Por Narciso Isa Conde.- La naturaleza sabe muchomás que los “dioses” y los humanos. Y digo los dioses y no Dios, porque los seres humanos han creado tantos “dioses” como religiones, sin dejar de recordar que en determinadas creencias místicas se adora a una enorme variedad de “dioses”.
El peligro para la humanidad no es la naturaleza y sus “fenómenos”, sino las llamadas civilizaciones, modos de vida, ordenamientos sociales, formaciones económica- sociales y políticas, modalidades de relacionamiento de los seres humanos con su entorno natural y formas de dominación de unas clases sobre otras.
A la llamada “civilización industrial”, y muy particularmente al devenir del capitalismo y del imperialismo en sistemas depredadores-destructivos, le toca una cuota especial de responsabilidad en el empobrecimiento de vastas regiones y poblaciones planetarias, en el calentamiento global, la desertificación del planeta, la horrible afectación de las fuentes de agua, la contaminación y envenenamiento de suelos, subsuelos, sobre-suelos y mares.
Tal realidad ha desordenado la lógica de la naturaleza, ha introducido mayores desequilibrios, frecuencias, duraciones e intensidades de los “fenómenos naturales”; reduciendo extraordinariamente la capacidades de compensación y potenciado sus impactos sobre un planeta, países y sociedades mucho más vulnerables.
Tal realidad no tiene nada que ver con ninguno de los “dioses” creados por los seres humanos y sus fantasías mentales: ni en los males que acarrea, ni con las zonas escogidas como escenario, ni en las regiones y países que se libran de uno u otro huracán, terremoto, inundaciones, tsunamis, tornados, erupción volcánica…
· A PROPÓSITO DEL PASO DE IRMA Y LA VENIDA DE JOSÉ.
El “Dios” de una u otra religión, en consecuencia, nada tuvo que ver con lo que le hizo el huracán IRMA a Barbuda, San Martín o a Puerto Rico, o con el tratamiento relativamente benigno (en comparación con lo esperado) a nuestro país (República Dominicana) y especialmente en las zonas donde el impacto de sus aguas y de sus vientos fue menor.
Sobresale la inconsistencia de los creyentes en determinados seres sobrenaturales, supuestamente situados por encima del universo, con fantasiosos poderes para decidirlo todo, al atribuirle a su respectivo “Dios” ese trato relativamente benigno para con nuestro país; silenciando de paso responsabilidades similares respectos a los efectos catastróficos en otros lugares de nuestra cercanía caribeña. Esto equivale a endilgarle una doble moral a su adorado “Dios” de los cielos.
Yo asumo la ciencia y la explicación científica de lo que acontece en los territorios y sociedades, y en torno a seres que lo habitan, en su estrecha interacción con una naturaleza compuesta por seres vivos, materias inertes y energías que se mueven, modifican y transforman constantemente hacia formas, espacios y niveles conocidos y desconocidos, lo que a su vez habrá de acontecer y trascender permanentemente en el universo.
Creo en el conocimiento como creación interminable del pensamiento humano en estrecha relación con la vida en sociedad y con el resto de su entorno natural a nivel local y global.
Creo en la vida física-biológica y en la trascendencia del “alma” o el “espíritu”, si por ello se entiende la infinita transformación de la energía; incluyendo sus significativas evoluciones no explicadas por la racionalidad humana en determinados periodos históricos; si se entiende todo eso como producto del desarrollo metal individual y colectivo, del acumulado como memoria trascendente y como dinámicas de impresionantes fluidos de las energías mentales.
· AL PUEBLO LO QUE ES DEL CÉSAR.
Por eso analizo y entiendo los fenómenos naturales sin atribuírselos a ninguna divinidad o fantasía, y me empeño en develar las raíces de las tragedias sociales presentes y sus impactos conmovedores, terriblemente agravados, cuando se
superponen -un tanto dislocados y adulterados- a las vulnerabilidades sociales, económicas, políticas y culturales creadas por una dominación empobrecedora de las “masas”oprimidas o sufrientes; generadora, por demás, de enormes riquezas a favor de minorías insaciables que provocan desgarradoras penurias y estremecedores empobrecimientos al resto de la sociedad.
La riqueza creada va hacia los de arriba, se crea a beneficio del gran capital y sus detentadores, y a favor de los privilegiados a nivel de Gobierno y Estado.
La pobreza socio-económica y cultural, el empobrecimiento de todo lo natural, va a parar contra la existencia digna de los/as de abajo; se le carga a las fuerzas del trabajo cada vez más exprimidas, incluyendo su impacto negativo sobre los territorios, viviendas, medios de producción y vida, creando áreas y poblaciones cada vez más vulnerables en las zonas de altos riegos frente a inundaciones, huracanes, terremotos…
No es un designio de ningún “Dios”, ni de ninguna fuerza sobrenatural, lo que le ha pasado con IRMA, o lo que le pueda pasarle con JOSE, a las casuchas miserables, a los/as desplazados/as, a las barriadas marginales, a los poblados de pescadores, a la gente de La Ciénaga, la Zurza, Loma Atravesada, La Mesopotamia, San Marcos…
Ni es “Dios” quien le otorga tan altos niveles de protección e invulnerabilidad -incluido el jugoso seguro de sus propiedades- a las mineras BARRICK, FALCONDO, ALCOA… a los depredadores de bosques, granceros y magnates como los Vicini, Bonetti, González Cuesta… a políticos corruptos como Félix Bautista, Leonel, Diandino, Danilo Medina, Pared Pérez, Díaz Rúa, José Ramón Peralta, Gonzalo Castillo, Quique Antún, Hipólito Mejía… a jerarcas católicos al servicio de los ricos como Agripino y López Rodríguez… y demás yerbas sistémicas.
Ellos disfrutan de una impunidad que se extiende a los ciclones más potentes. Son los “dioses” del mal que se las pasan atribuyéndole al “diablo” el desastre de sociedad impuesto por su dominación, la cual es preciso desmontar y superar cuanto antes mejor.