Europa

El espionaje de la OTAN en el Ártico

Por Giuseppe Masala* –
Una asfixiante campaña de prensa occidental habla de agresión rusa en Escandinavia. Pero la realidad es exactamente la contraria.

Uno de los conceptos clave de la doctrina militar de la OTAN y de EE.UU. se conoce como Dominio de Espectro Completo. Este nombre indica el principio de que la OTAN y EE.UU., para ganar una guerra, no sólo deben utilizar el instrumento militar sino una combinación de instrumentos que puedan lograr el objetivo político deseado. Entre los instrumentos está sin duda el uso de sanciones o el ataque financiero puesto en marcha con las enormes entidades financieras estadounidenses y occidentales para lograr -en última instancia- el colapso económico de la nación a la que se quiere golpear. O el uso de instrumentos diplomáticos, quizás incluso a través de instituciones supranacionales sobre las que se tiene un dominio político de facto, como la Corte Penal Internacional, que invariablemente acusa y condena a los exponentes políticos de los países adversarios de Occidente: la última hipótesis en orden de tiempo ha sido la acusación contra Vladimir Putin. O también puede considerarse una herramienta el ecosistema de las ONG occidentales, que en muchos casos trabajan para desestabilizar a los países que Estados Unidos, la OTAN o la UE quieren golpear.

Así pues, como puede verse, el concepto de guerra elaborado por los planificadores occidentales incluye instrumentos que no son estrictamente bélicos pero que pueden ser útiles para alcanzar el objetivo, con la esperanza de hacer innecesaria la intervención militar directa.

Sin duda, entre las herramientas de que disponen los planificadores occidentales, desempeña un papel fundamental el instrumento que antes se denominaba «propaganda», pero que hoy, dado el increíble nivel de sofisticación que ha alcanzado, es mucho más correcto definir como guerra psicológica. La guerra psicológica consiste en el uso planificado de la propaganda y otras acciones psicológicas que tienden a influir en las opiniones, emociones y comportamientos de una población, o de determinados estratos sociales de la misma, con el fin de favorecer la consecución de objetivos. En esencia, es una forma de guerra que pretende conquistar la mente del enemigo más que el territorio del país donde reside, utilizando como armas la comunicación y la manipulación psicológica.

Una forma peculiar de guerra psicológica es aquella en la que el objetivo a alcanzar y, por tanto, a manipular no es la población del país enemigo, sino la propia. Se trata, pues, de una forma de guerra psicológica destinada a convencer a los propios ciudadanos (quizás sería mejor llamarlos súbditos) de la justeza de las medidas que el propio gobierno pretende poner en marcha. Como puede comprenderse, se trata de medidas que de otro modo -en situaciones normales- la población nunca aceptaría e incluso se opondría con todos los medios posibles. Un ejemplo clásico de este tipo de medidas es la entrada del país en guerra, donde la guerra psicológica es evidentemente necesaria para persuadir a la propia población de que la intervención militar es necesaria e incluso inevitable. Otro ejemplo puede ser el de convencer a la propia población de que es correcto recortar el Estado del bienestar para permitir el rearme.

Precisamente en los últimos días se ha desarrollado en Europa una espectacular operación de guerra psicológica en perjuicio de los ciudadanos. Nos referimos a artículos de periódicos europeos que ilustran a la opinión pública -en tono alarmista- que Rusia está militarizando los territorios fronterizos con Finlandia. Un ejemplo flagrante, para Italia, es el artículo, firmado por Gianluca De Feo, publicado hoy por la Repubblica con el emblemático título alarmista: «Las tropas de Moscú frente a Finlandia: “Es el próximo frente”».

Así, según la tesis de los columnistas occidentales -evidentemente bien asesorados por fuentes militares de la OTAN o de Estados Unidos- Rusia está construyendo nuevas bases militares y reestructurando las existentes, en la frontera con Finlandia, con la intención de amenazar al pulcro, democrático y pacífico país de Papá Noel.

Ciertamente, lo que ilustran los periódicos occidentales es cierto, pero, como es bien sabido, el diablo está en los detalles (posiblemente cuidadosamente ocultos).

En primer lugar, hay que decir que Finlandia entró en la OTAN el 4 de abril de 2023, abandonando la envidiable posición de neutralidad absoluta de la que había disfrutado desde el final de la Segunda Guerra Mundial (quizá sería más correcto decir con el final de la llamada guerra de invierno con la URSS que precedió a la Segunda Guerra Mundial). La realidad es que Finlandia nunca se ha visto amenazada por Rusia (ni por la Unión Soviética) desde que se estableció su neutralidad y, por lo tanto, la entrada en la Alianza Atlántica se debe tanto al ascenso en Helsinki de políticos prooccidentales y rusófobos como al hecho de que el país (al igual que Suecia) está vinculado política y económicamente a Occidente y, en consecuencia, sigue su destino.

Dicho esto, la entrada de Finlandia en la OTAN no consistió en la ciertamente importante firma del tratado, sino también en operaciones mucho más concretas, como un acuerdo entre Estados Unidos y Finlandia que prevé la posibilidad de desplegar tropas norteamericanas en no menos de 15 bases, cinco de las cuales están situadas en el extremo norte del país. Además, entre las bases cubiertas por el acuerdo entre Helsinki y Washington se encuentra la importantísima de Rovaniemi, que sirve de Mando Aéreo de Laponia para la Fuerza Aérea finlandesa y que ya alberga F-16, a la espera de la llegada de los F-35.

Así que, como vemos, el papel de Finlandia y de la OTAN en su conjunto en la península escandinava dista mucho de ser tan pacífico como nos quieren hacer creer los periódicos de estos días. Y, de hecho, recordemos que en los ejercicios de la OTAN de noviembre de 2024 se desplegaron en Finlandia dos bombarderos estratégicos estadounidenses B-52H Stratofortress con capacidad nuclear, enviando -en efecto- una señal no precisamente evangélica a Moscú.

Visto así, la operación de rearme en curso en la península escandinava aparece a los ojos rusos como lo que realmente es: una respuesta coherente a la agresión de la OTAN en la zona.

Pero todo esto los medios de comunicación occidentales fingen desconocerlo haciendo creer a su público que Rusia se está organizando para atacar Finlandia. En todo caso, es exactamente lo contrario.

Sólo queda por ver si esta descarada operación de guerra psicológica de la OTAN es una forma de hacer que las poblaciones de sus países miembros acepten los sacrificios que invariablemente se exigirán para financiar el rearme, o si estamos ante la premisa de algo mucho peor.

*Giuseppe Masala, se licenció en Económicas y se especializó en «finanzas éticas»

Artículo publicado originalmente en lAntidiplomatico.

Foto de portada: Gobierno de Finlandia.

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