João Pedro Stédile, coordinador nacional del Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil, analiza la coyuntura política de Brasil, en la víspera de la campaña electoral que vaticina el regreso de Lula da Silva a la presidencia del gigante suramericano.
En 1984, fue uno de sus fundadores y, desde entonces, se ha afirmado como uno de los máximos referentes del Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST). Hoy, Joao Pedro Stédile se encuentra optimista por dos imperativas razones: primero, este 2022, el MST se encuentra cumpliendo 38 años de resistencia, de lucha y de grandes victorias, valga recordar que estamos hablando de uno de los mayores movimientos sociales y políticos de toda América Latina; en segundo término, Lula da Silva está a meses de hacer posible lo imposible: volver a comandar los destinos de Brasil con una perspectiva popular y latinoamericana, todo lo cual seguiría abonando a una nueva reconfiguración en la región.
A finales del mes de marzo y comienzo de abril de este 2022, tuvimos la increíble oportunidad -e inmensa alegría- de compartir la intensa agenda política de Joao Pedro Stédile, acompañándolo por diversas localidades de uno de los estados más representativos del nordeste brasileño: Rio Grande do Norte (RN). El líder del MST llevó a cabo varias actividades políticas de gran relevancia, momento en que pudimos hacerle algunas de las siguientes preguntas que ahora les compartimos.
M.O- Antes de adentrarnos en la actualidad brasileña: ¿puede contarnos un poco sobre los orígenes del MST, cualquier fueron sus referentes históricos?
J.P.S- Entre 1945 y 1964, en Brasil, fue un tiempo de democracia en nuestro país, de democracia formal, aunque las personas analfabetas no podían votar: 30% de la población brasileña era analfabeta, así que de eso modo, los más pobres quedaban excluidos en aquella democracia institucional. Ese período fue un momento de una fuerte lucha de clases y de aparente democracia formal. Ese período fue un momento rico para el movimiento campesino, porque todavía la mayoría de la población vivía en el campo… este fue el momento en el cual el movimiento campesino brasileño adquirió ideología de clase. Es decir que, hasta 1945, Brasil no tenía organización de clase campesina.
Como consecuencia de la toma de consciencia de clase, surge la organización a nivel nacional de los campesinos brasileños. Y, como los campesinos toman conciencia de clase, los partidos políticos comienzan a tener mucha influencia en la clase campesina. El Partido Comunista de Brasil (PCB) tenía su corriente campesina que se llamaba: Unión de Labradores y Trabajadores de la Agricultura (ULTAB); las iglesias brasileñas también organizaron fuerzas campesinas bajo sus estructuras, algunas eran de ideología de derecha, y estaban patrocinadas por la Iglesia Católica; en el sur de Brasil, hubo un movimiento influenciado por el Partido de Trabajadores Brasileños (PTB), que se llamó Movimiento de los Agricultores Sin Terra (MASTER); y, finalmente, tuvimos las “Ligas Camponesas” (Ligas Campesinas), un movimiento influenciado por la izquierda en general, cuyo líder principal era el diputado Francisco Julião, militante del Partido Socialista Brasileño (PSB).
Entonces, en aquel periodo, nosotros tuvimos cuatro grandes corrientes campesinas. Fue un momento de mucha efervescencia política que terminó violentamente con la llegada de la dictadura militar contra João Goulart, que duró de 1964 a 1985. A finales de la década de 1970 y comienzo de 1980, cuando resurge el movimiento campesino, nace el MST. El MST, que se funda como organización entre 1984-1985, nace inspirado principalmente en las Ligas Camponesas, del nordeste brasileño, y en el movimiento MASTER, del sur brasileño.
M.O- ¿Qué análisis hace usted sobre la actual coyuntura política en Brasil?
En primer lugar, nuestra reflexión es política y nuestro análisis de coyuntura no es académico, es una reflexión para la acción política transformadora. En ese sentido, tenemos que tener en cuenta que estamos atravesando la peor crisis de la historia de Brasil. Las generaciones actuales se están enfrentando a un momento histórico sin precedentes, y considero que quizás no se están dando cuenta de su relevancia.
Digo que es la peor crisis de Brasil porque es una crisis del modo de producción capitalista, que afecta la vida en sociedad de nuestro país, afecta la economía, la política, los crímenes ambientales -un hecho aberrante como pocos- y afecta los valores civilizatorios que guían las sociedades. Todo eso junto y mezclado. Esto significa que estamos viviendo una época que, si se prolonga mucho en el tiempo, como alertaba nuestra querida Rosa de Luxemburgo, puede transformarse en una barbarie total. Pero, al mismo tiempo, este momento puede y debe ser visto como una oportunidad para los pueblos de Brasil y del mundo. En este contexto, podemos ganarle una jugada al capitalismo y avanzar en nuestras justas reivindicaciones.
Esto aplica no solo para el caso brasileño, como sabemos cualquier cosa que suceda en el Amazonas, repercute en el mundo entero, y, de igual modo, cualquier cosa que suceda en Ucrania, repercute aquí en nuestra agricultura. La reflexión política de la actualidad brasileña, por tanto, puede y debe verse reflejada más allá de nuestro país, de América Latina y del mundo.
