Los hechos político-económicos y supraestructurales en lo que va corrido del gobierno, muestran una distancia cada vez mayor entre lo dicho y lo hecho, y una creciente sensación de frustración sobre una posible paz en Colombia. Veamos:
Después del tan esperado Acuerdo de la Habana 2016, entre el Estado colombiano y el secretariado de las Farc, por el que tanto luchamos y aplaudimos y celebramos con tanta esperanza, “vino la paz con todos su horrores”, como dijera el decrépito presidente José Manuel Marroquín, al finalizar la guerra de los mil días en los albores del siglo XX, y que, los ideólogos del Santismo llamaron pomposamente como El Postconflicto, con la finalidad de atraer capitales financieros para la inversión en el hermoso país en vías de pacificación.
Sin embargo, las cosas marcharon en otra dirección. La infiltración masiva de agentes del Estado de las innumerables agencias de inteligencia existentes, que habían empujado en la cúpula guerrillera la decisión inconsulta de dejar “precipitadamente” las armas que, la tradición y la experiencia guerrillera de los muchos acuerdos de paz incumplidos de medio siglo atrás, consideraban como “garantía” de su cumplimiento y respeto; no solo otorgó a los Contrainsurgentes dominantes una ventaja gratuita, hacia la perfidia del incumplimiento, la burla del conejo; el exterminio gota a gota de guerrilleros reinsertados, y, a los entrampamientos de comandantes insurgentes críticos con las modificaciones que entre telones del Teatro Colón se le hicieron al Acuerdo original.
Sino que, además, sirvió para que los infiltrados que permanecieron agazapados en la retaguardia, aprovecharan para dividir aún más los restos y los residuos de la resistencia armada y se le diera inicio al desarrollo de la segunda fase del desarme y la reinserción: El plan contrainsurgente perverso del CAOS CONTROLADO, diseñado y probado en el Cercano Oriente por los asesores extranjeros de la Contrainsurgencia.[1]
Que consiste en enfrentar en armas a grupos hermanos con argucias irracionales y primitivas. En Colombia sintetizadas en que todos, provenientes de las mismas filas insurgentes, terminaron acusándose de traidores ente sí, en un espiral de violencia y contra violencia, estimulada por las fuerzas Contrainsurgentes del Estado (oficiales y paramilitares, a los que se sumaron los narcos; los traficantes y vendedores de armas, compañías privadas de mercenarios, escoltas y demás pelechadores de los conflictos armados) enredando o como se dice en diplomacia, “complejizando ”, aún más el conflicto interno. Dificultando la perspectiva de la paz y haciendo perder el horizonte anticapitalista y de resistencia anti imperialista sostenida durante tantos años, es decir, generando un CAOS manejable o administrable, utilizado para continuar la dominación el sometimiento y la explotación del trabajo del pueblo trabajador colombiano para exportar la plusvalía producida, mientras se obtienes enormes ganancias adicionales con las industrias y negocios de la guerra, dando al traste con la promesa electoral de la Paz Total
Lo cual nos llevaría necesariamente a otra pregunta que muy pocas personas se han hecho: ¿Por qué los análisis dialécticos, críticos y serios sobre esta temática, han sido reemplazados por un recuento periodístico amarillo y horroroso de muertes y enfrentamientos, bombazos, y satanizaciones, o incluso, han desaparecido como por ensalmo de las publicaciones autoproclamadas de izquierda, y hasta soportes del gobierno progresista?
Entendible por el temor a ser satanizados y perseguidos por los impulsores del fascismo del “Estado de Opinión” y la Seguridad Democrática, que durante el largo y luctuoso período llamado “Uribato” de los presidentes reelegidos (Uribe, Santos) y del subpresidente Duque, llenaron al país de odio, sangre, falsos positivos, extermino gota a gota de guerrilleros reinsertados, uso de armas largas contra manifestantes, ataques armados a la revolución Bolivariana de Venezuela y sembrando el país de fosas comunes o “escombreras”, que apenas ahora empiezan a destaparse.
Pero parece haber otra causa sumada a la derrota del Acuerdo de Paz y al Caos Contrainsurgente generado posteriormente:
Que el sancocho presidencial ideológico y electoral del llamado Petro-Santismo (Petro-Benedetti-Roy-Cristo-Prada-Murillo-Eljach) que cooptó amplios sectores populares y de la movilización social, no solo fueron (y son, y serán) instrumentalizados electoralmente, sino que, política e ideológicamente tuvieron que aceptar “acríticamente” y sin chistar, la densa ecuación de que el Petrismo familiar presidencial es igual a Progresismo, e igual a la tradición de Izquierda, (en sus vertientes de Izquierda Liberal o, Marxista).
Cuando son conceptos y categorías bien diferenciadas en la ciencia política; aquí, y en Cafarnaúm.
Frustrándose así la posibilidad de que, entre los seguidores de la Teoría Marxista de la Dependencia TMD, surgiera una corriente por fuera de esta cooptación. Liberada ideológicamente del llamado “cretinismo electorero, de la mermelada de los auxilios parlamentarios y de los altos cargos en el gobierno”, comprometida a fondo con la teoría de la Solución Política del conflicto interno de Colombia y alejada del desespero del Gobierno que trata de agruparse en falsos Frentes Populares Electorales, con el fin de ver si aún (en el poco tiempo que queda de gobierno) se puede corregir el curso frustrante de las aspiraciones populares, que ha tomado el capitalismo dependiente y contrainsurgente dominante en Colombia actualmente.
Alberto Pinzón Sánchez *Médico, antropólogo y ensayista colombiano, exiliado político y colaborador de PIA Global.
Este artículo ha sido publicado en el portal prensabolivariana.org
Foto de portada: Chepa Beltran (Getty Images)
Referencias:
[1] https://www.elviejotopo.com/articulo/un-caos-controlado-entrevista-a-nazanin-armanian/

