Cuando Biden asumió la presidencia de la Casa Blanca en enero de 2021, en Europa celebraron la retirada de Trump y las diferencias entre los países europeos comenzó a tensionarse entre aquellos que buscaban una mayor ‘autonomía’ o independencia del bloque norteamericano/OTAN para convertirse en un actor geopolítico relevante en la arena internacional, y quienes querían reconstruir y profundizar las relaciones con EEUU y la Alianza del Atlántico Norte.
A un mes de haber llegado al cargo, Biden participó en la Conferencia Virtual de Seguridad de Múnich y, a diferencia de la política exterior de Donald Trump, aseguró que Estados Unidos volvería a ser un aliado sólido de Europa, y Rusia un enemigo y amenaza común para la seguridad nacional estadounidense y europea.
Anunció las líneas generales que estuvimos viendo en los acontecimientos de los últimos años: remilitarización en Europa con la ‘resurrección’ de la OTAN pero también con el reposicionamiento de tropas estadounidenses en territorio europeo y el aumento del gasto en defensa de los países de la región; la guerra en Ucrania declarando la necesidad de “defender la soberanía e integridad territorial de Ucrania como una preocupación vital”; y frenar el avance chino en la región.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, fue muy contundente en aquella Conferencia de Múnich, y recalcó que “la defensa de Europa depende de estrechos vínculos transatlánticos y no de la búsqueda de la autonomía estratégica del continente”.
Desde allí el debate por la autonomía estratégica europea se empezó a achicar y a ser cooptada por la línea atlantista bajo la idea de que Europa debía asumir una mayor responsabilidad por su seguridad sin que eso significara que los líderes europeos no esten comprometidos con la OTAN.
A pesar de que en Europa se celebraba la retirada de Trump a quien consideraban que tenía el objetivo de debilitar a la región, el “EEUU is back” con el que asume Biden fue el comienzo del verdadero y efectivo debilitamiento europeo.
Bajo los discursos de seguridad colectiva, amenaza común (construcción de Rusia como enemigo), defensa del orden de normas y valores occidentales, reforzamiento de los vínculos transatlánticos, defensa de las democracias vs. las autocracias, EEUU/OTAN sometió a Europa a ser soldado y escenario de sus disputas.
Vimos cómo Europa aceptó que estalle una guerra en su casa; cómo cortó vínculos con uno de sus principales proveedores de energía y comercio que le permitía posicionar a la locomotora europea su posición de potencia; vimos como le explotaron los dos principales gasoductos que tanto les había costado levantar (política y económicamente), el silencio cobarde y cómplice ante un atentado claramente planificado habilitando el ataque a infraestructuras internacionales claves en el enfrentamiento. Vimos cómo la región se sobreendeudó e hipermilitarizó; cómo pasó de conseguir energía barata y rápida (rusa) a una extremadamente cara (en dinero y decisiones políticas) y contaminante (estadounidense).
Vimos a los líderes europeos subirse al tren de las sanciones contra Rusia y reforzarlas una y otra vez a pesar de que los resultados golpean duramente a su propia población, desarrollo, industria, economías, divisas. Vimos cómo se pasaron hipócritamente por encima ciertos valores sobre temas como cuidados y políticas ambientales y climáticas, atrocidades en derechos humanos, el doble rasero con las y los refugiados y desplazados.
Vemos, cómo a pesar de estar hundidos en una enorme múltiple crisis que decanta en una avanzada de las facciones de derecha y ultraderecha, Europa, la UE, continúa firme detrás de las directrices de Washington sin cuestionar, sin reclamar, sin la posibilidad de construir desde sus propios intereses.
Aunque algunas lecturas perfilan a EEUU como el “perdedor” en su enfrentamiento contra Rusia, Washington ha logrado uno de sus principales objetivos: someter a Europa, constituirlo como su campo de batalla y contención, y, en especial, sacar del tablero a sus dos principales potencias: Alemania y Francia.
