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La guerra híbrida sionista contra Brasil

Por Raphael Machado*. – Brasil se ha convertido en el blanco de la mayor campaña de guerra híbrida de nuestra historia, centrada específicamente en forzar el deterioro de nuestras relaciones estratégicas con los países protagonistas de la transición multipolar, concretamente Rusia e Irán.

Sin pelos en la lengua: el mundo vive la Tercera Guerra Mundial, con fases calientes en Ucrania y Palestina; pero el resto del mundo también está inmerso en esta guerra, lo sepa o no, lo quiera o no. Porque las guerras tienen hoy dimensiones informacionales, culturales, cibernéticas y psicológicas, no como elementos subsidiarios de las «botas sobre el terreno», sino como elementos co-esenciales de la guerra como «política por otros medios».

Brasil creyó en la «estrategia» (que no es tal) de esconder la cabeza en un agujero, pedir «paz» en abstracto, quedarse en la valla y esperar resultados en otros continentes para posicionarse. Nuestra élite dirigente creía que podía mantenerse al margen de todo lo que ocurría en el mundo, sin implicarse en esos conflictos.

Sin embargo, los tiempos de caos y guerra no perdonan a los tímidos. Al vacilar a la hora de decidirnos a tomar partido (cosa que podríamos haber hecho mediante mecanismos diplomáticos, comerciales, cibernéticos y de otro tipo), cedimos la iniciativa a otras naciones. Otras naciones empezaron a decidir sobre nuestros compromisos.

Y en lugar de ser un actor, Brasil se transformó en un «terreno», un mero «espacio» en el que los verdaderos actores despliegan sus acciones.

Olfateando nuestra debilidad, nuestro miedo disfrazado de «brillantez estratégica», la CIA y el Mossad decidieron iniciar una campaña masiva de desinformación, propaganda y guerra psicológica, en asociación con los medios de comunicación brasileños (que siempre, siempre han actuado en conjunción con la embajada estadounidense) para empezar a crispar nuestras relaciones con las potencias contrahegemónicas, creando «masa crítica» entre el pueblo y la clase política para empujarnos de una vez por todas al campo inevitablemente condenado a perder: el del globalismo anglosionista.

Al fin y al cabo, no tenemos defensa. No nos hemos preparado para lo que está ocurriendo.

En nuestro país hemos ido abriendo cada vez más la puerta a Estados Unidos. Varios de nuestros ministros son «muy queridos» en el Departamento de Estado estadounidense. Numerosos acuerdos y convenios en las esferas cultural e informativa refuerzan las agendas y directrices del hegemón unipolar. Varias ONGs brasileñas, vinculadas a personalidades de nuestro propio gobierno, colaboran con la embajada estadounidense.

El Mossad, por su parte, se ha infiltrado en innumerables instituciones públicas y privadas a través de sus sayanim. Brasil está lleno de colaboradores abiertos y secretos del Estado sionista.

Esto establece el contexto de los acontecimientos de hoy (y de los últimos días).

EE.UU. está llevando a cabo una campaña de desinformación, cancelación y asesinato de reputación contra los brasileños que tienen canales de diálogo con las potencias contrahegemónicas.

Les molesta perder el monopolio de la construcción de discursos. Después de todo, si nuestros influenciadores (como yo), en lugar de creer todo lo que dicen los EE.UU., están pidiendo las opiniones y perspectivas de los portavoces de otras naciones, hay un problema para el proyecto de hegemonía de los EE.UU. en el continente americano.

No hay nada más que eso. Las Américas son la «reserva geopolítica» de Estados Unidos. Así que ya no pueden tolerar ningún grado de autonomía en la América Ibérica, especialmente en las esferas cultural e informativa. Por eso hemos pasado de un contexto en el que la «verdad» la definen los jueces a otro en el que la «verdad» la define el Estado Profundo estadounidense (y pronto nuestros jueces sentenciarán según sus informes y directrices).

En este contexto se inscribe el informe del Departamento de Estado estadounidense sobre la Nueva Resistencia (asociación política de la que soy miembro). Allí se nos acusa de «neofascismo», «desinformación», «reclutamiento de paramilitares para luchar por Rusia en Ucrania» y un montón de otras locuras sin ninguna prueba que las respalde.

Y esta semana, el Departamento de Estado preparó otro informe denunciando el supuesto reclutamiento de periodistas por agencias vinculadas a Rusia, cuyo propósito sería reproducir la perspectiva rusa sobre los acontecimientos internacionales.

Lo que parece estar en juego aquí es un discurso de «infiltración rusa en Brasil», a través del cual el Departamento de Estado norteamericano insta a los periodistas atlantistas a presionar al gobierno contra el acercamiento a Rusia. Y si es posible silenciar a los supuestos «agentes rusos» (como yo), tanto mejor.

