En las últimas tres décadas, han surgido grupos armados de barrios pobres en Haití (principalmente en la capital) y han luchado entre sí para defender el territorio, los recursos y la influencia. Pero se produjo un cambio importante cuando los grupos armados se convirtieron en alianzas en 2020.
La coalición inicial fue el G9, pero el G-Pèp se formó al día siguiente en respuesta. Las dos coaliciones armadas libraron sangrientas batallas durante los siguientes tres años, pero en febrero de 2024 finalmente lograron hacer la paz y fusionarse. Ahora operan bajo una bandera común llamada Viv Ansanm (Vivir Juntos).
Esta fusión, que comenzó de manera irregular en septiembre de 2023, finalmente tuvo éxito en febrero de 2024, cuando se unieron definitivamente para expulsar del poder al ex primer ministro de facto Ariel Henry.
Los grupos que se unieron al Viv Ansanm llegaron a comprender algo fundamental: su fuerza no podía realizarse a través de la confrontación desorganizada, sino sólo a través de la unificación de sus medios y poder. Como alianza organizada, el Viv Ansanm puede coordinar sus acciones con una precisión que desconcierta y flanquea a la Policía Nacional de Haití (PNH).
Sin embargo, el surgimiento del Viv Ansanm se está encontrando ahora con el surgimiento de los llamados grupos de «autodefensa».
A primera vista, estos grupos parecen ser comunidades que se movilizan para proteger sus hogares y su seguridad. Así es como los medios de comunicación tradicionales presentan el panorama. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja.
Cabe preguntarse: ¿Quién arma a estos nuevos grupos de «autodefensa» con armas de guerra y municiones? ¿Quién financia esta «autodefensa» que, además, muchas veces opera de manera completamente ilegal?
Sabemos que muchos de los barrios que luego pasaron a formar parte del Viv Ansanm fueron originalmente armados por la burguesía haitiana y sus brazos políticos –como el Sector Popular Democrático de André Michel– para actuar como soldados de a pie en su batalla contra el presidente Jovenel Moïse. Más tarde, fueron armados por los funcionarios de Enrique para luchar contra el empuje revolucionario en 2021 y 2022 del G9, cuyas demandas políticas eran cada vez más agudas y revolucionarias.
¿Los comités de «autodefensa» que vemos en ciudades como Pont Sondé y Arcahaie, así como en barrios como Solino, están siendo financiados de nuevo por la burguesía y el Estado, hoy encabezados por los nuevos líderes que nombró el secretario de Estado de EE.UU., Anthony Blinken, el primer ministro Garry Conille y el Consejo Presidencial de Transición (TPC) de nueve cabezas)? ¿Está Washington también brindando apoyo a estos comités de «autodefensa»?
No se trata de cuestiones triviales. Revelan una realidad incómoda: Haití está atrapado en un juego de poder donde el caos se ha convertido en una herramienta de control. Es el resultado de décadas de manipulación, donde cada movimiento está calculado para mantener al país en un estado de anarquía controlada permanente.
En resumen, hay titiriteros detrás de escena, que trabajan para perpetuar nuestra división y opresión, para debilitarnos desde adentro. Mueven los hilos en las sombras, contentos de ver a nuestro país consumido por la violencia fratricida.
Hay una variedad de grupos de «derechos humanos» y otros defensores que fingen estar actuando en interés de «la gente», pero se ha demostrado que ellos también suelen ser meros peones en este juego mucho más amplio de control y manipulación.
Debemos enfrentar la verdad: mientras luchemos entre nosotros, seguimos siendo vulnerables y fáciles de manipular. Mientras nos agotamos en guerras internas, los que suministran las armas, los que orquestan las alianzas, los que financian las divisiones, siguen moviendo los hilos impunemente, invisiblemente, mientras ven a nuestro país hundirse en el caos.
Veamos los patrones más de cerca.
Cuando Viv Ansanm gana influencia y control de territorios enteros, de repente aparecen grupos de «autodefensa», armados, organizados y listos para luchar. Parece que se avecina una guerra civil, ya no entre bandas rivales. Los medios de comunicación lo presentan ahora como una batalla entre «la propia población» y el bloque de Viv Ansanm, como si no fuera también parte de «la población». Esto plantea una pregunta crucial: ¿Quién se beneficia realmente de esta división entre comunidades?
La clase dominante de Haití y sus amos neocoloniales se han beneficiado económica y políticamente durante mucho tiempo de los conflictos dentro de las masas, un conflicto que resulta de la desigualdad, el abandono del Estado, la pobreza sistémica y la corrupción generalizada.
