Imperialismo Nuestra América

Las guerras provocadas por EEUU, después del 11 de septiembre, mataron a más de 4 millones de personas

Dos aniversarios separados pero unidos por el rumbo que marcaron hacia un destino común bastante oscuro para millones de personas.

Del golpe se ven los vínculos del gobierno estadounidense con uno de los regímenes más oscuros de América Latina. El atentado a las Torres Gemelas, sin embargo, ha sido eclipsado en su dimensión por la actual guerra de Ucrania.

Hay un hilo de tragedias anónimas que unen todos estos acontecimientos. Un ejercicio del poder, centralizado y descentralizado, que muele los derechos a la vida y el futuro de millones de personas. Donde, luego, se intenta invisibilizar la memoria de las víctimas.

Por eso, quizás, no hay claridad sobre la cantidad de desaparecidos en el régimen de Augusto Pinochet, como tampoco de las vidas pérdidas por las guerras iniciadas después del 11 de septiembre. Por eso son tan importantes las estimaciones que se hacen sobre todas las guerras, dictaduras y desastres provocadas por el poder alrededor del mundo. La memoria genera una huella para que las cosas no vuelvan a repetirse.

Una de las últimas estimaciones la hizo un grupo de investigadores de la Universidad de Brown de Estados Unidos, titulada “Como la Muerte sobrevive a la guerra”, donde se calcula la cantidad de millones personas muertas por las guerras provocadas posterior al 11 de septiembre por Estados Unidos. El estudio hace una estimación aproximada aplicando la proporción promedio de la Declaración de Ginebra; que dice que por cada muerte directa hay cuatro indirectas.

En opinión de los investigadores, conflictos como el de Irak, Afganistán, Yemen y Siria, entre otros, generaron colapsos económicos; pérdidas de medios de vida e inseguridad alimentaria; destrucción de servicios públicos e infraestructura sanitaria; contaminación ambiental; y trauma y violencia. Para los académicos, entre 900 y 940 mil personas fallecieron por estas guerras. Y entre 3,6 y 3,8 millones de personas por los problemas generados después de ellas.

En total, entre 4,5 y ,47 millones perdieron la vida por estos conflictos que dejaron todo peor de lo que estaba.

Según los investigadores, contabilizar las muertes indirectas “también es un mecanismo importante para comprender las consecuencias más amplias, a más largo plazo y menos conocidas de la guerra para la salud de las poblaciones afectadas. Las guerras pasadas han demostrado que las muertes pueden ser mucho mayores que las registradas en combate”.

Una de las primeras razones de estas muertes indirectas es el colapso económico y la inseguridad alimentaria generadas por estas guerras.

Leamos lo que dicen los investigadores.

“No sólo en las guerras posteriores al 11 de septiembre sino en la mayoría de los conflictos importantes desde finales de los años 1980, la desnutrición y las enfermedades han sido las principales causas de muerte. El hambre mata a las personas, especialmente niños pequeños, y atrofia y discapacita permanentemente a muchos más niños, ralentizando su crecimiento evolutivo. La desnutrición también debilita el sistema inmunológico y resulta en una mayor gravedad de las infecciones.

Las crisis de hambre son precipitadas por la destrucción de las economías por las guerras y el empobrecimiento de millones de personas. La pobreza disminuye la capacidad de las personas para crecer y comprar alimentos, permanecer en sus comunidades de origen, acceder a agua potable y saneamiento, pagar atención médica y medicina, mantener a los niños alejados de trabajos peligrosos. Las poblaciones afectadas podrían verse obligadas a gastar recursos escasos, pagar por el agua u otros productos básicos en el mercado negro a precios exorbitantes.

En Afganistán, 20 años de guerra liderada por Estados Unidos (2001-2021) además de los 20 anteriores años de guerras civiles y lideradas por los soviéticos, combinados con el actual mal gobierno de los talibanes, Estados Unidos. y las sanciones globales, la sequía y los efectos de la pandemia de COVID-19 y la guerra en Ucrania, han desplazado a millones y dejado a decenas de millones sin necesidades vitales básicas. La desnutrición prevaleció durante toda la ocupación estadounidense, pero se disparó después de la retirada estadounidense en agosto de 2021. La economía de Afganistán se ha derrumbado y más de la mitad vive ahora en extrema pobreza, con menos de 1,90 dólares al día. La situación es terrible: El 95% de los afganos no comen lo suficiente, y en los hogares encabezados por mujeres ese número es de 100%.”

