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La tensión entre China y Japon no cede en el tablero asiático

Por PIA noticias – Las relaciones entre China y Japón vuelven a tensarse en un momento decisivo para el equilibrio político de Asia Oriental.

La reciente negativa de Pekín a mantener un encuentro bilateral entre el primer ministro chino, Li Qiang, y la nueva primera ministra japonesa, Sanae Takaichi, durante la cumbre del G20 en Sudáfrica, ha dejado claro que el congelamiento diplomático entre ambas potencias no es coyuntural, sino estructural, y responde a una acumulación de provocaciones y desconfianzas que se arrastran desde hace años.

La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, Mao Ning, fue tajante:
“No hay ningún acuerdo para que el primer ministro Li Qiang se reúna con el líder japonés. Instamos a Japón a comportarse con la debida autodisciplina.”
Una declaración que resume la percepción de Pekín de que Tokio está cruzando líneas rojas en un tema absolutamente estratégico como lo es Taiwán.

La sombra de Taiwán y el discurso incendiario de Takaichi

Las tensiones se aceleraron luego de los comentarios de Sanae Takaichi sobre la isla, en los que la primera ministra japonesa reafirmó la visión de Tokio alineada con Washington, que la “seguridad” de Taiwán es inseparable de la seguridad japonesa. Para China, esto equivale a una injerencia directa en sus asuntos internos, además de una legitimación de la política de contención estadounidense en la región.

Pekín exige prudencia porque sabe perfectamente que Japón desempeña un rol clave en la estrategia militar indo-pacífica de Estados Unidos, incluida la militarización del archipiélago de Okinawa, la instalación de nuevos sistemas antimisiles y la cooperación trilateral con Corea del Sur. Es decir: Tokio funciona como plataforma de presión sobre China, especialmente en el estrecho de Taiwán.

Takaichi, conocida por su postura nacionalista y proestadounidense, representa una línea política que profundiza la confrontación con China bajo el discurso de la “autodefensa” y la “seguridad regional”, conceptos que en el lenguaje diplomático asiático se interpretan como movimientos de alineamiento estratégico contra Pekín.

El rechazo chino al encuentro no es un simple gesto diplomático: es un mensaje. Pekín quiere mostrar que no está dispuesto a normalizar el diálogo si Japón insiste en utilizar el tema de Taiwán como herramienta de presión.

La advertencia de Mao Ning apunta a marcar límites:
– Japón debe “comportarse con moderación”
– Debe mantener “autodisciplina” en sus declaraciones y acciones
– No debe confundir la disposición china al diálogo con debilidad política

El mensaje se profundiza cuando se conoce otro dato relevante, China canceló una reunión ministerial con Corea del Sur y Japón, prevista para este mes, dentro del mecanismo tripartito de cooperación establecido después de la crisis financiera asiática de 1998.

Un paso que evidencia que Pekín está dispuesto a pausar—y si es necesario, congelar por completo—los mecanismos multilaterales si percibe que Tokio está actuando bajo una lógica de confrontación.

Tokio insiste en el diálogo, pero desde una posición alineada a Washington

Por su parte, Japón intenta transmitir la imagen de que mantiene la puerta abierta al diálogo. El secretario jefe del gabinete, Minoru Kihara, reiteró que Tokio “sigue abierto a reunirse con China”. Sin embargo, esta postura es profundamente contradictoria: Japón pide diálogo mientras endurece su postura militar y diplomática hacia China.

El nuevo gobierno japonés pretende profundizar la alianza estratégica con EE.UU. y posicionarse como actor clave del bloque indo-pacífico que Washington impulsa para contener el ascenso chino. Esto genera una brecha cada vez más amplia entre la retórica de “cooperación” y la realidad de sus acciones.

El clima diplomático actual entre Japón y China no se entiende sin la disputa geopolítica mayor, la lucha por el liderazgo regional en el Asia del siglo XXI.

China avanza hacia un modelo de integración económica, financiera y tecnológica que busca consolidar un espacio asiático autónomo, mientras que Japón funciona como un contrapeso geopolítico impulsado por Washington.

La cancelación de encuentros bilaterales y trilaterales no es más que la manifestación visible de una fractura mucho más profunda.

¿Hacia dónde se dirige esta tensión?

Todo indica que China no cambiará su postura mientras Takaichi mantenga una línea confrontativa, especialmente respecto a Taiwán. Pekín puede permitirse ejercer presión diplomática porque confía en su peso económico y político, y porque sabe que Japón, pese a su alineamiento con EE.UU., depende en gran medida de la estabilidad económica asiática.

Japón, por otro lado, seguirá oscilando entre su necesidad de cooperación económica con China y su dependencia militar de Estados Unidos. Esta dualidad lo coloca en un equilibrio frágil que puede romperse ante cualquier escalada en Taiwán o en el mar de China Oriental.

La tensión entre China y Japón no es un episodio aislado, sino parte de un proceso más profundo en plena evolución. La disputa por el futuro del Asia-Pacífico, el factor Taiwán y el avance de un orden multipolar seguirán moldeando este escenario, donde ninguna de las partes parece dispuesta a ceder.

El próximo movimiento diplomático dependerá de la evolución regional y de los intereses estratégicos de ambos países, pero lo que está claro es que la confrontación seguirá marcando el pulso político de Asia Oriental en los próximos meses.

*Foto de la portada: AFP

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