El colonialismo europeo se extendió desde el siglo XVI hasta el siglo XIX, durante el cual las potencias europeas se expandieron globalmente estableciendo colonias en América, África y Asia. El proceso de descolonización comenzó en serio después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los imperios europeos comenzaron a desmantelarse. Un momento crucial en este proceso fue la publicación en 1941 de la Carta del Atlántico por parte del presidente Franklin D. Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill. Este documento, que esbozaba los objetivos de los gobiernos de Estados Unidos y Gran Bretaña, incluía una cláusula clave que reconocía el derecho de todos los pueblos a elegir su propio gobierno. Los principios de la Carta del Atlántico se integraron más tarde en la Carta de las Naciones Unidas, lo que le dio a la organización el mandato de promover la descolonización global. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, los estados poscoloniales modernos muestran diferencias significativas en cuanto a estabilidad política y económica.
Los historiadores suelen identificar dos tipos principales de colonialismo establecido por los europeos: el colonialismo de asentamiento y el colonialismo de explotación. El primero consistía en el establecimiento de pueblos y ciudades habitados principalmente por colonos europeos, creando una “neo-Europa”. Por el contrario, el segundo se centraba en la extracción y explotación de recursos, a menudo sin un asentamiento europeo significativo. Estas dos formas de colonialismo solían superponerse o coexistir en un espectro.
El colonialismo de asentamiento se produce cuando ciudadanos extranjeros establecen asentamientos permanentes o temporales, conocidos como colonias, en una nueva región. Esta forma de colonización a menudo dio lugar al desplazamiento forzado de los pueblos indígenas a zonas menos deseables. Entre los ejemplos de colonias de asentamiento se incluyen las establecidas en Estados Unidos, Nueva Zelanda, Sudáfrica, Canadá, Argentina y Australia. Las poblaciones nativas sufrieron con frecuencia importantes descensos demográficos debido a la exposición a nuevas enfermedades traídas por los colonos.
La principal motivación para el reasentamiento fue el acceso a territorios deseables, en particular regiones libres de enfermedades tropicales y con fácil acceso a rutas comerciales. Cuando los europeos se asentaron en esas áreas, los pueblos indígenas fueron expulsados y el poder regional pasó a manos de los colonizadores. Esto condujo a la alteración de las costumbres locales y a la transformación de los sistemas socioeconómicos. El académico ugandés Mahmood Mamdani destaca “la destrucción de la autonomía comunal y la derrota y dispersión de las poblaciones tribales” como factores clave de la opresión colonial.
Los europeos solían justificar el colonialismo de asentamiento con el argumento de que podían hacer un mejor uso de los recursos y la tierra que las poblaciones indígenas, en particular mediante la introducción de prácticas agrícolas modernas. A medida que continuaba la expansión agrícola, las poblaciones nativas se vieron desplazadas aún más para despejar la tierra para la agricultura.
Algunos académicos, como James A. Robinson y Simon Johnson, sostienen que los europeos tenían más probabilidades de establecer colonias de colonos en zonas con bajas tasas de mortalidad por enfermedades y otros factores externos. Muchas de estas colonias intentaron reproducir las instituciones y prácticas europeas, otorgando a los colonos libertades personales y oportunidades de obtener riqueza a través del comercio. Como resultado, se introdujeron a menudo juicios con jurado, protección contra arrestos arbitrarios y representación electoral para brindar a los colonos derechos similares a los que disfrutaban en Europa. Sin embargo, estos derechos generalmente no se extendieron a las poblaciones indígenas.
El colonialismo de explotación se refiere a la colonización de un país cuyo objetivo principal es controlar y extraer sus recursos naturales y su mano de obra. Como estas colonias se crearon con el único propósito de extraer recursos, las potencias coloniales tenían pocos incentivos para invertir en instituciones o infraestructuras que no respaldaran directamente sus objetivos de explotación. Como resultado, establecieron regímenes autoritarios en estas colonias, sin prácticamente ningún límite al poder estatal.
