Nuestra América

La Isla de la Dignidad encara a Estados Unidos

Por Leonel Nodal*
Ni estallido social, ni brutal represión policial, ni condena internacional generalizada, nada de eso ocurrió en Cuba tras los disturbios del pasado 11 de julio.

Tampoco fueron pacíficas “protestas”, como las calificó la prensa del Occidente sometida a las líneas informativas de Washington. Todo lo contrario.

La inmensa mayoría de los cubanos vio con claridad la amenaza de un golpe subversivo ideado, pagado y teledirigido desde Estados Unidos a través de sus redes sociales.

Fue el primer paso sobre el terreno ablandado por una intensa guerra psicológica previa, a través de redes sociales y medios periodísticos “disidentes” repletos de “fake news”, que subvenciona la pantalla de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) llamada National Endowment For Democracy”. Puro terrorismo mediático (NED).

Se trata de la organización fundada en 1983 (durante la administración del republicano ultra reaccionario Ronald Reagan) por el Congreso de Estados Unidos, “para financiar proyectos que promuevan la democracia liberal en el mundo”.

Los pueblos de Oriente Medio saben bien lo que eso quiere decir: Invasión, ocupación y destrucción de Iraq; bombardeos y cambio de régimen en Libia hasta convertirlo en “estado fallido”; promoción de la guerra civil y el terror de bandas mercenarias para desmembrar a Siria, además de robar sin tapujos su petróleo; manipulación del pueblo kurdo para utilizarlo en su política divisionista.

No son muy diferentes sus planes en Oriente Medio y América Latina.

Nadie vio en La Habana blindados y tropas antidisturbios disparando gases, chorros de agua y cegadores proyectiles contra civiles.  

La gente en Cuba -incluidos cuerpo diplomático y prensa extranjera- vio actos vandálicos hasta contra hospitales, saqueos de tiendas y sujetos violentos que apedrearon a policías sin uniformes especiales de protección, mientras intentaban restablecer el orden por medios pacíficos.

Saldo de las manifestaciones «pacífica»

Los agresores, instruidos desde Miami, atacaban y filmaban con teléfonos móviles sus hazañas para enviarlas a los patrones y garantizar la paga.

El método es viejo. Así hizo la CIA en Irán para propiciar una intervención contra Mossadeg, en 1953 y restaurar al Shah. Se llamó Operación Ajax. Propiciar disturbios. Procurar represión y, mejor aún, alguna víctima fatal. Levantar una campaña de prensa y denuncias de violaciones de derechos civiles. Justificar una intervención (militar) humanitaria.

En Cuba fracasó. La película duró poco y tuvo un impacto inesperado. El pretendido llamado a una intervención humanitaria, “el SOS Cuba”, se desinfló de la noche a la mañana.

El espectáculo fue otro, muy alejado del que repiten al oído del distraído inquilino de la Casa Blanca agentes anticubanos a sueldo radicados en Miami, que piden “intervención ahora”.

Una batalla decisiva por la vida

El lunes 12 de julio -al otro día de “las protestas” que seguían siendo amplificas por The New York Tîmes, El Nuevo Herald de Miami y hasta la “imparcial” BBC de Londres-  en el Consultorio Médico 10, del Políclínico Plaza, que presta atención primaria a la población de mi barrio, decenas de personas, hombres  y mujeres, muchos mayores de edad, acudían temprano a recibir su dosis de la vacuna Abdala, desarrollada en centros científicos de Cuba, con una comprobada eficacia de 93,28 por ciento contra el virus Sars-CoV 2. La escena se repetía por toda la capital cubana.

¡Esa sí es una batalla que cuenta! Y Cuba la está ganando. Sin triunfalismos, pero paso a paso, con su talento y sus propias fuerzas, con firmeza y convicción en la victoria final. 

El último día de julio, La Habana había completado el proceso de vacunación de la población mayor de 19 años apta para recibir las tres dosis de las vacunas cubanas Abdala y Soberana. En total 1.355.000 personas -hecho trascendente por la importancia económica, política y cultural de esta ciudad- provincia “capital de todos los cubanos”.

En la propia fecha, Cuba, con una población de 11.333.483 personas, reportó que 2.620.050 individuos (el 23.4 % de los cubanos) había recibido el esquema completo de vacunación antiCovid-19 de tres dosis con alguno de los inyectables elaborados en el país, según fuentes oficiales.

Además 3.196.737 tenían puesta la segunda dosis y otros 3.833.448 contaban con la primera. En total se habían aplicado 9.650.235 dosis de los compuestos vacunales fabricados en la industria farmacéutica cubana, certificada por la Organización Mundial de la Salud.

Además de los 15 municipios de La Habana, la Isla de la Juventud y cuatro de la provincia Santiago de Cuba ya vacunados, otros 35 “atraviesan las diferentes etapas de vacunación, mientras en 19 se inició el procedimiento el pasado día 29 de julio”.

Este ensayo clínico –destacó el presidente cubano Miguel Díaz-Canel- forma parte de la estrategia de desarrollo de varios candidatos vacunales con los que será posible enfrentar la circulación de nuevas variantes del virus del SARS-CoV-2 con alternativas de combinaciones de vacunas.

