Mientras escribo, escucho el reporte de nuestro colega en Perú. Nuevamente el Presidente Pedro Castillo enfrenta un pedido de vacancia para sacarlo del poder. Una de las razones, tiene que ver con una declaración al Canal CNN en español; en ella, según ese medio, el Presidente se habría comprometido a dar algún tipo de solución para que Bolivia logre una salida al mar.
Recuerdo que días después de ese diálogo, tuve la oportunidad de conversar con la ahora, exministra de la Mujer de ese país y preguntarle si conocía las razones por las cuales se había dado ese encuentro televisivo y le mostré una nota recientemente publicada en la que se indicaba cómo justo CNN en su versión original, había perdido 80 % de sus espectadores.
Cuento este episodio, porque aún hoy, hay algunos sectores en nuestra región que caminan descreídos del escenario de guerra que se libra en los medios de Comunicación y otorgan, como en este ejemplo, un papel de periodismo, a quienes desde hace rato abandonaron la profesión, pero se amparan en ella, y son en realidad agentes de desestabilización de todo lo que esté por fuera de la estrategia del PODER. Los medios pues, NO solo son armas de guerra, son el escenario mismo de la guerra.
Aún recuerdo a ese mismo “periodista” (con el que habló el Presidente Castillo, que, por cierto, logró por mínima diferencia, vencer este episodio destituyente), recibiendo premios de los golpistas bolivianos, tras haber logrado un cambio de régimen en ese país en el año 2019.
Por tanto, lo primero que hay que decir, sin que lo dudemos, es que en ese Canal de TV que a Ud. le gusta, ese periódico que Ud. suele leer, esa radio en la que ponen la música que le transporta, ha sido escogido para que Ud. defienda esos intereses y haga parte de la estrategia de sumarlo a un bando de la historia en determinada coyuntura.
Decir esto en un país como Venezuela, pareciera una ingenuidad, pues, junto a Cuba y recientemente a Nicaragua, Bolivia (tras el golpe de Estado), la ciudadanía asume que los medios son parte del entramado de intereses y, por tanto, ya los despojó de esa idea de objetividad e incluso neutralidad que históricamente nos han dicho que tienen. Recientemente en Bolivia se dio a conocer el estudio patrocinado por una fundación alemana, en el que 8 de cada 10 de los consultados, consideran que los medios son actores políticos y el 72 % de las personas consideran que los medios “informan de acuerdo a sus intereses”.
En otros países, donde hasta hace unos años, este debate era calificado como producto de las ideas conspiranoicas de los izquierdistas, empezamos a tener evidencias que amplios sectores ciudadanos dudan de los medios hegemónicos y por tanto han buscado otras fuentes de información. Caso Colombia, en pleno estallido social en 2020 o Chile en el mismo proceso social, político y cultural en el año 2019.
De hecho, estas encuestas de CELAG (Centro Estratégico de Pensamiento Latino Americano), realizadas en distintitos países de la región, muestran cómo avanza ese descrédito de los medios tradicionales, cada vez más incapaces de maquillar sus posiciones y el crecimiento del consumo de información en otros medios, fundamentalmente redes sociales.
¿Cómo opera esta guerra?
Este es un intento taxonómico. Es el esfuerzo por hacer una disección de un hecho convertido en noticia. Por supuesto, como en un organismo, una parte depende del todo. Estamos ante un sistema, por tanto, una característica se entremezcla con otra.
1. Sobreinformación
Asistimos a un bombardeo de datos. Es estar en medio de una selva, escapando de las bombas que caen una tras otra, una tras otra. Cada mirada al teléfono se convierte en un tsunami de imágenes, colores, palabras, idiomas. Fotos espectaculares con un texto sobre impreso: elefantes muertos, ballenas muertas… los por qué, los para qué… no aparecen.
Quizá, como ninguna otra generación que nos precedió, tenemos una capacidad de acceder a información en cualquier idioma, en cualquier momento, sobre los temas más diversos. Hoy los niños de cualquier ciudad con un internet básico, le hablan a Siria y encuentran las más rápidas respuestas. Igual pasa con la información de la coyuntura y la actualidad. Pero esta capacidad de acceder, no significa que obtengamos el conocimiento.