Alemania, potencia industrial con un perfil fuertemente regional, se encontraba en auge de desarrollo y liderazgo de los asuntos europeos, pero poco a poco, o muy abruptamente en dos años su industria tuvo una pérdida sustancial de competitividad; sufrió un drástico aumento de los costes energéticos; descenso tendencial de la producción industrial; desplome de las exportaciones de la industria automovilística; aumento de la tasa de desempleo; descenso del gasto en alimentación de los hogares alemanes; incremento significativo de aprobación del partido radical Alternative für Deutschland (Afd); desplome de las exportaciones; drástica reducción de la financiación de todos los sectores excepto el militar; aumento de los gastos para el pago de los suministros energéticos estadounidenses, la subvención de la energía a empresas y hogares y la reposición de los depósitos de armas vaciados por las entregas a Ucrania, mediante la compra de sistemas de armamento fabricados por el complejo militar-industrial estadounidense.
De acuerdo al periodista Fabrizio Verde, las estimaciones del Fondo Monetario Internacional explican que “la economía alemana se contraerá un 0,3% del Producto Interior Bruto. Será, pues, recesión para Alemania”.
Verde, detalla que “la deuda pública total de Alemania alcanzó los 2,368 billones de euros a finales de 2022, según datos de la Oficina Federal de Estadística publicados el viernes. Según los medios de comunicación alemanes, se trata de un máximo histórico y de un aumento del 2% respecto a 2021. De este volumen de deuda, el 68,4% representa la deuda del Gobierno federal, mientras que el 25,6% corresponde a las provincias y el 5,9% a los municipios y sus mancomunidades. Además, la deuda equivale a 28.164 euros por ciudadano alemán. La deuda alemana en 2022 representa el 66,40% del PIB”.
Por su parte, el investigador Giacomo Gabellini, explica que “estos signos claros e inequívocos de desindustrialización se combinan, además, con una larga cadena de quiebras de empresas, cuyos eslabones individuales están formados por respetables empresas históricas como Eisenwerk Erla (industria siderúrgica), Fleischerei Röhrs (carnicería), Weck GmbH & Co. (industria del vidrio), Klingel (servicios postales) y Hofer Spinnerei Neuhof (servicios postales).
Con todas las consecuencias previsibles. Basf, la mayor empresa química del mundo, ha anunciado una «reducción permanente» de su presencia en Europa debido a los elevados costes de la energía, poco después de inaugurar la primera parte de su nueva planta de ingeniería de 10.000 millones de euros en China y realizar una importante inversión para modernizar su complejo industrial de Chattanooga (Tennessee).
El gigante farmacéutico Bayer, con sede en Leverkusen, ha anunciado un plan de inversiones centrado en China y Estados Unidos, donde los incentivos derivados del abaratamiento de la energía se superponen a los -subvenciones públicas y rebajas fiscales- que ofrece la Ley de Reducción de la Inflación.
Volkswagen se ha movido en la misma dirección, retirándose de su intención declarada de construir un complejo de coches eléctricos en Alemania en favor de nuevas plantas en China.
BMW, por su parte, ha desentrañado los detalles de un programa industrial que implica la construcción de una megafábrica de producción de baterías para coches eléctricos en la provincia de Liaoning. Mercedes-Benz ha realizado maniobras sustancialmente similares, al igual que decenas y decenas de pequeñas y medianas empresas de la industria automovilística.
Según una encuesta publicada por «The Economist», alrededor de un tercio de las empresas del Mittelstand se plantean trasladar su producción y sus puestos de trabajo al extranjero”.
Alemania preocupaba a EEUU como competidor industrial, como potencia con fuerte peso en las decisiones europeas, por su enorme crecimiento vinculado a las relaciones con Rusia y China, y por la posibilidad del fortalecimiento del eje franco-alemán. EEUU ha logrado borrar el potencial alemán aislandolo de Rusia, China y Francia, mientras lo ha sometido a sus intereses y decisiones.
En lo que respecta a Francia, el abanderado del proyecto de autonomía estratégica europea, el programa de Washington implicó la destrucción de la influencia francesa en sus principales zonas de poder, además de las mismas consecuencias generales que vive el continente asociados al aumento del costo de vida, inflación, desempleo, suministro energético, crisis política, etc.
