La presidenta Claudia Sheinbaum está siendo objeto de una campaña mediática que constituye claramente Violencia Política por Razones de Género.
Las principales descalificaciones provienen, como era previsible, de la oposición de derecha y ultra derecha. Pero, lo digo bien claro, desde el campo de sus propios compañeros y aliados también se perciben conductas y actitudes que no logran disimular una postura patriarcal.
Antes de continuar, va la definición del concepto: “ Es toda acción u omisión, incluida la tolerancia, basada en elementos de género y ejercida dentro de la esfera pública o privada, que tenga por objeto o resultado limitar, anular o menoscabar el ejercicio efectivo de los derechos políticos y electorales de una o varias mujeres, el acceso al pleno ejercicio de las atribuciones inherentes a su cargo, labor o actividad, el libre desarrollo de la función pública, la toma de decisiones, la libertad de organización, así como el acceso y ejercicio a las prerrogativas, tratándose de precandidaturas, candidaturas, funciones o cargos públicos del mismo tipo”. (Guía para la Prevención, Atención y Sanción de la Violencia Política Contra las Mujeres por Razón de Género del Instituto Nacional Electoral).
1.- Algunos antecedentes
Michelle Bachelet
Michelle Bachelet fue la primera mujer que alcanzó la presidencia de la República de Chile. Gobernó entre el 2006 y el 2010, y entre el 2014 y 2018. A pesar de que en el discurso de la izquierda chilena se proclamaba que “el país ya está maduro como para que una mujer gobierne”, en la práctica Bachelet tuvo que soportar persistentes ataques y descalificaciones tanto desde la derecha como de su propio partido, el Socialista.
En un artículo de prensa de la época se puede leer: “El machismo, la misoginia y la discriminación de género -rasgos definitorios de la sociedad chilena- se vieron reforzados en muchos sectores ante la llegada de la primera mujer a la presidencia de nuestro país.
El primer cambio de gabinete fue para muchos/as su primera derrota contra los partidos políticos de la Concertación”. Se refiere a las frustradas intenciones de instaurar un gabinete paritario y de impulsar una democracia ciudadana, que fueron rechazadas por sus correligionarios.
Más adelante se señala: ”Durante sus primeros dos años de mandato las críticas hacia el gobierno se centraron en su persona. Desde la Concertación hasta la Alianza se oían fuertes acusaciones por su mal manejo del conflicto pingüino (estudiantil), su carencia de carácter por decidir la implementación del Transantiago y su debilidad ante los partidos de gobierno por cambiar su voto al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
De ahí que no faltaran quienes pedían que el ex Ministro Velasco llenara el vacío de poder que dejaba Bachelet. En un régimen patriarcal como el nuestro, era difícil esperar otra cosa”. (El Mostrador, 9 de 2016)
En febrero de 2013, Bachelet afirmó en Irlanda, evaluando los Objetivos del Milenio: “No se confrontó la discriminación que impide a las mujeres gozar de los mismos derechos, las mismas oportunidades y la misma participación y liderazgo, y no se reconoció que la violencia generalizada hacia las mujeres y las niñas sigue socavando todos los objetivos de desarrollo.
Esta exclusión, esta discriminación y esta violencia hacia las mujeres es el mayor obstáculo al que nos enfrentamos para hacer avanzar el desarrollo sostenible. No hay ningún país en el mundo donde las mujeres y las niñas puedan vivir libres del miedo a la violencia. Ningún líder puede decir “esto no sucede en mi país”. Mil millones de mujeres —o sea una de cada tres mujeres en el mundo— serán víctimas de violencia sexual en sus vidas. En algunos países, hasta el 70 por ciento de las mujeres sufren violencia física o sexual, y demasiadas mujeres buscan en vano que se haga justicia”.
Dilma Rousseff
El 1º de enero de 2011, Dilma dijo unas frases preñadas de optimismo: “Vengo a abrir puertas para que muchas otras mujeres puedan, en el futuro, ser presidentas«, dijo aquel día. «Y para que —en el día de hoy— todas las mujeres brasileñas sientan el orgullo y la alegría de ser mujer».
Años después, cuando se discutía su inhabilitación política (impeachment), un periódico español titulaba: “Hace meses que la oposición en las calles llama a Dilma Rousseff “puta”, “facilona” o “sapo gordo”. Los comentarios machistas se multiplican en los medios y en la última semana, con la mandataria contra las cuerdas, es el propio Congreso quien no esconde su machismo latente para atacar con dureza a la primera presidente mujer del país”.
Esther Solano, profesora en la Universidad Federal de São Paulo, señalaba: “desde que la crisis política y económica se agudizó, los agravios aumentaron. En tiempos de crisis la descalificación y el insulto aparecen como elementos políticos, en este sentido, el machismo surge rápidamente como una forma muy poderosa para menospreciar la figura de la presidenta”.
Dos días después de la votación en su contra, y por primera vez desde que en 2010 asumió su primer mandato, Rousseff hizo referencia a la cuestión de género: “Lo que vimos el domingo mezcló de todo y mostró un gran prejuicio hacia la mujer. Soy consciente de que han tenido actitudes conmigo que no tendrían si fuera un hombre”.
Cristina Fernández
Recientemente, a raíz de las denuncias de Fabiola Yañez contra su ex esposo, Alberto Fernández por violencia familiar, la expresidenta Cristina Fernández escribió en sus redes: «La misoginia, el machismo y la hipocresía, pilares en los que se asienta la violencia verbal o física contra la mujer, no tienen bandera partidaria y atraviesan a la sociedad en todos sus estamentos».