Pero lo más patético es esta narrativa sobre un «atentado terrorista de Hezbolá en Brasil». En poco tiempo, podemos decir que la narrativa ya se ha derretido.

Lo que informaron inicialmente los medios de comunicación fue que la Policía Federal, en colaboración con organismos internacionales, había realizado dos detenciones y ejecutado 11 órdenes de búsqueda e incautación contra un grupo de personas vinculadas a Hezbolá, acusadas de reclutar gente para llevar a cabo atentados terroristas contra objetivos judíos en Brasil.

Se observó, sin embargo, que en la nota oficial emitida por la Policía Federal no se mencionaba a Hezbolá. Sin embargo, en cuestión de horas, las autoridades israelíes (incluido Benjamin Netanyahu, ¡en pleno conflicto!) y los periódicos israelíes anunciaron públicamente que el Mossad había impedido un «atentado terrorista de Hezbolá» en Brasil, y que se habían encargado de llevar el asunto a la Policía Federal brasileña, junto con la CIA.

Al parecer, toda la operación fue construida por el Mossad y la CIA. Ellos fueron las «fuentes de información» y dirigieron la PF. Esto es lo que se deduce de las declaraciones oficiales del gobierno israelí.

La PF actuó como un «socio menor» en territorio nacional, llevando a cabo los designios de las agencias de inteligencia extranjeras. La información divulgada en los medios de comunicación, además, de que se trataba de Hezbolá no fue transmitida por la PF, sino por Israel, como comentaron los propios periodistas de Globo News.

Si nuestros funcionarios tuvieran un mínimo de cultura política, histórica y religiosa, sabrían que la narrativa difundida por el Mossad era insostenible: Hezbolá, empeñado en una batalla que definirá el futuro de Palestina, de Oriente Medio y del propio Hezbolá, ¿se dedicaría a atacar sinagogas… en Brasil?

¿Cuál sería el beneficio? ¿Cuál sería el objetivo? ¿Cómo se beneficiaría Hezbolá de ello? Para empeorar las cosas: el modus operandi no coincide con el de Hezbolá. Las acusaciones vertidas contra Hezbolá en Argentina, por ejemplo, nunca se han probado materialmente y permanecen bajo el manto de la duda.

Sin embargo, lo que selló el acuerdo fue la insistencia de Israel y de algunos medios de comunicación en destacar el papel de Irán en la supuesta financiación de Hezbolá y, por tanto, en el «atentado» que se «evitó» en el último momento, como si estuviéramos en Minority Report (¡gracias, Mossad!).

Reverberando la campaña anti-BRICS de hace unos meses, parte de los medios de comunicación y de los influencers virtuales alzaron inmediatamente la voz contra la presencia de Brasil en los BRICS y contra el acercamiento de Brasil a Irán y Rusia (porque, al fin y al cabo, «detrás» de Hezbolá está Irán, ¡y «detrás» de Irán está Rusia! Todo es culpa de Putin otra vez!).

El truco está a la vista de todos.

Israel, un país tristemente célebre por la falsa bandera del USS Liberty, por un papel aún poco claro en el 11-S y por la historia de los 40 bebés decapitados, está intentando compensar su derrota internacional en las esferas diplomática e informativa con una campaña concentrada que incluye mostrar vídeos de supuestas atrocidades a periodistas y políticos y, ahora, falsas banderas de atentados terroristas.

Mientras tanto, Brasil asiste atónito a la falta de una postura clara para defenderse de estas campañas híbridas de desinformación y manipulación de las potencias atlánticas contra nuestro país.

El ministro de Justicia, Flávio Dino, salió hoy a intentar «explicarse» diciendo que Brasil actuó de forma soberana al detener a estos ciudadanos brasileños; pero pareció un débil intento de justificarse ante el campo antiimperialista brasileño, que ha criticado duramente al gobierno por esta acción subordinada.

Simultáneamente a estos hechos, el embajador israelí en Brasil mostraba vídeos con denuncias de supuestas atrocidades de Hamás a congresistas brasileños y al expresidente Jair Bolsonaro (actualmente sin cargo oficial), lo que constituye de nuevo una línea roja traspasada por Israel, en la medida en que demuestra una voluntad de injerencia en los asuntos internos de Brasil.

Estas campañas amenazan nuestro futuro al poner en peligro nuestro papel en la construcción de la multipolaridad. Estados Unidos e Israel extienden sus tentáculos hacia Brasil mientras éste se hunde.

Y todos sabemos lo arriesgado que es dejarse abrazar por alguien que se está ahogando en alta mar.

Raphael Machado* Licenciado en Derecho por la Universidad Federal de Río de Janeiro, Presidente de la Associação Nova Resistência, geopolitólogo y politólogo, traductor de la Editora Ars Regia, colaborador de RT, Sputnik y TeleSur.

Foto de portada: pucara.org/

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