La maquinaria propagandista occidental busca imponer la matriz de opinión de que las fuerzas ucranianas, a raíz de las “contundentes” y “extraordinarias” victorias que han acumulado en los últimos meses, no solamente están a punto de empujar a las fuerzas rusas hacia las líneas de febrero de 2022, sino que quizás lograrán derrotar a todos los ejércitos rusos antes de expulsarlos. Mientras tanto, las mismas narrativas nos aseguran que el gobierno del Presidente Vladimir Putin está a punto de colapsar: unas dicen que Putin está muerto, o se encuentra terminalmente enfermo, o le viene un golpe de Estado, o quizás el pueblo ruso lo va a tumbar por la derrota aplastante en Ucrania, incluso en cualquier momento todos sus aliados y militares lo van a abandonar, etc. Alternativamente a estas narrativas, vemos como Ucrania lucha desesperadamente por mantener el control sobre la ciudad de Bajmut, y poco a poco, va perdiendo el control. Ahora esperamos por una supuesta contraofensiva ucraniana de la “primavera”, pero que está en duda – de acuerdo con los documentos de la CIA y el Pentágono que fueron filtrados recientemente – ya que los ucranianos sufren de graves problemas de municiones.
Ahora bien, por más interesante y determinante que sean las batallas en Ucrania – y no ponemos en duda la importancia de estas – si ampliamos nuestro espectro analítico más allá de esta serie de batallas de lo que esencialmente es un conflicto geopolítico global, podremos ver hacia donde se dirige el sistema internacional, y con este, los países del Sur Global, quienes suelen ser los primeros que pagan por las crisis económicas, las consecuencias secundarias de los desastres naturales y las pandemias, y las guerras iniciadas por el Norte (es decir, el mundo occidental).
Esta ampliación de nuestro espectro analítico toma en cuenta las batallas entre Rusia y Ucrania, pero igualmente – y como han señalado varios comentaristas sauditas recientemente – debemos entender que existe un mundo más allá de Ucrania y la guerra entre Rusia y la OTAN que se está gestando en ese país de la Europa Oriental.
En realidad, los acontecimientos se han presentado con una celeridad tan marcada y en un ámbito que es realmente global (y no meramente “europeo”), de manera que cada vez se hace más difícil (o imposible) unir cada hecho, cada detalle, cada aspecto y cada pedazo de noticia en un análisis amplio, coherente y estructural. El momento que empezamos a contemplar lo que implicaría a mediano y largo plazo un reciente “terremoto geopolítico” como es el de la reinstauración de las relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudita bajo el auspicio chino, tenemos que abordar el potencial “acercamiento” turco/sirio y el acuerdo de reducción de producción petrolera del OPEP +, junto con la subida del precio del petróleo, y el incremento de los ingresos de Rusia, una de las tantas pesadillas para los países occidentales.
Estábamos analizando tranquilamente la reciente propuesta china para el fin del conflicto en Ucrania, cuando nos agarra por sorpresa la nueva doctrina de política exterior rusa y la visita de Macron y la señora Ursula von der Leyen – futura máxima burócrata de la OTAN – a Pekín, y como el Presidente Xi obtuvo lo que quería de la visita europea, sin tener que sacrificar algo de valor a cambio.
Al momento que tratamos de comprender los reclamos del Senador estadounidense Ted Cruz sobre el declive de la efectividad de las “sanciones” gringas – se refiere a sus medidas coercitivas unilaterales – nos percatamos que el terremoto financiero en Estados Unidos con el Banco del Valle de Silicón, pudiera ser la antesala de un nuevo colapso del sistema financiero global, aunque esta vez, la alta posibilidad de un “contagio” de la crisis más allá de Estados Unidos, no tendrá consecuencias manifiestas o latentes para los enemigos del mundo occidental, justo a raíz de los múltiples regímenes de medidas coercitivas unilaterales y el llamado proceso de “de-coupling” de la economía global que supuestamente se está gestando en la actualidad.
