Imperialismo Nuestra América

Nicaragua y su anhelo de independencia siempre en pie

Por Alberto Miguel Sanchez*- Los ataques contra el gobierno revolucionario de Nicaragua son exactamente proporcionales a los logros obtenidos y al apoyo mayoritario de la población.

El politólogo Atilio Borón viene analizando y describiendo profusamente el estado de decadencia del imperialismo norteamericano y los peligros que ello concita para la paz mundial. La disputa por la supremacía global ante el avance sostenido de China como potencia  y como principal economía del planeta, viene provocando variadas reacciones del poder estadounidense que se refugia en sus herramientas tradicionales de extorsión para intentar ejercer presión sobre las regiones donde aún mantiene su predominio.

Para Borón, el principal problema no es que China se configure como la principal economía del mundo, sino que se ha convertido en el primer socio comercial de la gran mayoría de los países del planeta, acelerando la constatable declinación del imperialismo del norte. Ello sin dudas está generando diferentes movimientos para garantizar el resguardo de territorios bajo su influencia y donde gobiernos adictos o dóciles le permiten ejercer acciones de variada intensidad.

Ello explica parcialmente el asedio y la agresión contra aquellos estados que asumen posturas de mayor independencia y radicalidad, como Cuba, Venezuela o Nicaragua. Por otro lado, se busca condicionar a gobiernos de índole progresista, bajo diferentes modos de presión para conducirlos en la línea que el imperialismo gringo necesita en la etapa actual.

El caso de Nicaragua es emblemático y al mismo tiempo es antiguo. Durante el 2018 se produjeron diferentes acciones claramente instigadas y financiadas desde diferentes organizaciones norteamericanas sostenidas por abultados presupuestos y expandidas por una compleja red de medios de comunicación a lo largo del continente, con la colaboración y la funcionalidad de las redes sociales como multiplicadoras de noticias falsas.

Claramente el objetivo es soterrar la capacidad de acción de aquellos gobiernos con capacidades autónomas y proyectos de transformación y emancipación social. En los últimos meses la campaña en contra del proceso sandinista y de la posible reelección de Daniel Ortega se ha intensificado de manera ostensible con una acción de propaganda constante y cada vez más agresiva. En Argentina, a través del portal informativo Infobae, de clara dirección pro-norteamericana (lo que incluso llevó a que la ironía periodística independiente califique a dicho medio como InfoEmba) se han activado diferentes modos de abordaje de la información referida a la nación centroamericana con el claro objetivo de descalificar no solo a su gobierno sino a el modo de funcionamiento de la democracia allí existente.

Esta campaña ha llevado a que dirigentes opositores argentinos, como el propio ex presidente Mauricio Macri se exprese “contra la dictadura de Ortega” y deje entrever la necesidad de intervenciones externas para normalizar el país. Al margen de que muchos de los obsecuentes de la embajada norteamericana no serían capaces de identificar en un mapa la ubicación de Nicaragua, es absolutamente constatable que hay un complejo entramado de intereses conspirando para debilitar a los gobiernos de izquierda o con intenciones de acción independiente en todo el continente.

Resulta necesario recordar que en 1979 una revolución armada acabó con una de las dictaduras más sangrientas y longevas del continente. El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), luego de un proceso interno de unidad y tras años de lucha logró tomar el poder e iniciar un proceso de amplias transformaciones sociales y políticas. Esto fue claramente torpedeado desde Estados Unidos, que se encargó de financiar diferentes operaciones armadas para derrocar al gobierno revolucionario que había sido incluso avalado en elecciones democráticas.

La Guerra Fría como contexto global, y la imperiosa necesidad de evitar que el “ejemplo Cuba” se siga propagando por el continente llevó a destinar millones de dólares para abastecer a las fuerzas contra revolucionarias con materiales bélicos y asesoramiento logístico. Con la misma lógica, se suministró ayuda material al gobierno salvadoreño para evitar que las fuerzas insurgentes del FMLN asaltaran el poder.

La necesidad de evitar que Centroamérica se convierta en un territorio autónomo e integrado condujo a que el imperialismo norteamericano creara un polvorín y guerras civiles fratricidas que, como en el caso de Guatemala provocaron miles de desaparecidos y más de 200 mil muertos. De ningún modo la acción norteamericana buscaba profundizar la democracia ni propiciar mayores niveles de desarrollo, de hecho todas las dictaduras militares que se habían sucedido en la región centroamericana como en el resto del continente habían sido apoyadas y sostenidas por Estados Unidos en su intento de frenar “el avance del comunismo”.

La continuidad del proceso sandinista

En los próximos meses se producirá un nuevo proceso electoral en Nicaragua en el cual Daniel Ortega y el Frente Sandinista de Liberación Nacional, buscarán legitimar su autoridad a través de la participación ciudadana en los comicios libres, tal como ha sido a lo largo de su historia y tal como ha sucedido desde la llegada al gobierno en 2007 y hasta nuestros días.

Más allá de las particularidades de la construcción revolucionaria sandinista, de sus rupturas y contradicciones internas, no parece que lo central del momento sea agudizar la crítica sino, por el contrario, comprender el poder de la maquinaria capitalista puesta en funcionamiento para deslegitimar a los dirigentes revolucionarios, condicionando su acción y alimentando la usina generadora de imágenes de supuestos tiranos opresores de un pueblo.

Contrariamente a lo que sucede con Daniel Ortega, la propaganda pro-norteamericana evade mencionar la violencia del gobierno colombiano contra los movimientos sociales y particularmente contra ex miembros de las FARC que, a pesar de haberse acogido a un plan de paz y desarme, siguen siendo asesinados por escuadrones paramilitares diariamente.

