Mientras el Partido Laborista sufre la erosión del consenso entre las clases trabajadoras y las comunidades progresistas, Farage construye una coalición reaccionaria que une a sectores proletarios desilusionados y a la burguesía conservadora en un proyecto político que mezcla populismo identitario, autoritarismo municipal y liberalismo fiscal.
Se abre un peligroso laboratorio en los ayuntamientos recién ganados, mientras el sistema electoral mayoritario muestra su insuficiencia para representar la nueva geografía política del país.
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Las elecciones locales británicas del 1 de mayo de 2025, aunque se caracterizaron por la habitual bajísima participación popular (en torno al 30%), marcaron un punto de inflexión en la política del Reino Unido. Reform UK, el partido liderado por Nigel Farage, obtuvo unos resultados sorprendentes, ganando 677 escaños en los consejos locales (donde no estaba presente) y haciéndose con el control de diez organismos, entre ellos Staffordshire, Lancashire, Kent y Lincolnshire (véase también la Tabla 1).
También tuvo un gran impacto simbólico su victoria en el condado de Durham, un símbolo del movimiento obrero británico dado su pasado relacionado con la minería. Además, ganó dos de las seis elecciones directas a alcaldes metropolitanos, en el noreste del país (Greater Lincolnshire y Hull & East Yorkshire); en las otras cuatro, Reform UK quedó en segundo lugar, muy cerca de los vencedores laboristas (Doncaster, North Tyneside -por márgenes de menos de mil votos- y West of England) y conservadores (Cambridgeshire & Peterborough).
La victoria más significativa, sin embargo, parece ser la obtenida en las elecciones parciales para el escaño parlamentario de Runcorn & Helsby, arrebatado, por un margen de sólo seis votos, al Partido Laborista (frente a una participación del 46%). Así, en menos de diez meses, se anuló la ventaja previa de quince mil preferencias que había permitido al partido liderado por Keir Starmer confirmar su éxito en esta circunscripción en julio de 2024.
El éxito de Reform UK fue obviamente fuerte en los territorios desindustrializados del norte y de las Midlands, bastiones laboristas tradicionales. En Staffordshire, el partido obtuvo 49 escaños de 62, con el 41,2% de los votos, mientras que los conservadores cayeron al 27,8% y los laboristas al 16,1%. En Lancashire, obtuvo 53 escaños de 84, superando a los conservadores (8 escaños) y a los laboristas (5 escaños).
En Doncaster, a pesar de su derrota en las elecciones directas a la alcaldía, Reform UK se convirtió en el principal grupo del ayuntamiento, con unos impresionantes 37 escaños de 55, reduciendo la patrulla laborista a sólo 12. En Durham, Reform UK obtuvo 65 de los 98 escaños, logrando arrebatar el apoyo tanto a los conservadores como a los laboristas. En estos territorios, Farage puede sin duda aprovechar sus credenciales. Creador de la victoria en el referéndum de 2016, ha cumplido su misión existencial
La novedad, sin embargo, es el avance de Farage en el Sur, bastión conservador. La victoria en el Consejo del Condado de Kent es impresionante: de 81 escaños, Reform UK se lleva 57, todos arrebatados a los tories, lanzando así un desafío por la hegemonía en la derecha.
La combinación de la conocida habilidad de Farage para abrirse paso en el Muro Rojo del Norte británico, que se puso ampliamente a prueba en 2016 con los resultados del referéndum para abandonar la Unión Europea, y su capacidad para sacar partido, casi por completo, de la crisis conservadora, constituye un elemento que no debe subestimarse.
Reform UK parece capaz de construir una coalición reaccionaria, uniendo a las clases populares alienadas y desilusionadas del Norte con capas sociales más altas y tradicionalmente de derechas del Sur. Un salto cualitativo en el que muchos observadores ven una reedición del trumpismo en salsa británica, pero que sin duda también puede vincularse a intentos similares de formaciones de la derecha europea.

El Partido Laborista, dirigido por Keir Starmer, sufrió pérdidas significativas, incluida la pérdida del escaño de Runcorn & Helsby, hasta entonces seguro. Las políticas de austeridad, como los recortes en los subsidios de calefacción para los ancianos en los meses de invierno, otra ofensiva contra las prestaciones por discapacidad y la asistencia social en general, alejaron a la base electoral tradicional del partido.
A pesar de algunas victorias simbólicas -estrechas-, como las de los alcaldes metropolitanos de North Tyneside y Doncaster, el partido ha mostrado una creciente desconexión con las necesidades de las clases trabajadoras. A ello se unió el creciente descontento de los sectores progresistas y las comunidades musulmanas, que castigaron a los laboristas en ciudades del noroeste como Preston y Burnley, donde los candidatos independientes pro palestinos obtuvieron importantes resultados.
