Como era de esperar, ahora que las negociaciones nucleares entre Irán y Estados Unidos están entrando en cuestiones técnicas y detalles prácticos, el proceso ha entrado en una fase difícil, y el impulso inicial y la atmósfera constructiva observados en las primeras rondas de conversaciones ya no están presentes.
De hecho, durante las tres primeras rondas de negociaciones, tanto Irán como Estados Unidos buscaron evaluar la seriedad de cada uno para impulsar las negociaciones y avanzar hacia una cooperación mutuamente beneficiosa. Parece que ambas partes lograron captar la atención mutua y generar confianza inicial. El carácter constructivo de la fase inicial se puede atribuir a la sencilla fórmula acordada por ambas partes: Teherán buscaba el desmantelamiento del régimen de sanciones impuesto en su contra, mientras que Washington quería un sistema de control estricto para evitar que el programa nuclear iraní se desviara hacia el desarrollo de armas nucleares.
Dado que, en este punto de inflexión histórico, Irán está tratando de poner fin a su tenso estatus regional y crear un ambiente propicio para atraer inversión extranjera, y Estados Unidos está buscando distanciarse un poco de los interminables conflictos de Medio Oriente, alcanzar una solución definida, concreta y limitada no era ni sigue siendo improbable.
Sin embargo, las negociaciones se han vuelto cada vez más difíciles. Por un lado, la presión del lobby sionista sobre el gobierno estadounidense se ha intensificado, y Netanyahu intenta utilizar todos los recursos a su alcance para frustrar el plan de Trump de negociar con Irán. Por otro lado, las conversaciones han entrado en una fase técnica y apolítica, donde no hay espacio para la retórica y ambas partes deben tomar medidas concretas, tanto en la práctica como en la práctica.
Nuevo mensaje de EE.UU.; un nuevo capítulo en las negociaciones
Mientras algunos medios de comunicación y periodistas occidentales hablan de un acuerdo inminente entre Irán y Estados Unidos bajo términos como el “Acuerdo de Mascate”, en los últimos días se ha observado un cambio en la retórica de los funcionarios de ambas partes. Aún no se ha alcanzado un acuerdo sobre temas cruciales como el enriquecimiento de uranio y las sanciones, y las diferencias fundamentales siguen sin resolverse.
Es importante señalar que, en las cinco rondas de negociaciones celebradas hasta la fecha, solo durante la quinta se intercambiaron debates técnicos y detallados en formato de texto. Entre la primera y la cuarta ronda, Estados Unidos no solo se abstuvo de presentar ningún texto, sino que tampoco respondió a la propuesta presentada por Irán durante la tercera ronda. Hace dos días, cuando aún no se ha anunciado la fecha exacta de la sexta ronda de negociaciones, Estados Unidos envió un mensaje a Irán. A juzgar por la reacción de Irán, el lenguaje y los elementos de este mensaje parecen contradecir el tono general de las negociaciones.
Manipulación mediática y fabricación de amenazas
Desde la perspectiva iraní, si bien Estados Unidos e Israel pueden tener diferencias en su enfoque hacia Irán, Washington está utilizando a Israel como herramienta de presión. Estados Unidos intenta aprovechar la próxima activación del mecanismo de restitución rápida, junto con las amenazas de ataques israelíes contra la infraestructura nuclear, militar y comercial de Irán, para presionar a Teherán. Sin embargo, las declaraciones tanto del ministro de Asuntos Exteriores iraní como del Líder Supremo sugieren que Irán no tiene intención de retractarse de sus posiciones fundamentales y derechos básicos. La firme postura de Irán refleja su negativa a dejarse intimidar por la retórica amenazante del otro bando.

La nueva propuesta de Estados Unidos: ¿Continuación o colapso de las conversaciones?
La última propuesta estadounidense, presentada mediante la mediación del ministro de Asuntos Exteriores de Omán antes de la sexta ronda de conversaciones, incluye nuevos elementos. La respuesta de Irán a esta propuesta podría determinar si las negociaciones continúan o fracasan. Cabe destacar que este mensaje coincidió con la publicación de un informe políticamente controvertido del OIEA, una fecha que parece deliberada.
Con base en la información disponible, Washington busca en última instancia el desmantelamiento de la infraestructura nuclear iraní y la definición de un período de transición durante el cual se permitiría a Teherán un enriquecimiento limitado. Tras este período de transición, las necesidades de combustible nuclear de Irán deberán satisfacerse mediante importaciones o mediante un consorcio conjunto de enriquecimiento con la participación de países árabes, bajo estricta supervisión estadounidense, y fuera del territorio iraní, posiblemente en las tres islas en disputa bajo supervisión estadounidense.
