Mientras Rusia y EEUU negocian el fin de la guerra en Ucrania, el último bastión del globalismo atlantista y liberal europeo continúan resistiéndose a su derrota boicoteando cualquier intento de acuerdo, utilizando a su títere Zelensky; imponiendo más sanciones y elevando la retórica antirusa; actuando visiblemente antidemocráticos interviniendo en las elecciones de los países europeos en donde ve peligrar su posición de poder, países claves en el proyecto estratégico globalista atlantista en la región; arrogándose e imponiendo decisiones políticas como representativas de todo el continente cuando sólo representan a un bloque de poder, a la vez que cada actor persigue sus propios intereses; y buscando mostrar públicamente una unidad que no existe.
En este sentido, el globalismo atlantista y liberal europeo no sólo lucha contra Putin. El especialista ruso Alexander Dugin, explica que en este punto, este bloque “lucha simultáneamente tanto contra Putin como contra Trump (un ejemplo son las elecciones en Rumanía, donde las falsificaciones y otras manipulaciones robaron la victoria al soberanista George Simion, un candidato pro-Trump en lugar de pro-Rusia). Al mismo tiempo, los globalistas de forma extremadamente furtiva, como siempre hacen, quieren asegurarse de que Trump siga luchando por ellos en Ucrania contra Rusia. Para infligir una derrota estratégica a nuestro país por sus manos y para asegurarse de que el propio Trump, que ha sido arrastrado a esta guerra fatal para él, debilite su posición entre sus partidarios y finalmente sea derrocado”.
Es interesante esta lectura ya que nos permite comprender la complejidad de los actores que se disputan en Europa, entendiendo que el bloque del globalismo atlantista liberal europeo, hoy liderando el rumbo geopolítico europeo, es sólo un grupo de actores, el más belicista y el que apuesta por un mantenimiento de la guerra o escalada como proyecto. Un bloque que venía debilitado y que dicho declive se ha acelerado con el quiebre transatlántico tras la asunción de Trump y la eventual resolución de la guerra en Ucrania, el eje vertebrador del proyecto del globalismo atlantista que lo mantiene en pie.
Los eventos desde el comienzo de las conversaciones entre EEUU y Rusia mostraron de manera más evidente el rol de cada actor europeo, al tiempo que constata las fracturas internas a nivel europeo con partidos y ciudadanos que no tienen como objetivo seguir detrás del proyecto globalista, pero también fracturas dentro del mismo globalismo atlantista.
El mismo día que se realizaron las primeras negociaciones entre las delegaciones ucranianas y rusas en Estambul, se realizó la sexta Cumbre de la Comunidad Política Europea (CPE), una iniciativa, recordemos, propuesta por Macron en 2022 para incluir a países europeos que están fuera de la Unión Europea en discusiones estratégicas, especialmente en torno a la seguridad, la estabilidad y la cooperación continental, con énfasis en la crisis de Ucrania.
La Cumbre de este 16 de mayo se celebró en Tirana, Albania, luego de que Zelensky intentara bloquear las conversaciones en Estambul un día antes retrasando la llegada de su delegación y eligiendola a última hora. Mientras Zelensky llamaba cobarde a Putin por no presentarse personalmente en Turquía para reunirse con él, la sexta Cumbre de la CPE evidenciaba las fracturas internas en Europa sobre su rol en la guerra ucraniana y las tensiones generadas por la exclusión europea en las negociaciones lideradas por EEUU y Rusia.
De hecho, a raíz de la exclusión de los europeos de las instancias de negociación (lógica, pensando en, quién quiere incluir a un actor que sólo habla de escalar la guerra), Francia, Alemania, Polonia, Italia, España y el Reino Unido crearon el grupo Weimar+ con el objetivo de organizar una respuesta europea y mostrarse como un actor geopolítico importante en el conflicto ucraniano. Por supuesto, esta postura no fue compartida por todos los países europeos ya que hay líderes que no están de acuerdo con profundizar la retórica confrontativa contra Rusia.
Algunos países presionaron para acelerar el proceso de adhesión de Ucrania a la UE y aumentar el gasto militar en defensa, a la vez que otros piden cautela, en especial en el tema de ayuda militar a Ucrania sin el respaldo de la OTAN. Incluso la propuesta reiterada de construir una fuerza de seguridad europea independiente no tuvo mayor interés entre la CPE.
