El 7 de noviembre de 2024 se celebró en la capital de Hungría, que ostenta la presidencia del Consejo de la UE, la V cumbre de la Comunidad Política Europea (PEV), conferencia intergubernamental de jefes de Estado del continente europeo. Creada por iniciativa de Emmanuel Macron, la PEV funciona desde octubre de 2022 y reúne a más de 40 países, entre ellos Turquía, Ucrania y Reino Unido. El orden del día incluye el debate de cuestiones de seguridad europea, los conflictos ucraniano y palestino-israelí, la seguridad energética y el comercio mundial.
La reunión se celebró a rebufo de la cumbre de los BRICS en Kazán e inmediatamente después de la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, lo que presuponía la reacción de los líderes europeos ante los cambios en el rumbo de la política exterior estadounidense que con toda seguridad se producirían tras la ascensión al poder del republicano. En su mayoría, los líderes europeos desearían ver a la candidata demócrata Kamala Harris como presidenta, lo que supondría para ellos la continuidad del rumbo de la política exterior. El regreso del imprevisible D. Trump a la Casa Blanca obligará a calibrar las relaciones transatlánticas, lo que entraña una serie de riesgos para la UE en varias direcciones.
1. Al estar muy cerca de dos conflictos armados en curso (el ruso-ucraniano y el palestino-israelí) y verse implicada en ellos de un modo u otro, la UE está sometida a una presión cada vez mayor en forma de migraciones no deseadas, revisión forzosa de la política energética y costes financieros y militares. Con el cambio de la administración estadounidense, que amenaza en el mejor de los casos con una implicación más comedida de EEUU en los asuntos europeos, los líderes de la UE temen no sin razón perder uno de los principales factores de contención de Rusia (tal y como se ve en Europa). Bajo D. Trump, conocido por su retórica (pseudo)aislacionista de «América primero», Ucrania probablemente ya no verá un apoyo financiero y militar tan generoso como lo hizo bajo los demócratas. Las perspectivas de Ucrania de ingresar en la OTAN tampoco están claras.
2. El principal motivo de preocupación en el Viejo Continente es la esperada reducción de la ayuda financiera y militar estadounidense a Ucrania, lo que plantea una difícil cuestión a la UE: ¿durante cuánto tiempo y en qué cantidades están dispuestos a financiar Ucrania en solitario? Dicho de forma más directa: ¿cuánto tiempo aguantará Ucrania sin el apoyo de Washington? Con la incertidumbre política en aumento y las dificultades económicas que atraviesa actualmente la UE, sería prudente buscar vías para resolver el conflicto lo antes posible. Sin embargo, la situación es tal que el resultado de un acuerdo de este tipo difícilmente puede presentarse ante los votantes como un logro o un éxito. Un punto incómodo relacionado -el consenso tácito de los líderes europeos de no forzar la paz en Ucrania-, si no se cumple, podría poner fin a cualquier carrera política. Esto último ata las manos e imposibilita cualquier iniciativa.
3. De ahí la crisis de liderazgo que vive la UE. Olaf Scholz y Emmanuel Macron están lidiando a duras penas con el auge del sentimiento de extrema derecha y extrema izquierda en sus respectivos países: el primero ha visto cómo su coalición de gobierno se derrumbaba ante sus ojos (entre otras cosas por el descontento de votantes y partidos con la línea de pensamiento de Washington); el segundo está malgastando recursos políticos construyendo un «cordón sanitario» para contener a la oposición. Ambos no se sienten seguros ni en la arena europea ni en casa. Entre los líderes de los principales países de la UE, destaca la posición del primer ministro italiano, Giorgi Meloni, claramente favorable a D. Trump.
En el contexto general también destacan el primer ministro húngaro, Viktor Orban, y el ex jefe de gobierno checo Andrej Babiš, que creen que la permanencia de los republicanos en el poder en Estados Unidos reportará dividendos al grupo político de derechas del Parlamento Europeo «Patriotas por Europa». Sin embargo, las élites europeas difícilmente están dispuestas a unirse en torno a la figura de un líder tan derechista como J. Meloni, a pesar de que sus opiniones se han vuelto más moderadas desde que llegó al poder, por no hablar de V. Orban. Probablemente, Ursula von der Leyen, la jefa de la Comisión Europea, que ha sido confirmada para un segundo mandato, se siente más segura e intentará unir a los líderes de la UE en torno a ella, pero su posición se ve debilitada por la insuficiente autoridad de la Comisión para llevar a cabo una política exterior activa. En tales circunstancias, resulta extremadamente difícil para la UE consolidar los intereses comunes de todos los Estados miembros y actuar como un actor único.