Académicos como Acemoglu, Johnson y Robinson sostienen que las instituciones creadas por los colonizadores brindaban una protección mínima a la propiedad privada y carecían de controles y contrapesos contra la expropiación gubernamental. El objetivo principal de estos estados extractivos era transferir la mayor cantidad posible de recursos de la colonia al colonizador con una inversión mínima.
Un ejemplo notorio de colonialismo de explotación son las políticas y prácticas llevadas a cabo por el rey Leopoldo II de Bélgica en la cuenca del Congo. Con el pretexto de realizar esfuerzos humanitarios para poner fin al comercio de esclavos, Leopoldo recibió apoyo internacional para tomar el control de la región, que albergaba a casi 20 millones de africanos. Una vez en el poder, Leopoldo extrajo enormes cantidades de marfil, caucho y otros recursos naturales, amasando lo que equivaldría a 1.100 millones de dólares actuales mediante tácticas brutales y explotadoras. Los soldados impusieron cuotas de recolección de caucho poco realistas a los pobladores africanos, y el incumplimiento de estas demandas dio lugar a la violencia, que incluía tomar a mujeres como rehenes, golpear o matar a hombres y destruir cultivos. Estas prácticas dieron lugar a hambrunas generalizadas, enfermedades y una disminución significativa de la tasa de natalidad, todo ello con un coste mínimo para Bélgica.
El sistema de gobierno belga en el Congo se caracterizó por un autoritarismo y una opresión extremos. Muchos estudiosos atribuyen las raíces del autoritarismo bajo el régimen de Mobutu a estas prácticas coloniales.
Gobierno indirecto y directo en los sistemas políticos coloniales
El régimen colonial puede clasificarse en dos sistemas principales: el directo y el indirecto. Los colonizadores europeos se enfrentaron al inmenso desafío de gobernar vastos territorios en todo el mundo, y su primera solución fue el régimen directo. Esto implicó establecer una autoridad europea centralizada dentro de la colonia, dirigida por funcionarios coloniales, donde la población nativa estaba excluida de todos los niveles de gobierno, salvo los más bajos. Mamdani describe el régimen directo como un “despotismo centralizado”, en el que los nativos no eran considerados ciudadanos.
En cambio, el gobierno indirecto implicaba la integración de las élites locales y las instituciones indígenas preexistentes en la administración colonial. Este sistema permitió la preservación de algunas estructuras precoloniales y el desarrollo de la cultura local. Mamdani se refiere al gobierno indirecto como un “despotismo descentralizado”, en el que los jefes locales se encargaban de la gobernanza cotidiana, pero el poder real permanecía en manos de las autoridades coloniales.
En el régimen indirecto, como en la India, la potencia colonial gestionaba la política exterior y la defensa, mientras que la población indígena supervisaba la mayoría de los aspectos de la administración interna. Este sistema dio lugar a comunidades indígenas autónomas gobernadas por jefes tribales locales o reyes, que formaban parte de la jerarquía social existente o eran designados por la autoridad colonial. Las autoridades tradicionales actuaban como intermediarias del régimen colonial “despótico”, y el gobierno colonial intervenía sólo en casos extremos. En algunos casos, los dirigentes indígenas obtuvieron más poder con el régimen indirecto que en el período precolonial.
El objetivo principal del gobierno indirecto era permitir a los nativos gestionar sus propios asuntos mediante el “derecho consuetudinario”. Sin embargo, en la práctica, los jefes locales solían crear y aplicar sus propias reglas no escritas con el respaldo del gobierno colonial, y gozaban de poderes judiciales, legislativos, ejecutivos y administrativos, a menudo con poco respeto por el estado de derecho.