Aunque los acontecimientos se van cristalizando de manera acelerada y hasta vertiginosa, es bastante evidente que las batallas en Ucrania ya no dominan completamente la agenda discursiva e ideologizada de los medios de comunicaciones, incluyendo los mas fieles y dedicados portavoces y propagandistas de la OTAN. En vez, vemos como los medios globalistas occidentales se encuentran obligados a apoyar la creación y difusión de nuevas narrativas inventadas casi cada hora, en respuesta a acontecimientos globales lejos de Ucrania: el activismo diplomático del principal competidor de Estados Unidos – China; el acuerdo del OPEP + que agarró a todos por sorpresa; Arabia Saudita en los BRICS; los africanos demostrando posturas fuertes e incluso hasta hostiles hacia los europeos (y los estadounidenses); las consecuencias del egoísmo de Benjamín Netanyahu y las agresiones y masacres de su Entidad Sionista; el posible fin de la desastrosa guerra en el Yemen (sin participación estadounidense, interesantemente) y los cambios drásticos en América Latina.
Cualquier observador internacional que no está dedicado a la difícil tarea de sustentar las narrativas occidentales y ocultar el declive de su hegemonía, se dará cuenta que mucho más allá de Ucrania, estamos en presencia de un gigantesco enfrentamiento geopolítico global, ya quizás no lo podemos caracterizar como una Guerra Fría – como efectivamente lo ha sido desde el 2007 o el 2009 – sino como una lucha geopolítica que no demuestra ser binaria, o bipolar. La intensidad del conflicto en la actualidad ha transformado lo que pudiera haberse caracterizado como una “guerra fría” entre Estados Unidos, por un lado, y Rusia y China por el otro, en un conflicto geopolítico mucho más complejo, dinámico, y multifacético. Quizás ahora podemos caracterizar el conflicto como uno del mundo occidental contra un mundo multipolar, en donde sí existe una unidad (estrictamente jerarquizada, claro) en el seno del primero, pero una mera “coordinación” limitada, entre ciertos “polos” del segundo.
Compartimos, sin duda alguna, la declaración triunfalista y bombástica de Estados Unidos, cuando afirma con un injustificable y excesivo orgullo, que nunca jamás los países occidentales han estado tan “unidos”, como lo están en este momento, bajo su liderazgo. A pesar de los intentos del francés Emmanuel Macron para evitar que los europeos sean arrastrados a una guerra contra China como fueron arrastrados a la guerra actual en Ucrania (su visita a China en abril de 2023), tarde o temprano, los europeos caerán bajo el control absoluto de los estadounidenses. El ruso Sergey Lavrov lo dijo muy claramente: “El presidente francés sigue hablando de la independencia estratégica de la UE…estoy seguro de que no se les permitirá tenerla”.[1] Los esfuerzos de Macron para separar el tema de Ucrania – el cual ya es irreversible, en su condición actual – de las relaciones EU-China, verán pronto una reversión completa hacia su condición original: Washington arrastrando obligatoriamente a las capitales europeas hacia un enfrentamiento con el gigante asiático, empleando más de los mismos discursos inventados de siempre, los mismos que suelen ocultar la creación intencional de una “crisis” completamente ficticia, que será empleada para generar otra “Ucrania”, pero ahora en el Mar de la China Meridional.