Las historias deben caber en pocos caracteres, es el privilegio de la imagen sobre los textos, la misma imagen, el mismo texto, puesto en varios colores, presentado en varios formatos, por diversos presentadores, en varios idiomas, que te dicen lo mismo, cada hora, sin añadir un dato, un ángulo, un contexto, una contribución a la memoria. Son fábricas de contenidos, sacando noticias “calientes”, como el pan, cada segundo. Tik, tak, tik, tak, cada segundo.
De un momento a otro, las pantallas de la tele, en esa época eran menos influyentes las redes sociales, se llenaron de unas imágenes que fundamentalmente eran luces rojas, desenfocadas. ¿Qué era aquello? La prueba del bombardeo del gobierno de Gadafi a su pueblo en plaza verde de Trípoli. Esas imágenes eran la evidencia de ese ataque contrario al derecho internacional.
Todos lo dieron por hecho, pero pasados unos días, un multimedio latinoamericano (teleSUR) emitía en vivo, en directo, desde ese mismo lugar, mostrando que no había evidencias de ataque y menos víctimas. 20 años después, un informe realizado para el Parlamento Británico, corrobora que efectivamente no hubo ataques a gran escala contra civiles libios y que Gadafi había recuperado ciudades de los denominados “rebeldes” sin atacar a los civiles a principios de febrero de 2011.
Meses después una influyente cadena árabe recreaba el ataque a esa misma capital, que a la postre, terminó cayendo, horas después, cuándo todos los medios daban por hecho, algo que en la práctica ya habían anunciado, sin que ocurriera.
Ahora mismo, todos nos hemos vuelto expertos en bofetadas y golpes, tras los sucesos de la pasada gala de los Premios Oscar y pareciera, que, por unas horas, este hecho, dejó atrás la guerra en Ucrania.
Vamos de la pandemia a la guerra, de la guerra a la noche del cine, convertidos en expertos de una y otra cosa, a cuenta de la sobre información, que nos entrega esa sensación de saciedad, pero que en la práctica constituye un mecanismo efectivo para que tengamos la posición que el hegemón ha construido para ser consumida por millones.
Fragmentación
Vinculado a este fenómeno está la fragmentación de la información. Parece que tenemos mucho conocimiento de un tema, pero realmente solo hemos podido acceder a una partecita de él. ¡Hay muchos ejemplos para esto, pero justo COVID es una estrella de ejemplo!
¿Por qué? Cuando la COVID-19 llega a Europa, que no antes en China, todos los medios se volcaron a informarnos y educarnos sobre el particular. En pocos días nos volvimos epidemiólogos, aprendimos términos como curva, exponencial, PCR, Pruebas rápidas, bioseguridad. Cualquiera diría que por fin el periodismo científico y el periodismo de salud, llegaba al pódium con medalla de oro, pero NO.
La información cierta y seria se quedó atrás y los titulares se concentraron en la muerte y la enfermedad como número.
Cada parte era esperado por millones para saber cuántas víctimas y potenciales enfermos caían en los países del bloque. Y esta misma enfermedad se trasladó a AL que cómo no, sigue heredando los males.
En Chile, por ejemplo, el ministro de Salud apareció a principios de la pandemia, diciendo que OJALÁ EL VIRUS SE VOLVIERA BUENA PERSONA.
Y mientras él era la estrella de los titulares, el país no tenía cuarentena general, sus casos se convirtieron para la época en el mayor por ciento por 100 mil habitantes y los medios andaban titulando con el ministro y no contándonos de cómo la población iba enfermando y muriendo y cómo la enfermedad que primero fue de ricos, se volvió de pobres y carenciados económicamente.
¿Importaba realmente lo que el ministro había dicho, lo dijo porque lo creía? Las respuestas no las tenemos, pues él varias veces lo ratificó, pero mientras todos se concentraron en él, el COVID mató a miles de chilenos.
Ocultamiento
La avalancha de noticias sobre la enfermedad (COVID), Guerra (Ucrania) Violencia en Los Oscar, nos ha impedido el relato de las otras agendas.
En el caso de la pandemia, de los hechos más relevantes es que se ha ocultado deliberadamente las causas estructurales que nos trajeron a este escenario y la afectación de los sectores más vulnerables de nuestras sociedades.