En la Cumbre también sacaron los trapitos al sol y Meloni expresó su descontento por no haber sido invitada al viaje a Kiev que realizaron Macron, Merz, Tusk y Starmer. Macron la acusó de mentirosa mientras que Meloni argumentó que la excluyeron debido a su posicionamiento de no formar parte de la coalición de voluntarios que pretende enviar tropas a Ucrania luego de los acuerdos de paz. Las tensiones entre Meloni y Macron son de larga data, incluso mucho antes de que ella llegara al gobierno italiano, no obstante, Merz intentó oficiar de mediador para que la interna no afectara la búsqueda de unidad.
No olvidemos que Meloni busca ser la delegada de la intermediación entre EEUU y Europa tras la asunción de Trump y las tensiones que se desarrollaron a partir de allí. De hecho, este lunes, Meloni presidió en Roma las conversaciones transatlánticas entre el vicepresidente de EEUU, J.D. Vance, y Úrsula von der Leyen, en donde se debatió sobre comercio, defensa y la situación ucraniana. No obstante, no le otorgan una silla en la mesa chica del grupo belicista europeo a Meloni, algo que podría ser beneficioso estratégicamente para la líder italiana que persigue la línea de Washington, a la vez que acciona con otra estrategia sobre Ucrania, mientras que el grupúsculo globalista atlantista lucha contra Putin y Trump.
Tanto en la CPE, como en cada momento geopolítico europeo se evidencian las asimetrías y las fracturas no sólo entre los actores y bloques de poder de la región sino también dentro del propio grupo del globalismo atlantista europeo. Mientras Macron, Merz, von der Leyen, Starmer y Tusk se atribuyen, apropian e imponen las decisiones políticas como representativas de todo el continente (arrastrándolos a la situación actual de múltiples crisis proponiendo una escalada sin soluciones serias y reales a los problemas acuciantes de los europeos) también se evidencia que la “búsqueda de unidad” y la “defensa de Ucrania” no son más que un slogan, ya que cada uno de estos actores persigue sus propios intereses y eso hace que confronten y se disputen los mismos objetivos, como el liderazgo europeo.
Macron intenta paliar el fracaso de su gestión nacional, regional e internacional, intentando liderar el proceso de militarización ubicando a Francia como centro de la industria militar y como el país nuclear de disuasión garante de la seguridad de todos aquellos países que deseen colocarse debajo de su paraguas. De hecho este tema también fue discutido en la Cumbre de la CPE en donde algunos países se mostraron interesados y otros prefirieron no opinar.
La propuesta del paraguas nuclear de Macron, junto a otros movimientos como los acuerdos militares con Polonia y Moldavia, reflejan claramente las intenciones del francés por marcar el territorio
Por su parte, Merz también disputa el liderazgo del proyecto europeo construyendo una Alemania como potencia dirigiendo la industria hacia la militarización, siguiendo y profundizando esta línea que había iniciado Scholz con la “Fortaleza Europa” como país líder de la contención rusa en Europa.
De hecho, este jueves Alemania inició el primer despliegue militar permanente fuera de sus fronteras desde 1945, con la instalación operativa de la 45.ª Brigada Blindada “Lituania” en la zona de los Bálticos. Así, Merz, a diferencia de Macron, busca afirmar su liderazgo militar europeo en el marco de la OTAN planificando una “nueva era” para la Bundeswehr según el propio Merz, a la vez que reafirmó su aspiración de convertirla en la principal fuerza militar convencional de Europa. “Quien amenaza a un miembro, debe saber que toda la Organización defenderá junta cada centímetro de terrorismo contra la OTAN”, añadió Merz.
Desde 2023, con la llegada de Donald Tusk como primer ministro con su partido Plataforma Cívica, Polonia volvió al rumbo europeo, luego del gobierno del Partido Ley y Justicia (PiS) que sigue siendo muy crítico de las instituciones europeas, opositores con la ayuda y apoyo a Ucrania y que se disputa con Alemania y Ucrania.
Actualmente Tusk intenta consolidar a su país como bastión de la OTAN contra Rusia, pero a diferencia del PiS, el primer ministro polaco apuesta su compromiso con la Alianza Transatlántica planteando la necesidad de fortalecer el “pilar europeo” reduciendo la dependencia con EEUU pero sin romper, apoyando las iniciativas de una fuerza de intervención europea, el paraguas nuclear francés y el aumento al gasto militar. Es decir, persigue la línea de la Comisión Europea, fortaleciendo su rol en la mesa chica del globalismo atlantista belicista. En este sentido, Tusk posiciona a Polonia como pieza clave del liderazgo europeo en el proyecto de seguridad y defensa contra Rusia.