Más allá del colapso económico general en estos países, la evidencia destaca que los ataques en tiempos de guerra erosionaron las fuentes de sustento de las personas en Yemen, Somalia y otros lugares. A partir de 2015, por ejemplo, la coalición liderada por Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos en Yemen ha creado una destrucción masiva con ataques aéreos y armas pesadas. La pobreza ya era alto, pero este aumento de la violencia llevó a que el 35% de la población perdiera su principal fuente de ingresos en los dos años siguientes.

Aunque los ataques con drones estadounidenses plantean muchas cuestiones que van más allá del alcance de este documento, impactan significativamente en las fuentes de sustento de las personas. En al menos 21 incidentes, drones estadounidenses o ataques terrestres mataron a civiles yemeníes, muchos de ellos sostén de la familia. Un ataque aéreo estadounidense el 22 de diciembre de 2017, por ejemplo, mató a Abdallah Ahmed. Hussein Al Aameri, de 47 años, que trabajaba transportando mercancías entre su remota aldea y Ciudad de Rada’a. Sus ingresos habían sustentado a sus once hijos, sus dos esposas, la familia de su hermano sus hijos y su madre, que ahora luchan por sobrevivir. Ha habido consecuencias similares de los ataques aéreos estadounidenses documentados en Somalia, donde las bombas han dañado granjas y ganado (ha habido 237 ataques estadounidenses en Somalia desde 2003). Nurto Mohamed Nor Issak era propietario de una plantación de siete acres de cocoteros antes de que un ataque aéreo estadounidense destruyera tres cuartas partes de ellos, agotando enormemente su ingreso. Otro hombre, Abdifatah, ya no pudo cultivar su tierra después de que un ataque aéreo estadounidense alcanzara su aldea. El grave impacto de tales reveses económicos no se puede subestimar en las poblaciones que dependen de la tierra para su supervivencia.

Decenas de miles de niños menores de cinco años están muriendo de enfermedades infecciosas como cólera y sarampión, de desnutrición aguda y de complicaciones neonatales. Tanto como cualquiera que muera por un ataque aéreo o por una herida de bala, sus muertes deben contarse entre los costos de la guerra. Se trata de “muertes indirectas”, atribuibles al deterioro de la situación económica, condiciones sociales, psicológicas y de salud debido a la guerra. Los hogares de Medio Oriente encabezados por viudas están particularmente empobrecidos; hay más de un millón de viudas en Irak y dos millones en Afganistán.

La segunda razón de estas muertes indirectas, son provocadas por la destrucción de los servicios públicos y los sistemas sanitarios de los países en guerra.

Para los investigadores, los “gobiernos en tiempos de paz brindan diversos grados de servicios públicos para proteger salud de la población, y la guerra destruye esa infraestructura. Las bombas y los combates dañan hospitales, clínicas, médicos, sistemas de agua, electricidad y carreteras”.

Los daños a las infraestructuras básicas tienen terribles consecuencias. La pérdida de sistemas de agua y cloacas en Yemen, por ejemplo, provocaron la mayor epidemia de cólera de la historia según los investigadores. En Irak, la Royal Society of Medicine informó que ese año murieron más personas por accidentes que por ataques terroristas debido al estado de las rutas y las señales de tráfico.

“En 2017, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que aproximadamente 15 millones de yemeníes carecían de acceso a agua potable y saneamiento. Esta fue una de los principales razones por que se generó la epidemia masiva de cólera en Yemen entre 2016 y 2018, que infectó a 14 millones de personas de una población de 25 millones. Dos mil yemeníes murieron por esta enfermedad.

Luego de la guerra, Libia “es uno de los países del mundo con escasez de agua”. En 2021, el 50% de los hogares en Libia dependían de agua embotellada y sólo el 22% tenía acceso a servicios sanitarios seguros. Esto ha aumentado las enfermedades transmitidas por el agua especialmente entre poblaciones vulnerables, extracto del informe.