«En lo personal y como mujer que ha sido objeto (y lo sigue siendo) de las peores violencias verbales y políticas, hasta la máxima experiencia de violencia física, como fue el intento de asesinato del 1 de septiembre del 2022, expreso mi solidaridad con todas las mujeres víctimas de cualquier tipo de violencia, sin olvidar las palabras que (el Papa) Francisco me dijo al día siguiente de aquel hecho: ‘toda violencia física siempre es precedida de violencia verbal'».
En un terreno más coloquial Cristina decía, muy enojada, que le molestaba mucho que la llamaran Cristina de Kirchner. Palabras más palabras menos decía: Yo no soy de nadie, me apellido Fernández. Y cuando falleció Néstor, los h… de p…. comenzaron a llamarme ¡Cristina viuda de Kirchner!
2.- México. Banalización de la violencia de género
Desde que Claudia Sheimbaum obtuvo un incuestionable triunfo electoral por la presidencia, se desencadenó un verdadero tsunami de descalificaciones, agresiones verbales e insultos de diverso calibre. Buena parte de la frustración de la oposición por la derrota electoral se volcó contra la figura de Claudia, recurrió a un lenguaje misógino, racista y clasista.
Así entonces, comenzaron a repetirse las alusiones a la “presirvienta”, la “calca”, la “judía”. Luego se sumaron «Narco Presirvienta Claudia” y “la dictadora”.
Y en muchos casos, demasiados, se pasaron todos los límites y recurrieron al insulto primitivo. Así por ejemplo, @PonchoAvilés califica a Claudia Sreheimbaum y Andrea de #PutitaDelBienestar.
El 2 de noviembre, desde una cuenta autonombrada @Informa_GDL, que acompaña con una serie de fotos de cadáveres producto de la violencia del día anterior, la agresividad escala un paso más dice: “Según la HDSRPM de la pendeja de la presidenta. Esto no pasa y no existe. Pinche judía de mierda. Es tan responsable como su grupo de fanáticos. No es en lejano oriente. No es Ucrania. No es Palestina. Esto es México”.
En esta ofensiva mediática, que va incrementando su volumen y agresividad, confluyen dos ejes de ataque, el misógino y el opositor político. Hay una evidente transición donde se suman las tesis patriarcales. Claudia no es capaz porque es mujer y, dada sus debilidades, está subordinada a las decisiones de su antecesor, el ex presidente López Obrador.
En esa vertiente es que Ricardo Pascoe, que en su cuenta @Pascoep se reivindica Catedrático de la FCPyS, hace una interpretación de dos periódicos norteamericanos, NYT y WP, y señala: “Ambos medios inclinan a ser pesimistas en su juicio: temen que la debilidad política de la Presidenta la empuje a ser dominada por su antecesor: AMLO, y ponen como prueba la impresión de que los legisladores de Morena en el Congreso consultan más con AMLO que con la Presidenta”.
En el mismo sendero ignominiosos, el día 1 de noviembre, bajo la cobertura del hasatg #GuacamayasLeaks se hace un llamado: “Desacato y destitución de la presidenta @Claudiasheim es una posibilidad real, todo está en manos de la @SCJN”.
La lista de improperios y la verbalización de un discurso infectado de agresiones políticas por razones de género es descomunal y crece a medida que la oposición suma fracasos políticos y legislativos.
Pero es preciso dejar establecido el maridaje entre el insulto misógino y el discurso opositor patriarcal y dejar claro que no se trata de una coincidencia casual, se trata de un plan premeditado con fines desestabilizadores. Algo similar a lo que ocurrió en Brasil con Dilma.
3.- El asunto de fondo
El asunto de fondo es desacreditar la legitimidad de la presidenta. Claudia está siendo agredida por el mero hecho de ser mujer, lo que constituye un atentado contra su integridad, su dignidad y su libertad, pero todo esto se agrava porque se produce en el ámbito del cargo que ocupa. Y es allí justamente donde la oposición se equivoca, están agrediendo una mujer, pero es la mujer que la inmensa mayoría de los mexicanos, mujeres y hombres, elegimos para que presidiera el país.
El pensamiento patriarcal -llevado a su máxima expresión- lo que busca es satanizar a Claudia por lo que representa políticamente. La misoginia, sumada al clasismo y al racismo, son los instrumentos perversos; el objetivo es revertir el proceso de cambios iniciado por la Cuarta Transformación y que hoy es representado simbólicamente por la presidenta.
¿Y cómo estamos por la izquierda?
Cuando hago esta pregunta a los compañeros de militancia de izquierda, me responden a coro con un ¡biiieeeen!, pero la verdad es que discrepo, porque constato en la práctica que hay una enorme falta de solidaridad con Claudia. Y cuando hablo de solidaridad me refiero a que debe ser activa, permanente y estratégica.
En los medios de comunicación y en las tribunas del Congreso de la Unión son pocas las voces masculinas que se alzan en defensa de Claudia y en rechazo frontal a esta estrategia de desacreditación y sabotaje del proyecto común. Una práctica que debe modificarse junto a los resabios patriarcales de la izquierda.
Hombres y mujeres somos responsables del desarrollo de la sociedad, de crear un mundo nuevo. Rechazar la violencia política por razones de género debe ser un hábito constante de la izquierda. Estas desigualdades predominantes de poder, de opresión sobre las mujeres, son producto de las condiciones sociales que es necesario erradicar. Y es lo que el proyecto de la Cuarta Transformación propone.
Daniel Martínez Cunill* Catedrático, politólogo, asesor parlamentario del Partido del Trabajo de México, PT, coordinador del Grupo de Reflexión de América Latina y el Caribe, GRALyC.
Foto de portada: Ilustración de Mara Hernández/gatopardo.