El escalamiento militar de la guerra de ocupación israelí sobre Palestina, sumado a la creciente cooperación sinérgica de los principales países productores de petróleo, fundamentalmente los del Golfo Pérsico, obligan a las potencias imperiales a prever la resolución de la cadena de suministros y el abastecimiento energético sostenido.
Las criminales sanciones sobre Venezuela fueron impuestas en principio por el tándem Trump-Bolton y, más tarde, con el cambio de perfil en el país del norte, se continuaron, pero haciendo de ellas un uso “razonable” como herramienta de presión política en torno al consuetudinario enfrentamiento de EEUU con el gobierno bolivariano. Esta vez, atendiendo a contar con recursos que puedan equilibrar eventuales imponderables producto de su intención de redespliegue global general.
Así, la operación especial Rusa sobre Ucrania para desnazificar y evitar el genocidio fue un elemento determinante en la reevaluación sobre las sanciones a la producción y comercialización de petróleo venezolano. Eso ha llevado a EEUU a buscar alternativas al petróleo ruso, y Venezuela es un proveedor potencial de petróleo a precios competitivos.
Al mismo tiempo, la escalada israelí sobre Palestina y la forma de irrespeto a las convenciones mínimas internacionales provoca una retracción del conjunto de los países árabes respecto de las hojas de ruta de restablecimiento de relaciones diplomáticas con el mismo Israel. Los conocidos acuerdos de Abraham terminan fagocitados con cada bomba de fósforo blanco derramada sobre los niños palestinos, los hospitales y los edificios residenciales de Gaza y Cisjordania.
La ilusión norteamericana de una red de corredores de infraestructura, por tierra y mar, que penetren en el Asia profunda, el Asia meridional y el Oriente Próximo, donde era necesaria una convivencia armónica, ordenada y previsible por la cual estaban trabajando con Turquía, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y otros; se ha vuelto una quimera de imposible posibilidad en el corto tiempo.
Eso buscaba contrastar, además, con la estrategia de cooperación de mutuas conveniencias que el eje sino ruso viene desarrollando, y por el cual se han normalizado y se han vuelto crecientes las relaciones entre Irán y Arabia, como asimismo distintos países del Golfo han ido renunciando a su participación en los dispositivos de militarismo extra OTAN (EAU, por ejemplo).
La ampliación de los BRICS conteniendo en su seno a los principales proveedores y compradores de petróleo, como también a los países que controlan el estrecho de Ormuz (principal choke point por donde circula gran parte de la energía global), prefigura y consolida una estrategia de pacificación de la región.
Entonces, el militarismo desaforado de Netanyahu sólo le sirve a él, haciendo peligrar todas las expectativas de las grandes potencias, de las potencias regionales y de los países de la región.
Pero además complica el otro importantísimo choke point global (canal de Suez) al involucrar directamente a Egipto en esta escalada belicista. Hoy mismo hay bombardeos sionistas sobre territorio egipcio lindante con Palestina. El cierre del transporte de energía a través del canal de Suez encarece sideralmente la logística y transporte de energía a nivel global.
Informes que revelan impactos económicos de la situación entre Israel y Palestina, abonan la idea de un repunte del precio del petróleo explicado, también, por el riesgo de una eventual mayor escalada y, ante ese caso, la inclusión de Irán, país que aporta en la oferta global del crudo. También, porque Irán controla el mencionado estrecho de Ormuz, una vía marítima por donde transita el petróleo de Irak, Kuwait, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, el gas catarí y el gas natural licuado.
En la región no solo operan los poderes estatales, sino que diversos actores, especialmente Hezbolá desde Líbano, pero también otros grupos desde Siria, Irak o Yemen pueden responder a la terrible contraofensiva de Israel sobre Gaza. Cualquier evento que comprometa todo el comercio aquí descripto tiene geopolíticamente implicancias directas sobre los activos energéticos.
De esta manera, termina siendo claro que la escalada militarista anula la pretensión del crecimiento de producción de países del Golfo que podría abaratar el costo del barril, pero además pone en riesgo el abastecimiento sostenido de energía.
Aquí es donde aparece la importancia de la cuenca petrolífera venezolana en cuanto a necesidades geopolíticas globales, que combinan una acertada diplomacia caraqueña y la clara encerrona y fatiga de la diplomacia expansionista norteamericana.
Con la efectivización del levantamiento de sanciones sobre Venezuela, que actualmente produce unos 800 mil barriles diarios, podría aumentar su producción petrolera un 25 ciento, según cálculos de Bloomberg. Este plus productivo podría resolver en lo inmediato la eventual crisis de precios y asegurar el sostenimiento del abastecimiento al mercado europeo que le fue ganado a Rusia a partir de la guerra proxy que ésta tiene en Ucrania.
En 1973, durante la guerra del Yom Kipur, la OPEP detuvo la producción de crudo y estableció un embargo para el suministro de petróleo a EEUU, Reino Unido, Canadá, Japón y Países Bajos, por su apoyo a Israel. El precio del barril casi se triplicó, hubo cortes de suministro que aceleraron la recesión económica. Intervino Kissinger ante el rey saudí para que no utilizaran el petróleo como arma. Estos son apuntes para tener sobre la mesa aún en un mundo que es distinto, muy distinto, al de 1973.
De ahí podría entenderse el levantamiento de sanciones contra Venezuela y la importancia que cobra Guyana donde se encontraron yacimientos importantes en la zona de Esequibo que Venezuela reclama. Más allá de que EEUU busque administrar los costos internos que tiene dentro de su sistema político el hecho de llevar a cabo un acuerdo con el gobierno de Venezuela, su acercamiento tiene motivaciones económicas, elementos vinculados a la crisis migratoria que sus propios bloqueos ha generado y razones geopolíticas.
Disponer de resoluciones en la cadena de suministros y el abastecimiento energético sostenido, que producto de una generalización de la guerra que propone Israel podría descalabrar todo el sistema productivo global, se vuelve imperioso para la supervivencia de las potencias capitalistas.
Fernando Esteche* Dirigente político, Doctor en Comunicación Social y director de PIA Global
Úrsula Asta** Periodista, licenciada en Relaciones Institucionales, con posgrado en Políticas Públicas para la Igualdad en América Latina y el Caribe y maestranda en Comunicación y Criminología Mediática. Miembro del equipo de PIA Global
Twitter: @ursuasta
Este artículo fue publicado origionalmente por el portal uwidata
Foto de portada: observatorio.gob.ve/