En los hospitales y clínicas, la situación también es catastrófica según el estudio. “En Siria en 2021, solo el 56% de los centros de atención primaria de salud y el 63% de los hospitales estaban en pleno funcionamiento. En Yemen, la mitad de todos los establecimientos de salud no son funcionales debido a la falta de personal y suministros, acceso limitado y condiciones inadecuadas financiación. El gobierno iraquí no ha logrado reconstruir su sistema de salud, y la calidad. La atención sanitaria pública sigue siendo tan deficiente que muchos iraquíes, incluso aquellos con pocos recursos, optan por buscar atención privada en el extranjero, en el Líbano, Irán, Jordania y Turquía».

Leamos un poco más lo que dicen sobre este tema.

En todas las zonas de guerra, la infraestructura sanitaria ha quedado paralizada. Después de la retirada estadounidense de Afganistán, se detuvo abruptamente toda la financiación extranjera para la atención sanitaria. Un mes después, se informó que más del 80% de los centros de salud de Afganistán estaban disfuncionales. En el país, aproximadamente uno de cada diez recién nacidos murió entre enero y marzo de 2022, más de 13.000 en sólo tres meses.

La guerra en Libia interrumpió la atención sanitaria y cerró hospitales en todo el país. Los años de conflictos generaron una gran disminución de la esperanza de vida (nueve años para los hombres y seis para los hombres para las mujeres), y surgieron enfermedades infecciosas como la tuberculosis.

En Yemen, una de cada 260 mujeres muere durante el embarazo o el parto y uno de cada 37 recién nacidos fallece en su primer mes. La falta de atención prenatal y posnatal, junto con una crisis de desnutrición aguda, afecta a más de un millón de mujeres embarazadas y lactantes.

La tercera razón de las muertes indirectas es la contaminación ambiental

En el último aniversario de la invasión de Irak hablamos sobre las consecuencias ambientales en ciudades como Faluya. Pero el tema no se circunscribe solo a este país ya que en otros lugares también ha habido malformaciones genéticas y pérdidas de vidas por uso de bombas con uranio empobrecido o vertidos tóxicos fuera de las bases militares estadounidenses, entre muchas razones.

Para los investigadores; “los residentes de las zonas de guerra posteriores al 11 de septiembre y los soldados sufren las consecuencias para la salud de los escombros ambientales de la guerra. Bombas y otras municiones utilizadas en éstas y en guerras anteriores han contenido sustancias tóxicas, incluidas sustancias pesadas metales, fósforo blanco, uranio empobrecido y dioxinas, que además de provocar lesiones horribles, contaminan el suelo, el agua y la vegetación después de los combates. En áreas rurales, los bombardeos aéreos disminuyen la calidad del suelo e inhiben la agricultura al alterar la topografía, formando cráteres y alterando los patrones de drenaje, contribuyendo a la inseguridad alimentaria”.

“El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente estima que 2.000 toneladas de uranio empobrecido fueron utilizadas en ese país. Esta contaminación hace que a menudo se produzcan tormentas de arena, que expulsan partículas radiactivas en barrios residenciales. Entre 2014 y 2017, los combates destruyeron 63 ciudades y 1.556 aldeas. Lo que generó más de 55 millones de toneladas de escombro, según el gobierno iraquí. En 2019, el Ministerio de Medio Ambiente de Irak identificó 74 sitios donde el conflicto había provocado contaminación por petróleo, cuatro de ellos particularmente graves.

Tras el bombardeo de Faluya liderado por Estados Unidos en 2004, los estudios documentaron un aumento tasas de mortalidad infantil, leucemia y cáncer y algunos sugirieron que estos aumentos estaban relacionados con los efectos del uranio y otros metales pesados ​​utilizados en municiones. Un estudio mostró que los niveles de plomo en los niños de Basora, Irak, eran de cuatro a 50 veces más altos que en los países vecinos que no estaban en guerra”, extracto del informe.

Para los investigadores, todas estas muertes son «devastadoras» porque se podrían haber evitado si no se hubieran empezado estas guerras.

Bruno Sgarzini* Periodista, Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar. 

Este artículo se encuentra publicado en brunosgarzini.substack.com/

Foto de portada:brunosgarzini.substack.com

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