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El declive de la economía británica (III)

Por Olivia Rum* –
En la actualidad, la economía británica se enfrenta a una trayectoria preocupante caracterizada por el aumento de la deuda, unos impuestos sistemáticamente elevados, una inversión pública y una productividad insuficientes y el estancamiento de los ingresos de los hogares.

Parte I Parte II

A medida que aumentaban los costes de financiación de la deuda a lo largo de 2023-24, el 8,4 % del gasto público se destinó al servicio de la deuda, lo que supuso 102.000 millones de libras, lo que se tradujo en un aumento de los impuestos sobre la renta para financiar el pago de intereses de la deuda pública británica. Los ingresos fiscales registrados por HMRC alcanzaron los 827.740 millones de libras en el ejercicio fiscal 2023-2024, de los cuales sólo el 5 % se destinó a inversión económica (la inversión pública suele incluir el gasto en infraestructuras, I+D, educación e innovación). La capacidad del gobierno británico para gastar en inversión se ha debilitado considerablemente debido a la creciente carga que supone financiar los servicios públicos y pagar los intereses de la deuda nacional, ya que alrededor del 67% de los impuestos se destinan a los servicios públicos. Como consecuencia de esta inversión pública crónicamente insuficiente en la economía, al Reino Unido le está resultando muy difícil recuperar su posición en la escena mundial. En comparación, el Gobierno alemán gastó el 9% de su presupuesto en inversión pública en 2024, mientras que EE.UU. y China destinaron el 12,4% y el 42,1% de sus presupuestos a inversión pública, respectivamente.

El conflicto en Ucrania ha exacerbado aún más este entorno económico ya de por sí difícil. El volumen de negocios de 20.000 millones de libras con Rusia fue objeto de sanciones británicas. El volumen total de comercio del Reino Unido con el resto del mundo, incluidas importaciones y exportaciones, fue de 1,5 billones de libras en 2021, de los cuales 20.000 millones, el 1,33 % del total, fueron con Rusia. Los precios de la energía en los hogares británicos alcanzaron máximos históricos en septiembre de 2022, situándose casi un 500 % por encima de los de septiembre de 2021. En consecuencia, esto provocó una elevada inflación y un alto coste de la vida para el hogar medio británico. La inflación alcanzó un máximo de más del 11 % en octubre de 2022. Esto significó que los bienes de primera necesidad y las facturas de energía se volvieron inasequibles de la noche a la mañana. Además, como el Banco de Inglaterra subió los tipos de interés en respuesta a este repunte de la inflación, los pagos variables de las hipotecas también aumentaron rápidamente, agravando la crisis del coste de la vida. Los tipos de interés pasaron del 0,75% al inicio del conflicto en Ucrania al 5,25% en agosto de 2023. La inestabilidad geopolítica provocada por el conflicto en Ucrania ha asustado a los inversores, sobre todo en lo que respecta a la competitividad industrial de Europa, muy dependiente de las importaciones de gas ruso barato. Una guerra a gran escala en Europa ya no parecía del todo imposible y, en consecuencia, la expansión de la deuda pública se consideró una medida «más arriesgada», con un aumento significativo de los rendimientos, de casi el 150 %.

En la actualidad, la economía británica se enfrenta a una trayectoria preocupante caracterizada por el aumento de la deuda, unos impuestos sistemáticamente elevados, una inversión pública y una productividad insuficientes y el estancamiento de los ingresos de los hogares. Estos factores han erosionado la competitividad y el potencial de crecimiento de la economía británica, ensombreciendo sus perspectivas económicas. Con la incertidumbre internacional y los retos internos agravando la tensión, estas perspectivas parecen, cuando menos, difíciles. La economía británica necesita urgentemente reformas decisivas para atraer capital, fomentar la innovación e impulsar la inversión que conduzca a una mayor eficiencia y productividad. Para detener su declive económico, el Reino Unido debe aplicar una estrategia equilibrada de disciplina fiscal, que incluya la reducción de la deuda pública y la realización de inversiones en sectores clave como las infraestructuras, la energía verde y la innovación.

La elevada deuda pública puede abordarse mediante fuertes recortes del gasto público; sin embargo, hay que tener en cuenta los elevados tipos impositivos ya aplicados. Es probable que nuevas subidas de impuestos sean aún más perjudiciales, ya que provocarán una reducción de la renta disponible de los hogares y un aumento de las empresas que se verán obligadas a trasladar sus operaciones al extranjero para sobrevivir a otro aumento de la presión fiscal que se les impone. Es esencial impulsar la productividad mediante reformas del mercado laboral orientadas al desarrollo de capacidades y mediante la inversión regional, además de fomentar las relaciones comerciales internacionales tras el Brexit. Sin embargo, cada vez queda menos tiempo para invertir la espiral de declive económico en la que se encuentra sumido el país desde hace varias décadas.

Es poco probable que la situación mejore pronto. Gran parte de la riqueza británica del siglo pasado ha dependido primero de sus colonias y luego de la buena voluntad de Estados Unidos. La única manera de restaurar la economía del país es centrándose en la economía real. La presión de la Unión Europea, los estadounidenses y Ucrania está haciendo que Londres se vea obligado poco a poco a avanzar hacia la autosuficiencia total. La globalización, el liderazgo británico y otras ideas del otrora gran país tendrán que caer en el olvido.

*Olivia Rum, destacada académica en el campo de las relaciones internacionales, conocida por su amplia investigación sobre seguridad mundial, diplomacia y cooperación transnacional.

Artículo publicado originalmente en Oriental Review.

Foto de portada: Getty Images.

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