Hall Gardner, profesor de relaciones internacionales en la Universidad Americana de París dice que “la crisis interna en Francia es tan profunda que debilitará los esfuerzos de Macron para desempeñar un papel constructivo en la construcción de una política exterior paneuropea frente a Rusia, Estados Unidos y otros Estados”.
Francia se destaca principalmente por ser uno de los mayores exportadores de armamento del mundo, desarrolla y mantiene costosos sistemas de armamento como un portaaviones y submarinos de misiles balísticos de propulsión nuclear. En este rubro, Francia compite directamente con EEUU. Una competencia que viene perdiendo.
Desde 2020, a pesar de los discursos y argumentos de Macron intentando trasladar la necesidad y urgencia de desarrollar una estructura e industria autónoma de defensa europea, varios socios y vecinos franceses consideraron que es mejor comprar directamente a Estados Unidos que fabricarlas “en casa” por lo que han abandonado contratos con exportadores de armas franceses en favor de proveedores estadounidenses.
Por ejemplo, como explica Prakash Nanda, “a finales de 2021, una contraoferta estadounidense amenazó la venta de varias fragatas a Grecia, y la mayoría de los países europeos han decidido comprar el avión F-35 de Lockheed Martin, mientras que el Rafale de fabricación francesa de Dassault encontró pocos clientes en Europa”.
Alemania, uno de los principales colaboradores en defensa de Francia, abandonó un proyecto conjunto para modernizar el helicóptero Tigre e impulsó la incorporación de España al proyecto FCAS, reduciendo el papel de las empresas francesas. Además, explica Nanda “mientras que Francia eligió el HK 416 F alemán como su nuevo fusil de combate, Alemania optó por el F-35 en lugar del Rafale y por el avión patrullero marítimo Poseidón de EEUU en lugar del Sistema de Guerra Marítima Aerotransportada desarrollado con Francia”. Incluso, “el aumento del gasto en defensa alemana dará prioridad a la compra de sistemas militares estadounidenses listos para usar en lugar de desarrollar nuevos activos militares con Francia y otros socios europeos” remarcó Nanda.
Fue Macron quien anunció “la muerte cerebral” de la OTAN advirtiendo y dejando en claro su desconfianza respecto a la capacidad de EEUU de defender a la región durante su discurso en la inauguración de Eurosatory, la feria internacional de la industria armamentística que se celebró en París en junio de 2022. La respuesta de EEUU/OTAN ya la conocemos: guerra en Ucrania, expansionismo hacia el Este europeo, aumento del gasto en defensa, contratos de interoperabilidad, ventas de armamentos, liderazgo renovado e indiscutible en el continente.
Por otro lado, Francia, uno de los países europeos más activos, presentes y defensores de un enfoque en el Indo-Pacífico, en 2021 recibió uno de los golpes más duros y que más tensionó sus relaciones con EEUU: el acuerdo AUKUS.
Biden (EEUU) Morrison (Australia) y Johnson (Gran Bretaña) firmaron el acuerdo AUKUS, una alianza que profundiza la cooperación militar unificando las tecnologías e investigaciones entre estas naciones. Uno de los aspectos más importantes fue el anuncio de que EEUU compartiría su tecnología submarina de propulsión nuclear con Australia. Esto significó que Canberra canceló abruptamente el acuerdo de millones de dólares con Francia.
La crisis diplomática desatada a raíz de la alianza militar AUKUS no sólo afectó al acuerdo entre Francia y Australia, costándole a Francia millones de dólares, puestos de trabajo y la posible reelección en 2022 a Macron, sino que la alianza de EEUU, Reino Unido y Australia, también excluyó a sus socios europeos de la jugada geopolítica en el pacífico, especialmente a Francia.
Para Francia, el acuerdo AUKUS ha sido un verdadero ‘puñal por la espalda’, en lo económico, en sus relaciones con Australia, en sus relaciones diplomáticas con Estados Unidos y Reino Unido, en la falta de solidaridad de algunos de los miembros de la Comunidad y por la exclusión en una de las regiones en donde Francia tiene presencia activa hace varios años.