La cuestión polaca se complejiza tras los resultados de la primera vuelta electoral que dejaron a un candidato de Plataforma Cívica, Trzaskowski, y un candidato del PiS, Nawrocki, disputándose la presidencia en la segunda vuelta el 1 de junio. Es decir, se elegirá entre dos proyectos muy diferentes y que podría tener una alta implicancia en el acontecer geopolítico de la región.
Ante una victoria de Trzaskowski se profundizaría y aceleraría la agenda progresista y proeuropea de Tusk.
Mientras que una victoria de Nawrocki podría continuar con las tensiones de cohabitación de gobierno, como sucede hoy con Tusk y Duda, actual presidente de Polonia que es del PiS, por lo que podría continuar influyendo sobre la posición del país respecto a Ucrania y tensar la gobernabilidad de Tusk. La diferencia de votos entre ambos es muy pequeña, Trzaskowski, obtuvo el 30,8 % de los votos, frente al 29,1 % de Nawrocki. A la escueta diferencia se le suma el hecho de que los partidos de coalición asociados a Tusk tuvieron una pésima elección, incluso algunos no lograron llegar al 5% de los votos, frente a los partidos conservadores y nacionalistas que ganaron terreno y obtuvieron mayor porcentaje de votos.
En Polonia, si bien el presidente tiene poderes limitados, tiene el derecho de veto sobre las iniciativas legislativas, incluso las que hayan sido aprobadas por el Parlamento (Sejm), como lo ha hecho Duda, y como Tusk no cuenta con mayoría parlamentaria para anular un veto presidencial, una victoria de Nawrocki podría continuar y profundizar la actual tensión de gobernabilidad, como sucede entre Tusk y Duda. Por ejemplo, Nawrocki podría vetar las peticiones de Tusk de envío de tropas a Ucrania.
En este sentido, es necesario recordar que Polonia, al igual que Rumania, son dos países de alto interés para el proyecto globalista atlantista ya que se han estado preparando hace años para ser las plataformas de contención del avance tanto ruso como chino sobre Europa, no sólo en el aspecto comercial y político, sino también militar, como también lo han sido y se proyecta que sean plataforma de apoyo a Ucrania, incluso ante posible escalada y envío de tropas europeas a Kiev.
En Europa sólo hay dos Sistemas de Defensa Antimisiles Aegis Ashore, el primero instalado en Rumania, en 2016, y el segundo en Polonia, en julio de 2024, la OTAN anunció su finalización. Por sólo mencionar un aspecto, ya que la inversión que la OTAN ha hecho en estos dos países merece un artículo propio. Tan así que en Rumanía se está construyendo la mayor base militar de la OTAN que superará a la Base de Ramstein en Alemania. Esta instalación de la OTAN en Rumania, estará ubicada en el distrito de Constanza, a orillas del mar Negro y se estima que podrá albergar hasta 10.000 militares y sus familias.
En el caso de Starmer, parece que el objetivo ha sido el reingreso a la comunidad europea tras el quiebre transatlántico aprovechando “el vacío” que ha dejado en el bloque globalista atlantista europeo la salida de Biden y el ingreso de Trump a la administración de Washington. Starmer se alinea al globalismo atlantista posicionándose como garante de la seguridad ucraniana prometiendo más financiamiento y ayuda militar, incluso liderando junto a Macron la propuesta de la fuerza de paz europea para Ucrania postguerra y la “coalición de voluntarios”.
Esta posición de Starmer podría haberle jugado en contra en relación a la posibilidad de restablecer los vínculos con Washington. De hecho, la relación Starmer – Trump muestra claras tensiones entre ambos líderes, situación que se vió desde el primer momento en que asume Trump y recibe al premier británico en la Casa Blanca. En dicho encuentro Starmer le reclamó al estadounidense garantías de seguridad para Ucrania, mientras aseguraba que la alianza Reino Unido – EEUU se han ayudado mutuamente y que significa la mayor alianza del mundo, a lo que Trump le respondió con una pregunta “¿pueden enfrentarse a Rusia por sí solos?”, la risa nerviosa de Starmer lo dijo todo.
Las tensiones se elevaron luego de que Zelensky prometiera a Trump la explotación de minerales ucranianos aún cuando existe un acuerdo entre Ucrania y Reino Unido ya planteado sobre esto. Incluso Trump le aseguró a Starmer que un acuerdo sobre recursos naturales con Ucrania sería suficiente como garantía de seguridad.
