Colaboraciones Europa

Kíev: las fantasías, los deseos y la tozuda realidad

Por Hernando Kleimans*. Especial para PIA Global. –
Es interesante comprobar cómo algunos medios se acoplan a las finas campañas publicitarias del “mundo civilizado” que ya sabemos cuál es… Ahora, pasado el entusiasmo y la algarabía por el inicio “triunfal” de la invasión de Kíev en la región fronteriza rusa de Kursk, comienzan a pensar en alguna explicación que se compadezca de esa estéril euforia y se apiade de la carnicería que sufren las tropas de elite lanzadas por la OTAN a la muerte.

Pero nada de eso es racional. Me refiero a la euforia y posterior deriva mediática. Si atendieran a la realidad (perdón) habrían tomado nota de la advertencia que el ministro de defensa ruso Andréi Beloúsov le acercó a su colega norteamericano Lloyd Austin el pasado 12 de julio, casi un mes antes de Kursk. De las dos partes de esa advertencia, una se materializó: la invasión. La otra, una absurda y peligrosísima provocación nuclear parece que, de momento, ha quedado suspendida.

Hablar de que la invasión de Kíev fue una “sorpresa” para Moscú es desconocer lo que es la red de informantes, de resistencia y de oposición que opera dentro de Ucrania. Algo que los “ucronazis”, como bautizaron a los acólitos al régimen de la calle Bankova no lograron en el interior de Rusia pese a los exagerados aportes financieros del bloque euroatlántico (en especial Britania, cuándo no).

Hasta 15.000 soldados de elite entrenados en Inglaterra y en Polonia, armados hasta los dientes con novísimo equipamiento OTAN no se detienen a 10 kilómetros de traspasar la frontera y en el mismo día por simples unidades de guardafronteras rusas. Los preavisos sirven, precisamente, para estar atentos y vigilantes. Ese mismo día unidades especiales rusas junto con los chechenos de “Ajmat” y la nueva Wagner sin Prigoshin comenzaron a demoler las infortunadas unidades de elite y los elegantes vehículos blindados, tanques y cañones de la OTAN. Y una pregunta algo ingenua: ¿los armamentos, tanques, blindados de la OTAN en territorio ruso, puede ser tomada como una agresión directa de la OTAN a Rusia?

Abundan en exceso los videos de esa molienda. Son muchos miles los muertos cuyas escalofriantes y lamentabilísimas evidencias fotográficas o grabadas están a disposición en las redes rusas. Son centenares los prisioneros. Sobre todo, se entregan quienes fueron apresados en levas brutales en las ciudades ucranianas. Levas que provocaron masivas reacciones de familiares y vecinos que se descargan en la quema de los autos encargados de llevarse los apresados con netos procedimientos nazis. Se queman los centros de reclutamiento. Se apalean los encargados de este reclutamiento forzoso. Ya hay manifestaciones de madres delante de las oficinas de reclutamiento. Son incontables las nuevas tumbas en los viejos cementerios de ciudades y aldeas.

Entre las numerosas declaraciones de prisioneros ucranianos, se destacan las que describen estos hechos. “Soy camillero -dice uno-. Me llamaron para corroborar datos de mi encuesta personal. Allí me apresaron y me mandaron a una unidad que se encargaría, dijeron, de cavar trincheras y atender la cocina. Pero al día siguiente nos armaron y nos llevaron a la frontera. Un oficial nos dijo entonces que invadiríamos. Pero quienes dirigían la operación eran extranjeros. Se escuchaba inglés y polaco. Una vez que cruzamos la frontera, en la primera oportunidad junto con otros nos escapamos. Anduvimos por el bosque hasta que nos cruzamos con una patrulla rusa”.

Por las dudas, esta es la traducción que hice de un video, que extraje de muchos otros. Para quien quiera comprobar por sus propios medios y pueda entender el idioma ruso, favor de dirigirse, en Telegram, a “Минобороны России» (“Ministerio de Defensa de Rusia”), “Zvezdanews”, “Евгений Поддубный | СВО” (Evguenii Poddubny es uno de los más autorizados corresponsales de guerra rusos, recientemente herido de gravedad por un dron ucraniano que atacó su vehículo), entre otros. Quizá con ver las imágenes les alcance. No lo van a ver en las cadenas mediáticas monopólicas de la información.

