Esta mega construcción sobre el Nilo Azul, de 145 metros de altura y 260 metros de ancha en la región de Benishangul-Gumuz, a unos 30 kilómetros de la frontera con Sudán, obviamente ha encendido las alarmas tanto en el Cairo como en Jartum, que tienen razones obvias para considerar que la interrupción parcial del flujo del río podría afectar de manera directa a sus economías, más cuando las sucesivas rondas de negociaciones entre los tres países afectados (Etiopía, Sudán y Egipto) y monitoreadas por Estados Unidos, dada la gran capacidad de almacenamiento del embalse podría afectar a ambos países aguas abajo, lo cual es muy peligroso, advierte un negociador sudanés. Sudán, donde se encuentran el Nilo Azul y el Nilo Blanco, es el más afectado. Primero porque regular el caudal del río evitará inundaciones estacionales, lo cual es parte integral del modelo agrícola local.
Hasta ahora todas las rondas que buscan el compromiso etíope de aceptar condiciones para el llenado del embalse han fracasado, incluyendo la última que finalizó el pasado día 19, por lo que se siguen incrementando las tensiones en una región de la que podríamos afirmar que ya no tolerará más crisis y donde la posibilidad de un conflicto armado no solo en las tres naciones implicadas, sino también en varias naciones vecinas, no es una cuestión remota.
En este tenso contexto es importante señalar que los tres países implicados, por diferentes motivos, se encuentran al borde del colapso: Sudán con una guerra civil que ya lleva casi nueve meses, y aunque recién parece estar asomando un posible vencedor, Las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) la banda paramilitar de la que responde Mohamed “Hemetti” Dagalo, que además de estar derrotando a las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) del general Abdel Fattah al-Burhan, en varios frentes claves de la contienda, continúan incrementando el genocidio en Darfur, que parece que nadie quiere reconocer, detener y ni siquiera condenar (Ver: Sudán, la guerra de la rapiña). Ya no importa qué bando resulte victorioso, lo cierto es que el país ya está devastado por la destrucción de infraestructuras, caminos, puentes, usinas y aeropuertos entre otras construcciones vitales, sino además miles de viviendas y cientos de hospitales y escuelas.
Egipto, sumido en una monumental crisis económica, exigirá al recientemente electo presidente -por tercera vez consecutiva- Abdel Fattah al-Sisi, (Ver: Egipto: larga vida al rais), a extremar sus medidas para contener la revuelta social y terminar de una vez la guerra interna contra el terrorismo integrista en el Sinaí, que ya tiene cinco años. Aunque nada de lo apuntado es comparable a la crisis humanitaria descomunal que podría dispararse si Estados Unidos no interrumpe la limpieza étnica en Gaza que lleva a cabo el engendro sionista, que a todas luces pretende obligar a los más de dos millones de gazatiés a abandonar sus tierras y a huir por el paso de Rafah rumbo al norte del Sinaí, donde el general al-Sisi tendrá que hacerse cargo de la situación hasta qué por fin las Naciones Unidas se hagan cargo, si Estados Unidos y los sionistas lo permiten, de los desplazados palestinos.
Y finalmente Etiopía, que todavía no se repone de la guerra de dos años (2020-2022) contra las fuerzas separatistas del estado de Tigray y ya apenas contiene los intentos secesionistas del estado de Amhara (Etiopía: preámbulos de una nueva guerra), por lo que, de no lograrlo, se precipitará a una serie de guerras regionales que podrían terminar por detonar la siempre amenazada unidad nacional.
Si bien desde que se comenzó a llenar el embalse en 2020 ni Egipto ni Sudán se han visto afectados, ya que el agua se detiene durante las temporadas de lluvias, la tensión no ha decrecido, sino todo lo contrario. Las dos naciones por donde continúa el curso del Azul, al que a la altura de Jartum se une al Blanco, para seguir rumbo al Mediterráneo, atravesando la totalidad de Egipto hasta llegar al Mediterráneo.