Por supuesto que las tensiones entre ambos mandatarios también se extienden en relación al compromiso y abordajes sobre la OTAN y la seguridad europea. Mientras Starmer apunta a un fortalecimiento de la Alianza y un mayor compromiso en la seguridad europea, Trump ha sido crítico y escéptico hacia la OTAN, apelando a políticas unilaterales sobre Ucrania, de igual manera ha mostrado su descontento con los países europeos por no cumplir con los objetivos en gasto en defensa.
La última clara y visible tensión se dio exactamente luego de la conversación de 2hs entre Trump y Putin, en donde el presidente estadounidense se encargó de llamar, para informar sobre dicha charla, a Zelensky, von der Leyen, Macron, Meloni, Merza y al presidente de Finlandia, Alexander Stubb, marcando claramente a qué líderes europeos considera relevante sobre este tema.
La inclusión de Stubb, actor que no había sido incluído por los europeos en la mesa chica belicista, marca el interés de Trump sobre el flanco norte europeo ya que mira con un gran interés geoestratégico la región del Ártico.
La omisión de no comunicarse con Starmer evidencia las tensiones entre ambos líderes y el nulo rol que Trump otorga al líder británico en relación a la resolución del conflicto ucraniano.
Mientras Starmer parece volver a querer integrarse a la senda europea, por el camino belicista y sin pensar en volver a la UE, creando acuerdos entre la Comunidad Europea y el Reino Unido, EEUU continúa tensando los vínculos tanto con Reino Unido como con la UE.
El modo en que Trump se vincula con los europeos parece no sólo profundizar la grieta transatlántica entre EEUU-UE sino que también socava los objetivos del grupo de globalistas atlantistas que buscan una mayor unidad en la región utilizando la retórica antirusa para hipermilitarizar la región.
En este sentido se puede nombrar la negativa de Trump de imponer sanciones a Rusia, algo que habían solicitado sus socios europeos y por lo cual mostraron un enorme descontento.
A esto hay que sumarle que ayer Trump anunció la recomendación de un arancel del 50% para toda la Unión Europea bajo el argumento de un déficit comercial con el bloque de aproximadamente 240 mil millones de dólares anuales. El estadounidense sugirió que el arancel comenzará a aplicarse el 1 de junio.
En su declaración, Trump dijo que la UE se formó inicialmente “con el propósito principal de aprovecharse de Estados Unidos en materia comercial” y afirmó que ha sido “muy difícil tratar con el bloque”. “‘Nuestras conversaciones con ellos no van a ninguna parte! Por lo tanto, recomiendo un arancel directo del 50 % para la Unión Europea, a partir del 1 de junio de 2025”, anunció Trump.
A esto se le suma las declaraciones del embajador estadounidense ante la OTAN, Matthew Whitaker, que indicó que EEUU iniciará conversaciones con los aliados europeos para reducir las tropas estadounidenses en Europa a finales de este año. De acuerdo al funcionario, “son más de 30 años de deseo de Estados Unidos (de reducir tropas en Europa), el presidente Trump acaba de decir, basta, esto va a suceder y va a suceder ahora, esto va a ser ordenado, pero no vamos a tener más paciencia para arrastrar los pies en esta situación (…) Sólo tenemos que trabajar a través de las consecuencias prácticas”, comentó Whitaker. A principio de año, el secretario de Defensa de EEUU, Pete Hegseth, había dado aviso a los aliados de la OTAN acerca de que “las crudas realidades estratégicas impiden a Estados Unidos centrarse principalmente en la seguridad de Europa”.
Se espera que esto sea conversado por la parte estadounidense con los europeos en la próxima Cumbre de la OTAN a celebrarse el 24 y 25 de junio en La Haya, Países Bajos. Como también se estará abordando la cuestión ucraniana en la Cumbre del Grupo de los Siete en Canadá a mediados de junio. Serán dos instancias de diálogo entre EEUU y sus socios europeos que puede ser una oportunidad para alinear intereses o profundizar tensiones. Trump pareciera que no va a ceder en ningún aspecto, en especial en elementos que apunten a escalar la guerra en Ucrania.
Por su parte, el bloque globalista atlantista europeo necesita mantener encendida la retórica antirusa, asegurarse los gobierno de Polonia, Rumania y Moldavia, a la vez que consolidan la militarización, el plan de rearme y endeudamiento sobre el resto de la región, mantienen el foco activo en Ucrania boicoteando las negociaciones y prometiendo a Zelensky su apoyo incondicional, mientras trabajan sobre la desestabilización en otras zonas como los Balcanes y Bálticos, todos ejes necesarios para sostener el proyecto globalista atlantista.
*Micaela Constantini, periodista y parte del equipo de PIA Global.
Foto de portada: PIA Global.