Desde que el Ejército tomó el control y forzó la salida del Gobierno civil el pasado 1 de febrero, las condiciones sociopolíticas en Myanmar se han movido nuevamente hacia la incertidumbre.
El golpe fue encabezado por el general Min Aung Hlaing, jefe de Tatmadaw (como se conoce a las Fuerzas Armadas nacionales), meses después de que Aung San Suu Kyi y su partido político, la Liga Nacional para la Democracia (LND, por sus siglas en inglés), lograran la mayoría en el Parlamento en las elecciones de noviembre de 2020.
Tras el golpe militar, miles de personas se vieron obligadas a huir a las fronteras de los países vecinos. Algunos también pidieron protección de las milicias armadas que se han enfrentado a la junta militar desde 1948.
Y es que la tradición golpista en Myanmar ha puesto a prueba en más de una ocasión a la democracia, que en los últimos años logró avances significativos, razón por la cual miles de personas han salido a las calles en diferentes ciudades del país para exigir el retorno del Gobierno civil y la liberación inmediata de los detenidos.
Sin embargo, las manifestaciones han sido sofocadas con una fuerza desmesurada por parte del Ejército y la Policía. Según varios informes, unas 560 personas han muerto a manos del Ejército nacional. El mayor número de muertos se registró durante la protesta del 27 de marzo donde fueron asesinadas 141 personas.
En lugar de ceder, la ola de protestas se ha extendido a medida que personas de todos los orígenes étnicos, trabajadores del Gobierno, educadores, trabajadores de la salud, trabajadores de las fábricas de equipos de defensa de Tatmadaw se han unido al movimiento de resistencia contra el golpe.
Algunos grupos de milicias armadas en la frontera también participan en el movimiento antigolpista. La junta militar declaró un «alto el fuego» contra ellos, pero no contra los manifestantes desarmados.
MYANMAR TIENE UNA HISTORIA DE GOLPES DE ESTADO
A lo largo de sus décadas de independencia, Myanmar ha luchado contra golpes militares en varias ocasiones. Sin embargo, esta vez se realizó cuando el Tatmadaw se estaba abriendo para cooperar con Occidente.
Desde su independencia del colonialismo británico en 1948, Myanmar experimentó por primera vez un golpe de Estado en 1962 cuando el Tatmadaw, bajo el liderazgo del general Ne Win, derrocó al Gobierno civil.
Después de eso, la situación política continuó cambiando dinámicamente y los golpes de Estado volvieron a ocurrir en 1988 y 1990.
Mientras defendía el golpe contra el liderazgo de Aung San Suu Kyi y el Gobierno del presidente, Myint Swe, el general Min Aung Hlaing dijo que tenía el mandato constitucional para salvar la democracia.
Aung San Suu Kyi fue acusada de fraude en las elecciones de noviembre de 2020, soborno político, violaciones de los protocolos de salud y la ley de gestión de desastres naturales, y acusaciones de filtrar secretos de Estado.
El golpe militar llevó a que Myanmar se convirtiera en un país caótico e inestable. Internamente, la ola de protestas se extendió ampliamente, la gente ha huido a través de las fronteras para buscar refugio en los países vecinos.
Externamente, la comunidad internacional ha reaccionado a la violencia de la junta militar. Se congelaron los activos de las empresas conectadas a la junta militar en el extranjero, se detuvo la inversión extranjera y varios países convocaron a sus diplomáticos.
Las críticas también se expusieron en la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), la Unión Europea, Estados Unidos y el Consejo de Seguridad de la ONU. Rusia y China también expresaron consternación por los actos represivos de la junta militar.
POSIBILIDADES EN MYANMAR
En primer lugar, la junta militar puede verse sometida a presiones internacionales para detener la violencia. Sin embargo, esto no significa que la ola antigolpista se detenga automáticamente ya que las principales demandas a favor de la democracia son cancelar el golpe y rechazar la reelección ofrecida por la junta.
¿Cumplirá la junta militar estas dos demandas? Como consecuencia de esta posibilidad, Min Aung Hlaing podría ser procesado en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por delitos militares. No solo por los crímenes que ha cometido desde el golpe del 1 de febrero, sino también por las violaciones de derechos humanos y crímenes cometidos contra la etnia rohinyá.
En segundo lugar, el régimen de la junta militar mantiene su postura contra los manifestantes antigolpistas al utilizar medios militares para frenar las protestas.
Debido a esto, la violencia continuará y las víctimas también seguirán aumentando. Esto alentará la cristalización de la resistencia contra el régimen militar. Por supuesto, esto también podría eventualmente forzar la intervención de potencias internacionales y afectar la seguridad regional.
En tercer lugar, Myanmar está atrapada por la amenaza de una guerra civil. El clima social es muy diferente al sucedido en la era de la Guerra Fría.
RESPUESTA DE LA ASEAN ANTE LA CRISIS DE MYANMAR
La falta de respuesta a la crisis se sumará a las cargas y desafíos del bloque, especialmente para realizar plenamente los ideales de la Comunidad de Seguridad Política de la Asean, que se estableció en 2015.
En 2014, el excelente progreso del país en la democratización había impulsado el apoyo de los países miembros de la Asean para que Myanmar asumiera la presidencia de la alianza.
Sin embargo, la crisis de Myanmar reposicionó al bloque y lo dejó en una «encrucijada». Por un lado, todos los países miembros están sujetos al principio de no intervención como código de conducta.
Por otro lado, la crisis en Myanmar no se puede ignorar ya que el impacto afectará a los países vecinos. Entonces, la diplomacia multilateral es la principal vía para resolver el conflicto.
Como columna vertebral del sudeste asiático, Indonesia tiene un gran interés en la democratización de Myanmar.
Las gestiones diplomáticas adoptadas por el ministro de Relaciones Exteriores de Indonesia, Retno Marsudi, han sido muy acertadas. El enfoque del país hacia los países de la Asean, China, Rusia y la ONU muestra su postura de política exterior «libre y activa».
Al aprender las lecciones de la crisis de Oriente Medio, como Siria, que afectó no solo a los vecinos inmediatos sino también a los lejanos como Europa con el aumento del número de inmigrantes, Indonesia debe fomentar la reconciliación entre los actores involucrados en la crisis, ya que tiene un historial de integración exitoso, sumado a los valores de la diversidad en su identidad nacional.
Sin embargo, estos esfuerzos aún deben llevarse a cabo a través de la diplomacia multilateral, tanto en la Asean como en la ONU.
Ramdhan Muhaimin El escritor da clases en el Centro de Estudios para la Paz y la Defensa (PSPP) de la Universidad de Al-Azhar, Indonesia.
Fuente: Agencia Anadolu.