Es innecesario mencionar la importancia fundamental del Nilo para la existencia de Egipto desde los principios del tiempo por ser su única fuente de agua, por lo que la disminución afectaría la importante producción agrícola que depende de las inundaciones anuales y del retroceso del río para fertilizar sus tierras, así como a industrias tan elementales como la de la fabricación de ladrillos, por la falta de la materia prima una actividad floreciente por siglos, al norte de Jartum, que ya no alcanza ni a la mitad del millón de unidades que fabricaban hasta hace tres años.
El estigma colonial
En un reciente comunicado de prensa emitido desde El Cairo, tras el fracaso de las negociaciones, las autoridades egipcias han señalado que el fracaso se origina en “la persistente negativa de Etiopía a aceptar cualquier solución de compromiso técnico o jurídico que salvaguarde los intereses de los tres países”. Según el comunicado, Egipto ha hecho esfuerzos y ha colaborado activamente con los dos países ubicados río abajo para resolver las principales diferencias y llegar a un acuerdo amistoso. Mientras, Addis-Abeba sigue acusando a Egipto de querer imponer su sesgo colonialista inventando impedimentos para no alcanzar un acuerdo. Sin ser tan contundente, en sus declaraciones dada la guerra civil que vive, Sudán ha sido más moderado en sus opiniones, aunque mantiene las mismas objeciones.
Otra de las exigencias de El Cairo es que Etiopía se abstenga de construir más represas en el Nilo Azul, posibilidad que, dada la falta de acuerdos previos a esta realidad, podría ser perfectamente factible, lo que daría a Addis-Abeba una importante ventaja política y geopolítica en la región, donde la energía eléctrica es escasa, para cualquier tipo de desarrollo.
El instinto independiente de Etiopía le ha llevado a convertirse en el único país del continente que ha podido mantenerse fuera la etapa colonial, más allá del interregno italiano (1936-1941), al tiempo que a lo largo de su historia y prácticamente hasta la actualidad ha librado diferentes guerras para mantener esa condición. Con Eritrea entre 1961-1991 y 1998-2000.
Arbitrariamente el Reino Unido, durante su ocupación de Egipto y Sudán, interesado en diferentes proyectos hídricos, concedió a sus colonias, prácticamente, el control de toda la cuenca del Nilo, lo que nunca fue aceptado por Etiopía, ya que su postura ha sido desde siempre que nadie puede reclamar la posesión exclusiva del río.
Otro de los beneficios colaterales que trae la GPRE a Etiopía es que a partir del lago artificial se han formado más de 70 islas que se destinaran al turismo, además de la creación, en torno a ese lago, de la instalación de establecimientos vinculados a la industria de pesquera.
El hecho de llegar a un acuerdo común de las tres naciones podría convertirse en un hecho beneficioso para todos, ya que existen posibilidades ciertas de que comiencen a llegar inversiones internacionales para proyectos nacionales e internacionales, pero de inmediato sería poco probable en el contexto de inestabilidad que viven los tres países, asolados por guerras, crisis políticas y económicas.
Mientras, el nivel del Nilo sigue bajando y ya es un hecho que no transporta su siempre ansiado sedimento que ha enriquecido por millones de años sus riberas y ya solo arrastra arena. La represa, además de reducir la cantidad del limo y nutrientes, aumentará la salinidad de las aguas del Nilo, disminuyendo la concentración de plancton distorsionando la temperatura del agua y reduciendo el contenido de oxígeno, lo que terminará afectando las migraciones y la reproducción de los peces.
Además Sudán podría perder 84.000 hectáreas de cultivos mientras la pérdida de nutrientes aumentará la necesidad de fertilizantes, no solo repercutiendo en los costos de producción, sino también afectando negativamente el medio ambiente y la salud pública.
El presidente al-Sisi en un intento de revertir la posición del Primer Ministro etíope Abey Ahmed, hace más de tres años ha pedido que la cuestión del embalse se incluya en las agendas de la Liga Árabe y de la Unión Africana sin haberlo conseguido. En julio del 2021 al-Sisi había solicitado, sin ninguna reacción todavía, la intervención del Consejo de Seguridad de la ONU, lo que en más de una oportunidad es un paso previo, al inicio de un conflicto armado con muchos motivos para estallar.
*Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central.
Artículo publicado originalmente en Rebelión