Según informó el Ministerio para Europa y de Asuntos Exteriores, “Francia considera que el espacio indo-pacífico es una realidad geográfica, en la que está presente con sus territorios de ultramar. El 93% de su zona económica exclusiva se encuentra en el océano Índico y en el océano Pacífico. Un millón y medio de franceses residen en la región y 8000 militares están desplegados en ella”.
La pérdida de influencia francesa va desde el panorama interno con la grave crisis política y social que ha desatado una ola de protestas respondidas con fuertes represiones por la reforma de pensiones y por el asesinato de Nahel; en lo regional por el quiebre del eje franco-alemán, el fracaso del desarrollo del proyecto europeísta y el debilitamiento de su industria militar; y en lo internacional cuando lo dejaron fuera del AUKUS, cuando Macron intentó, sin éxitos, formar parte de la mesa chica que discutía sobre la crisis ucraniana, sin ser tomado como actor importante ni por Putin ni por Biden, y por supuesto con la evidente expulsión de Francia en suelo africano.
En estos días se están desarrollando importantísimos acontecimientos en el Sahel africano, que han comenzado en 2021 con la expulsión de las fuerzas especiales francesas de la Operación Barkhane por las juntas militares de Assimi Goïta en Mali, seguido por la expulsión a manos de Ibrahim Traoré en Burkina Faso, y el reciente golpe en Níger en donde un grupo de soldados organizados bajo el nombre de Consejo Nacional por la Salvaguarda de la Patria (CNSP), anunciaron el fin del régimen de Mohamed Bazoum.
“Dos ‘golpes de Estado’ -el de Mali y Burkina Faso – con características similares, generales jóvenes con un claro sentimiento nacionalista y anti francés, con los preceptos de Thomas Sankara dentro de sus objetivos”, explica Beto Cremonte, especialista en África.
Para Francia, su expulsión de Níger supone “un duro golpe, ya que depende de Níger para la continuidad de su suministro energético, ya que éste es uno de los países con más reservas de uranio. La mina de Arlit, en la región de Agadez, en el norte de Níger, es una de las más grandes del mundo y según la World Nuclear Association (WNA) tiene una vida útil hasta el 2030. Está en disputa la nueva mina de Imouraron, con capacidad para producir 5.000 toneladas anuales durante 35 años. Francia necesita 8.000 anuales para alimentar a sus centrales nucleares”, detalla Cremonte.
Pero en especial, para Francia supone la pérdida de uno de los pocos enclaves coloniales que le quedan en suelo africano. “La imagen de un grupo de militares anunciado un golpe de estado en la televisión pública no es una novedad en África occidental sino que es todo un síntoma de la situación de inestabilidad que vive la región del Sahel, auge del sentimiento “antifrancés” y la influencia rusa, que muchos lo asocian enseguida del grupo de mercenarios Wagner, dejando de lado quizás el comienzo de una nueva época donde los Estados africanos, sobre todo en esta región, se ven afectados por las herramientas que ofrece Occidente con sus viejas recetas de intervencionismo, injerencia, violencia y terrorismo desde facciones yihadistas que tienen directa relación con la Casa Blanca o con la Unión Europea. La financiarización, caotización y el intervencionismo son moneda corriente en los países africanos donde los intereses creados por Occidente se ponen en juego”, reflexiona Cremonte.
La disputa entre potencias por el continente africano no es nueva, Francia como “ex” potencia colonial mantenía una influencia importante pero que en principio fue decayendo con la avanzada y consolidación estadounidense, y actualmente con la presencia rusa y china en la región.
Para EEUU los escenarios en donde las principales potencias europeas se vean debilitadas y sometidas a sus deseos sirven a la proyección de sus intereses geoestratégicos y guerra frente al proyecto euroasiático y el desarrollo de un orden multipolar.
Constantini Micaela, periodista y parte del equipo de PIA Global.
Foto de portada: diseño de PIA Global.
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