Tampoco la prensa adicta al imperialismo se refiere a la bárbara represión del gobierno de Sebastián Piñera en Chile, contra estudiantes y trabajadores, ni califica de “tirano” al ex presidente argentino que fue parte instrumental del golpe de estado que derrocó a Evo Morales, aportando, como en estos días ha sido difundido, elementos bélicos para sostener la represión sobre los sectores que resistieron y fueron masacrados en noviembre de 2019 en Sencata y Sakaba. Ambas acciones represivas motivaron que importantes organismos defensores de los derechos humanos como el Centro de Estudios Legales y Sociales  de Argentina (CELS), Centro Europa-Tercer Mundo (CETIM), de Suiza y la Red Universitaria de Derechos Humanos de Estados Unidos presentaran en agosto de 2020 una denuncia ante la Relatora de Ejecuciones Extrajudiciales, Sumarias o Arbitrarias de la ONU, lo que por supuesto no tuvo ningún efecto ni acción concreta de los países que hoy reclaman democracia para Nicaragua.

Cada noticia que recorre las redes de medios dominantes y que refieren a Nicaragua, de ningún  modo hablarán de que la nación centroamericana es uno de los países con la mayor reducción de la pobreza y la desigualdad social a nivel mundial desde 2007, ni tampoco mencionarán el éxito de los planes que redujeron el analfabetismo del 35% al 3% en el mismo período.

Tampoco es noticia este país por ser de los que más han aumentado la cobertura eléctrica (de 53% a 99%) y el que más ha aumentado sus fuentes de energía renovables (del 2% al 90%); ni por ser el país más seguro de Centroamérica y uno de los más seguros de América Latina (con un índice de 3.5 homicidios al año por cada 100,000 habitantes, siendo Costa Rica el más cercano con 11.2); y tampoco es noticia Nicaragua por tener uno de los gobiernos del mundo con el mayor apoyo popular sostenido durante una mayor cantidad de tiempo (con índices alrededor del 60% en los últimos once años, de manera casi ininterrumpida).

Tal como lo afirma Carlos Fonseca Terán: “la pseudoizquierda cafetinesca a la que le encanta sumarse al discurso de las potencias imperialistas contra el gobierno sandinista, tiene bastante tiempo de estar reprochando al sandinismo gobernante en Nicaragua, una supuesta alianza con la empresa privada y la Iglesia Católica. En cuanto a lo primero, en Nicaragua desde que el sandinismo regresó al gobierno el porcentaje del PIB producido por los medios de producción bajo forma de propiedad asociativa, cooperativa, familiar y comunitaria pasó de menos del 40% a más del 50%, en detrimento de la empresa privada tradicional, que vio disminuir su peso económico de más del 60% a menos del 50% del PIB, y en los primeros nueve de los catorce años que lleva el sandinismo gobernando desde 2007, el salario mínimo de los trabajadores aumentó diez veces más que en los diecisiete años neoliberales. En cuanto a la supuesta alianza del FSLN con la jerarquía católica, se trata de un mito urbano mundial. No ha habido un solo día desde que el sandinismo volvió al gobierno en 2007 (como no lo hubo tampoco antes, por supuesto) en que los jerarcas católicos no hayan proferido todo tipo de ataques contra el sandinismo. El mito de esta falsa alianza nace del acercamiento que tuvo el Cardenal Miguel Obando y Bravo con el sandinismo durante sus últimos años de vida, pero ese acercamiento precisamente le costó ser pasado a jubilación por el Vaticano, de modo que apenas dio las primeras señales de reconciliación con el sandinismo, el Cardenal Obando dejó de ser jerarca de la Iglesia Católica.”

Daniel Ortega, presidente de Nicaragua.

Lo real y concreto de la situación nicaragüense es que durante el gobierno de Daniel Ortega, las tasas de pobreza se han reducido de modo significativo, descendido del 42,5% en 2009 al 24,9% en 2016 y los efectos de la pandemia que se vive desde 2020 han sido manejados con solvencia muy a pesar de las limitaciones objetivas. Nicaragua ocupa el puesto 161 de países respecto a los casos de Covid-19. La lista de los primeros cinco países es la que sigue: Estados Unidos 36.163.708, India 31.810.782, Brasil 20.026.533, Rusia 6.356.784, Francia 6.207.416.

En contraposición, Nicaragua ha tenido desde el comienzo de la pandemia hasta el 4 de agosto de 2021, 9853 casos y 196 muertes, lo que significa la cifra de 29 muertes por millón de habitantes, un número que ni los países latinoamericanos con mayores recursos y desarrollo han obtenido en el cuidado de sus pueblos.

De ningún modo el presente artículo pretende negar las dificultades y las carencias de Nicaragua en el actual contexto, ni tampoco el cúmulo de desafíos que afronta para avanzar en un sentido de mayor integración regional y mejoramiento general de las condiciones de vida su población. Lo que debe quedar claro a los pueblos del mundo es que los ataques contra el gobierno revolucionario de Nicaragua son exactamente proporcionales a los logros obtenidos y al apoyo mayoritario de la población.

Defender la independencia de Nicaragua y su derecho a la autodeterminación es un deber, no solo de aquellos que se autoproclaman como revolucionarios sino de todos aquellos que conservan su capacidad de transitar su existencia dentro de los parámetros de la honestidad y dignidad.

*Alberto Miguel Sanchez es historiador y colaborador de PIA Noticias.

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