Lo cierto es que el mandar al exterminio sus mejores tropas y sus más nuevos equipos ha sido una de las últimas jugadas del régimen de Kíev, llevado por la desesperación de tener que enfrentarse con su propia desaparición. Es un secreto a voces que el bloque euroatlántico prepara su liquidación antes de fin de año. ¡Vamos!, lo anunció el propio Vladímir Putin por primera vez en junio durante su encuentro con los titulares de las principales agencias noticiosas del mundo. El presidente ruso afirmó, en esa oportunidad, que Zelensky era sostenido sólo por la necesidad de mantener a Ucrania como cabecera de puente (incluso nuclear) contra Rusia. Si no cumplía con ese cometido, avizoró Putin, el destino del ilegal cómico ucraniano estaba sellado.

Ocurrió como sucedió con anteriores amenazas y predicciones del bloque euroatlántico: fracasaron, fueron erróneas, desconocieron la realidad. Al principio, en 2014, luego del golpe neonazi en Kíev promovido por la embajada norteamericana (consultar a Victoria Nudland), la OTAN ya había preparado la formal admisión del nuevo régimen y la UE acordado su incorporación. Mientras la bandera de la Unión Europea flameaba por toda Ucrania, unidades selectas de la OTAN ocupaban su territorio, en especial su región occidental lindante con Polonia.

Luego, cuando toda Ucrania Oriental incluyendo a Odessa, se levantó contra el golpe, la dura orden del bloque euroatlántico fue reprimir cruel y sanguinariamente, para que sirviera de escarmiento a los rebeldes y advertencia a Moscú, a los “moscalíes”, como despectivamente denominaron a los rusos las bandas neonazis que se apoderaron de Ucrania. Járkov y Odessa fueron ahogadas en sangre y fuego, literalmente, con la benevolente admisión de las grandes cadenas mediáticas, que ocultaron los crímenes masivos con llamados a “liberarse del oso ruso”. Los terribles videos de la quema de manifestantes contrarios al régimen de Kíev en la Casa de los Sindicatos en Odessa sólo fueron publicados por las cadenas rusas.

Mientras tanto, en Ucrania se revivió la memoria de los cabecillas ucranianos nazis que lideraron la represión SS contra judíos, polacos, rusos y los propios connacionales. Por Kíev volvieron a marchar columnas de SS con antorchas y reclamando la muerte “de todos los moscalíes”. La OTAN ya planificaba su expansión hasta las mismas fronteras con Rusia, con lo que cerraría el cerco, desde las sumisas repúblicas del Báltico hasta una Georgia que todavía resistía los financiados arrebatos de “Miguelito” Saakashvili, egresado de la Universidad de Columbia y líder de la primera “revolución de colores” armada por el Departamento de Estado.

Sin embargo, las antiguas regiones rusas del Donbass y de Novorrossía, prácticamente todo el flanco oriental de Ucrania, desde el curso superior del Dniéper (el Paraná ucraniano) hasta el Mar de Azov, se unieron a la Península de Crimea proclamando su autonomía. Habían formado parte del imperio ruso y luego de la Unión Soviética, pero Nikita Jruschov, el líder soviético que liquidó el culto a Stalin, las “regaló” a Ucrania en un intento por sofocar la ola de atentados que sacudieron a la entonces república soviética provocados por bandas neonazis.

Donbass se traduce como “Cuenca del Don”, el río que, hasta su desembocadura en el Mar de Azov, divide Rusia de Ucrania y que fue utilizado por Pedro el Grande para construir su flota y llevarla hasta el Mar Negro en su política de conquistar “los cálidos mares exteriores”.

La región fue poblada de siervos rusos por Pedro y su sucesora Catalina I quienes, a cambio de liberarlos de su servidumbre, les obligaron a cuidar las fronteras, junto con los cosacos del Don, ante las invasiones turcas y polacas. Al mismo tiempo, desarrollaron la minería del carbón y del hierro y la industria metalúrgica. Al sur, en Novorrossía, esos mismos siervos se ocuparon de la agricultura en una región feraz por excelencia, que luego fue conocida como las famosas “tierras negras” ucranianas y rusas.

