En la ruina, se embarca junto con sus dos hermanos para el nuevo mundo en busca de fortuna. Su madre y sus hermanas con síntomas objetivos de padecer la enfermedad de Hansen o lepra, se quedan en Andalucía.
El 5 de abril de 1.536 una expedición de 600 hombres de a pie y 70 de a caballo comandada por él, sale del recién fundado caserío colombiano de Santa Marta para remontar el río Magdalena rumbo al interior del país. Tras múltiples azares llega 6 meses después, con tan solo 170 hombres y 70 jamelgos a las cercanías de la actual Barranca bermeja, a un sitio que bautiza “la Tora” en honor a sus ancestros judíos y que ahora oculta.
Descansa y tras reconocer el terreno remonta el río Opón en busca de la cordillera andina, en donde se ha enterado vive una numerosa población indígena vestida y alimentada que utiliza sal en sus comidas y se adorna con figuras de oro y esmeraldas extraídas de la tierra. Pasado un año, el 9 de marzo 1.537, ya está en la Provincia de Vélez en donde saquea violentamente a los nativos de ese feraz y hermoso valle. El oro fino saqueado al fundirlo pesa 97 pesos, más 4 tomines.
Por el camino va dejando asentamientos de sus soldados rezagados o enfermos, uno de ellos enfermo de lepra de apellido Zárate se queda a vivir en el recién fundado caserío de Vélez. El 21 de abril de 1537, el licenciado Jiménez de Quesada llega a la actual sabana de Bogotá, la que denomina el valle de los alcázares. Mira hacia los cerros orientales y asocia el paisaje con el de la serranía andaluza de Granada. Ordena construir 12 bohíos en nombre de las doce tribus de Israel y esa noche anota en “el cuaderno de jornada” el ingreso de 4.619 pesos de oro fino y 527 esmeraldas obtenidos en la Nueva Granada” y que desde ese día tendrá dueño y administrador.
Después de varias “guasábaras” sangrientas para los indígenas, el cacique de esa región llamado “Bacatá el viejo” o Tizquesusa trata de esconderse en los pequeños montes que bordean los campos de Chía. Encontrado pero confundida su jerarquía, es acuchillado y con él se va la información de los “supuestos” tesoros en oro fino y esmeraldas que previamente y mediante un acto legal escrito, Jiménez de Quesada había declarado propiedad de su majestad el rey de España. Tan solo ingresan a la caja del botín, 600 pesos de oro fino y 145 esmeraldas. Hay que buscar más y encontrar.
Envía expediciones sangrientas hacia Tunja, Sogamoso y Duitama que en octubre regresan a los ranchos de los alcázares de Bacatá con 185.536 pesos de oro fino, 29.806 pesos de oro bajo y 836 esmeraldas. Mientras tanto su hermano Hernán Pérez de Quesada sale a buscar en los valles del alto Magdalena a través del territorio de los Panches para regresar en febrero de 1.538, con 4.150 pesos de oro fino, 316 pesos de oro bajo y 28 esmeraldas, que se ingresan en “el cuaderno de la jornada”.
Dos años después del inicio de la expedición el 15 de junio de 1538, se escribe en Bogotá o Bacatá, uno de los documentos más patéticos y esclarecedores de lo que fue la empresa capitalista de la colonización española en la actual Colombia con su relación de producción básica: El saqueo. Documento rescatado para la Historia, por el gran historiador Juan Fride en su libro “Gonzalo Jiménez de Quesada a través de documentos históricos. Estudio biográfico”. Biblioteca de Historia Nacional volumen xcv. Bogotá 1960. Documento nº 12 Págs. 136 y ss, titulado, reparto del botín:
- Se reparten según las estrictas leyes dictadas por la Corona, 191.259 pesos de oro fino, 37.288 pesos de oro bajo, 18.390 pesos de “chafalonía” (oro mezclado) y 1.818 esmeraldas. Descontado el quinto para el rey quedan 289 partes, de las cuales a Jiménez de Quesada le corresponden nueve. A los 179 hombres presentes de a pie o de a caballo, le corresponde una parte a cada uno, consistente en 510 pesos de oro fino, 57 pesos de oro bajo y 5 esmeraldas. No queda “chafalonía” para repartir.
