Intentaremos unas apuradas reflexiones sobre el impacto geopolítico que imprimió la acción pastoral del Papa Francisco, que reflexionará temprano sobre “una sociedad que ha perdido la experiencia del llanto” ante la “globalización de la indiferencia”, imágenes de Lampedusa, de Sudan y RD Congo, de desplazados sirios, del genocidio en Gaza, del resurgir nazi supremacista en Ucrania, alimentaban el semblante de Francisco para saber en qué arenas se desplazaba.
Desde su elección en 2013, el papa Francisco —primer pontífice latinoamericano y jesuita— ha transformado la proyección internacional del Vaticano con una impronta decididamente geopolítica. Lejos de limitarse al discurso moral o a la liturgia institucional, el pontífice argentino ha desplegado una política activa que buscó posicionarse ante las principales tensiones globales, con gestos simbólicos y decisiones estratégicas que han ubicado al Vaticano como actor internacional.
Poco tiempo después que América Latina perdiera un líder de la valía del Comandante Chávez, el conclave vaticano entronará un suramericano que sintonizará con los cambios históricos para poner al Sur Global y a las periferias en un lugar destacado de su acción política.
Francisco ha hecho del diálogo interreligioso, la paz mundial, la crítica al sistema financiero global y la defensa del medioambiente los pilares de su política.
En la huida del tradicional eurocentrismo vaticano no sólo asfalta la profecía de Juan Pablo II[1] sobre el tercer milenio como milenio asiático, sino que opera una fuerte crítica civilizatoria al Occidente.
Uno de los movimientos más significativos del papa Francisco ha sido su acercamiento estratégico a China. En 2018, el Vaticano firmó un acuerdo histórico con Pekín sobre el nombramiento de obispos, una cuestión sensible para la Iglesia católica en China, largamente perseguida por el Partido Comunista, y hasta entonces Iglesia clandestina que convivía con la llamada Iglesia Patriótica oficializada por el PCCH. Aunque el pacto generó fuertes críticas internas fue leído como un gesto geopolítico: Roma busca anclarse en el futuro del cristianismo global, que migrará hacia Asia y África.
En esa misma lógica, Francisco se evidenció consciente de la emergencia del Multipolarismo. En plena guerra proxy en Ucrania, se resistió a condenar abiertamente a Rusia, y sus gestos conciliadores hacia Moscú —como enviar emisarios de paz o proponer una mediación vaticana— son evidencias de su voluntad de preservar canales de diálogo con el Kremlin, como ha afirmado el mismísimo Vladimir Putin como reflexión ante su muerte. En más de una ocasión, ha apuntado contra la OTAN por “provocar” la guerra con su expansión.
Estos posicionamientos se inscriben en la lógica de la encíclica Fratelli Tutti, en la que denuncia “la imposición de un modelo cultural único”, el debilitamiento de la política y la prevalencia de la lógica financiera sobre la vida humana. Allí Francisco llama a un nuevo paradigma de fraternidad y amistad social que —en clave geopolítica— implica “una reconfiguración del orden internacional no regido por la lógica del capital o la dominación”.
Para Francisco, la Santa Sede no puede limitarse a la política occidental, sino posicionarse como interlocutor global que comprende los movimientos tectónicos de la propia crisis del orden dominante, incluso y sobre todo con actores considerados problemáticos por la política internacional dominante. Su proyecto es transnacional, pero no neutral: apunta a equilibrar las fuerzas, a abrir un espacio ético en la arena de poder.
Desde su primera visita internacional —a la isla de Lampedusa en 2013—, Francisco ha hecho del “clivaje Norte-Sur” que puede también comprenderse como Occidente y Oriente, un eje estructural de su discurso. Con un lenguaje contundente, ha denunciado el “modelo económico que mata”, el “colonialismo cultural” de las potencias y la “indiferencia global” ante las tragedias del Sur. Su encíclica Laudato si (2015), centrada en la crisis climática, consolidó su perfil como líder global progresista en una afirmación y llamado desesperado a cesar con la irracionalidad predadora del capitalismo.