Esta división de clases se disfraza y oculta cuando los gobernantes y los agentes del poder avivan las llamas de la división y la desconfianza entre las masas, haciéndoles olvidar que su verdadera fuerza radica en la unidad, en la resiliencia y resistencia colectivas, y en el amor por un futuro común. De ahí las consignas: «El pueblo, unido, jamas será vencido» o «L’Union fait la force».
Cada vez que luchamos unos contra otros, cada vez que se derrama sangre, hay intereses oscuros que se enriquecen, agendas extranjeras en juego, poderes invisibles que toman el control.
Haití se encuentra en una encrucijada, y el camino que tomemos hoy determinará el futuro de nuestra nación para las generaciones venideras. No podemos permitirnos seguir siendo prisioneros del odio y la violencia sembrados entre nosotros. Es hora de transformar nuestro dolor en fuerza colectiva y construir juntos un país donde la paz, la justicia y la dignidad humana sean los cimientos de un futuro mejor.
Necesitamos un despertar colectivo. Para ello, debemos educarnos, cuestionarnos, reflexionar sobre las dinámicas sociales y políticas que nos rodean y entender los juegos de poder a los que nos enfrentamos. Es conociendo las causas profundas de nuestra desgracia que podemos ponerle fin.
Si no nos damos cuenta de esto, siempre seremos vulnerables a la manipulación. Del mismo modo, cuando tomemos conciencia de nuestro poder, ganaremos la capacidad colectiva para romper este ciclo destructivo.
Debemos dejar de pelear entre nosotros por un poder que nunca tuvimos. La verdadera lucha es por la unidad, por la justicia, por un Estado fuerte e independiente, libre de las influencias externas que alimentan nuestras divisiones. Haití solo podrá recuperarse si entendemos que hemos sido manipulados para destrozarnos unos a otros. El futuro de Haití depende de nuestra voluntad de unirnos, de nuestra fuerza para superar los patrones de manipulación y de nuestro compromiso de construir una nación en la que todos puedan vivir con dignidad y respeto.
Nosotros, el pueblo haitiano, debemos recuperar el control de nuestro destino. Nuestro papel comienza con una elección consciente: tomar conciencia de nuestro papel en este cambio, decididos a dejar de ser marionetas de intereses extranjeros, sino actores soberanos de nuestro propio destino.
Es hora de construir un nuevo modelo social, basado en la unidad, la cooperación y el respeto mutuo. Esto no significa hacer la vista gorda ante las injusticias o perdonar los crímenes. Significa diseñar formas sostenibles de garantizar una justicia equitativa, un sistema en el que el Estado ya no responda a intereses privados sino al bien común.
Juntos escribamos un nuevo capítulo, el de un Haití soberano, pacífico y próspero. Ha llegado el momento de crear una cultura de diálogo, en nuestros barrios, en nuestras familias, en nuestras comunidades. Debe incluir todas las voces, desde las más marginadas hasta las más influyentes. No podemos cambiar nuestra situación permaneciendo encerrados en clanes, alianzas para sobrevivir.
Hoy, hago un llamado a todos los haitianos: reflexionen sobre los juegos de poder a su alrededor, las fuerzas que se benefician de sus divisiones, las narrativas que se les imponen. No te dejes atrapar por luchas que no te pertenecen. Estén unidos, sean conscientes de su valor colectivo y niéguense a dejar que otros dicten el curso de su futuro.
Juntos, transformemos la energía destructiva en fuerza creativa. No permitamos que Haití se convierta en el teatro de las ambiciones externas, ni en presa de las divisiones orquestadas por quienes desean ver a nuestro país de rodillas. Negémonos a luchar unos contra otros por razones que no son las nuestras. En cambio, construyamos un Haití soberano y resiliente, donde se respete la dignidad de cada ciudadano, donde se escuche la voz del pueblo y donde la justicia, la educación y la paz formen la base de una sociedad libre e ilustrada.
El futuro está en nuestras manos. No nos dejemos manipular más. No seamos más peones en una historia escrita por otros. Escribamos, juntos, la historia de una nación que se está recuperando, que se está reinventando y que finalmente encarna los valores de la unidad y el respeto.
La reconstrucción de nuestro país, de nuestra identidad, de nuestra dignidad comienza hoy, por nosotros y para nosotros.
Kervens Louissaint*. Columnista de haitiliberte.com
Este artículo ha sido publicado en el portal haitiliberte.com
Foto de portada: Odelyn Joseph/AP
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