Los países BRICS, que ocupan el 30% del territorio mundial, albergaban en 2022 a más del 40% de la población mundial, representaban el 32% del PBI mundial (en 2001, sólo el 8%), el 18% de la inversión extranjera directa mundial y una cuarta parte del comercio internacional.
Según las previsiones, en 2030, si hablamos de la composición actual de los participantes, el conjunto de los BRICS representará el 50% del PBI mundial. Con el fin de formar un nuevo centro de contrapartida económica mundial, incluso reforzando la dirección Sur-Sur, la asociación plantea un serio desafío al liderazgo establecido de los países occidentales. Esto es especialmente importante ya que estos estados se enfrentan a los riesgos inusuales de la crisis actual en forma de estanflación, inflación y ralentización económica.
Además, se ha producido un abandono del paradigma de globalización económica que se ha desarrollado en las últimas décadas, y la economía mundial está cada vez más fragmentada. En estas realidades, es más importante que nunca formar nuevos centros de poder en el mundo que garanticen un nuevo orden económico mundial. En este sentido, el BRICS es una asociación capaz de convertirse en una fuerza autosuficiente en un futuro próximo, dando forma a la agenda económica en el mundo.
Es probable que en el futuro la principal función de los BRICS no sea tanto el desarrollo del comercio y la cooperación económica como su utilización para cambiar la arquitectura de la regulación económica mundial. Esto, a su vez, aumentará tanto el peso de esta asociación como la interacción de los países en distintas áreas. Una de estas áreas, en particular, puede ser el fortalecimiento de la cooperación monetaria y financiera, asociada a la presión sobre la posición del dólar estadounidense en las liquidaciones internacionales y en el sistema monetario mundial.
El impulso de desdolarización establecido desde el inicio del NWO y con la introducción de sanciones económicas antirrusas debe seguir reforzándose, incluso mediante el uso de monedas alternativas al dólar en los asentamientos entre países (por ejemplo, la proporción de exportaciones rusas denominadas en dólares ya ha disminuido en 2013-2022 del 80 al 50%), así como el desarrollo y la implementación del proyecto de sistema de pagos integrado de los BRICS.
La posible expansión de los BRICS sigue siendo un aspecto controvertido y ambiguo, pero al mismo tiempo positivo, cuya narrativa comenzó a avanzar solo en el último año, lo que probablemente se deba a un fuerte aumento del comercio mutuo dentro de los BRICS como resultado de las sanciones antirrusas, así como a un aumento de la retórica agresiva de los países desarrollados en relación con China y Rusia, que necesitan ampliar sus esferas de influencia económica en tales condiciones.
En este contexto, la admisión de nuevos miembros considerados líderes en sus regiones (por ejemplo, Egipto, Indonesia, Arabia Saudí) puede aumentar significativamente la influencia global de los BRICS. Por lo tanto, es probable que la expansión geográfica de la asociación se produzca con mayor rapidez que la habitual en otras estructuras internacionales. Al menos 17 países ya han anunciado su adhesión prevista a los BRICS en 2023, lo que sin duda proporcionará la sinergia necesaria de cooperación económica y el peso de la asociación, ya que estos Estados cuentan con un amplio potencial económico y grandes reservas de recursos naturales.
Al mismo tiempo, las economías y los sistemas políticos de los países BRICS siguen siendo heterogéneos (con el dominio incondicional de China y la dependencia de otros actores respecto a ella), por lo que por el momento podemos hablar de la formación de una asociación de integración plena entre ellos. Para ello se requiere la voluntad de un actor fuerte que tenga el máximo interés en fortalecer y unir a los Estados de la asociación y que sea capaz de liderar y dirigir este proceso.
Además, las economías de los países BRICS evolucionan de forma desincronizada y existen algunos problemas específicos (como las disputas territoriales no resueltas entre China e India). Además, el BRICS sigue representando un grupo abstracto de países, y no está claro cuál será una base sólida para la interacción económica en el futuro. En las condiciones de una posible expansión de la asociación, la comprensión de esta base es aún más borrosa. Además, es importante evaluar hasta qué punto es fuerte esta unión y hasta qué punto existe un riesgo de distanciamiento de los Estados miembros entre sí a largo plazo.
Así pues, los países BRICS (especialmente con vistas a la próxima ampliación) deben buscar formas de reforzar su complementariedad en los ámbitos económico y tecnológico. La próxima cumbre de los BRICS en Sudáfrica tratará sin duda de mitigar estos riesgos, así como de seguir promoviendo el desarrollo del comercio y la inversión mediante el desarrollo de regímenes preferenciales de comercio e inversión y el estímulo del desarrollo de nuevas redes mundiales de cadenas de suministro.
Además, la interacción en el marco de los BRICS tendrá como objetivo el desarrollo de mecanismos para superar los choques macroeconómicos y las nuevas crisis mundiales, los problemas en la esfera monetaria y financiera, así como la elección de direcciones para el desarrollo tecnológico. En el contexto de la posible oposición en el futuro a nuevas sanciones de Occidente, los países BRICS necesitan desarrollar mecanismos alternativos de interacción, por ejemplo, un sistema de pago único y un sistema de transferencia transfronteriza de pagos interbancarios. Por último, los BRICS pueden convertirse en una plataforma para introducir en los países más pobres un modelo de desarrollo socioeconómico más equitativo y eficaz que el anterior.
*Vladimir Stroev es Rector de la Universidad Estatal de Gestión de Rusia.
Artículo publicado originalmente en el periódico Izvestiya.
Foto de portada: Europa Press