En Fratelli Tutti, Francisco continúa esta línea afirmando que “los derechos no conocen fronteras” y que el destino común de la humanidad exige una gobernanza global basada en la “dignidad humana”, no en el cálculo geoestratégico. La figura del “extraño” o “forastero” —inmigrante, desplazado, víctima— aparece como sujeto político y ético central. No es una encíclica sobre moral privada, sino sobre la arquitectura del mundo.
Como mediador activo en conflictos ha tenido altísima efectividad lo cual reposicionó a la Iglesia misma: facilitó el restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba en 2014, promovió el diálogo democrático en Venezuela, y más recientemente impulsó procesos de reconciliación en Sudán del Sur y la República Centroafricana.
En lo que respecta al perfilado de un ecumenismo humanista ha cultivado vínculos con el Islam y las Iglesias Ortodoxas. El encuentro con el Gran Imán de Al-Azhar (sunita) en 2019 (Abu Dabi), y el llamado conjunto por la fraternidad humana, marcaron un hito. A diferencia de otros papados que apostaron por el aislamiento, Francisco buscó una alianza ética entre religiones, que le permita ganar legitimidad global y contrapesar o neutralizar los discursos extremistas.
Fue el primer papa en pisar la península arábiga y también en viajar a Irak, como peregrino de la paz a la llanura de Nínive, en las puertas del infierno del Daesh, donde visitó al ayatolá Ali Al Sistani, principal líder shía. Su último gran desvelo fue el genocidio en Gaza, un tema que intentó aliviar -en vano- ya en 2014, al reunir en el Vaticano al presidente israelí, Simón Peres, y al palestino, Mahmud Abás.
En febrero de 2016, en una sala del aeropuerto de La Habana, se concretará el primer abrazo entre un papa y un patriarca ruso, Cirilo, después de mil años desde el cisma de 1054. Esto además de ecumenismo tiene el impacto de la importante influencia que la Iglesia Ortodoxa tiene en el gobierno y el estado ruso.

El papa Francisco junto al patriarca ortodoxo ruso Cirilo tras una reunión en La Habana, Cuba. 12 febrero 2016 (REUTERS/Alejandro Ernesto)
El viraje geopolítico que Francisco le imprimió a la Iglesia no ha sido gratuito. Internamente, enfrentó resistencias de sectores conservadores, tanto dentro del Vaticano como en la Iglesia estadounidense, alemana e incluso latinoamericana. Su apertura hacia la multipolaridad, su lenguaje anti-neoliberal y su distante relación con las grandes potencias hegemónicas han generado críticas por parte de los guardianes del viejo orden eclesial.
Frente a la Pandemia y teniendo claro el mapa del poder y de la propiedad global reclamó “a los grandes laboratorios que liberen las patentes y que todos los pueblos puedan tener acceso al desarrollo de las vacunas”, lo mismo que “a los grupos financieros y organismos internacionales de crédito que permitan a los países pobres garantizar las necesidades básicas de su gente y condonen esas deudas tantas veces contraídas contra los intereses de esos mismos pueblos”.
No obstante debemos señalar que no siempre sus gestos, su ejemplo y su peregrinar han tenido resultados positivos o conducentes; Ucrania sigue sumergida en la guerra; su influencia política en América Latina ha disminuido frente al avance de iglesias evangélicas pentecostales y la desafección social, y de gobiernos reaccionarios que lo tildaron de “representante del maligno en la tierra”; Siria sigue operando limpiezas étnicas; y Gaza, su gran preocupación, a la que dedicó su último mensaje en vida, sigue sumergida en la tragedia del genocidio que operan desde el Sanedrín moderno de Tel Aviv. Europa crecientemente se vuelve más reactiva frente a los desplazados.
Aun así, Francisco, lúcido y consciente de estas realidades, hasta el último suspiro insistirá en su apuesta por una geopolítica pontificia activa, de ruptura y de apuesta a un Nuevo Orden, no con la Iglesia como poder terrenal, sino como contrapeso espiritual y ético frente a los estragos y dolores producidos por la crisis del orden.
Dr. Fernando Esteche* Dirigente político, profesor universitario y director general de PIA Global
* la introducción es de Gustavo Vera colaborador de Francisco desde los movimientos populares
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Referencias:
[1] En el primer milenio la iglesia tomó Europa, en el segundo América y en el tercero será Asia