El mensaje del pueblo es claro hacia la Unidad Opositora, al Partido Libertad y Refundación y a la historia: es preciso acabar con la narcodictadura del Partido Nacional y su cogobierno con el Partido Liberal.
En el mes de diciembre y las primeras semanas de enero la alegría continuaba desbordando a la gran mayoría de la población; El contundente triunfo electoral a nivel presidencial, tuvo –entre otras- un par de réplicas muy importantes; el triunfo de las alcaldías más grandes del país, la del Municipio del Distrito Central la capital política, y la de San Pedro Sula la capital industrial. A eso se sumaba el crecimiento en el poder legislativo que, de 30 diputados electos en la anterior contienda, ahora sumaban 50, obteniendo un crecimiento de más del 60% de representación partidaria en el hemiciclo.
No obstante, lo que para la mayoría era un momento de alegría, para otro sector era momento de negociaciones oscuras, cálculos políticos y financieros. La traición de 18 diputados y diputadas de la bancada de Libertad y Refundación se fraguó con los diputados de la narcodictadura, como un acto político de la oligarquía; se debía frenar la posibilidad de que la oposición controlara un segundo poder del Estado, también debían frenar la euforia de las masas. Los textos, audios, fotos y vídeos que circularon inmediatamente por las redes, más las pesquisas realizadas por el partido, terminaron de armar el cuadro.
El zarpazo deja una gran herida en la dirigencia nacional, el enorme esfuerzo de organización electoral se realizó en medio de una grave crisis económica y enfrentando una pandemia. La democracia estuvo amenazada y atacada por muchos flancos. Fue una transición democrática, pero en medio de una enorme tensión, sobre todo cuando se recordaban las experiencias de 2009, 2013 y 2017, que cobraron muchas vidas y sacrificios. El odio popular se hizo sentir en las redes sociales y también en las calles. Ningún dirigente del partido hizo una convocatoria, las acciones contra los diputados y diputadas que habían traicionado al pueblo, surgieron espontáneamente; siendo incluso más fuertes de los mismos dirigentes que habían trabajado de forma directa con los candidatos traidores.
Sus declaraciones públicas evidencian la construcción de débiles argumentos; su caída en la popularidad –medida por varias empresas durante la semana de mayor conflicto- demostró que no pudieron engañar a la población. De manera muy oportuna, aún como candidata electa, a dos días de tomar posesión, Xiomara Castro hizo una convocatoria muy valiente a los bajos del Palacio Legislativo “¡Acompáñenme!” decía en sus redes sociales. El acto demostró nuevamente la disposición de la totalidad del partido a cerrar filas contra la traición y las maniobras de la narcodictadura.
El anuncio público del golpe legislativo se llevó a cabo nuevamente desde los foros televisivos de la derecha, al igual que el conteo y proyección de Batson con los votos rurales del 2017, la legitimación del fraude de 2013 o el respaldo al golpe de Estado en el 2009. La ambigüedad intencionada en la información, la complicidad de los mismos medios y la propagación de información falsa en las redes, también nos dan cuenta la batalla que continuaremos enfrentando.
Es claro que el triunfo electoral ha colocado a las fuerzas de oposición en mejores condiciones para la batalla, es necesario avanzar. “Hemos tomado la colina” decíamos en la evaluación de diciembre; estamos seguros que el gobierno avanzará a pasos agigantados con la nueva administración. 12 años y 7 meses de neoliberalismo crudo han dejado el país en ruinas, pero una correcta conducción del Estado de Honduras, el ejercicio transparencia de la ejecución de los fondos públicos y la participación permanente y protagónica del pueblo en cada momento que el enemigo aceche, conseguirán mantener el rumbo.
Notas:
*Dirigente del Partido Libertad y Refundación de Honduras