Macron presentó ciertas declaraciones después de su visita a China, que, aunque indica que Francia pretende tomar una postura diferente a las impuestas por Washington, tarde o temprano se revertirá estas posturas a favor de Estados Unidos, como ya efectivamente ha sucedido durante los primeros días de la invasión rusa a Ucrania.Thierry Meyssan en Voltaire Net escribe lo siguiente, interesantemente:
«En 2022, en plena guerra en Ucrania, Estados Unidos – como en el momento de la guerra de Corea– estima necesario el rearme de Alemania para utilizarla contra Rusia, potencia sucesora de la URSS. Así que Washington transforma la Unión Europea, ahora con más precaución que en tiempos de la guerra fría. Francia preside la UE y Washington pone en manos del presidente francés Emmanuel Macron la llamada «Brújula Estratégica», que será finalmente adoptada un mes después del inicio de la intervención rusa en Ucrania. Los miembros de la Unión Europea están tan confundidos que todavía no saben con precisión si están juntos para cooperar o para integrarse –muestra de lo que el estadounidense Henry Kissinger llama la «ambigüedad constructiva»…La «Europa de la defensa» es ahora un eslogan que apunta a poner en manos del Comandante Supremo de las fuerzas de la OTAN en Europa, el general estadounidense Christopher G. Cavoli, no sólo las fuerzas armadas de todos los países de la Unión Europea sino incluso el control de todas las decisiones sobre su financiamiento, decisiones que hasta ahora se tomaban en el seno de los parlamentos nacionales, y hasta las decisiones sobre el armamento y la organización de los ejércitos nacionales, que eran prerrogativas de los gobiernos nacionales. En otras palabras, la Unión Europea está organizando un ejército común sin saber quién va a dirigirlo».[2]
A pesar del tono celebratorio que acompaña las declaraciones estadounidenses al respecto, el hecho es que nunca en su larga historia, han estado los países occidentales más unidos – más bien, subordinados – a uno de ellos mismos, como lo están en este momento histórico: ni Adolfo, ni Napoleón, ni siquiera Carlomagno, lograron en sus respectivos momentos, este nivel de disciplina y subordinación. Ya aquí no existe posibilidad de darse lujos como las posturas del francés Charles De Gaulle – quien pudiera verse como la verdadera antítesis de Macron y Hollande, por lo menos en temas de política exterior; no pueden existir iniciativas europeas fuera de la órbita estadounidense, no se pueden dar el lujo de ejercer actitudes independientes o permitir que prevalezca lo autóctono, por encima de lo transatlántico.
No obstante, esta unión no es precisamente producto del liderazgo estadounidense actual, pues ya no existen nuevos Roosevelts y Kennedys, ahora solo quedan disparates destructivos como Trump, o ancianos dementes como Biden. La unidad del presente se fundamenta no en líderes carismáticos que movilizan las masas, o en el esplendor de una visión geopolítica y civilizacional que genere un nuevo “renacimiento”, sino en la precaria situación en la cual se encuentran todos estos países occidentales, después de quizás tres o cuatro siglos de hegemonía que se la han ido intercambiando entre ellos mismos durante los últimos 3 o 4 siglos. La amenaza no es solamente contra Estados Unidos, sino contra toda la estructura sociohistórica que surgió en el continente europeo, la misma que se fue expandiendo y constituyéndose fuera de sus fronteras físicas europeas (menos nunca fuera de sus límites socioculturales y civilizacionales occidentales), y que ha sustentado varias formas de dominio sobre los demás países fuera de ese mismo círculo civilizacional, por unos cuantos siglos.
Pero entonces, ¿a qué tanto le tienen miedo? ¿Qué es lo que tanto los amenaza? Pues sencillamente, no es Rusia, ni el “villano” de Putin, ni tampoco el gigante asiático mismo. Claro, los países y personajes que acabamos de mencionar son las manifestaciones del miedo que sienten, pero no su esencia. En vez, es algo mucho más abstracto: el mundo multipolar, en donde la voz occidental – aunque siga siendo una que se escuche contundentemente en todos los espacios – es una voz más en un escenario de múltiples voces, múltiples intereses y múltiples cosmovisiones, las cuales no todas poseen el mismo punto de referencia civilizacional. Antes, el punto de referencia para todo lo internacional era lo occidental, y su relación neocolonial con los países del Sur Global. Hoy en día, eso cesa de ser así.
