Análisis del equipo de PIA Global Área Árabe Islámica Asia Occidental

Inestabilidad en Siria: Crisis, persecución y la insurgencia de Latakia

Escrito Por Tadeo Casteglione

Por Tadeo Casteglione* La situación en Siria ha entrado en una nueva fase de inestabilidad tras la formación de un «gobierno de transición» que, lejos de representar los intereses del pueblo sirio, ha exacerbado las tensiones sectarias y provocado una ola de violencia contra las minorías religiosas y étnicas del país.

La región costera, tradicionalmente bastión del gobierno popular de al-Assad, se ha convertido en el epicentro de una creciente insurgencia que busca desafiar el nuevo orden político impuesto desde el exterior.

El conflicto sirio, iniciado en 2011 como parte de las revoluciones de colores financiados por Estados Unidos bajo el título de «Primavera Árabe», ha atravesado múltiples fases a lo largo de más de una década.

Lo que comenzó como supuestas «manifestaciones pacíficas» contra el gobierno de Bashar al-Assad evolucionó rápidamente hacia una guerra civil impuesta y financiada desde el exterior que involucró a numerosos actores internos y externos. Este conflicto ha dejado un país fragmentado, con diferentes zonas bajo el control de distintas facciones y potencias extranjeras.

Durante los años más intensos del conflicto, el gobierno popular de al-Assad, respaldado por Rusia e Irán, logró recuperar gran parte del territorio que había perdido frente a grupos rebeldes y organizaciones terroristas como el Estado Islámico.

Sin embargo, las provincias del norte y noreste quedaron bajo control kurdo, mientras que la provincia de Idlib se convirtió en el último bastión de los grupos opositores, principalmente bajo la influencia de Hayat Tahrir al-Sham (HTS), anteriormente vinculado a Al-Qaeda que terminaron por tomar el poder en Damasco tras el derrocamiento de Al Assad.

La persecución de minorías religiosas y étnicas

En este nuevo capítulo del conflicto sirio, las minorías religiosas, especialmente los cristianos y los chiítas, se han convertido en blanco de ataques sistemáticos. Los cristianos, que representan aproximadamente el 10% de la población siria antes del conflicto, han sido víctimas de persecución, desplazamiento forzado y violencia sectaria por parte de las nuevas autoridades.

Iglesias históricas han sido profanadas, comunidades enteras han sido obligadas a huir, y aquellos que han permanecido en sus hogares viven bajo constante amenaza.

La comunidad alauita, a la que pertenece la familia Assad, también ha sido objeto de persecución debido a su afiliación con el gobierno anterior y sus vínculos con el chiísmo. En las zonas controladas por los grupos fundamentalistas sunitas, los alauitas son considerados herejes y tratados como ciudadanos de segunda clase, cuando no son directamente atacados.

Esta persecución sistemática no es solo un subproducto del conflicto, sino que parece formar parte de una estrategia deliberada para alterar la composición demográfica de ciertas regiones de Siria, erradicando la diversidad religiosa y étnica que ha caracterizado al país durante siglos.

La insurgencia de Latakia y el resurgimiento de las fuerzas pro-Assad

En este contexto de creciente sectarismo y persecución, ha surgido una insurgencia en la región costera de Siria, particularmente en las provincias de Latakia y Tartus, bastiones tradicionales del gobierno popular de Assad y hogar de una significativa población alauita.

Esta insurgencia, liderada por ex oficiales y soldados del Ejército Árabe Sirio (SAA), representa un desafío directo al «gobierno de transición» y a los grupos extremistas que operan bajo su amparo.

El recién formado Consejo Militar para la Liberación de Siria, dirigido por el comandante Ghiath Dala, un oficial de alto rango de la antigua 4ª División del Ejército Árabe Sirio, ha emergido como la cara visible de esta resistencia. Su objetivo declarado es expulsar a los grupos terroristas del territorio sirio y proteger a las comunidades minoritarias de la persecución sectaria.

La escalada de violencia en la costa siria ha resultado en operaciones militares coordinadas por parte del HTS en las provincias de Tartus, Latakia, Hama y Homs. Según los informes disponibles, estas operaciones han causado aproximadamente un centenar de bajas entre los combatientes extremistas mientras las fuerzas pro Assad aunque ahora a modo de guerrilla han sorprendido por su capacidad pese a la anterior debacle.

La insurgencia no se limita a ex militares; numerosos civiles alauitas se han unido a la resistencia tras recibir armamento, posiblemente introducido de contrabando. Esta movilización civil refleja el temor generalizado entre las comunidades minoritarias ante las políticas sectarias del nuevo gobierno abiertamente partidario de grupos extremistas como HTS.