M.O- En ese sentido, y a meses de realizarse las próximas elecciones presidenciales en Brasil: ¿Qué acciones está tomando el MST para hacerle frente a esa compleja coyuntura?
J.P.S- En primer lugar, como hemos venido conversando, la lucha del movimiento campesino es histórica y en el MST sabemos que todas nuestras demandas, que todos nuestros problemas como clase campesina, no se resuelven con el regreso de Lula a la presidencia, en las próximas elecciones de octubre de 2022.
Dicho esto, vamos al grano. Lula estuvo preso durante 580 días en una cárcel de Curitiba, estado de Paraná, en el sur de Brasil… 580 días estuvo el MST acampando en señal de apoyo y resistencia a quien había sido -como Dilma (Rousseff)- acusado injustamente por el corrupto Poder Judicial brasileño. En algunos momentos, los campamentos del MST fueron la única presión real para el establishment político brasileño, y, por tanto, la mayor amenaza, todo lo cual se revertía en peligros concretos contra el movimiento campesino. Es decir, el MST no se ha activado este año para estas elecciones, sino que se han mantenido en pie de lucha y se mantendrá en la vanguardia en esta y en las futuras coyunturas.
Entonces, nosotros la clase trabajadora -no solamente el MST- conseguimos hacer un movimiento unitario que fue victorioso: conquistamos la libertad de Lula, porque si fuera por la burguesía brasileña, Lula se hubiera muerto allá en Curitiba, esa era parte del plan de la burguesía en nuestro país. Pero, con la Campaña Fora Bolsonaro, con la Campaña Lula Livre, con los miles de comités que organizamos, y con nuestra incansable vigilia allá en Curitiba, logramos arrancar el golpe contra Lula y Dilma de las manos de la burguesía. Y esa victoria, no fue de Lula, no fue del Partido de los Trabajadores, ni de la izquierda, fue una victoria -en el marco de la lucha de clases- de la clase trabajadora contra la burguesía que había secuestrado a Lula, ese es el nombre real de lo que le habían hecho a Lula.
Esta indudable victoria popular, recoloca a la clase trabajadora en la lucha por el poder político. Desde el MST, en apoyo a la reelección de Lula y para continuar dando los debates desde nuestras bases sociales, estamos organizando los Comités Populares de Lucha en todo el territorio nacional brasileño. Es necesario impulsar una campaña de masa para organizar al pueblo en una lucha común, para discutir qué Brasil tenemos y que Brasil queremos, es decir, para ir más allá de estas elecciones, y de acciones de agitación o propaganda política.
M.O- ¿Qué sigue el día después, si Lula gana las elecciones presidenciales?
J.P.S- Continuar luchando por la Revolución agraria y social, que -en lo inmediato- implica acabar con el “Bolsonarismo”. Vamos a aclarar que Bolsonaro, el actual presidente, no es un burgués, es un lumpen. En 2016, la burguesía brasileña dio el golpe contra Dilma (Rousseff), y puso a Temer, quien era entonces vicepresidente ejecutivo, como Temer no fue funcional a la clase burguesa, entonces, la burguesía se unió y puso a Bolsonaro, pero él como actor político, no tiene fuerza propia: Bolsonaro es un lumpen, la burguesía brasileña no lo considera como parte de su clase. Sin embargo, la burguesía decidió optar por un sujeto neofascista, como Jair Bolsonaro, para proteger sus intereses y tirar sobre la clase trabajadora todo el peso de la actual crisis del capitalismo. Incluso la burguesía internacional contribuyó para la llegada de Bolsonaro a la presidencia brasileña, ejemplos de ello, es que, para la campaña electoral se utilizaron centro de operaciones digitales en Taiwán y en Irlanda, desde donde bombardeaban a los medios brasileños con fake news.
Es decir, hay unas condiciones concretas que hicieron posible la llegada de Jair Bolsonaro a la presidencia, las expresiones más retrogradas, más fascistas, dentro de la burguesía y de la sociedad brasileña, lo que ahora la gente llama de “bolsonarismo”. En ese sentido, fue el bolsonarismo que hizo posible que Bolsonaro ganara las elecciones, en 2018, y, por lo tanto, no solo hay que quitar a Bolsonaro de la presidencia, sino que hay que acabar con el bolsonarismo que se encuentra impregnado en la sociedad y en el Estado ampliado, como decía Antonio Gramsci, de nuestro país. La barbarie también puede provocar una revolución social.
Notas:
*Politóloga y asesora internacional, académica argentino-venezolana, feminista y activista social. Micaela es Licenciada en Ciencias Políticas, Magíster en Relaciones Internacionales; con estudios en temas de género, gobierno, democracia y Estado. Fue asesora de relaciones internacionales del presidente Hugo Chávez y ha trabajado con el gobierno venezolano durante los últimos 15 años. También es periodista independiente, productora y en Dirección de Cine y TV de EMPA (Venezuela). Fue productora y comentarista en Radio Alba Ciudad (Caracas). Micaela trabajó como traductora y transcriptora en «South of the Border» de Oliver Stone, investigación de archivo sobre «Silvio Rodríguez. Mi primera vocación» de Catherine Murphy, y como periodista de «Correo del Alba». (Bolivia-Venezuela).
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