Los occidentales no están luchando contra la supremacía tecnológica china, o la capacidad de Moscú para arruinar sus proyecciones geopolíticas. Estos están en un segundo plano, aunque sea un plano muy estratégico e importante. Los occidentales están luchando contra la evolución del sistema internacional que consideran que ellos mismos construyeron, uno bastante eurocéntrico, que ahora evoluciona peligrosamente (para ellos) hacia uno de carácter pluricéntrico. En este sistema, simplemente a raíz del peso demográfico, el económico o el geopolítico, sus “polos” más pesados estarán en países como China e India: ambas víctimas durante siglos del colonialismo europeo (aquí incluimos en “europeos” a los estadounidenses, los canadienses, los australianos, etc.).
Mientras Estados Unidos pretende demostrar fortaleza hacia sus enemigos externos, se le derrumban bancos nacionales a diestra y siniestra, mientras que todos saben que el abismo financiero y la debilidad de la moneda nacional – el dólar gringo – se esconden de manera poco efectiva bajo una inmensa edificación discursiva, hecha de pura cartulina. Mientras que habla de organizar conferencias de “democracia”, tienen a su ex presidente en un proceso legal que le impusieron por supuestos delitos cometidos años antes, pero activando este proceso judicial, justo después de que este anunció oficialmente su candidatura para desplazar al anciano actual en la Casa Blanca. La situación política electoral estadounidense es bastante precaria, entre el dilema de los “demócratas” de continuar o sustituir a su Presidente senil en el 2024, y el dilema de los “republicanos”, de sustituir candidatos más “presentables” para las elites y las clases pudientes estadounidenses y la opinión internacional, por el candidato que efectivamente “jala” votos, o seguir perdiendo elecciones a raíz de esta contradicción. Y para “echarle leña al fuego”, la filtración reciente de los documentos del Pentágono – una de las más problemáticas de la historia estadounidense – deja a ese país en una situación aún más debilitada.
Estados Unidos y sus subordinados le han estado tirando a Rusia hasta las piedras, luego de imponer todas las sanciones que pudieron inventar, seguros de que la potencia euroasiática colapsará y saldrá del juego geopolítico – dejando a China sola. En vez, los polos independientes de este nuevo sistema multipolar se han multiplicado, aunque sea de manera simbólica, por los momentos: Turquía, Arabia Saudita, América Latina, varios países africanos, etc.
Los grandes saltos cuánticos que está tomando el sistema internacional hacia algo nuevo que no podemos actualmente ni siquiera imaginar o contemplar, ya no son dictados por la potencia europea hegemónica del momento, sino por una compleja interacción entre actores con capacidades y potenciales altamente asimétricos, pero a raíz de la naturaleza del sistema, hasta los menos poderosos pueden tener una influencia sobre el devenir del sistema, a pesar de sus limitaciones materiales. Ahora bien, por más que sea preocupante que se esté gestando este cambio cualitativo y profundo en un sistema que los occidentales consideran que ellos mismos crearon – desde Westphalia en 1648 – en esta nueva realidad de la tercera década del Siglo XXI, muchos de estos actores no son occidentales, y justo eso es lo que más le preocupa a los europeos dentro y fuera de Europa, y a la vez explica su aparente unión – la que es más como un refugio colectivo, que una unión – bajo el paraguas de quien sustenta en los momentos la hegemonía de turno: Estados Unidos.
Los europeos no están familiarizados con posturas tan firmes y opuestas a sus intereses como las que exhiben los rusos de la actualidad, desde los años de la Unión Soviética: este Putin no tiene nada en común con el ruso favorito de los occidentales: Boris Yeltsin. Pero observar esta postura de los turcos, o de los sauditas, incluso de un país africano (Chad) que expulsó a un embajador alemán por ser grosero, y de una América Latina reviviendo el CELAC y ahora UNASUR, pues todo esto es genuinamente inédito, y no solamente durante los últimos años, sino durante los últimos cuatro siglos. El “shock” es bastante fuerte para los europeos, y aun no logran comprender la profundidad del desplazamiento de las capas tectónicas y continentales del sistema internacional que estamos viviendo en la actualidad. Durante momentos de miedo profundo, de incertidumbre, de confusión y de cambios drásticos en el medio ambiente (cambios no-favorables), los humanos y los animales suelen responder de la misma manera: todos se agrupan al más fuerte de la manda, y esperan que este ofrezca una protección efectiva y colectiva, hasta que pase la “tormenta”. Este es el comportamiento típico de la mayoría de los invertebrados, es algo totalmente natural. Pero son las circunstancias y un ambiente hostil que azotan a toda la manada o a un grupo, y no las supuestas cualidades del líder del momento, las que garantizan la jerarquización de la manada, más allá de las propagandas que pretenden hacer pasar estos factores como una forma efectiva del “liderazgo” del “perro alfa” del momento.