Conocidos por su fiereza (al fin y al cabo, mineros y metalúrgicos) los habitantes del Donbass y de Novorrossía debieron enfrentar y vencer numerosos intentos de conquista. Los imperios extranjeros siempre intentaron apoderarse de sus recursos naturales y de sus industrias. Allí resignaron sus ambiciones franceses y turcos, italianos y polacos, alemanes y británicos. Durante la ocupación nazi, que duró de 1941 a 1943, los destacamentos guerrilleros mantuvieron en jaque a los invasores conformando lo que en su momento Stalin llamó “el verdadero segundo frente”, ya que los aliados occidentales recién en junio de 1944, a un año de finalizar la guerra, desembarcaron en Normandía.

En 2014 Crimea se declaró independiente y luego de un impresionante plebiscito popular, controlado por veedores internacionales, confirmó su reunificación con Rusia. En ese mismo año comenzaron los ataques de las tropas de Kíev contra el Donbass. Las milicias de las repúblicas populares del Donetsk y de Lugansk se enfrentaron con ellas y en cruentos combates contra soldados pertrechados por la OTAN, lograron mantener su autonomía. A costa de 15.000 muertos. A costa de enormes destrucciones en sus territorios y ciudades. El silencio mediático sobre estas muertes fue total. Ni siquiera se conmovieron por la decisión del Papa Francisco de visitar, en cuanto se pudiera, el “Paseo de los Ángeles”, un memorial erigido en Donetsk, la capital de una de las repúblicas del Donbass, en memoria de los miles de niños asesinados por los bombardeos ucranianos.

En febrero de 2015, cuando la situación en el frente se iba convirtiendo en una conflagración que se tragaría a Rusia, Ucrania y su aliada la OTAN, se logró firmar el segundo acuerdo de Minsk, entre el entonces presidente ucraniano y poderoso empresario Petró Poroschenko y los representantes de las repúblicas rebeldes. Fueron avalados por el presidente ruso Vladímir Putin, el expresidente francés Francois Holland y la entonces canciller alemana Angela Merkel.

Los pooles mediáticos se encargaron de desinformar, o simplemente no informaron, sobre los alcances de lo firmado. Alegaron que sólo se trataba de un alto el fuego cuando, en realidad, los acuerdos establecían la realización de un plebiscito en Ucrania, en toda Ucrania, para determinar un nuevo sistema federal, la neutralidad nacional ante los bloques, la desnazificación y la desmilitarización de Ucrania. Por esos acuerdos, el Donbass y Novorrossía continuaban en el estado ucraniano, con regímenes autonómicos especiales. Por esos acuerdos, la OTAN debía frenar su avance hacia Oriente, el mundo eslavo volvía a consolidarse, se fortalecía la paz mundial y desaparecía uno de los puntos más calientes del planeta.

En la entrevista que mantuvo este año Putin con Tucker Carlson, el presidente ruso le confesó al periodista norteamericano que le resultaba muy difícil convencer a las repúblicas del Donbass de aceptar el acuerdo. Pero esa era la forma de evitar la continuación del conflicto y volver a un estado de normalidad (digamos) internacional. «Creía sinceramente -recordó- que si aún lograba convencer a quienes vivían en el Donbass, todavía tendría que persuadirlos para que volvieran al marco del estado ucraniano. Luego gradualmente, gradualmente, las heridas sanarían».

Lo primero que sucedió luego de la firma y del retiro de las milicias del Donbass de la línea de confrontación, fue el aumento de los ataques de Kíev sobre las poblaciones de ambas repúblicas. Ante la impotencia de imponerse militarmente, los ataques fueron impunemente dirigidos sobre ciudades, escuelas, hospitales y población civil. Se confirmaba lo que a posteriori confesarían tanto Merkel como Holland: los acuerdos habían sido el pretexto para ganar tiempo en el rearme de Kíev y la conformación de nuevas unidades militares. Era lo que precisaba el bloque euroatlántico en su lucha contra el nuevo mundo multipolar. Claro está que no hubo ninguna repercusión mediática de estas confesiones.