La complicidad de la dirección de Starmer con las políticas genocidas de Israel socavó aún más el dominio laborista en el frente de izquierdas, dejando espacio para formas de disidencia electoral que podrían estructurarse en una oposición permanente, como ya se demostró en las elecciones generales de julio de 2024, que condujeron a la elección de una pequeña patrulla de diputados independientes (incluido el antiguo líder del partido, Jeremy Corbyn).
La campaña electoral
Nigel Farage ha recorrido el país como un free-rider de la derecha radical, multiplicando las apariciones públicas, las entrevistas y los mítines de estilo populista; por el momento, Reform UK parece, al igual que sus encarnaciones anteriores (UKIP, Brexit Party) una formación fuertemente centrada en su líder; sin embargo, la impresionante hornada de representantes en los ayuntamientos podría – «por fin»- contribuir al crecimiento de una clase dirigente difusa.
Farage supo encarnar el papel del opositor antisistema, recogiendo la desilusión de amplios sectores de la población con el gobierno laborista, ya en apuros tras sólo unos meses. Pero no se limitó a la habitual retórica racista y antiinmigración: propuso el restablecimiento de las subvenciones a las facturas de invierno para las personas mayores, e incluso la renacionalización de los servicios de agua y del sector siderúrgico, que atraviesa actualmente una grave crisis industrial.
Ciertamente llamativo fue el contraste con el Primer Ministro Keir Starmer, que optó por la línea de la invisibilidad, abandonando incluso la campaña de las elecciones parciales de Runcorn y Helsby, donde se votaba un escaño parlamentario crucial. Una elección que revela hasta qué punto los laboristas, con una mayoría parlamentaria aún sólida, prefieren a estas alturas la mera gestión tecnocrática incluso al conflicto electoral.
Farage también ha seguido atacando sin tregua a los conservadores, reducidos a una sombra tras catorce años en el Gobierno. La nueva líder, Kemi Badenoch, aún no ha conseguido ni reconstruir una identidad política ni plantar cara a Farage en términos de comunicación. Dentro de los Tories se debate si oponerse a Reform UK o acercarse a él: una ambigüedad que confirma la desbandada estratégica del partido, pero que revela, sin embargo, la posibilidad de un diálogo en la derecha, y la ausencia de prejuicios específicos dentro de los Tories.
Como opositor «puro», Farage, en cambio, no ofrece soluciones estructurales. Sus eslóganes hablan al vientre del país. Es un populismo de ataque, construido sobre el resentimiento local. Además, el propio Farage ha admitido que no tiene (todavía) un programa nacional: lo presentará, dice, sólo un año y medio antes de las próximas elecciones, previstas para 2028-2029. Mientras tanto, se prepara, desde la derecha, para capitalizar la crisis de todo el sistema político británico.
Entre la deslocalización y la radicalización: ¿una nueva clase dirigente?
La nueva oleada de cargos electos y candidatos de Reform UK no es una novedad inocua en la política local británica, sino un embrión potencial de una nueva clase dirigente reaccionaria, compuesta y peligrosa.
Por un lado, el partido ha reclutado a docenas de antiguos cuadros conservadores, a menudo en busca de recolocación tras la debacle electoral de 2024. Según un análisis del Partido Laborista, al menos 60 candidatos procedían directamente de los tories: entre ellos, antiguos diputados como Andrea Jenkyns (ahora alcaldesa en Greater Lincolnshire) y antiguos concejales locales como Sarah Pochin, ganadora del escaño parlamentario en Runcorn & Helsby.
Esta operación de reciclaje ha suscitado críticas -no sólo desde la izquierda- a Reform UK como un simple «rebranding» de la derecha tradicional. Pero el panorama es más complejo, y más inquietante.
Como documenta Novara Media, junto a antiguos candidatos tories aparecen figuras abiertamente vinculadas a la extrema derecha y al universo de la derecha digital reaccionaria. Candidatos que alaban al líder fascista Tommy Robinson, al influencer misógino y patriarcal Andrew Tate, y que han compartido contenidos supremacistas y antisemitas han sido seleccionados y apoyados por Reform UK en varios ámbitos.
En Doncaster, por ejemplo, donde el partido se hizo con el control del ayuntamiento, la organización Hope Not Hate ha denunciado que al menos siete concejales electos difunden material racista y conspirativo. Y figuras como Arron Banks, conocido partidario del «Leave» (el eslogan pro-Brexit, ed.) e implicado en varios escándalos, aspiran ahora a puestos ejecutivos regionales bajo la bandera faragista.
Esta mezcla de ex establishment y nuevo extremismo es la verdadera cara del proyecto Reform UK: un contenedor transversal para canalizar los resentimientos sociales, legitimar el odio y construir una nueva hegemonía de derechas, con menos cortapisas y más agresividad. Si hay un rasgo común en esta «nueva clase dirigente», es la aptitud para el resentimiento autoritario y la hegemonía identitaria.