Ahora bien, todo esto, ¿es relevante para los países del Sur Global? Bueno, más allá del simple hecho de que varios de los países del Sur, o son los que conforman parte de la multipolaridad, o forman parte de un grupo o bloque que eventualmente actuará como un polo o una fuerza relativamente coherente en el ámbito internacional, existe un elemento que es de inmensa preocupación y urgencia.
En 1936, el Generalísimo Francisco Franco inició un golpe de Estado en la España Republicana de entonces, golpe que no fue un éxito, pero tampoco fue un fracaso. Como suelen ser las cosas, los golpes de estados con éxitos parciales se transforman en guerras civiles, y España no fue la excepción. Los cobardes de doble moral en Francia y Gran Bretaña no apoyaron directamente al bando republicano (por tener más odio al comunismo, que preocupación por el fascismo), mientras que Stalin sí apoyo directamente a los comunistas de la República, y el dúo fascista de entonces (Adolfo y Benito) apoyaron a Franco con todo lo que pudieron, incluso, el golpe de Estado de Franco no tenía posibilidades de éxito, si no fuera por las potencias fascistas de ese momento. La Guerra Civil en España fue un espacio en el cual los futuros “aliados” y las potencias del Eje se enfrentaron y se midieron – pero a través de un tercero – y fue una antesala de la Segunda Guerra Mundial.
Ciertos sucesos del año 1914, el año 1918 y luego del año 1941 – y queremos dejar claro aquí que esta lista de ejemplos en realidad es bastante extensa – nos demuestran una preocupante tendencia que suelen exhibir los europeos: menospreciar a sus adversarios, y tener expectativas altamente arrogantes y optimistas de sus planes y sus capacidades, las cuales suelen llevar al mundo entero de un desastre a otro. En 1914, los británicos, los franceses y los alemanes, todos estaban convencidos de que después de la crisis de julio de ese mismo año, iniciarán una guerra “rápida” en agosto, y las tropas todas estarán “home by Christmas” (en casa para las navidades). Las tropas regresaron no en diciembre, sino en noviembre, pero del año 1918, después de veinte o treinta millones de muertos. Todos estaban convencidos de la debilidad de sus adversarios, y la guerra “rápida” se transformó en la pesadilla más grande de la historia humana, por lo menos hasta que se dio otro gigantesco error de juicio, por parte de los europeos: la Segunda Guerra Mundial.
En 1918, cuando empieza lo que pudiéramos considerar la tragedia más grande de la primera mitad del Siglo XX – la mal llamada “influenza española”, que de española no tenía absolutamente nada – los brillantes lideres estadounidenses, franceses y británicos decidieron ocultar los orígenes de la enfermedad y rechazaron suspender las operaciones militares para contener la entonces epidemia, ya que estaban a punto de triunfar contra los alemanes. Gracias a esta actitud egoísta e irresponsable, y la visión miope de creer que la influenza española era otra “gripe” mas, cincuenta millones de personas murieron entre 1918 y 1920, después que esta pasó a ser una mera epidemia europea, a ser una de las peores pandemias de la historia humana. Finalmente, el fracasado pintor de origen austriaco que se transformó en el líder máximo de Alemania (Der Fuhrer), decidió en 1941 que con solo darle una patada al “edificio” que era entonces la Unión Soviética, se daría el colapso total de esa débil y desgastada estructura. Así fue concebida la operación “Barbarossa” de 1941, la invasión más grande de la historia humana, hasta los momentos. Cuatro años más tarde, esa misma “débil y desgastada estructura”, envió a sus soldados a ocupar y destruir a Berlín, de manera fenomenalmente exitosa.
