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La apuesta de la UE

Por Federico Giusti* –
La brecha económica entre EE.UU. y Europa ha aumentado tras décadas de equilibrio. En medio de crisis energéticas y conflictos, la UE se enfrenta a retos de productividad y competitividad, empujando hacia políticas de rearme que reducen el bienestar y las libertades democráticas.

Desde el cambio de siglo, la brecha económica entre Estados Unidos y Europa ha vuelto a crecer tras dos décadas de sustancial equilibrio.

Si desde los años 50 hasta mediados de los 70 la brecha se había reducido considerablemente primero y estabilizado después en los años restantes del siglo pasado, en los últimos 25 años la situación ha cambiado notablemente y el retraso de la UE es muy evidente.

La guerra de Ucrania, la crisis del Rin que se ha llevado por delante la industria manufacturera de otros países europeos, el aumento de los precios de la energía y los retrasos en la investigación y producción de tecnologías avanzadas y duales son la causa de esta crisis con pérdida sustancial de productividad.

Si EEUU había ganado con guerras satélites y rearme el desafío con la antigua URSS hasta la implosión de los países del Pacto de Varsovia, en los años inmediatamente posteriores, la UE se ha beneficiado de un vasto mercado laboral de bajo coste y de una ampliación de sus áreas de influencia con el nacimiento del euro y la emergencia de una Europa del capital.

La imposición de la OTAN y de EEUU a los países de la UE de aumentar el gasto militar, la imposición del suministro de gas y petróleo desde EEUU y la introducción de aranceles confirman que la política de Trump pretende directamente reducir el tamaño del Viejo Continente tratando de dividirlo con continuas intromisiones en la vida política de cada país y construyendo una alianza política con fuerzas en el gobierno en unos países y en la oposición en otros (por ejemplo, y no por casualidad, Francia y Alemania, los países más fuertes).

Muchos de los desequilibrios de Europa se derivan de las imperfecciones del modelo de la UE, desde la desigual política fiscal (responsabilidad de cada Estado) hasta la falta de políticas laborales y de inversión unificadas, por no mencionar el papel hegemónico de un país, Alemania, que obtiene especial fuerza del rearme del viejo continente y de la reconversión de la fabricación civil para uso militar.

La UE espera poder extraer del rearme los mismos beneficios que Estados Unidos obtuvo de la guerra, de las actividades especulativas de las finanzas, de la expansión del dólar y de innumerables burbujas financieras que han incrementado el déficit fiscal, cuya contención parcial podría venir de la aplicación de aranceles que, sin embargo, están destinados a adquirir dimensiones bien distintas de las anunciadas inicialmente por Trump.

Sigue siendo innegable que el peso del dólar es mucho mayor que el del euro, que la intervención estatal de EEUU en el rescate de los bancos que cayeron en desgracia con las burbujas y las hipotecas subprime, una intervención estatal mucho mayor que la de la UE en los años de la pandemia y luego con el PNR, es cierto que el dólar y la unión de mercados y capitales han representado una ventaja, capitalísticamente hablando, de EEUU sobre el viejo continente.

Pero EEUU también está cambiando, la potencia imperialista se encuentra desgarrada por los conflictos internos y las crecientes disparidades entre las distintas partes del país, los votantes republicanos se ven perjudicados por las deslocalizaciones industriales y su conservadurismo político y cultural les lleva a considerar los fenómenos migratorios como una amenaza absoluta.

La UE está adoptando, o intentando adoptar, las mismas recetas que EEUU, de ahí la llegada del PNR y los proyectos de rearme que alterarán los equilibrios internos de los países reduciendo el bienestar y disminuyendo el espacio para la libertad y la democracia.

La guerra de Ucrania también ha asestado un duro golpe a la economía alemana, empujándola a la recesión, de la que espera salir rápidamente empujando a toda la UE hacia el rearme, invirtiendo allí donde los recursos han sido insuficientes, como en el ámbito digital y tecnológico. Y aquí es donde entran en juego los planes, o los informes, de Letta y Draghi: van hacia la construcción de un polo imperialista de la UE centrándolo todo en la reactivación de la productividad, en las inversiones nacionales y de la UE dirigidas a objetivos predeterminados, en la producción de alta tecnología y alta rentabilidad. La apuesta de la UE es tener éxito no sólo en el rearme sino también en la transición digital, tecnológica y ecológica, sabiendo que en este último punto hay innumerables resistencias en cada país.

Pero para lograr estos objetivos se necesitan ingentes recursos, que además tendrán que contar con la deuda pública de la eurozona, destinada a crecer precisamente según el modelo estadounidense, y esto choca con las reglas básicas sobre las que se construyó la UE (de ahí la fatídica reforma de la gobernanza), que además no posee las posiciones monopolísticas similares a las del otro lado del Atlántico y que, para lograrlas, necesita años, empezando por una profunda revisión del sistema comunitario, de las reglas fiscales y monetarias que lo rigen, y terminando por la creación de un mercado único de capitales.

*Federico Giusti, delegado de CUB en el sector público, colabora con las publicaciones periódicas Cumpanis, La Città futura, Lotta Continua y es activo en temas de derecho laboral, anticapitalismo y antimilitarismo.

Artículo publicado originalmente en World Politics Blog.

Foto de portada:  Pixabay.

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