IMPERIO DE LAS MENTIRAS
El 7 de abril pasado participé de un panel internacional organizado por la Fundación Segundo Paso de Nuestra América y la Universidad Bolivariana de Venezuela, junto a otros intelectuales antiimperialistas. El tema era “Derechos Humanos, Crisis conceptual y Hegemonía Estadounidense”. Yo lo abordé desde el punto de vista político y práctico de que Estados Unidos es el imperialismo y, en materia de DDHH, el imperialismo de las mentiras.
El día de aquellas exposiciones, la realidad nos dio un elemento más para abonar nuestras tesis. Washington logró en la Asamblea General de la ONU que 93 países votaran su iniciativa para suspender a Rusia del Consejo de Derechos Humanos con sede en Ginebra, alegando violaciones a los mencionados derechos por su operativo en Ucrania.
Para formar esa lamentable mayoría, la representación norteamericana pudo juntar a la mayoría de sus súbditos de la Unión Europea y otros países que orbitan alrededor suyo. En América Latina nos interesa destacar que Chile, Perú y Argentina, en forma muy rastrera, se acoplaron a la moción yanqui. No contaron con una investigación previa que diera certezas a las acusaciones contra Moscú, ni pruebas ni derecho a la defensa. Muchos de esos adherentes comen de la mano de EE UU y del FMI, como el gobierno argentino. Su presidente le decía Putin el 3 de febrero en Moscú que nuestro país quería ser la puerta de entrada de Rusia a América Latina y el 8 de abril le dio el voto a Yanquilandia. En el medio, el Frente de Todos se arrastró hasta el escritorio del FMI para firmar una refinanciación onerosa de la deuda de 45.000 millones de dólares contraída en forma fraudulenta por Mauricio Macri.
Volviendo a la votación en Nueva York, 24 países, entre ellos algunos muy importantes como China, votaron en contra de tamaña maniobra imperial; otros 58 se abstuvieron, que sonó a una defensa indirecta de la postura de Vladimir Putin.
Un dato a tener en cuenta. La Asamblea General de la ONU había votado una resolución similar en 2011 contra el gobierno de Libia de Muammar Khadafy, víctima de una invasión militar y agresión de la OTAN, y finalmente linchado y asesinado aquel año.
Esto replantea un debate para el Tercer Mundo y a nivel global. Es hora de retomar el debate sobre un cambio total de la ONU, de fondo y en sus sistemas y funcionamiento, y hasta un cambio de sede para ubicarla en alguna nación no alineada, como alguna vez propuso el ex presidente de Bolivia, Evo Morales. Esta entidad que hoy condena a Rusia y antes a Libia, no lo hizo con EE UU y sus aliados atlánticos por la guerra de destrucción de Yugoslavia en 1999, ni por el millón de muertos provocados en Irak luego de la invasión de 2003 (dato de The Lancet) ni en las 65 agresiones estadounidenses en el siglo XX y el actual.
Los argentinos repudiamos la conducta claudicante del gobierno porque en Ucrania la agresión es de EE UU, la OTAN y el gobierno de neonazis. Es la misma alianza atlántica que secundó en 1982 a Londres en su agresión a Malvinas, donde instalaron una base militar en Monte Agradable, con 1.500 efectivos y armas ofensivas. Y del otro lado en esa votación del jueves en la ONU estaba Rusia, que fue solidaria con Argentina por Malvinas y nuevamente dio una gran mano durante la pandemia de COVID-19 con la provisión de millones de vacunas Sputnik.
ES UNA PLUTOCRACIA
En Washington y buena parte del mundo políticamente analfabeto, diría Bertolt Brecht, la consideran la mayor democracia del mundo. No lo es. Fidel Castro la llamó “plutocracia”, el gobierno de los ricos, por los ricos y para los ricos. Y el comandante daba en la tecla. Esa democracia bipartidista, de demócratas y republicanos alternándose en la Casa Blanca y el Capitolio, sin mayores diferencias entre sí (ayer Donald Trump y hoy Joe Biden, antes George W. Bush y luego Barack Obama, etc), está hecha por y para gente de fortuna. En el Senado el 58 por ciento de sus miembros son millonarios y en la Cámara de Representantes el 44 por ciento. A nivel de la sociedad sólo el 1 por ciento tiene más de un millón de dólares, pero los del Capitolio tienen sumas millonarias cada uno de ellos.
Su sistema electoral deja mucho que desear. Ya van dos comicios donde quien saca mayor cantidad de votos no gana la presidencia porque el segundo tuvo más delegados en los consejos electorales.
Ese sistema plutocrático tiene el centro político en Washington, el músculo militar en el Pentágono y el poder económico y financiero en Wall Street, la meca del capital financiero, la especulación, las crisis y los negocios. La revista Forbes publicó la lista de los multimillonarios. La mayoría son estadounidenses como Elon Musk (autos eléctricos Tesla), Jeff Bezos (Amazon), Bill Gates (Microsoft), Mark Zuckerberg (Facebook), Warren Buffet y otros. Según Forbes, 2.268 súper millonarios tienen una fortuna de 12,7 billones de dólares.