En pocas palabras, los occidentales, por más que siguen creyendo que son la “raza superior”, en realidad suelen subestimar las situaciones geopolíticas, y se lanzan con una confianza absurdamente desproporcionada a sus verdaderas capacidades, y se meten en “aventuras” que terminan en pesadillas para ellos y para otras naciones que no tienen nada que ver con sus guerras, en primer lugar. Esto debería ser de gran preocupación para todos los pueblos del Sur Global, naturalmente, porque como suele ser el caso, ellos calculan mal, se lanzan a su próxima “aventura”, pero ahora no van a destruir a Europa sino a todo el planeta, y en el fin nosotros en el Sur somos quienes asumimos la parte más devastadora del desastre occidental.
Los estadounidenses actúan pensando que una guerra contra China será un asunto fácil: no recuerdan que la China de Mao, sin armas nucleares y con poca preparación y armamentos, nunca fue derrocada por los estadounidenses durante la Guerra de Corea. ¿Cómo será un enfrentamiento entre estas dos potencias en la actualidad? Los estadounidenses no logran ver que ya no se trata del “polo” Occidental contra el polo de los “malvados”, cualesquiera que sean estos en la imaginación occidental, sino un conflicto en un mundo altamente complejo e interconectado, a pesar del “de-coupling” que se está dando en la economía global a raíz del abuso de tantas “sanciones” gringas, entre múltiples actores que no conforman “polos” geopolíticos de una manera tradicional o como lo entienden los anglosajones desde el auge de Gran Bretaña como potencia global, después de Trafalgar.
El gran terror de nuestros tiempos es el de un error de cálculo por parte del jefe de los occidentales, y con ese error, tendríamos una crisis como la crisis de julio de 1914, y junto a nuestra propia versión actual de la Guerra Civil española– las batallas en Ucrania – tendríamos nuestra guerra de antesala a una posible Tercera Guerra Mundial, y seguiremos resbalándonos incontrolablemente en esa lamentable dirección. Solo que ahora tenemos una cantidad de países con armas nucleares, y la perspectiva y lógica del momento histórico en el actual sistema internacional ya no sería eurocéntrica, como fue durante las otras dos guerras globales. Los africanos, asiáticos e indios de este momento sociohistórico no serían meros “soldados” de los ejércitos imperiales europeos, sino soldados de sus propios ejércitos nacionales, bajo el comando de gobiernos que solo ampliaran el espectro y la complejidad del conflicto, mucho más allá de lo que fue la Segunda Guerra Mundial.
La historia europea de los últimos siglos, y la compleja naturaleza del sistema internacional actual, lamentablemente nos está llevando justo en esa dirección. Los conductores que nos llevan por ese camino son, lamentablemente, los líderes occidentales. ¿Por qué? Por la terquedad de no aceptar que vivimos en un Mundo Multipolar, y no una extensión de su patio trasero. Ellos ya han transitado este camino auto-destructivo varias veces, producto de sus propias acciones y su intrínseca naturaleza, ya prácticamente es rutina para ellos. Por lo cual, puedo afirmar, sin la preocupación de ser corregido o criticado, que nunca jamás en mi vida, le he rogado tanto a Dios todo poderoso para que demuestre lo totalmente equivocado que está, este simple y misantrópico autor… Dios mediante, así será.
Omar Hassaan Fariñas* Internacionalista y Profesor de relaciones internacionales en la Universidad Bolivariana de Venezuela. Colaborador de PIA Global
Referencias:
[1] https://www.rt.com/news/574436-macron-autonomy-china-taiwan/
[2] https://www.voltairenet.org/article219082.html