Se ha hecho mucho ruido sobre las misiones de paz del primer ministro húngaro, Viktor Orban, a Kiev, Moscú, Pekín y Washington DC, en la última de las cuales se reunió con Trump, con la UE desautorizándolo como resultado y su máximo diplomático queriendo infantilmente desairar su planeada cumbre informal de asuntos exteriores. A los eurócratas les molesta que haya hecho todo esto mientras su país ocupa la presidencia rotatoria del Consejo de la UE, pues creen que desacredita el apoyo del bloque a Ucrania, pero sus temores son infundados.
Orban acaba de publicar el texto completo del informe de su misión de paz después de que aparecieran fragmentos del mismo que daban una impresión engañosa de sus observaciones y recomendaciones. No son ni mucho menos tan escandalosas como algunos podrían pensar, ya que se limita a concluir que el conflicto ucraniano empeorará sin una implicación diplomática externa seria. En consecuencia, sugiere discutir las modalidades de la próxima conferencia de paz con China; reanudar el diálogo con Rusia; y lanzar una ofensiva política en el Sur Global.
Eso es todo, ni más ni menos. Nada de lo que contiene puede describirse de forma creíble como «pro-ruso» o incluso «favorable a Rusia», sino simplemente pragmático, ya que argumenta que la falta de acción podría suponer mayores costes financieros y de otro tipo para la UE, especialmente si Trump gana las elecciones y traslada la carga de apoyar a Ucrania al bloque. Nada de lo que Orban escribió es controvertido, pero está siendo deliberadamente tergiversado de esa manera debido a los intereses belicistas de la élite liberal-globalista gobernante.
Quieren seguir «luchando hasta el último ucraniano» por razones puramente ideológicas relacionadas con la creencia dogmática de que su visión del mundo prevalecerá inevitablemente sobre la conservadora-nacionalista de Rusia. Además, explorar la posibilidad de acoger conjuntamente con China la próxima conferencia de paz daría crédito al creciente papel diplomático de esta última en los asuntos mundiales, mientras que reanudar el diálogo con Rusia equivaldría a reconocer tácitamente que no se la puede aislar y que es indispensable para el proceso de paz.
Estos resultados suplementarios son «políticamente inaceptables» para los eurócratas, pero la tercera propuesta podría aplicarse aunque no le den el crédito que merece. En concreto, pidió «lanzar una ofensiva política coordinada hacia el Sur Global, cuyo aprecio hemos perdido en relación con nuestra posición sobre la guerra en Ucrania, lo que ha provocado el aislamiento global de la comunidad transatlántica», lo que tiene todo el sentido, pero debe hacerse con cuidado.
Insistir en las mismas narrativas desacreditadas que culpan a Rusia de la última fase del conflicto ucraniano, que ya dura una década, y hacer alarmismo sobre sus supuestas «motivaciones imperialistas» en el Sur Global sólo empeorará las cosas para la UE en materia de poder blando. Lo que se necesita es un enfoque más pragmático que por fin reconozca la complejidad del conflicto, deje de atacar a Rusia y presente a la UE como un socio fiable para optimizar los equilibrios de los países del Sur Global en la Nueva Guerra Fría.
No es probable que nada de esto llegue a materializarse a corto plazo, pero la cuestión es que, en teoría, la UE podría aplicar la última de las recomendaciones de Orban, aunque siga cometiendo los mismos errores que antes. Sin embargo, es la menos relevante para el conflicto ucraniano, pero por eso podría llevarla a cabo de alguna forma. En cuanto a las otras dos recomendaciones, la primera es comparativamente más aceptable que la segunda a la hora de la verdad, pero probablemente se volvería irrelevante si Trump vuelve al poder.
No hay forma de que quiera entregar al rival sistémico de su país la victoria diplomática mundial de acoger conjuntamente la próxima conferencia de paz junto con la mayor parte de la OTAN, pero podría aceptarlo como un hecho consumado en la remota posibilidad de que esto ocurra antes de su posible investidura. En cuanto a la segunda propuesta de reanudar el diálogo con Rusia, podría sentirse coaccionado a aplicarla si lo hace primero como parte de su promesa de mediar en una solución del conflicto poco después de ganar.
Por tanto, a la UE le interesa objetivamente seguir las recomendaciones de Orban, que no son escandalosas en absoluto, aunque lo más realista que cabe esperar, dada la actitud de los eurócratas hacia él y este conflicto, es que vuelvan a hacer una ofensiva política chapucera en el Sur Global. Carecen de la humildad necesaria para incorporar a China como interlocutor diplomático en igualdad de condiciones para la paz, y hablar con Rusia les resulta ideológicamente anatema, por lo que es probable que desaprovechen las oportunidades que ofrecen sus propuestas.
*Andrew Korybko, analista geopolítico internacional.
Artículo publicado originalmente en Substack de Andrew Korybko.
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