La Presidencia europea de Hungría arranca este 1 de julio. El indomable Víktor Orbán asumirá las riendas del bloque comunitario durante un semestre marcado por la transición de legislatura y las elecciones de EEUU. El lema designado por Budapest es Make Europe Great Again, una copia exacta del empleado por Donald Trump durante su campaña electoral hacia la Casa Blanca en 2016.
En su programa, los de Orbán recogen siete prioridades para la agenda europea de la segunda mitad del año. Un nuevo Acuerdo para la Competitividad Europea, reforzar la UE de la Defensa, avanzar en el proceso de ampliación -aunque con la mira en los Balcanes Occidentales-, poner coto a la inmigración «ilegal», fomentar la cohesión europea, incluir a los agricultores en las medidas contra la crisis climática y abordar el cambio demográfico en un continente que no cesa de envejecer.
Ucrania desaparece de estas prioridades. La húngara es la primera Presidencia rotatoria del Consejo de la UE que desde el inicio de la invasión de Vladimir Putin no pone el foco en la ayuda y el apoyo a las tropas que dirige Volodimir Zelenski. En las 44 páginas del programa, Kiev pasa de puntillas. De hecho, en el capítulo de ampliación solo expresa su deseo de avanzar en el camino de adhesión a la UE de los Balcanes Occidentales. La Presidencia magiar arranca, además, con el veto de Hungría sobre los nuevos 6.600 millones de euros para financiar el envío de armas a Ucrania bajo el Fondo Europeo para la Paz.
El trabajo de una Presidencia es el de mediar, tejer consensos y encaminar las negociaciones cuando descarrilan. No tiene poderes extraordinarios, pero es importante a nivel de reputación e imagen nacional e internacional. Budapest asegura que será fiel. «Hungría trabajará como un mediador honesto, con un espíritu de cooperación sincera entre los Estados miembros y las instituciones, para la paz, la seguridad y la prosperidad de una Europa verdaderamente fuerte», aseveró recientemente János Bóka, ministro húngaro de Asuntos Europeos.
Lo cierto es que los socios europeos no se fían y han acelerado el ritmo para tomar decisiones importantes, como la apertura de negociaciones de adhesión con Ucrania, antes del arranque de este evento. Hungría recoge el testigo de Bélgica en medio de la transición de legislaturas en la UE, que culminará dentro de unos meses con la conformación del nuevo Colegio de Comisarios, que deberá ser aprobado por la Eurocámara. Orbán, aliado, admirador y amigo de Donald Trump, seguirá de cerca las elecciones presidenciales en EEUU en noviembre. Ya ha expresado públicamente su apoyo al republicano, que durante su primer mandato al frente de la Casa Blanca llamó a los europeos «enemigos». Hungría asume esta misión como único país del bloque comunitario bajo el órdago del Artículo 7 de los Tratados por sus sistemáticas violaciones de los derechos fundamentales.
Nuevo partido ultra
Desde Viena y horas antes del arranque de su Presidencia europea, Orbán ha anunciado la creación de un nuevo grupo de extrema derecha. Bautizado como Patriotas por Europa, el Fidesz aspira a convertirse en el «principal partido de orientación derechista» en la Eurocámara. Junto a los eurodiputados del ultraderechista austríaco Partido de la Libertad (FPÖ) y el liberal populista de Chequia ANO suman 24 eurodiputados. El reglamento europeo exige que para formar una familia europea exista un mínimo de 23 eurodiputados y la existencia de representantes de al menos siete Estados miembros.
Las quinielas apuntan a que algunos como el Smer eslovaco podría ser el próximo en unirse a sus filas. «El cambio político en Europa ha comenzado. Los europeos quieren tres cosas: paz, orden y desarrollo. Pero todo lo que obtienen de la élite actual de Bruselas es guerra, inmigración y parálisis», ha celebrado el primer ministro magiar.
En su manifiesto patriótico, las tres fuerzas firmantes aseguran que su prioridad es reforzar la soberanía de las naciones, combatir el Pacto Verde Europeo y el Pacto de Asilo, gestionar la «inmigración descontrolada», hacer frente a las «persistentes amenazas terroristas» y reconducir el «declive económico».
La extrema derecha llegó a las elecciones europeas de junio consciente de su buen momento tanto en las capitales como en Bruselas. La gran aspiración siempre ha sido unirse en una sola familia, pero cuentan con demasiadas fisuras, comenzando por sus posturas sobre la guerra en Ucrania y las relaciones con Rusia. Con el nuevo partido de Orbán -y a la espera de que logre aliados de otros cuatro países-, en la Eurocámara convivirán tres fuerzas de extrema derecha. Los Conservadores y Reformistas de Giorgia Meloni, Identidad y Democracia de Marine Le Pen y Matteo Salvini y el bando austrohúngaro comandado por Orbán. Esta semana surgieron rumores de que también Alternativa para Alemania (AfD) estaría calibrando si construir un cuarto partido tras ser expulsados de ID.
*María G. Zornoza, periodista.
Artículo publicado originalmente en Público.es
Foto de portada: Víktor Orbán en una conferencia junto al primer ministro italiano, el pasado 24 de junio en Roma. —ANGELO CARCONI./EFE.