Mientras esos grandes capitalistas y CEOs de trasnacionales ganan fortunas, en EE UU hay medio millón de personas que duermen en la calle, altos índices de pobreza y poca cobertura de salud. La situación siempre es más grave para trabajadores, afroamericanos y latinos, sobre todo inmigrantes, a los que se trata de frenar con el Muro de México, milicianos armados y guardias fronterizos deteniendo inmigrantes, separando familias y expulsándolos.
El aparato policial es profundamente racista, por eso los afroamericanos tienen muchas más probabilidades de ir presos y de ser asesinados. El fascista Ku Klux Klan no ha desaparecido del todo. De allí la aparición del movimiento Black Lives Matter (las Vidas Negras Importan), en 2015, tras el enésimo crimen de personas de aquel origen étnico, de piel oscura, a los que quieren desaparecer como a los “pieles rojas” indígenas. Esos crímenes quedan casi siempre sin castigo: entre 2013 y 2020 el 98.3 por ciento de los policías que ultimaron a miles de personas quedó impune.
Con el 5 por ciento de la población mundial, EE UU tiene el 25 por ciento de la población carcelaria del mundo, que vive en condiciones horribles. Y ni qué hablar en el caso de los presos políticos, como los 5 cubanos que pasaron detenidos desde 1999 hasta 2014, el ex Pantera Negra Mumia Abu Jamal, preso ya durante 40 años, el boricua Oscar López Rivera, preso político 36 años, desde 1981 hasta 2017, y al igual que los anteriores, durante muchísimos años en celdas de total aislamiento.
Julián Assange, fundador de WikiLeaks, cometió el “horrible delito” de publicar los cables dando cuenta de los crímenes de guerra de EE UU en Irak. Detenido hace años en Londres, afronta un juicio de extradición a EE UU donde se lo quiere condenar a 175 años de cárcel. Es el imperialismo de la mentira y la represión.
EL GENDARME MUNDIAL
Aunque en la reciente asamblea de la ONU se puso la careta “humanitaria”, la misma que se calzó durante la guerra contra Yugoslavia, la esencia y la forma imperialista son indisimulables.
Tiene 1.450.000 soldados, reforzados por 225.000 mercenarios de empresas contratistas, que se dividen el trabajo con los primeros, para llevar a cabo las agresiones en el mundo.
Según algunas estadísticas, hay 625 bases militares estadounidenses en todo el planeta, que otros autores elevan a 872 (77 en América Latina y el Caribe). En el libro de Atilio Borón (“América Latina en la Geopolítica del Imperialismo”, 2012) cita a un periodista especializado del Tom Dispatch, asegurando que son 1.180. Allí se alojan entre 175.000 y 220.000 soldados norteamericanos de las diversas fuerzas, con la misión de invadir países y asegurar los intereses de sus multinacionales, en busca de adueñarse de petróleo, agua, minerales y posiciones geopolíticas favorables.
Todo ese despliegue militar se facilita con un abultado presupuesto de “Defensa” (en realidad Ataque). Para el año fiscal 2023 la administración Biden tendrá una partida militar de 813.000 millones de dólares. Sumando otros rubros, como el destinado a financiar la salud de militares retirados y otros programas de investigación de armas, supera el billón (millón de millones) de dólares. Tal cantidad es muy superior a lo que gastan los principales países de ejércitos numerosos o importantes. Los dispositivos estadounidenses apuntan estratégicamente contra China y la región Asia-Pacífico, así como la expansión de la OTAN hacia el Este procuró cercar a Rusia.
Esas bases militares cumplen papeles invasivos y antidemocráticos, como la de Palanquero en Colombia, utilizada en el golpe de Estado contra Hugo Chávez en 2002. La de Honduras, empleada en 2009 para el golpe contra Manuel Zelaya.
Y la de Guantánamo, que ilustra perfectamente el doble carácter criminal del imperialismo. Por un lado, supone la continua profanación de la soberanía cubana, desde la Enmienda Mack (1902) que se adjudicó esa zona de Guantánamo a perpetuidad por un canon de un puñado de dólares que rechazó Fidel Castro.
Y por el otro en Guantánamo hay cárceles a donde se llevó y torturó a secuestrados en Afganistán, Irak y otros “oscuros rincones del planeta”, diría Bush. Fueron alojados ilegalmente allí, sin causa judicial ni abogados: en total 779 presos políticos sometidos a esas torturas (9 se suicidaron) y aún quedan 39. Barack Obama prometió en 2009 que cerraría Guantánamo en un año y le dieron el Premio Nobel de la Paz.
Una mentira más del imperio. Quienes merecieron ese Nobel son los médicos y médicas de la Brigada Internacional “Henry Reeve”, de Cuba, que tanto trabajaron antes, durante y después de los picos de pandemia del COVID-19 por la salud de la humanidad.
Notas:
*Periodista y referente del Partido de la Liberación de Argentina.
Fuente: Colaboración