitió desarrollar gradualmente la capacidad de las fuerzas de defensa y lanzar una gran contraofensiva. A fines de junio, el TDF había recuperado el control de gran parte del centro de Tigray, incluidas las áreas alrededor de Mekelle, lo que provocó la evacuación federal.
La guerra ha tenido un costo más allá de lo netamente bélico para la población de Tigray, ya que estalló en la época de la cosecha, lo que agravó la escasez de alimentos en una zona en que ya era golpeada por el hambre y la pobreza. Los puestos de control establecidos por las fuerzas de Eritrea y Etiopía que impedían la entrada a áreas bajo control del TDF bloquearon la ayuda humanitaria que intentaba llegar a la zona durante meses. A principios de junio, las agencias de ayuda dijeron que 353.000 personas estaban experimentando «condiciones de hambruna», lo que quizá ya era un destino se vio acelerado por la guerra de guerrillas establecida en la zona. La gente de tres zonas, Noroeste, Centro y Este de Tigray, se enfrentan a una hambruna sin precedentes a menos que las agencias de ayuda puedan llegar rápidamente a las áreas más afectadas, la gente morirá de hambre y el número de personas en extrema necesidad aumentará.
La ayuda alimentaria es urgente
La urgencia, una vez retiradas las tropas federales, será lograr los acuerdos necesarios para facilitar el acceso de los convoyes de socorro, aumentar la entrega de ayuda alimentaria a millones de tigrayanos y garantizar que los agricultores puedan comenzar con las labores agrícolas medida que comienza la temporada de lluvias en la zona afectada por el conflicto.
Pero no solo la ayuda alimentaria es un problema en Tigray. La tentación para los líderes de Tigray probablemente será tratar de recuperar rápidamente el control del oeste de Tigray, que la vecina región de Amhara se apoderó de las primeras semanas de la guerra con el argumento de que el TPLF lo había anexado injustamente en la década de 1990. De hecho, las fuerzas de Tigrayan parecen estar preparándose para una ofensiva recuperar también el control de esa zona. Un análisis prematuro y lejano diría que estos planes deberían ser suspendidos, al menos para dar tiempo a Addis Abeba de que garantice que la región de Amhara ceda el control administrativo de las áreas gobernadas por Tigray.
El gobierno de Abiy puede hacer otras cosas para aliviar las penurias de la población afectada por el bloqueo. Primero, debería presionar a Asmara para que retire las tropas eritreas de Tigra. La salida de Eritrea no solo podría acelerar la entrega de ayuda, sino que una retirada completa también podría evitar nuevos enfrentamientos entre las fuerzas de Tigray y Eritrea. En segundo lugar, las autoridades federales deben establecer un nivel mínimo de cooperación con los líderes de Tigray y garantizar la provisión de servicios vitales como telecomunicaciones y electricidad, controlados hasta cierto nivel por el gobierno nacional.
Hasta ahora, las señales del gobierno federal parecen ligadas solo a buenas intenciones pero que evidentemente aún o se han efectivizado. Los soldados federales en retirada saquearon el equipo de Internet por satélite de la ONU y, según los informes, vaciaron los bancos antes de huir de Mekelle. Addis Abeba ha cerrado el espacio aéreo de Tigray y los soldados etíopes y las fuerzas de Amhara han estado impidiendo que los camiones del Programa Mundial de Alimentos lleguen a Mekelle. Las autoridades federales no se han mostrado inclinadas a restaurar completamente el suministro de energía o las telecomunicaciones de la región. Así las cosas es muy difícil que se logre una ayuda efectiva para una población que lo necesita con suma urgencia.
Presión internacional busca garantizar la ayuda humanitaria
Con la propagación de las condiciones de hambruna, la presión internacional continua sobre el gobierno de Abiy es esencial. La represión de Addis Abeba contra Tigray ya ha obligado a la Unión Europea y a los EE.UU a un cambio abrupto de política hacia su socio desde hace mucho tiempo. En diciembre, la UE suspendió $ 107 millones en apoyo presupuestario para Etiopía por los obstáculos que el ejército había puesto en el camino de los trabajadores humanitarios. En mayo, EE.UU impuso restricciones a funcionarios actuales y anteriores de Etiopía y Eritrea. De cara al futuro, los actores externos deberían presionar al gobierno de Abiy para que levante el embargo federal de facto sobre Tigray y facilite la retirada completa de las tropas eritreas. En lo que respecta al estado del territorio en disputa en el oeste de Tigray, deberían respaldar un acuerdo por el cual el TDF acuerde no presionar su ventaja militar allí, y Amhara devuelve la administración a Mekelle hasta que se resuelva la disputa interregional a través de procedimientos constitucionales.
