Colaboraciones Nuestra América

Lula y Trump: ¿diálogo o emboscada?

Por Lier Pires Ferreira* y Renata Medeiros**. –
La 80ª Reunión de la ONU trajo la posibilidad de una reunión entre Lula y Trump. Queda por ver qué puede suceder en esta reunión.

La 80ª Reunión Anual de la Asamblea General de las Naciones Unidas (AGNU) ha producido efectos significativos. Como ejemplo, tenemos que, en los conflictos de Ucrania y Gaza, las partes más vulnerables salieron fortalecidas políticamente.

En una amarga disputa con Rusia, Ucrania ha recuperado parte del prestigio perdido con Estados Unidos. En su discurso, Trump criticó a Vladimir Putin, defendió el derribo de aviones de combate rusos que invaden el espacio aéreo de la OTAN y clasificó a Rusia como un “tigre de papel” por su incapacidad para suplantar sumariamente a los ucranianos. La nueva postura de Trump, aunque no altera significativamente las acciones de la Casa Blanca, valora la alianza con las potencias europeas y los esfuerzos de Zelensky para que Ucrania no sea abandonada por Occidente.

Por su parte, Palestina -cuyo líder, Mahmoud Abbas, no recibió las credenciales para asistir a la 80ª Asamblea General de la ONU, lo que demuestra que Nueva York ya no es una sede adecuada para la ONU- obtuvo su reconocimiento como Estado nacional por importantes potencias del Occidente Global, como Francia, Inglaterra, Canadá y Australia. A los ojos del mundo, la matanza causada por las fuerzas israelíes en Gaza va mucho más allá de los límites del “derecho de defensa y represalia”, asumiendo la apariencia de un verdadero genocidio. Esto ha aumentado el apoyo a la solución de dos estados, rechazada por Israel, para que palestinos y judíos puedan coexistir sobre una base humanitariamente razonable.

Pero una de las acciones más inusuales fue la reunión nada casual entre Lula y Trump en el backstage de la Asamblea. Lo que se suponía que iba a ser una conversación informal de 10 minutos se convirtió en un “bache” de 39 segundos, pero con dividendos para la relación Brasil-Estados Unidos. Después de todo, al decir que Lula parece “un buen tipo” y que había una “excelente química” entre ellos, Trump abrió una ventana de negociación a través de la cual los esfuerzos para des escalar las relaciones bilaterales comienzan a tener efecto.

El camino de la negociación ha sido sinuoso. Por un lado, Itamaraty ha estado dando en el clavo para que la historia de amistad entre los dos países prevalezca sobre las disputas del presente. Por otro lado, la Legislatura y el propio Planalto, cuya fuerza diplomática es notoria, han estado tratando de romper el bloqueo. Finalmente, los empresarios de ambos países actúan a través de la diplomacia corporativa, demostrando que el juego diplomático actual va mucho más allá de las cancillerías estatales, abarcando a diferentes actores con operaciones internacionales. Así lograron los hermanos Batista, de JBS, perforar el muro erigido contra Brasil por Steve Bannon, estratega de Trump, y Mark Rubio, su “sectario” del Estado.

Con las persianas entreabiertas, todo lo que queda es esperar los siguientes pasos. Cada vez está más claro que las acciones del clan Bolsonaro, aunque reales, tienen un peso relativamente pequeño en las sanciones impuestas contra Brasil y contra las autoridades del poder judicial nacional.

Más allá de las diatribas de Eduardo Bolsonaro, quien relegó su mandato parlamentario a extraer favores privados para él y su familia, las verdaderas motivaciones de las sanciones estadounidenses están relacionadas con los esfuerzos brasileños para regular a las “grandes tecnológicas”; así como la presencia fundamental del país en los BRICS, donde la desdolarización del comercio recíproco está ganando fuerza. La regulación de las “big techs”, incluida la red “X”, permitiría a estas empresas rendir cuentas por diversos delitos, incluidas noticias falsas y crímenes de odio, cometidos por los usuarios, así como limitar sus impactos dañinos en futuras elecciones. A su vez, la desdolarización del comercio entre los BRICS amenaza la hegemonía del dólar, acelerando la decadencia de un imperio que, al presionar, hace de la imprevisibilidad y el caos las piedras angulares de su política exterior.

Por todo ello, el encuentro entre Lula y Trump es prometedor. Negociadores experimentados, los dos líderes tienen personalidades fuertes, son carismáticos y tienen experiencia en el juego político. Aunque sus credenciales de poder son asimétricas, con una ventaja para el “agente naranja”, Lula no estará totalmente perdido. Después de todo, el “arancel” de Trump no ha producido (todavía) los efectos deseados. Por lo tanto, a nivel doméstico, Lula se ve fortalecido por la resiliencia de la economía brasileña, cuyo desempeño sigue estando muy por encima de lo que quisieran sus oponentes. Además, disfrutó de la ventaja de ver desde el balcón la condena de Bolsonaro por los crímenes del 8 de enero. Externamente, Brasil ha podido conquistar nuevos mercados, especialmente en Asia, donde la asociación con China es cada vez más estratégica. Por lo tanto, aunque Estados Unidos es muy importante para Brasil, el peso de Estados Unidos hoy es significativamente menor que hace unas décadas. La dependencia persiste, pero es (mucho) menor de lo que era antes.

Por lo tanto, Brasil debe continuar con su postura arrogante, por la cual la soberanía nacional y la independencia del Poder Judicial no son negociables. Del mismo modo, las acciones externas del país, incluso con los BRICS y otros temas delicados, como el medio ambiente, el multilateralismo y la gobernanza global, tampoco están en juego. Sin embargo, el mercado interno brasileño, sus tierras raras y la contratación pública del país, además de la expansión de los “centros de datos”, con abundantes subsidios públicos, son posibles concesiones que interesan a Washington.

Todavía no hay formato (virtual o presencial) ni fecha para el encuentro entre Lula y Trump. La ubicación también está abierta, y podría ser Washington, Brasilia o Belém, si el “naranjo” decide venir a la COP 30. Italia e Indonesia también están en el horizonte, así como Malasia, donde Lula estará a finales de octubre para la reunión de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN). Lo cierto es que los brasileños están en una situación difícil. No hay forma de negar el diálogo, sabiendo que el líder estadounidense puede burlarse públicamente de él, como sucedió con Zelensky y Ramaphosa, presidente de Sudáfrica. Por lo tanto, el brasileño es consciente de que un acuerdo que limite las sanciones de Estados Unidos a Brasil, incluso con respecto a la aplicación de la Ley Magnitsky, puede no salir a corto plazo. Sin embargo, si es capaz de mantener un diálogo equilibrado con Trump, habrá marcado un gran gol, poniendo otra pequeña estrella en su biografía de liderazgo del Sur Global y calificando para las elecciones de 2026.

Lier Pires Ferreira* Doctor en Derecho (UERJ). Investigador en NuBRICS/UFF.

Renata Medeiros** Máster en ciencias políticas, abogado

Este artículo ha sido publicado en el portal onorteonline.com/

Foto de portada: onorteonline.com

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