Una inesperada sorpresa de peso estratégico

Donald Trump apostó a la “tormenta perfecta” que podría arrasar con la Revolución en la Isla del socialismo en el Caribe, mediante una letal combinación de la pandemia de Covid-19 y el bloqueo económico, comercial y financiero.

De hecho, otra variante de la guerra a muerte por medio del hambre y enfermedades, que provocaría el colapso del “estado fallido” y su “gobierno ineficiente”.

El derrotado republicano y sus socios de la Florida creyeron que las 243 medidas punitivas adicionales de su Administración, entre otras la suspensión de las remesas familiares desde Estados Unidos, el recorte de vuelos y viajes, o la inclusión de Cuba en su lista espuria de “países patrocinadores del terrorismo”, para entorpecer aún más sus vínculos comerciales y bancarios con otras naciones, arrasaría la Isla caribeña.

Se equivocaron Trump y sus acólitos de Miami, así como el distraído presidente Joe Biden, quien mantuvo sin cambios las asfixiantes sanciones de su predecesor, burlando promesas electorales y creyendo que así arrastrará a su campo a votantes trumpistas de La Florida en próximos comicios.

Después de pasar seis meses repitiendo que Cuba no era una prioridad para su gobierno, despertó con prepotentes declaraciones de apoyo a “los cubanos que protestan en las calles”.  En julio, como en enero, Biden también se equivocó.

En América Latina y el Caribe el efecto fue una rotunda explosión de solidaridad con la isla socialista. Algo así como el “yanquis go home” y “manos fuera de Cuba” esgrimido por las masas en 1961, cuando la invasión de Girón.

Esta vez la inesperada sorpresa fue que junto a la gente de pueblo alzaron su voz de repudio a los planes de Washington prestigiosos e influyentes gobiernos democráticos como los de México, Argentina, Bolivia, Nicaragua y Venezuela, que estuvieron entre los primeros en ofrecer apoyo político, diplomático y material a la isla antillana.

Lo menos que esperaban escuchar en la Casa Blanca fue la meditada evaluación del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, sobre la situación en Cuba y sus antecedentes, ligados a la política expansionista de Estados Unidos desde principios del siglo XIX, al hablar el 24 de julio en en una reunión de cancilleres de la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (Celac), realizada en el histórico Castillo de Chapultepec.

Recordó que “La lucha por la integridad de los pueblos de nuestra América sigue siendo un bello ideal”, entorpecido por el surgimiento de la nueva metrópoli de dominación hegemónica.

“A lo largo de casi todo el siglo XIX se padeció de constantes ocupaciones, desembarcos, anexiones y a nosotros nos costó la pérdida de la mitad de nuestro territorio, con el gran zarpazo de 1848”, recordó el mandatario mexicano con el dolor de la espina clavada en el corazón.

Apuntó que “Esta expansión territorial y bélica de Estados Unidos se consagra cuando intervienen en Cuba, en 1898, imponen la enmienda Platt y la ocupación de Guantánamo.

“Desde aquel tiempo -dijo con todas sus letras- Washington nunca ha dejado de realizar operaciones abiertas o encubiertas contra los países independientes situados al sur del Río Bravo.”

“Solo existe un caso especial –destacó textualmente- el de Cuba, el país que durante más de medio siglo ha hecho valer su independencia enfrentando políticamente a los Estados Unidos. Podemos estar de acuerdo o no con la Revolución Cubana y con su gobierno, pero el haber resistido 62 años sin sometimiento, es toda una hazaña.”

En consecuencia, creo que, por su lucha en defensa de la soberanía de su país, el pueblo de Cuba, merece el premio de la dignidad y esa isla debe ser considerada como la nueva Numancia por su ejemplo de resistencia, y pienso que por esa misma razón debiera ser declarada patrimonio de la humanidad”, concluyó.

Más claro no pudo ser el mensaje. López Obrador puso al descubierto todo el andamiaje intervencionista de Washington contra Cuba. Y al día siguiente anunció el envío de dos barcos mexicanos con ayuda humanitaria a la vecina “Isla de la Dignidad”.

El gesto repercutió de inmediato en la región, de donde comenzaron a llegar envíos solidarios de alimentos, material sanitario y combustibles.

Biden debería releer la nota que emitió la Casa Blanca el 17 de diciembre de 2014, para justificar el restablecimiento de relaciones diplomáticas con Cuba: “Está claro que las décadas de aislamiento de Cuba por parte de Estados Unidos no han conseguido nuestro perdurable objetivo de promover el surgimiento de una Cuba estable, próspera y democrática…” (entiéndase el cambio de régimen).

“En determinados momentos -prosigue- esta política de larga data de Estados Unidos en relación con Cuba provocó un aislamiento regional e internacional de nuestro país, restringió nuestra capacidad para influenciar el curso de los acontecimientos en el hemisferio occidental…”

El puntillazo lo dio el recién electo presidente de Perú, Pedro Castillo, quien, en el acto de toma de posesión de su cargo, el 28 de julio, publicó un programa de gobierno patriótico, antimperialista y liberador de la tutela monopólica estadounidense, que de paso barrió con el llamado Grupo de Lima, con el que Washington intentó dividir a Latinoamérica. Biden debe despertar, antes de que lo arrastre la corriente. Cuba no está sola.

Notas:

* Analista político cubano. Columnista Internacional del diario cubano Juventud Rebelde.

Fuente: Al Mayadeen/es

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