Pero la codicia continúa corroyendo el alma del converso saqueador. En noviembre de ese 1.538, le instaura un pleito penal a Sajipa, el sobrino sucesor del cacicazgo de “Bacatá el viejo” o Tizquesusa, porque adeuda al rey soberano de España la suma de 10 millones de pesos oro y 10.000 esmeraldas que se hallan escondidos en el tesoro que no quiso entregar su tío materno al abogado Jiménez de Quesada y, debe devolver so pena de “tormento recio”.
Se busaca a Sajipa en todos los cercados hasta que finalmente lo encuentran. Una vez apresado se le secuestra en un rancho y se utilizan todos los medios de presión para que entregue el tesoro de su tío. Sajipa no entrega nada y entonces el marrano saqueador, licenciado en leyes españolas condena en un acto formal, al cacique de los Chibchas “a tormento de cuerda porque por aquí no hay otro”.
Es simple: se amarra al secuestrado por las manos atrás y se va subiendo lentamente por una viga, sin producirle la muerte o de lo contrario se pierde la información del tesoro.
Tras varios meses de tortura continua y los brazos totalmente descoyuntados, Sajipa acepta saber de un sitio donde hay un posible entierro. En un acto que recuerda la noche septembrina de Santander en 1826, el converso leguleyo sabe que su presencia formaliza o legaliza lo actuado y se cuida de no asistir. Manda comisionados de confianza que van con el cacique, excavan y no hallan nada. Ya es febrero de 1539.
Los comisionados Juan de San Martín y Juan de Céspedes aplican a Sajipa más torturas. Cortan las plantas de los pies. Tampoco hallan nada. Calientan herraduras al rojo vivo y las aplican en las plantas sangrantes. Sajipa alucinando y moribundo es trasportado al real y muere tras un mes de delirios. Es el inicio de la Nueva Granada.
El licenciado Jiménez de Quesada, debe viajar a España a enfrentar ante la justicia real varios pleitos, por los cuales incluso estuvo brevemente en prisión: Estafas a sus compañeros y principalmente el robo en complicidad con su hermano de 12.000 pesos de oro al tesoro de la Corona. Debe también acallar los rumores sobre el secuestro, torturas y muerte de Sajipa. Habilidoso, disuelve todos los cargos con gran elocuencia, pericia procedimental y sobre todo con oro fino. Poco tiempo después, el fiscal de la Corona española califica el proceso de ficticio: el secuestro y muerte del cacique Sajipa es una ficción. Sin embargo, en Colombia, la realidad seguirá siempre superando la ficción.
Así, con la realidad negada con oro y de manera legal, nuestro primer Gobernante; el abogado regidor de Bogotá, Mariscal y Adelantado de la Nueva Granada, encomendero de hecho, perpetuo y por dos vidas, sin linderos, ni número de los indios de Fontibón, Sogamoso y Guatavita; repartidor de indios a sus compañeros de armas, fundador de la “nación” colombiana y quien convirtió en supremo principio de su gobierno la consigna leguleya de “pleito que no gano lo enredo para siempre”, pudo continuar intrigando y pleiteando desde su encomienda de Mariquita, cubriendo sus llagas con ceniza hasta morir lentamente en 1.579, a los 70 años, de vejez y de lepra benigna; pero dejando instaurado como herencia perdurable en Colombia la enfermedad de la lepra y el leguleyismo. También el secuestro, la tortura y la extorsión oficiales, como delitos impunes.
La principal avenida de Bogotá, hoy ostenta su nombre y como recordatorio o ejemplo perpetuo, en su inicio, exhibe la estatua del Licenciado de cuerpo entero, armado con su espada jurídica, justo a la entrada de una de las más importantes universidades de Colombia.
Notas:
*Médico, antropólogo y ensayista colombiano
Fuente imagen: www.radiomacondo.fm