Por alguna razón, las idílicas visiones que proyecta la prensa oficialista en El Salvador, la narrativa digital montada como universo perfecto de un país privilegiado, sigue estrellándose como un vehículo a toda velocidad contra el muro de una obstinada realidad, que contradice las afirmaciones del jefe del gobierno y su cohorte de aduladores, incapaces de decirle al rey que está caminando desnudo.
Al equipo de gobierno, a sus diputados y demás personeros en todos los resortes del poder estatal les resulta cada día más extraño que frente a la promesa del Tren del Pacífico, el futuro aeropuerto de última generación de La Unión, el eventual estadio espectacular de futbol, o la ciudad del Surf, que suena mucho más elegante y sofisticada gracias al ingenioso cambio de nombre, del cerril El Tunco a la elitista Surf City, la realidad siga obstinadamente mostrando el crecimiento de la pobreza, de la desigualdad, de la muerte y la miseria en El Salvador.
Los resultados de la reciente encuesta de la UCA que ya desglosamos la semana pasada, siguen mostrando, con la misma obstinación que la realidad, que la apuesta por el bitcoin es un fracaso, que la aprobación ciudadana al estado de excepción se reduce en la medida que afecta a personas inocentes, y que el principal flagelo para el pueblo es la situación económica, que sigue igual o empeorando, según el segmento de población que haya respondido a la encuesta.
Esa realidad resulta elocuente en cifras: en seis meses hay más de 80 muertes de capturados en centros de detención durante el régimen de excepción, 105 personas desaparecidas en ese mismo periodo, al menos 2,878 denuncias de violaciones graves a los derechos humanos. La población empieza a alejarse gradualmente de su apoyo incondicional al estado dictatorial que, perciben, se va instalando en el país, señalan los estudios.
Para colmo, las lluvias no cesan, y aunque las fotos de las familias en albergues son de enorme utilidad electoral para los diputados oficialistas, captados acercándose a entregar un paquete de ayuda con su nombre y el de su partido a algunas de las más de mil personas que siguen alojadas en refugios temporales, lo cierto es que las casas siguen bajo el agua, las pérdidas son incalculables, las cosechas se siguen perdiendo y no hay soluciones para las víctimas.
No solo la incapacidad y falta de previsión del gobierno, de su ministro de Gobernación, de su director de Protección Civil queda en evidencia; también sale a la luz el desmontaje de la estructura municipal que impedía o prevenía mínimamente que los desmanes fueran tan grandes como los actuales.
A diferencia de otros casos bien conocidos en los que el inquilino de CAPRES se desvive por anunciar lo que sea como “por primera vez en la historia”, “lo que jamás antes se había hecho”, esta vez el presidente no se apresura a afirmar que “por primera vez en la historia” mientras El Salvador se ahoga, el rubro presupuestario perteneciente a Infraestructura para mitigación de riesgos cuenta con una importante porción sin ejecutar; algo similar a lo que sucede con Educación y Salud. Si añadimos una reducción objetiva de fondos otorgados en la actual propuesta de presupuesto para este tipo de rubros, podemos identificar las prioridades.
Que la realidad no encaje en los diseños y maquetas gubernamentales, o que esta contradiga los discursos oficiales no impide al presidente persistir en su propia historia, asegurando al mundo, desde sus artículos de opinión en medios internacionales – como Bitcoin magazine de septiembre pasado- que, por ejemplo, el Bitcoin es un éxito indiscutible y que su gobierno no solo es pionero, sino objeto del más cruel ataque de todos los poderes, coludidos para impedir el progreso de este país, que la oposición es su enemiga, pero también lo son “los medios, nacionales e internacionales, gobiernos extranjeros, la banca, las ONG, las organizaciones internacionales y prácticamente todos los gobiernos y corporaciones del mundo” y, podríamos agregar, cualquier casa encuestadora que no lo coloque a él como el indiscutible líder mundial.
Que la realidad no arruine una narrativa
En esa lógica oficial, alejada de un mínimo sentido de la realidad, no parece relevante que organismos multilaterales de crédito estimen que para fin de año el monto del endeudamiento externo salvadoreño alcanzará el 80.3% del PIB, que CEPAL anticipe un crecimiento de apenas 1.7% para el próximo año, que solo en intereses de la deuda el país deberá pagar más de U$S1,000 millones en 2023; o que desde 2021 el quintal de frijol ha experimentado un alza de 41 dólares, costando actualmente $115 el quintal, mientras la tortilla de maíz muestra precios récords históricos que colocan estos productos básicos de la dieta familiar salvadoreña en niveles prohibitivos.
Importa en cambio asegurar que la publicidad no se detenga, y por eso el plan de gastos de CAPRES puede darse el lujo de recortar drásticamente los destinados a programas para la juventud, pero en cambio incrementar sensiblemente los gastos para propaganda, tanto para la Secretaría de Prensa de la presidencia ($2,103,345 para 2023, frente a $1,226,975 asignados en 2022), como para la otra gran ejecutora de propaganda oficial a costa de los dineros del pueblo, la Secretaría de Comunicaciones, que recibe más de un millón de dólares de aumento respecto del presente año (el presupuesto 2023 le asigna $4,042,170, mientras el de 2022 fue de $2,930,170).
En cambio, la línea referida al “Apoyo a la política nacional de juventud”, pasará de tener $3,640,570 en 2022 a recibir casi un millón menos en 2023, en el que se le han asignado $2,753,010. Este recorte supone el tercero consecutivo durante la actual gestión, que cuando asumió tenía asignados $4,416,880 al rubro, bajando a $4,411,880 en 2021. En cambio, también aumentan los gastos para inteligencia y seguridad de CAPRES.
El país real
Así las cosas, y más allá de las visiones del paraíso en la tierra que presentan los encargados de la manipulación de la opinión popular a través de sus bien financiados órganos de propaganda estatal, 90 de cada 100 salvadoreños afirman sentir que la canasta básica ha aumentado de precio en los últimos tres meses; 86 de cada 100 perciben que el costo de la vida ha subido algo o mucho; apenas un 7% cree que su situación económica mejoró pero el resto, un 93%, afirma que sigue igual o ha empeorado.
Ese El Salvador, para el cual trabajo o empleo estable sigue siendo una quimera, comer tres veces al día, una ilusión, y vivir en zonas no vulnerables representa una utopía, no parece ajustarse a los panfletos oficialistas que se empecinan en afirmar que el 90% o más de la ciudadanía apoya al presidente.
La realidad, poco a poco, va golpeando y haciéndose espacio; parece haber empezado por las capas más proclives a aceptarla, las que sufren hambre, persecución, inseguridad, pobreza multidimensional, discriminación. Esas mujeres y hombres viven en el país real; en el otro, posiblemente, además de los publicistas y fanatizados del gobierno, “vivan” también muchos integrantes de la diáspora, más fácilmente manipulables en tanto alejados físicamente del país. Tal vez allí se explique el esfuerzo oficialista en generar las condiciones ideales para el fraude electrónico en los próximos procesos electorales, que con tanto afán se empeña el presidente en presentar -con su habitual y predecible coletilla- como “Un paso histórico”.
Notas:
*Periodista y comunicador. Militante internacionalista. Miembro del FMLN.
Imagen de portada: Violencia en El Salvador