En términos más generales, el revés de la intervención federal en Tigray debería ser motivo de reconsideración en Addis. Más coerción y fuerza absoluta no pacificarán la región. Para Tigray, pero también para el país en general, un enfoque arraigado en la reconciliación y el acomodo, que probablemente implique alguna forma de diálogo nacional, es la única forma de evitar que la federación de Etiopía se fracture aún más. Aunque hasta ahora poco sugiere que el gobierno de Abiy esté buscando un reinicio fundamental, debería poner en marcha un esfuerzo de reconciliación máximamente inclusivo, tanto con los líderes de Tigrayan como en otras partes del país.
Por su parte, los habitantes de Tigray han sufrido una violencia terrible durante los últimos ocho meses, especialmente a manos de las fuerzas eritreas, aparentemente invitadas por el gobierno federal. Pero idealmente, los líderes de Tigray también enviarían señales tranquilizadoras en lugar de luchar y agitar por la secesión, lo que probablemente implicaría años de más violencia. Si Addis Abeba inicia un intento de reconciliación integral, deben responder positivamente y participar.
La solución aún es posible
No es demasiado tarde para evitar la hambruna en Tigray o para evitar que Etiopía se desmorone aún más. En junio, Abiy realizó una elección que probablemente le otorgará a su Partido de la Prosperidad una mayoría significativa, y que se desarrolló de manera relativamente pacífica en las áreas donde podría celebrarse. La negativa a recurrir a medidas más conciliadoras podría dejar a la administración del ganador del Premio Nobel de la Paz de 2019 en un virtual paria, al menos entre los gobiernos occidentales cuyo apoyo es necesario para financiar las reformas que Abiy espera implementar.
El enfoque inverso podría salvar miles de vidas, especialmente en Tigray, salvar lo que alguna vez fue una transición democrática prometedora y salvaguardar un país cuya estabilidad es fundamental para la del Cuerno de África.
Abiy Ahmed tiene cinco años por delante para revertir la situación
Los residentes de la capital de Etiopía, Addis Abeba, dicen que esperan que el gobierno del primer ministro Abiy Ahmed pueda garantizar la paz y la estabilidad económica después de que el partido en el poder obtuviera una victoria aplastante. El resultado de las elecciones otorga a Abiy un mandato de cinco años a pesar de la brutal guerra que se libra en la región de Tigray.
El Primer Ministro, ahora reelegido, Abiy elogió el resultado de lo que describió como una elección «histórica». Cabe señalar que es la primera vez que enfrenta a los votantes desde que fue nombrado primer ministro en 2018. El ganador del Premio Nobel de la Paz de 2019 espera enmarcar la victoria en las urnas como un mandato para las reformas políticas y económicas y las operaciones militares que le garanticen un gobierno en “paz”
El Partido de la Prosperidad ganó 410 escaños en el parlamento federal de 436 donde se llevaron a cabo las elecciones, según los resultados emitidos por la Junta Nacional Electoral de Etiopía (NEBE). Las cifras mostraron que los partidos de la oposición y los candidatos independientes ganaron un pequeño número de escaños.
La votación estaba destinada a afirmar un renacimiento democrático prometido en la segunda nación más poblada de África, con Abiy prometiendo una ruptura limpia con la represión que empañó los ciclos electorales pasados. No hay una fecha de elección fijada para Tigray, donde los combates marcados por innumerables atrocidades se prolongaron durante ocho meses antes de que las tropas federales se retiraran a fines de junio ante los avances rebeldes y el gobierno de Abiy declarara un alto el fuego unilateral.
La situación sigue siendo precaria en Tigray, con analistas advirtiendo sobre posibles nuevos combates y algunos líderes mundiales denunciando un «asedio» que bloquea la ayuda desesperadamente necesaria para una región donde cientos de miles enfrentan hambrunas.
*Beto Cremonte es docente, profesor de Comunicación social y periodismo, Licenciado en Comunicación social, UNLP, Miembro del Equipo de PIA Global