A finales de 2021, Kíev había culminado los preparativos para invadir el Donbass y Novorrossía, bajo la cúpula informativa, el “asesoramiento” y la conducción de la OTAN. Según datos de la inteligencia rusa, la invasión prevista para marzo de 2022 abarcaría también territorio del sur ruso: Krasnodar, Rostov y la costa del Mar Negro hasta Novorrossisk, la gran terminal petrolera portuaria rusa. El claro objetivo de la OTAN era privar a Rusia de su salida a los mares cálidos y recuperar la base de Crimea, perdida en 2014. Derrotar después de casi tres siglos a Pedro y a Catalina…

En diciembre de 2021 el gobierno ruso advirtió sobre esta situación en sendos mensajes a la OTAN y a Washington, entendiendo que la UE era apenas un pretexto en esta ecuación. El Kremlin prevenía claramente a la OTAN sobre no traspasar lo que llamó “línea roja” y que incluía las repúblicas del Donbass y Novorrossía, pobladas mayoritariamente por rusos. Las respuestas descartaron cualquier atención a la advertencia. Los medios se ufanaron por demostrar la falsía del Kremlin y sus ambiciones por conquistar Europa.

Poco antes de la fecha prevista por Kíev, en febrero de 2022, Putin anunció el inicio de la Operación Militar Especial, el ejército ruso ocupó el Donbass y Novorrossía y avanzó hasta las puertas de la capital ucraniana. Sin embargo, las acciones militares fueron acompañadas por intensas negociaciones políticas. Primero en Minsk, a instancias del presidente bielorruso Alexandr Lukashenko. Luego, cuando todo parecía encaminarse a un acuerdo, a invitación del presidente turco Recep Tayyip Erdoğan, la culminación de las negociaciones se trasladó a Estambul. Los preacuerdos firmados por ambas delegaciones fueron sometidos a la consideración de los respectivos gobiernos. Además de reconocer la reincorporación de Crimea a Rusia, se admitía la vigencia de los Acuerdos de Minsk. Moscú dio su consentimiento de inmediato…

En Kíev, el entonces primer ministro inglés Borís Johnson, en nombre del bloque euroatlántico, le impuso al comediante Volodimir Zelensky, presidente ucraniano desde el 20 de mayo de 2019 por cinco años según la constitución, el desconocimiento de los acuerdos, la ruptura de las negociaciones y la continuación del enfrentamiento bélico hasta “la derrota estratégica de Rusia”. Los medios entonaron encendidas canciones sobre la proyectada contraofensiva de Kíev, que reconquistaría Crimea, liquidaría los “rebeldes” del Donbass y daría libre acceso a la OTAN hasta las profundidades del estado ruso.

Nada de eso ocurrió. La promocionada contraofensiva se ahogó en un mar de sangre. Los afamados “Leopard”, “Abrams”, “Bradley” y demás productos del merchandising hollywoodense sembraron de escombros los campos del Donbass. El piadoso silencio y la condescendiente comprensión descendieron sobre la calle Barkova. Nada, ninguna condena mediática a la descabellada intentona asesina de Kíev y sus patrones de la OTAN.

Luego de dos largos años de combates en los que perecieron decenas de miles de ucranianos, una vez más el objetivo no ha sido cumplido. Tampoco tuvo suerte la abrumadora serie de sanciones (casi 15.000) impuestas a Rusia. Ni el pretendido bloqueo económico, plenamente desconocido por la aplastante mayoría de los países. Ni el soñado desmembramiento y la descomposición interna de Rusia. Por el contrario, hoy el ejército ruso culmina su tarea de recuperación total del Donbass y de Novorrossia, la economía rusa se ubicó en el cuarto puesto mundial, su posición internacional está más sólida que nunca mediante sus entendimientos estratégicos con China, la India, Irán, Turquía y el resto de los países miembros o futuros miembros de los BRICS. En lo interno, las recientes elecciones presidenciales volvieron a dar un contundente respaldo a Putin a su gobierno y la sociedad rusa entera -evidenciando una vez más su acendrado nacionalismo y cohesión- apoya solidaria y concretamente las acciones de la Operación Militar Especial.

Con el 70% de su economía en ruinas y la población cada vez más opuesta a las aventuras del ilegal Zelensky (su mandato terminó el 20 de mayo de 2024) y sus adláteres, el régimen de Kíev se enfrenta a un inevitable y catastrófico desenlace. Algunos analistas en Occidente coinciden con la presunción del presidente Putin y apuntan a fin de año como fecha de finalización de Zelensky e inclusive ya buscan su sucesor, en completa indiferencia con respecto a lo que piensan los propios ucranianos. Los medios defienden los intereses de los grandes jugadores del complejo militar industrial, beneficiados con insolentes e increíbles beneficios a costa de desembarazarse de obsoletos equipos arrumbados en sus depósitos. Tampoco ilustran mayormente sobre los pesados costos que soportan a duras penas las economías del bloque euroatlántico, que enfrentan el bloqueo al revés: el mundo multipolar edifica sus propias estructuras económicas y financieras, en detrimento del arcaico dominio unipolar.