La prueba del gobierno local
Al hacerse con el control de diez ayuntamientos, entre ellos los de Kent, Lancashire, Durham y Staffordshire, Reform UK tendrá, aunque sólo sea por eso, la oportunidad concreta, pero también la responsabilidad, de transformar su retórica en práctica administrativa.
Las primeras declaraciones públicas de los líderes, empezando por Nigel Farage, ya ofrecen indicios significativos de lo que cabe esperar. El partido ha prometido que en los territorios que administra se opondrá a la asignación de solicitantes de asilo, denunciando que el sistema actual penaliza a las comunidades locales y está orientado a descargar en el norte del país los «problemas» generados en otros lugares.
Paralelamente, Reform UK ha anunciado su intención de eliminar el trabajo a distancia de los funcionarios en nombre de una supuesta mayor eficiencia; la idea es importar un «modelo Musk» a los ayuntamientos, con la creación de «departamentos de eficiencia» inspirados en la gestión empresarial más despiadada.
Otras prioridades incluyen la cancelación de los programas municipales de igualdad, diversidad y políticas medioambientales, que se consideran trampas ideológicas que esconden costes innecesarios. El presidente del partido, Zia Yusuf, ha hablado abiertamente de la necesidad de una «reeducación moral» de la juventud británica, oponiéndose a la enseñanza de contenidos «woke» en las escuelas y reclamando una vuelta al orgullo y la autoridad nacionales.
En resumen, Reform UK se dispone a utilizar el poder local para ensayar un laboratorio de restauración autoritaria: recortes del gasto social, cerrazón hacia el diferente, guerra a la cultura progresista. Es la primera prueba de fuego de un partido de derechas que aspira a gobernar todo el país, empezando por la conquista de los municipios.
Proyecciones nacionales: un nuevo escenario político
Según las últimas previsiones de la web Electoral Calculus, punto de referencia del análisis electoral británico, si hoy se celebraran elecciones generales (previstas para 2029), Reform UK tendría un 49% de posibilidades de imponerse como primer partido, dejando a los laboristas en un 35% y a los conservadores en un 15%.
Esta cifra es la instantánea de una crisis estructural: el viejo bipartidismo de Westminster se desmorona definitivamente ante la incapacidad de los partidos históricos para construir consensos en sus propios bloques. En estos momentos, este hipotético reparto de votos produciría una situación en la que Reform UK sería el primer grupo parlamentario (con 245 escaños), dispuesto a gobernar con el apoyo de los Tories (véase también la Tabla 2).
Este escenario sólo puede sorprender a los observadores menos atentos. La avalancha laborista de julio de 2024 fue, bien mirado, una victoria narcotizada por la fragmentación del electorado de derechas: en decenas de circunscripciones uninominales, la suma de los votos de Reform UK y de los conservadores superó con creces la de los laboristas, que ganaron gracias a la división del campo contrario. En otras palabras, la mayoría absoluta obtenida por Keir Starmer fue posible gracias a la presencia de Farage en las papeletas.
Esta situación se está acelerando aún más: Reform UK está canibalizando progresivamente al electorado conservador, y no se descarta que nos dirijamos hacia un escenario «a la francesa», en el que la derecha tradicional -como los gaullistas antes del crecimiento del Rassemblement National- se subordine a su versión radicalizada. El paralelismo entre Farage y Le Pen no es forzado: ambos construyen consenso transformando la ira social en consenso identitario.
Mientras tanto, el sistema electoral británico -basado en circunscripciones uninominales y mayoría simple- muestra todas sus distorsiones. En un contexto en el que tres partidos (laboristas, reformistas y tories) se sitúan entre el 20% y el 25%, con los liberaldemócratas en el 15% y los verdes en el 10%, esta arquitectura resulta cada vez más inadecuada para representar la realidad política del país. Produce mayorías artificiales (como los más de 450 escaños asignados a los laboristas en las elecciones de julio de 2024, frente a un mísero 35% de los votos válidos), favorece a los grandes partidos establecidos y penaliza cualquier intento de alternativa a la izquierda.
Mientras tanto, The Economist, dedica su portada a Nigel Farage. “Ha vuelto”, nos informan. Y esta vez, no es por el Brexit, sino para tomar el poder. Y si el establishment lo dice, evidentemente hay que creerlo.

*Andrea Genovese, corresponsal y colaboradora de Contropiano.
Artículo publicado originalmente en Contropiano.
Foto de portada: Nigel Farage dijo que el éxito de Reform en Runcorn marcó un “gran momento” en la política. Crédito : Phil Noble/Reuters.