El contenido de esta carta y las propuestas adjuntas sugieren que la probabilidad de un acuerdo nuclear ha disminuido significativamente. Contrariamente a lo que afirma Trump, ya no es creíble hablar de un acuerdo inminente. Es muy improbable que la cuestión del enriquecimiento pueda resolverse mediante una iniciativa de consorcio, especialmente cuando la línea roja estadounidense es que ningún nivel de enriquecimiento debe tener lugar en suelo iraní.
El cambio de posición de Estados Unidos —de impedir el desarrollo de armas nucleares a prohibir cualquier forma de enriquecimiento de uranio— indica que Washington está alineando cada vez más su postura con las demandas israelíes y aumentando su presión sobre Teherán.
En respuesta a esta postura, las declaraciones del Ayatolá Jamenei, Líder Supremo de la República Islámica, en el aniversario de su muerte en Teherán, pueden considerarse parte de la respuesta de Irán al último mensaje estadounidense. En su discurso, reiteró claramente la oposición de Irán a una política de “enriquecimiento cero” y afirmó que la capacidad de enriquecer uranio a cualquier nivel es uno de los derechos fundamentales de la nación iraní.
Dadas estas circunstancias, hay que decir que si Trump se niega a dar marcha atrás con su línea roja de “enriquecimiento cero en Irán”, lo que alguna vez pareció su argumento más fácil en política exterior puede convertirse en un desafío político importante.
¿Por qué debería Irán confiar en la propuesta del consorcio?
En los últimos días, los círculos analíticos y de expertos iraníes se han centrado intensamente en la cuestión del consorcio. Según información inicial, parece que Estados Unidos ha propuesto formar un consorcio que incluya a Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. La cuestión más crucial es si este consorcio operaría en territorio iraní o en territorio extranjero. Irán considera que el cese de las actividades de enriquecimiento en su propio territorio es contrario a sus intereses nacionales. Esto se basa en la creencia de que las últimas dos décadas han demostrado que los países occidentales no están comprometidos con satisfacer las necesidades de combustible nuclear de Irán cuando es necesario y han utilizado sistemáticamente la necesidad iraní de mayores niveles de enriquecimiento en las industrias farmacéutica y médica como medio de presión política.
Además, no existe un nivel real de confianza política o de seguridad entre Irán y los Emiratos Árabes Unidos o Arabia Saudita que justifique una cooperación nuclear constructiva a largo plazo. La idea de que Irán exponga una parte significativa de su información nuclear sensible a estos dos países parece muy improbable.
Ideas como un consorcio solo pueden ser beneficiosas si no comprometen la soberanía nacional de Irán. Además, Teherán debe tener tiempo suficiente para seleccionar socios adecuados y entablar negociaciones significativas, algo que requeriría meses. Un consorcio impuesto a Irán, con socios impuestos y bajo condiciones impuestas, formado en un corto plazo, no es algo que Irán probablemente acepte.
A pesar de todo esto, la República Islámica de Irán no ha rechazado oficialmente la propuesta de establecer un consorcio regional. De hecho, ha acogido implícitamente dicha idea. Majid Takht-Ravanchi, viceministro político del Ministerio de Asuntos Exteriores de Irán, declaró en una entrevista con la prensa: «Si el proceso avanza y esta propuesta se plantea seriamente, podremos considerarla y expresar nuestra opinión».
Cabe recordar que Irán no solo ha expresado su apertura a esta propuesta en el contexto actual, sino que, durante las últimas dos décadas, ha planteado repetidamente esta idea sobre la mesa de negociaciones para disipar las preocupaciones occidentales respecto a su programa de enriquecimiento. Una de las primeras referencias a la creación de un consorcio de enriquecimiento de combustible nuclear en suelo iraní data de 2006. Ali Larijani, entonces secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional y principal negociador nuclear de Irán, declaró en una entrevista con la revista francesa Le Point en abril de 2006: «Es concebible que se establezca una empresa internacional para llevar a cabo actividades de enriquecimiento en una parte designada del territorio iraní asignada a dicha empresa».
Sin embargo, el principal obstáculo sigue siendo la falta de confianza de Irán en Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Quizás la participación de países como Rusia y Turquía podría ayudar a superar este estancamiento, ya que la clave de cualquier acuerdo de consorcio es la confianza mutua.
Otro problema importante es la falta de debate sobre un mecanismo para el levantamiento de las sanciones. Estados Unidos no ha ofrecido garantías respecto a la eliminación irreversible de las sanciones ni una hoja de ruta clara para el alivio de las sanciones ni para obtener beneficios económicos para Irán. En realidad, Estados Unidos parece estar aplicando una diplomacia basada en la presión, cuyo objetivo es negar a Irán incluso las mínimas ganancias económicas, a cambio de exigir las máximas concesiones. Esta dinámica ha generado resistencia en Teherán y ha reducido el optimismo sobre el futuro de las negociaciones.
Este artículo ha sido publicado originalmente en el United World International.
Masoud Sadrmohammadi* analista y redactor para el medio citado.