A finales de 2010 la situación en la que se encontraba Medio Oriente, con los pueblos árabes levantándose para reclamar sus derechos legítimos, constituía un serio desafío para los gobiernos dictatoriales.
Inspirados en el derrocamiento popular del régimen autoritario en Túnez, la gente se movilizó por las calles de muchos países de la región, incluidos Siria, Egipto, y Yemen.
Sin embargo, al considerar la estructura histórica y social de Yemen, era obvio que el proceso revolucionario del país sería diferente a los demás.
La estructuración étnica y sectaria de Yemen, el Gobierno autoritario y la intervención de actores extranjeros cambiaron el rumbo de la revolución.
Los rebeldes hutíes, un grupo armado respaldado por Irán, se aprovecharon de las manifestaciones pacíficas del pueblo y la incertidumbre política para capturar la capital de Yemen, Sana, en 2014.
Arabia Saudita, que identificó la posibilidad de que los hutíes se convirtieran en un actor importante en Yemen como una amenaza directa a la seguridad nacional, lanzó una operación militar internacional en 2015 para eliminar a los rebeldes de la faz de Yemen y conseguir que el entonces vicepresidente y ahora presidente Abdrabbuh Mansur Hadi llegara al poder.
Riad tenía como objetivo proteger la integridad territorial del país, pero en seis años no obtuvo los avances que deseaba y se enfrentó a un gran fracaso.
LAS RAZONES DE LA PROPUESTA DE ALTO AL FUEGO
El 22 de marzo, Arabia Saudita propuso un plan de alto al fuego al grupo rebelde hutí para detener el derramamiento de sangre en Yemen y anunció que la iniciativa entraba en vigor por su parte.
Sin embargo, los hutíes no han declarado una posición explícita hacia la propuesta de Riad.
Una de las muchas razones por las que Arabia Saudita decidió hacer la propuesta es la influencia de Estados Unidos, especialmente de la administración de Joe Biden, en la política exterior saudí.
Durante su campaña electoral, Biden aseguró que la guerra en Yemen terminaría y que presionaría a Riad para ello, lo que hizo que los saudíes se dieran cuenta que EEUU no los apoyaría en Yemen y pidieran un alto al fuego.
Esta decisión puede interpretarse como la aceptación de Arabia Saudita del fracaso de su política para Yemen.
Otra de las razones es el aumento de las preocupaciones de seguridad nacional del reino, que están directamente ligadas con la política de EEUU para la región, debido al incremento de los ataques de los hutíes contra Arabia Saudita.
La actitud vacilante y reacia de Biden en el tema de encontrar una solución a estas preocupaciones de seguridad ha tenido al menos tres consecuencias en la política exterior saudí: el surgimiento de la idea de construir una industria de defensa nacional; el esfuerzo por alejarse de los riesgos originados por la cercana relación con EEUU al acercarse en el campo militar a actores como Rusia, China, Reino Unido y Francia, y la activación de más procesos de consenso, negociación y diplomacia.
Otros de los motivos que fuerzan a Arabia Saudita a retirarse de Yemen son la falta de apoyo de los aliados, el deterioro de la situación económica por la COVID-19 y la caída de los precios del petróleo, y el detrimento de su prestigio internacional.
LOS GANADORES Y LOS PERDEDORES
Los avances militares de los hutíes en Yemen y la “legitimación” de los separatistas del sur a través del Acuerdo de Riad en 2019 son ejemplos del fracaso de la política saudí.
En lugar de proteger la integridad de Yemen, el potencial proceso de negociación entre los hutíes, respaldados por Irán; los separatistas del sur, apoyados por los Emiratos Árabes Unidos (EAU); y el Gobierno yemení, respaldado por Arabia Saudita, corre el riesgo de agudizar aún más la división en el país.
Uno de los claros ganadores de la guerra yemení es Irán, que aumentó su influencia en la región al utilizar a los hutíes en Yemen.
Otro ganador son los EAU, que utilizaron la coalición liderada por Riad como tapadera para lograr sus intereses. Abu Dhabi allanó el camino para la división real de Yemen al apoyar a los separatistas del sur e, incluso, saqueó frente a los ojos del mundo los raros árboles endémicos de la isla de Socotra, que ocupaba a través de sus aliados.
Los EAU han intentado mantener su prestigio internacional al asegurar que se «retiró» de Yemen en 2019, con lo que logró convertirse en el actor que más se benefició de la guerra.
En el lado de los perdedores destaca Arabia Saudita, que gastó miles de millones de dólares en la guerra. El príncipe heredero, Mohammed bin Salman, implementó agresivas políticas que excedían la capacidad militar del país, lo que llevó a que Yemen se convirtiera en el Vietnam de Riad.
Sin embargo, no hay que olvidar que los verdaderos perdedores de la guerra son el pueblo yemení.
Yemen, que ya era uno de los países más pobres del mundo, ha sido escenario de una guerra indirecta que aumentó su desgracia, con violaciones de derechos humanos perpetradas tanto por las fuerzas de la coalición árabe como por los hutíes.
Al considerar que hoy hay 16 millones de personas padeciendo hambre en el país y más de dos millones con enfermedades como el cólera, se puede deducir que la destrucción de la guerra continuará por muchos años y podría profundizarse debido a las continuas divisiones internas e intervenciones extranjeras.
Fuente: Agencia Anadolu
*Mehmet Rakipoglu es candidato a doctorado y asistente de investigación en el Instituto de Oriente Medio de la Universidad de Sakarya. Además, es investigador externo en la Coordinación de Estudios del Golfo del Centro de Estudios Estratégicos de Medio Oriente (ORSAM), con sede en Turquía.