En este estado y con muchos problemas para seguir recibiendo finanzas y armas por parte de sus mandantes, la camarilla de la calle Barkova, atravesada por brutales enfrentamientos internos, juega sus últimas cartas a las dos puntas ya mencionadas: la invasión a Kursk y la provocación nuclear. Dos intentos que, además de desesperación, muestran una peligrosa, peligrosísima tendencia a llevarse puesto al mundo. Algo que ni el propio Hitler pudo concretar cuando en abril de 1945 el Ejército Rojo terminaba de tomar Berlín. Debería ser aleccionador para el ilegal comediante. Algunas ratas, en mayo de 1945, lograron huir y refugiarse con los aliados occidentales. Pero todo el resto terminó suicidado o ejecutado sumariamente.

Aquí es donde la objetividad de los grandes medios hace agua. Suponer que Zelensky y su banda podrán imponerse, ocupar Kursk y obligar a los rusos a retirarse hasta Moscú, es lo mismo que suponían algunos medios en 1945, cuando el führer abría el frente occidental a los aliados y anunciaba la llegada a Berlín del 9° y 12° ejército para desbloquear la capital del Tercer Reich y obligar a los “salvajes bolcheviques” a huir hacia las estepas… Son suposiciones sintomáticamente parecidas a los “análisis” de sesudas publicaciones que hurguetean para buscar contradicciones en las relaciones entre Rusia, China, la India, Turquía o Irán, ante la angustiante realidad que les revela que aquellas están en un nivel económico, político y militar de gran solidez e imperturbable futuro.

¿No sería interesante que estos grandes medios por un instante se dedicaran realmente a ejercer el periodismo y dejaran de lado acciones de sabotaje informativo? ¿Qué pasará cuando ocurra lo que inevitablemente ocurrirá?

La historia rescata un elocuente ejemplo, cuya reiteración inversa sería más que provechosa en la actualidad. Se trata del retorno de Napoleón desde su exilio en la isla de Elba:

Estos eran (traducidos del francés) los titulares aparecidos en “El Monitor”, en marzo de 1815:

9 de marzo: El Monstruo se escapó de su destierro.

10 de marzo: El Ogro corso ha desembarcado en Cabo Juan.

11 de marzo: El Tigre se ha mostrado en el terreno. Las tropas avanzan para detener por todos lados su progreso. Así concluirá su aventura miserable llegando a ser un vagabundo entre las montañas.

12 de marzo: El Monstruo actualmente ha avanzado por Grenoble.

13 de marzo: El Tirano está ahora en Lyon. Cunde el temor en las calles por su aparición.

18 de marzo: El Usurpador se ha aventurado a acercarse. Está a 60 horas de marcha de la capital.

19 de marzo: Bonaparte avanza con marcha forzada, pero es imposible que él pueda alcanzar París.

20 de marzo: Napoleón llegará a los muros de París mañana.

21 de marzo: El Emperador Napoleón está en Fontainebleau.

22 de marzo: La tarde de ayer Su Majestad El Emperador hizo su entrada pública y llegó a las Tullerías. Nada puede exceder la alegría universal. ¡Viva el Imperio!

Pues, estimadas y estimados, el periodismo no es la realidad, sino su reflejo. La insistencia de ese reflejo, su deformación, no inciden en la tozuda existencia de la realidad. No respetar la objetividad informativa desemboca en un curioso Punto Crítico que suele pagar con la misma moneda.

Es de lamentar que en nuestra política exterior no se tomen en cuenta los titulares de “El Monitor”. Sería prudente enfrentar la realidad tal como es y no como se la pintan. De ello nuestro país podría obtener muy buenos réditos. Eso, claro, ya no depende de este escribidor, sino de quienes ejercen el gobierno y de sus reales mandantes.

Hernando Kleimans* Periodista, historiador recibido en la Universidad de la Amistad de los Pueblos «Patricio Lumumba», Moscú. Especialista en relaciones con Rusia. Colaborador de PIA Global

Foto de portada: El presidente Volodimir Zelensky y el comandante Oleksandr Syrski, en una visita a Kupiansk, en la región de Kharkiv. (AP/Efrem Lukatsky, File)Efrem Lukatsky – AP

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