Hoy se celebra el día internacional del Periodista en homenaje a Julius Fucik, quien siendo prisionero de la Gestapo por su accionar en la Resistencia Checa, construyó una crónica reflexiva y ensayo periodístico, día por día, de su prisión y condena a muerte que se consagrará luego en el libro editado por su esposa, sobreviviente del campo de concentración de Ravensbrück , como “Reportaje al pie del patíbulo”.
Kolínský, un guardia, le dijo cómplice al prisionero “Por si acaso… si quiere usted enviar un recado para alguien… O si quiere escribir… No para ahora, ¿comprende?, sino para el futuro: cómo ha llegado aquí, si alguien le ha traicionado, que conducta observaba éste o aquel… Para que todo lo que sabe no se marche con usted…”.
Julios Fucík, periodista y escritor, nació en 1903 en Praga. Fue redactor del diario comunista de esa ciudad, el Rudé Právo, y de la revista Tvorba.
Reportaje al pie del patíbulo es el libro que escribió en esos papeles que le alcanzaba el guardia Kolínský. Un libro sobre su prisión y sobre sus compañeros, sobre la libertad y la injusticia, sobre el amor y la traición. Un libro esperanzador. Escrito en la conciencia de la cercanía de la muerte segura con la intención de ser testimonio de verdad y esperanza. Aún en la derrota individual estuvo convencido de la victoria colectiva.
Esos papeles casi nunca eran hojas blancas y limpios. Escribía donde podía, en lo que le conseguían. Papel higiénico, en el margen de algún periódico, en el reverso de los paquetes de cigarrillos. Los presos saben de eso.
Después de varias semanas de tortura y dolor, ya no pierde el conocimiento. Sabe que está vivo. El dolor no se lo permite olvidar. Es permanente y atroz. En forma paulatina, llega la recuperación. Sus captores (y sus compañeros de celda) se sorprenden. Afuera, en las calles de Praga, la Resistencia atentó contra el jerarca nazi Heydrich. Crece la esperanza. Día a día corren entre los detenidos los rumores alentadores. Fucík lucha contra las falsas esperanzas. El optimismo no necesita ni debe ser alimentado por la mentira. “Lo fundamental está en ti: la fe en que un solo día puede ser decisivo y que el día que ganas te ayudará a pasar los límites que separan la vida que no quieres abandonar de la muerte que te amenaza”.
El 25 de agosto de 1943 un tribunal nazi en Berlín condenó a muerte a Julius Fucík. Lo ahorcaron quince días después, el 8 de septiembre. Esa noche de a ocho en ocho fueron ahorcados otros 155 detenidos.
Él supo desde el momento de su detención que ese sería u destino irremediable, escribe sobre la posibilidad de no terminar su obra; “Si el nudo de la horca aprieta mi cuello antes de terminar, quedarán todavía millones de hombres para completarla con un final feliz”.
Fucík es consciente de su ahorcamiento inminente, se apura a terminar su libro, teme por él y su amor, goza porque está seguro de la victoria escribe a borbotones, necesita papel, más papel, y palabras que puedan asistirlo a decir lo indecible horas antes de la muerte. Tiene algo que decir, mucho ha dicho, terminará convidándonos a vivir, a vivir como se debe: “Siempre hemos contado con la muerte. Lo sabíamos: caer en las manos de la Gestapo quiere decir el fin. Y aquí también hemos actuado de acuerdo con esta convicción. También mi juego se aproxima a su fin. No puedo describirlo. No lo conozco. Ya no es un juego. Es la vida. Y en la vida no hay espectadores. El telón se levanta. Hombres: los he amado. ¡Estén alerta!”.