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Siria, en un nuevo ciclo de violencia tras el ataque a una iglesia ortodoxa en Damasco

Por Santiago Montag*- El último atentado en una iglesia ortodoxa en Damasco pone en jaque la convivencia en el país y hace saltar las alarmas entre las minorías.

Siria no encuentra paz. La caída de Al Assad había traído esperanzas de un nuevo camino a toda la nación sin excepciones; sin embargo esas esperanzas se están deshilachando con la sucesión de masacres contra alauitas, drusos y ahora, cristianos. Mientras tanto, nuevas organizaciones violentas surgen entre los escombros de la guerra.

En el corazón del barrio cristiano de al-Duwela, en Damasco, se encuentra la iglesia ortodoxa griega de Saint Elias. El barrio, caracterizado por su precariedad, tiene una relación muy cercana con esta iglesia, que brinda a la comunidad diversas actividades sociales. Sin embargo, desde hace meses viene recibiendo amenazas por distintos medios: “Ustedes son los próximos”, en alusión a las masacres perpetradas contra drusos y alauitas. En marzo, por ejemplo, hubo un enfrentamiento entre los vecinos y las vecinas frente a la iglesia, cuando algunas personas empezaron a transmitir una serie de cantos islámicos, lo que fue interpretado por la comunidad cristiana como una “provocación”. 

25 cristianos fallecidos en un atentado

Las amenazas se cumplieron. El pasado domingo 22 de junio, Mohammad Zain al-Abidin, integrante del grupo yihadista Saraya Ansar al-Sunna, se infiltró durante la misa de la tarde y empezó a disparar desde la entrada del centro religioso. Dos de los guardias allí presentes se lanzaron contra él para defender a los más de 300 feligreses que se encontraban en aquel momento en el templo. Tras un forcejeo, el yihadista detonó su cinturón explosivo. Según el Ministerio de Salud de Siria, 25 personas murieron a causa de la explosión.

“La masacre que sufrimos ayer fue única en su tipo. No pasaba desde 1860; ni siquiera durante la Revolución”, explicaba durante la celebración del funeral de 9 de los 25 fallecidos John Yazigi, el patriarca de Antioquía y de todas las iglesia ortodoxas griegas del Este. “El presidente llamó para dar sus condolencias y establecer el día de luto; como cristianos no necesitamos que nadie nos llore, este día debería ser un día para llorar al Gobierno”, agregaba para mostrar su decepción hacia la nueva administración. Entre las personas fallecidas se encontraba Angie Shadaida, “ella era alumna de mi tía en la secundaria, tenía 16 años y asistía cada domingo a misa”, cuenta Rogye, un trabajador de la iglesia que corrió en ayuda de los heridos el día del atentado.

Han pasado algunos días de la masacre, y en el hospital Al-Andalus de Damasco, Eva lucha por su vida: “Es muy jóven, no dejo de rezar por ella”, dice Bassel angustiado. Él es otro de los vecinos de al-Duwela que acudió en socorro el domingo; y Eva es una de las 65 personas heridas durante el ataque. “Tiene múltiples lesiones internas, los doctores la mantienen en coma inducido; le pido a Dios que la traiga con nosotros”, dice uno de sus amigos desde la puerta del hospital.

Tras el atentado, la comunidad cristiana en Siria está desolada. No solo eso: a raíz de lo ocurrido, la intención y las posibilidades de integrarse a la administración de Ahmad al-Shara está cada vez más lejos. Años de islamofobia impulsada por el antiguo régimen para alimentar el miedo y justificar su control del poder moldearon la mentalidad de una parte significativa de la población siria. Para las comunidades minoritarias como la cristiana, el miedo siempre ha estado allí; y este tipo de ataques lo agran y generan, si es posible, más desconfianza. 

Una mujer llora frente a una pintura religiosa aún manchada de sangre en la iglesia donde se produjo el atentado. 23 de junio de 2025 / SANTIAGO MONTAG

Violencia renovada, viejos temores

Sin haber llevado a cabo ninguna investigación, desde el Gobierno sirio atribuyen el ataque al Estado Islámico; algo respaldado por una gran mayoría de la población, puesto que la metodología del atentado encaja a la perfección con el modus operandi de este grupo. Sin embargo, el grupo no se ha atribuido la masacre.  

El lunes después del atentado, la Seguridad General desplegó cientos de checkpoints en la ciudad y se llevaron a cabo operaciones policiales en los suburbios principales de Damasco. Las fuerzas de seguridad desmantelaron supuestas células del Estado Islámico y varios miembros fueron detenidos tras comprobar que disponían de explosivos y armamento. Además, un hombre fue arrestado en la puerta del hospital de Damasco cuando se disponía a perpetrar otro ataque.

Unas horas más tarde, y para sorpresa de la mayoría, Saraya Ansar Al-Sunna (Brigada de los Seguidores del Sunismo), una nueva organización, se atribuyó el ataque contra la iglesia. Lo hizo mediante su canal de Telegram.

