El resultado está a la vista: un descarado sistema de malversación ideológica, donde todo lo que se plantara como alternativa era malvado, marginal, terrorista e incluso comunista-bolchevique.
Con mucha ingenuidad, nosotros, los buenos de la película, pensamos que la aparición de las redes sociales, los blogs, las alternativas mediáticas cuasi independientes, aliviadas de los grandes presupuestos típicos de la gráfica y el papel, nos permitirían emerger de ese pantano y hacer pie en la verdad, en la transparencia y en la realidad…
¡Qué ingenuos!
Con la tradicional mano de hierro, todas esas fantasías fueron aherrojadas por las grandes cadenas mediáticas, que también dejaron la gráfica o la mediatizaron, y con la anuencia y beneplácito de sus dueños, encadenaron al mundo en los Microsoft, en los Facebook o en los Twitter (¡quiero escribirlos con minúsculas y la computadora no me deja!). De repente, todo lo que uno suponía que podía entregar de la realidad fue cuidadosamente encerrado en un pozo ciego, del que sólo sale lo que los verdaderos dueños de la comunicación quieren, o deforman, o censuran, o lo que sea…
Pero… como decía mi padre, furibundo hincha de Independiente, “la mentira tiene patas cortas”. Poco a poco la realidad va desnudando su verdadera cara, pese al cepo y, muchas veces, gracias a la irrefrenable sarta de estupideces que cada vez más se ven obligados a cometer quienes supusieron que podían detener la historia.
Grandes cataclismos sociales, económicos o políticos han servido siempre de catalizadores de los cambios estructurales de la sociedad humana. Guerras, pandemias, crisis económicas permitieron que esas revoluciones estructurales se consolidaran y desplazaran decrépitos sistemas de dominación. Las nuevas fuerzas asumieron el rol hegemónico y, con contradicciones, marchas y contramarchas, impusieron un nuevo orden.
Ahora está clara la decadencia del desolado mundo unipolar. Con gran estrépito y feroces estertores, se resiste a desaparecer, pero esas nuevas fuerzas toman una dimensión cada vez más determinante. De nada valen ya los prepotentes y discriminatorios embates de esa red de mentiras y desinformaciones con que el viejo mundo intenta seguir dominando la conciencia y la conducta de cada uno de nosotros.
Ya no se puede vivir de rodillas todo el mundo y todo el tiempo. Ni tampoco se puede avanzar siempre con los ojos cerrados. No hay forma de aislar a todos los países ni de bajar en cada frontera cortinas herméticas. Se agotaron los recursos represivos para instalar dominantes bases militares en cuanto lugar del planeta se le ocurra a ese decrépito centro del poder mundial.
Es paradójico ya que ese centro sigue alimentado por los grandes grupos monopólicos especulativos. Los que pretenden manejar la economía mundial. La paradoja es que con todo su poder y sus recursos, no advirtieron el surgimiento de nuevos polos que dejaron de ser marginales y comenzaron a conducirse por su cuenta, sin rendirles pleitesía ni obedecer sus dictados.
Y es lógico y natural que ese nuevo mundo multipolar transforme el ordenamiento de la sociedad humana con normas de solidaridad, respeto mutuo, no injerencia y autodeterminación. Con claras reglas de cooperación e integración en un modelo económico superador de esa anacrónica crisis estructural. Porque es conducente y apropiado para propulsar el ulterior progreso humano.
Quienes no entiendan esta nueva realidad y pretendan ahogar su desarrollo van a terminar ellos mismos en esa asfixia política y económica. Casi los dos tercios de la humanidad está dejando de lado las imposiciones económicas y políticas de ese viejo polo de dominación y despliega la nueva conducta de intercambio e integración. Rusia, China, la India, los países árabes, el continente africano. Nuestra América Latina que vuelve enriquecida a ejercer poder popular e inscribirse en esa nueva realidad mundial.
Ningún imperio se sostuvo por la fuerza. Ni por la imposición violenta de su dictado. Por el contrario, esos intentos sólo sirvieron para socavar definitivamente sus cimientos y acelerar su derrumbe. Porque las leyes económicas siguen siendo leyes. Porque los avances materiales de la sociedad humana generan también avances en sus niveles de conciencia social. Porque el progreso no se mide desde un polo hermético, alienado y sin comprensión de la realidad.
Porque la estéril prepotencia que se pretende ejercer sobre estos nuevos polos genera inevitablemente graves conmociones internas en quienes la ejercen. En todos los aspectos: políticos, económicos, sociales, culturales… Es imposible vivir sobre la acumulación de fallas, fracasos y errores. Es imposible tratar de dominar el mundo si en el interior la crisis se torna cada vez más acuciante.
Hoy, el polo dominante se reduce al bloque anglosajón, donde se concentra el mayor poderío del mundo en decadencia. Ese bloque se desgaja día a día, pierde fuerzas y es cada vez más impotente para imponer su dictado. Sus desprendimientos se alinean cada vez más sólidamente con las nuevas fuerzas y los nuevos polos. En primer lugar, por simples razones de supervivencia. Por la imposibilidad, pese a sus deseos, de seguir atados a un carro desbocado tan cercano al precipicio. En segundo lugar, porque es cada vez más evidente que las oportunidades se encuentran en los nuevos polos. Y porque esas oportunidades les permiten a esos desprendimientos volver a unir sus partes desmembradas y seguir siendo un sujeto de la realidad.
Escribo esto a vuelo de computadora, sin aportar dato alguno, porque los datos están ahí, a la vista de todos. Y porque esos datos se hacen día a día más convincentes, más evidentes y tenaces. La sociedad humana ha comenzado a aterrizar en este nuevo mundo. A pensar cómo se va a alimentar, cómo se protegerá del clima, cómo resolverá los problemas socioeconómicos que la asedian: el hambre, la miseria, el desarraigo, la discriminación, la incultura. Todo a lo que la llevó un sistema decrépito que ahora sólo puede generar injusticia, aislamiento y violencia.
Comienza a indagar las causas profundas de esta crisis estructural. Lo que el viejo dicho ruso que me sirve de título se pregunta: “¿dónde está enterrado el perro?”.
En este plano, mi advertencia sigue siendo la misma. ¿Qué hacemos en nuestra Patria para no perder nuevamente el tren? ¿Seguiremos inmersos en la estupidez y las vacilaciones? ¿Seremos capaces de plantarnos en ese nuevo mundo multipolar y desechar una esclavitud que sólo no trajo (y nos trae) miseria y destrucción? ¿Estaremos en condiciones y con fuerzas suficientes como para conformar un auténtico polo interno de fuerzas populares (si somos populares somos nacionales) que además de consignas tenga un método de acción unitaria para que esas consignas de una buena vez se concreten? En ese sentido, ¿alguien recuerda que para eso hay que echar del templo los mercaderes?
Notas:
*Periodista, historiador recibido en la Universidad de la Amistad de los Pueblos «Patricio Lumumba», Moscú. Especialista en relaciones con Rusia.