Europa

La verdad sobre la crisis migratoria de Europa del Este

Por Andrew Korybko* –
Estas dimensiones estratégicas más profundas demuestran lo complicada que es la crisis migratoria de Europa del Este.

La crisis migratoria de Europa del Este ha tomado por asalto el continente y se ha convertido inesperadamente en su principal preocupación en materia de seguridad. Polonia acusa a Bielorrusia de librar una «guerra híbrida» mediante «armas de migración masiva» como respuesta asimétrica a la campaña occidental de cambio de régimen contra el presidente Lukashenko desde las elecciones del año pasado. El líder bielorruso niega las acusaciones, al igual que Rusia, a la que Varsovia también acusa de estar supuestamente implicada en la trama de «guerra híbrida» de su vecino.

Las tensiones se intensificaron drásticamente el lunes después de que una caravana de migrantes de una magnitud sin precedentes intentara irrumpir violentamente en la frontera polaca, lo que llevó a que cada país afirmara que el otro violaba los derechos humanos de esas personas y realizaba peligrosas provocaciones militares. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Lavrov, culpó directamente a Occidente de destruir los países musulmanes y, por tanto, de ser la causa última de las oleadas de migrantes que periódicamente emanan de ellos.

Tiene razón, pero hay algo más. RT recordó que Lukashenko amenazó durante el verano con dejar de proteger a la UE del contrabando (lo que implica también la inmigración ilegal). Se trata de una postura sensata desde su punto de vista, ya que no hay razón para que este país sancionado siga invirtiendo sus cada vez más limitados recursos financieros en garantizar la seguridad de su vecino frente a tales amenazas no estatales transnacionales mientras éstas intentan literalmente derrocar a su gobierno.

En este caso, Polonia tampoco está del todo equivocada. Aunque desempeñó un papel importante en la guerra contra Irak dirigida por Estados Unidos y participó en la posterior ocupación de ese país, sigue teniendo derecho a defender a su pueblo de las «armas de migración masiva». Independientemente de lo que uno piense de un gobierno en particular (ya sea el de Polonia, el de Bielorrusia o el de Rusia), su pueblo no debería ser castigado por la política exterior que sus representantes promulgan en su nombre.

Sin embargo, hay que decir explícitamente que las acusaciones del gobierno polaco sobre el apoyo secreto de Rusia a la supuesta militarización de los procesos de migración ilegal en Bielorrusia son totalmente erróneas. En realidad, el Kremlin saldrá perdiendo cuanto más dure la crisis migratoria. Ello se debe a que corre el riesgo de que sea explotada como pretexto para aumentar las fuerzas militares occidentales a lo largo de la frontera bielorrusa, lo que también podría llevar a los países de la OTAN a realizar provocaciones contra el aliado de defensa mutua de Rusia.

La solución es sencilla en principio, pero políticamente difícil de aplicar. Occidente debería anular sus sanciones contra Bielorrusia para permitirle controlar más eficazmente el flujo de extranjeros en su territorio, especialmente los que se reúnen en masa y marchan hacia la frontera polaca. Ahora mismo es demasiado difícil para el país hacerlo mientras sufre su crisis económica creada por la COVID y las sanciones. No va a cerrarse al mundo exterior sólo para garantizar los intereses de seguridad de la UE.

Hacerlo también sería políticamente inaceptable para sus dirigentes ante la embestida de cambio de régimen de la que son responsables el bloque y su patrón estadounidense. Cualesquiera que sean las críticas a Lukashenko, nadie puede afirmar de forma creíble que sea un hombre fácil de convencer. Ya ha demostrado ser resistente a la inmensa presión del año pasado. No hay razón para esperar que cambie repentinamente su postura sólo por la última crisis migratoria.

Lamentablemente, Occidente no tiene el pragmatismo político necesario para resolver esta crisis. Por el contrario, sólo parecen interesados en exacerbarla ya que esperan explotarla por razones estratégicas relacionadas con la justificación de un nuevo refuerzo militar a lo largo de las fronteras del aliado de defensa mutua de Rusia. Su doble rasero en relación con la crisis migratoria del sur de Europa de 2015 y la de Europa del Este de 2021 está impulsado por estas motivaciones antirrusas.

No parece haber ninguna solución en el horizonte, ya que Occidente no va a resolver responsablemente esta crisis, por lo que los observadores pueden esperar que sus relaciones con Rusia sigan deteriorándose, ya que es probable que estos países preocupados den crédito a las falsas afirmaciones de Polonia de que el Kremlin está orquestando en secreto este ataque de «guerra híbrida» contra ellos. Esto podría complicar enormemente los incipientes esfuerzos entre Rusia y Estados Unidos por alcanzar un «pacto de no agresión» para regular responsablemente su rivalidad.

De hecho, podría incluso darse el caso de que Polonia decidiera manipular esta crisis fabricada con el fin de sabotear el mencionado acercamiento. Al fin y al cabo, el líder de Europa Central y del Este (ECE) se siente abandonado por Biden, teme estar «vendiendo» los intereses estratégicos del país y está sufriendo una presión sin precedentes por parte de la UE. Sin embargo, al presentarse como el «escudo» de Occidente contra la «guerra híbrida rusa», espera seguir siendo relevante para ellos y reducir así cierta presión.

Si esa es una evaluación precisa de lo que está sucediendo, entonces sugiere que Polonia ha explotado esta crisis inicialmente provocada por Estados Unidos (teniendo en cuenta que Estados Unidos lideró las guerras de Occidente contra los países musulmanes) de manera que se corre el riesgo de socavar los propios intereses de Estados Unidos tal y como la Administración Biden está empezando a conceptualizarlos. En otras palabras, es Polonia -y no Bielorrusia- la que se ha «rebelado» al negarse a hacer lo necesario para poner fin a esta crisis a pesar de tener derecho a defenderse también de la invasión.

Estas dimensiones estratégicas más profundas muestran lo complicada que es la crisis migratoria de Europa del Este. Estados Unidos es el principal responsable de la destrucción de los países musulmanes, seguido de Polonia por liderar la campaña de cambio de régimen de Occidente contra Bielorrusia, que ha llevado a la imposición de sanciones contra ese país, lo que a su vez ha mermado su capacidad (tanto física como política) de defender a la UE de la inmigración ilegal. A menos que se levanten las sanciones, es probable que la crisis continúe y corra el riesgo de arruinar el acercamiento entre Rusia y Estados Unidos.

*Andrew Korybko, analista político estadounidense.

Artículo publicado en One World.

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