Las mujeres coloniales europeas y la dinámica del gobierno directo en Benín
En Ouidah, Benin (antiguamente Dahomey, en Francia), las mujeres de las colonias europeas solían ser llevadas en hamacas por trabajadores nativos, lo que ilustra la cruda dinámica de poder del régimen colonial. En los sistemas de gobierno directo, los funcionarios europeos ejercían un control absoluto sobre el gobierno, relegando a la población nativa a un papel totalmente subordinado. A diferencia del gobierno indirecto, en el que las potencias coloniales emitían órdenes a través de las élites locales, el gobierno directo implicaba que las autoridades europeas gestionaban directamente la administración, a menudo sustituyendo las estructuras de poder tradicionales por leyes y costumbres europeas.
Joost van Vollenhoven, gobernador general del África Occidental Francesa (1917-1918), hizo hincapié en este enfoque, señalando que los jefes tradicionales se redujeron a meros portavoces de las órdenes del gobierno colonial. Afirmó: “Sus funciones se redujeron a las de un portavoz de las órdenes que emanaban del exterior… [Los jefes] no tienen poder propio de ningún tipo. No hay dos autoridades en el círculo, la autoridad francesa y la autoridad nativa; sólo hay una”. En consecuencia, estos jefes eran ineficaces y la población indígena los tenía en baja estima. En algunos casos, quienes vivían bajo el régimen colonial directo elegían en secreto a los jefes reales para preservar sus derechos y costumbres tradicionales.
El gobierno directo pretendía eliminar las estructuras tradicionales de poder para crear uniformidad entre las regiones. Este deseo de homogeneidad regional alimentó la doctrina colonial francesa de la asimilación, arraigada en la creencia de que la República Francesa simbolizaba la igualdad universal. Como parte de esta “misión civilizadora”, los principios europeos de igualdad se impusieron mediante la legislación en el extranjero. En las colonias francesas, esto significó hacer cumplir el código penal francés, otorgar el derecho a enviar representantes al parlamento francés e imponer leyes arancelarias como medio de asimilación económica. Esta asimilación forzada tenía como objetivo crear una identidad uniforme de estilo europeo, a menudo a expensas de las identidades nativas. Los pueblos indígenas de las sociedades colonizadas debían ajustarse a las leyes y costumbres europeas o correr el riesgo de ser etiquetados como “incivilizados”, lo que resultó en la negación del acceso a los derechos europeos.
Resultados comparativos entre la regla indirecta y la directa
Los efectos a largo plazo del dominio colonial directo e indirecto siguen influyendo en el éxito de las antiguas colonias. Una investigación realizada por Lakshmi Iyer, de la Escuela de Negocios de Harvard, concluyó que las regiones de la India poscolonial que estaban gobernadas indirectamente por los británicos eran más capaces de establecer instituciones eficaces y de ejercer un buen gobierno que las que estaban bajo el dominio británico directo. Las zonas que antes estaban gobernadas directamente por los británicos ahora experimentan un peor desempeño económico y tienen un acceso significativamente menor a bienes públicos como la atención sanitaria, la infraestructura y la educación.
En pocas palabras, la colonización es el proceso mediante el cual una potencia extranjera establece el control sobre una región o un pueblo, que a menudo implica el asentamiento de su población y la explotación de los recursos locales. El colonialismo occidental implicó la expansión de naciones europeas, como Gran Bretaña, Francia, España, Portugal y los Países Bajos, en varias partes de África, Asia y las Américas. Esta expansión fue impulsada por motivos de ganancia económica, poder político y dominio cultural. Las investigaciones indican que las condiciones actuales en los países poscoloniales están profundamente arraigadas en estas acciones y políticas coloniales. Se ha demostrado que factores como el tipo de gobierno impuesto, la naturaleza de las inversiones realizadas y la identidad de los colonizadores influyen en el desarrollo de los estados poscoloniales. El análisis de los procesos de construcción del estado, el desarrollo económico y las prácticas culturales resalta los impactos directos e indirectos del colonialismo en estos países.
*Nota: Este es un resumen de un libro basado en mis notas de clases universitarias en inglés, que he traducido al turco. El libro se publicará próximamente en Estambul.
*Halim Gencoglu, es Doctor en Historia, Universidad de Ciudad del Cabo.
Artículo publicado originalmente en UWI (United World International)