Saraya Ansar al-Sunna

El grupo se caracteriza por su secretismo. Salió a la luz en febrero de este año tras la caída de Assad en 2024, pero declara haberse formado antes. Desde la llegada a Damasco, el Movimiento por la Liberación del Levante (HTS, por sus siglas en árabe) estableció un gobierno provisional cuya Constitución formalmente menciona los derechos de las mujeres y respeta la diversidad cultural de Siria, pero encierra una serie de áreas grises que llenan de incertidumbre y desesperanza a las minorías etno-religiosas que conviven en el país. Por otro lado, desilusionan a quienes exigen un gobierno aún más conservador.

Saraya Ansar al-Sunna entró en escena poniendo sobre la mesa los problemas de seguridad que persisten en el país. El atentado en la iglesia de hace unos días, no obstante, no es su primera actuación: se le han atribuido las masacres perpetradas en Hama, Homs, Latakia y Tartus y Homs entre febrero y marzo, en las que murieron más de 1.500 personas según la Red Siria de Derechos Humanos; pero hasta ahora, el grupo no había alcanzado gran nivel de conocimiento público.

Ahora, la pregunta que se hacen en Siria es quién integra esta nueva organización. Según las propias declaraciones del grupo, su líder es Abu Aisha al-Shami, que afirma ser “doctor en Ley Islámica”. También según el grupo, cuentan con más de 1.000 combatientes en todo el país. Sin embargo, su capacidad real sigue siendo un enigma. Lo que sí han hecho es prometer la continuidad de su campaña de asesinatos en “silencio y en las sombras”.

Algunos analistas plantean que el grupo podría estar formado por antiguos miembros del Estado Islámico o desertores del HTS, ya que su mensaje y su retórica se asemeja a la de Jabat Al Nousra en las épocas de la guerra. Saraya Ansar al-Sunna, por su parte, defiende abiertamente una ruptura con la administración de Ahmad al-Shara por “conceder amnistía a [algunos] criminales de Assad”. Además, sus integrantes critican al Gobierno actual por haber apostado por el diálogo con el resto de las comunidades religiosas del país y le acusan de “haber abandonado el principio de gobernar por las leyes de Dios”. Pese a ello, han declarado que su prioridad actual es combatir a las “sectas apóstatas”; según ellos, alauitas, drusos, chiítas y kurdos; además de sunitas, a los que acusan de “traicionar la revolución”.

Las múltiples Sirias

Han pasado casi siete meses desde la caída de al-Assad, y el país se encuentra entre varias tensiones internas. Por una parte, hay quien está prosperando gracias a la cancelación de las sanciones por parte de Estados Unidos y Europa; y gracias a la re-integración en el sistema internacional de las transacciones bancarias SWIFT. Esto le está permitiendo al actual Gobierno empezar a consolidarse en el terreno económico internacional y acarrea buenas noticias para quienes se benefician de ellos. Por otra parte, está la Siria frustrada que se desintegra por los ataques sectarios. Esa es la Siria que vive en casas destruidas por la guerra o la que continúa desplazada por las tensiones con Turquía en el norte, o con Israel en el sur.

La entrada en escena de grupos violentos como Saraya Ansar al-Sunna agrava la distancia entre estas dos Sirias, que intentan reponerse de años de dictadura. Mientras, la nueva administración planea regresar a sus hogares a miles de presuntos seguidores de Estado Islámico; hasta ahora encerrados en los campamentos de Al Hol y Al Roj, en el noreste del país, bajo la tutela de la coalición internacional kurdo-árabe, Fuerzas Democráticas Sirias (SDF por sus siglas en inglés), con el apoyo de Estados Unidos.

Tras el atentado, una parte de la comunidad cristiana ha salido a protestar y exige seguridad al gobierno, mientras otra plantea usar armamento para autodefenderse, tal y como lo hacen los drusos, los alauitas y los kurdos. La desconfianza crece a medida que el Estado no logra estabilizar el país internamente ni avanzar en una política de reconciliación y justicia.

La ausencia de rendición de cuentas y justicia por la violencia en la guerra y la desinformación alimentan las tensiones y divisiones sociales preexistentes. La retórica divisiva del régimen de al-Assad profundizó durante décadas en la desconfianza entre la sociedad. La desinformación sobre la violencia sectaria es abundante; y esto abre la puerta a organizaciones armadas marginales de diferentes ideologías y confesiones, que no dudan en desmembrar el frágil tejido social ni en poner en riesgo la transición política. Tanto es así que milicias afines al antiguo régimen siguen intentando actuar como saboteadores para incitar la violencia sectaria. Hasta el momento, el Gobierno actual no ha llevado a cabo ni un solo juicio o arresto por las masacres perpetradas durante los últimos.

Una parte significativa de la población siria insta a la unidad nacional y muestra solidaridad con las minorías étnicas. Tras el ataque en la iglesia ortodoxa, centenares de musulmanes asistieron a los rezos y funerales de las víctimas del ataque. Esto debería servir para incomodar al gobierno interino y presionarlo para que cumpla su palabra de garantizar que los sirios y sirias de todos los sectores sociales sean parte integral del país de forma democrática y equitativa.

Este artículo ha sido publicado originalmente por el portal El Salto Diario. 

Santiago Montag* periodista y fotógrafo argentino especializado en temas internacionales, radicado en Siria.

Foto de portada: Protesta para reclamar mayor seguridad al gobierno de Ahmad al-Shara, después del atentado en la iglesia. 23 de junio de 2025 / SANTIAGO MONTAG

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