Un elemento significativo en esta nueva dinámica es el papel de Miqdad Fatihah, comandante del Escudo Costero, una milicia alauita creada recientemente que opera en la región costera de Siria. Fatihah ha hecho un llamamiento a lo que denomina «hermanos» kurdos, drusos, chiítas y «honorables sunitas» para emprender una resistencia armada conjunta contra el gobierno liderado por Abu Mohammed al-Joulani (líder de HTS) y sus aliados del Daesh (Estado Islámico).

Este llamamiento a la unidad entre distintas minorías étnicas y religiosas representa un intento de formar un frente común contra el sectarismo y el extremismo que ha caracterizado las políticas del «gobierno de transición». La mención específica de los kurdos es particularmente significativa, dado que las fuerzas kurdas han sido uno de los grupos más efectivos en la lucha contra el Estado Islámico y otros grupos extremistas en el norte de Siria.

La reacción de los grupos extremistas y la escalada del conflicto

La respuesta de grupos como HTS y el Ejército Libre Sirio (FSA) no se ha hecho esperar. Según los informes, un número considerable de refuerzos de estas facciones se dirige hacia la costa con el objetivo de aplastar la insurgencia y, potencialmente, llevar a cabo una ofensiva contra la población civil alauita.

Este movimiento de tropas sugiere que el conflicto podría estar entrando en una nueva fase de escalada, con el riesgo de que se produzcan ataques indiscriminados contra civiles por motivos sectarios. La próxima batalla por el control de la región costera podría determinar no solo el futuro de la insurgencia, sino también el destino de las comunidades minoritarias en esa parte de Siria.

Los informes sobre «zonas liberadas» por la insurgencia deben ser matizados. En muchos casos, la policía local, en desventaja numérica y de armamento frente a los insurgentes, optó por retirarse rápidamente, dejando localidades enteras sin presencia de las fuerzas del «gobierno de transición». Sin embargo, esto no implica necesariamente un control efectivo y duradero por parte de las heroicas fuerzas insurgentes.

La situación sobre el terreno sigue siendo extremadamente fluida, con ganancias y pérdidas territoriales que pueden cambiar en cuestión de horas. Es prematuro hablar de un control seguro de posiciones importantes por parte de la insurgencia, y las próximas horas y días serán cruciales para determinar si la operación insurgente tiene éxito o fracasa, lo que podría conducir a una nueva espiral de violencia en el país.

Perspectivas de futuro

El futuro inmediato de Siria parece sombrío. La insurgencia en la región costera, si bien representa una reacción comprensible ante la persecución sectaria, corre el riesgo de desencadenar una nueva ola de violencia en el país. La respuesta de los grupos extremistas como HTS podría resultar en ataques indiscriminados contra poblaciones civiles, especialmente aquellas pertenecientes a minorías religiosas y étnicas.

A largo plazo, la posibilidad de una reconciliación nacional y la reconstrucción de un estado sirio unificado parece cada vez más remota. El país corre el riesgo de cristalizar en una serie de enclaves controlados por diferentes facciones, con fronteras definidas por líneas étnicas y religiosas.

La comunidad internacional, dividida en sus intereses y prioridades, parece incapaz de proporcionar una solución coherente a la crisis siria. Las iniciativas de paz patrocinadas por la ONU han fracasado repetidamente, y las potencias occidentales continúan persiguiendo sus propias agendas a expensas del pueblo sirio.

La persecución de cristianos y otras minorías religiosas, junto con la insurgencia en la región costera, son síntomas de un estado fallido donde la violencia y el sectarismo han sustituido al estado de derecho y la convivencia pacífica que alguna vez caracterizaron a la sociedad siria bajo el gobierno del Partido Baaz Árabe Socialista.

La comunidad internacional debe reevaluar su enfoque hacia la crisis siria, priorizando la protección de los civiles, especialmente aquellos pertenecientes a comunidades vulnerables, y trabajando hacia una solución política inclusiva que respete la diversidad étnica y religiosa del país. Sin un cambio fundamental en la dinámica del conflicto, Siria continuará siendo un campo de batalla para intereses contrapuestos, a costa de su pueblo y su patrimonio cultural e histórico.

La insurgencia de Latakia, dirigida por partidarios de Bashar al-Assad, refleja una resistencia legítima contra la persecución sectaria todo indica que la insurgencia debe evolucionar hacia un movimiento político-militar que busque recuperar la reconciliación nacional y consolidar un país independiente pero la actual situación está lejos de solucionarse.

*Tadeo Casteglione, Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales, Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Miembro del equipo de PIA Global.

Foto de la portada: REUTERS/YAMAM AL SHAAR

Acerca del autor

Tadeo Casteglione

Diplomado en Geopolítica por la ESADE, Diplomado en Historia de Rusia y Geografía histórica rusa por la Universidad Estatal de Tomsk. Experto en Relaciones Internacionales y Experto en Análisis de Conflictos Internacionales.

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