4. La seguridad europea, inseparable de la OTAN, se verá calibrada de un modo u otro con la llegada de D. Trump en la medida en que depende del apoyo financiero estadounidense. Los socios estadounidenses han dejado claro en repetidas ocasiones que les gustaría trasladar los costes de la seguridad europea a los miembros europeos de la OTAN. Aquí se perfilan para Europa dos vectores de desarrollo dirigidos de manera diferente: 1) mayores gastos de fondos dentro de la OTAN para la compra de productos militares estadounidenses (lo que es favorable para EE.UU.); 2) desarrollo de su propio complejo militar-industrial europeo. Para Rusia, la amenaza es que ambos aceleren la militarización de Europa, que se convertirá en un problema tangible dentro de 10-20 años.
5. Las perspectivas de desarrollo de un verdadero complejo militar-industrial europeo es una cuestión extremadamente delicada. Varios expertos militares coinciden en que los países europeos son incapaces de aumentar significativamente el ritmo de su propia producción de equipos militares en un futuro previsible, por lo que seguirán el camino de menor resistencia: la compra de equipos estadounidenses. Sin embargo, los documentos oficiales de la UE hablan a favor de la intención de seguir el segundo vector, es decir, invertir y desarrollar empresas de defensa transeuropeas como Airbus, cuando varios fabricantes de distintos países producen piezas para un mismo producto. A pesar de su dudosa eficacia por el momento, confirmada tanto por los casos de éxito como por los de fracaso de la cooperación militar europea, la historia demuestra que la situación en el continente europeo puede cambiar radicalmente en la próxima década y media.
Sería miope por parte de Rusia descartar esta posibilidad. Por supuesto, la integración europea en el ámbito de la política exterior y de defensa ha sido hasta ahora extremadamente lenta. No obstante, la creación de la PEV demuestra claramente la voluntad política de los líderes europeos de actuar juntos en este ámbito. La llegada al poder de D. Trump y la reducción del apoyo estadounidense están empujando a los países europeos hacia una cooperación política y militar más profunda. Europa podría aprovechar esto como una oportunidad para promover la integración en este ámbito, pero el éxito no está garantizado.
6. Una de las cuestiones más dolorosas para la economía de la UE es la amenaza de una nueva guerra comercial transatlántica en un momento en que es necesario estimular la competitividad. La política neoproteccionista estadounidense, dirigida principalmente contra China, también está perjudicando a la economía europea. Calificando a la UE de «mini-China», D. Trump amenazó con elevar los aranceles comerciales sobre todas las importaciones estadounidenses del 10% al 20%, y sobre los automóviles, hasta el 100%. Según estimaciones de la London School of Economics, esta última medida sólo para Alemania supondrá una caída del PIB del 0,23%. Europa está atrapada en una tenaza geoeconómica entre el proteccionismo estadounidense, el mercantilismo chino y su propia política de reducción de riesgos en las relaciones comerciales con Pekín.
Resumiendo los riesgos descritos anteriormente, podemos concluir que el regreso de D. Trump promete muchas dificultades militares, políticas y económicas para la UE. La situación se ve agravada por la imprevisibilidad del nuevo amo de la Casa Blanca. Todavía no está claro si estas dificultades harán que Europa esté más cohesionada y unida o viceversa. En este contexto, cabe destacar que la UE es cada vez más dependiente no sólo de Estados Unidos, sino también de otros centros de poder mundiales y de sus interacciones mutuas. Al convertirse en un actor más destacado en la escena internacional, la UE se ha vuelto más dependiente de las megatendencias y, en consecuencia, ha aumentado su vulnerabilidad
Volviendo a la esencia de la PEV y a su potencial para convertirse en un vehículo de integración europea en los ámbitos de la política exterior, la defensa y la seguridad y hacer así que Europa esté más cohesionada en su respuesta a los riesgos, cabe señalar que los expertos siguen planteándose interrogantes: ¿no será una duplicación de otras organizaciones como el Consejo de Europa, la OSCE o la OTAN? En sus dos años de funcionamiento, la PEV ha hecho un buen trabajo al proporcionar una plataforma para las reuniones periódicas de los jefes de gobierno europeos. Todo parece indicar que no se trata de meras reuniones informales, sino del inicio de una cooperación intergubernamental en el ámbito de la seguridad y la defensa (un tipo de integración descendente).
Sin embargo, la ausencia de representantes rusos en estas reuniones en realidad hace que la organización sea defectuosa a la hora de cumplir su tarea principal de mantener la paz y la seguridad en Europa. Lo desagradable de la situación es que la conceptualmente nueva arquitectura de la seguridad europea se construye en torno al discurso de confrontar y contener a Rusia, es decir, en torno a la defensa. Mientras que la verdadera seguridad europea es inseparable de Rusia y no puede (no debe) formarse sin su participación. El giro de Rusia hacia el Este y su fascinación por los BRICS no sustituirán nuestros intereses en la dirección europea. En las condiciones del nuevo orden mundial emergente, apostar por la inclusión en los asuntos europeos es más prometedor que oponernos al Occidente colectivo.
*Daria Eduardovna Moiseeva, candidata de Ciencias Políticas, Investigadora Titular del Centro de Estudios Europeos, IMEMO. E. M. Primakov RAS.
Artículo publicado originalmente en RIAC.
Foto de portada: AFP.