En Colombia el Presidente Duque hacía un programa de no menos de una hora diaria, donde habla de la COVID-19, pero ni una sola referencia a los otros problemas sociales del país. Las masacres ocurren diariamente, el asesinato de líderes y desmovilizados de las FARC, nunca entró en cuarentena.
El país retornó a la guerra, mientras los medios reportaban números de enfermos, muertos y el falso debate entre economía y salud.
Según INDEPAZ, este año van 31 masacres, con un saldo de 103 víctimas.
Brasil pierde parte importante de su riqueza natural en El Platanal, pero a diferencia del año anterior, los medios no titulan con ello.
Tampoco con los incendios en Bolivia, cuya cobertura, dos años atrás constituyó el inicio del proceso destituyente del entonces Presidente Evo Morales. Y que este año, como los anteriores, ha recibido la atención priorizada del Estado.
Pero también la COVID-19, o el abuso informativo del mismo, ha permitido ya no sobre exponer la realidad venezolana, que antes ocupaba los titulares de los noticieros del mundo entero, sino ahora deliberadamente ocultarla, invisibilizarla.
Los habitantes de este país latinoamericano tuvieron que soportar el recrudecimiento de la guerra económica, las fallas en sus sistemas de servicios públicos, carencia de gasolina, e intento de invasión mercenaria, casi que en el silencio de los sepulcros. Ni que decir de los cientos que regresaron al país, expulsados por las condiciones sanitarias y económicas de los países de la región a dónde habían emigrado por razones económicas.
Como invisibilizada ha estado, con pequeñísimas excepciones, la labor de la medicina cubana, que no solo envió brigadas a más de 60 países para apoyar los sistemas de salud locales, sino que también ha generado la ÚNICA vacuna latinoamericana contra la enfermedad.
La Guerra en Ucrania, nos ha dejado cientos de imágenes de refugiados cruzando la frontera entre ese país y Polonia. Montones de periodistas despachando en vivo, desde ese cruce y bastante pocos, desde las zonas de confrontación y conflicto. Vimos a una famosa reportera, con el fondo de la Torre Eiffel, en París, vestida de camuflado. París queda a 2 382 km, de Kiev.
Pero apenas ahora, un mes después, tímidamente, los medios occidentales nos muestran las acciones de violación de los Derechos Humanos a los combatientes rusos. Sorprende dolorosamente, ver un video de un soldado ucraniano, llamando a una mamá de uno ruso, a quién habían dado de baja y se burlaba en video, de ese hecho de guerra. Ese video, tiene todos los elementos para haberse convertido en titular de los grandes medios, pero no llegó allí, porque no hace parte de la historia oficial de la guerra.
O las familias amarradas a postes, en zona de Donbas, por cuenta del ejército ucraniano y del batallón Nazi.
No es nuevo, Orlando Figuera, envuelto en llamas en las cercanías de la plaza Francia de la capital venezolana, no logró estar en las mismas portadas que los “guarimberos” en plenos hechos de 2017.
Las horas previas al golpe a Evo Morales, nos dejaron en nuestra memoria, los vejámenes a los que fue sometida, Patricia Arce, alcaldesa de un pueblito llamado Vinto. Las cámaras no lo mostraron, pues enfocaban con intencionalidad, la correría del hoy gobernador de Santa Cruz, líder público de los golpistas, llegando a La Paz con una bandera y una biblia.
Farandulización
Las claves de la escritura periodística están hoy basadas en el mismo esquema de escritura de la fuente de farándula. Con la idea de enganchar, activar el interés en lo emocional, en obtener información confidencial o recetas sencillas y útiles, asistimos a unos “marcos” o guías generales, para la redacción de textos y presentación de la información, cualquiera que sea el tópico que abordemos.
Da igual si lo que necesitamos es saber sobre la economía polaca o los colores de moda en los trajes de verano en Buenos Aires, porque todo viene escrito de la misma forma.
Los 10 puntos para comprender cómo entender a tu suegra o las 10 razones para amar a tu gato o los 10 ejercicios de Zendaya para tener un vientre plano.
¿Se da cuenta?
En 10 pasos, nos dan la clave para arreglar cualquier problema. Así que ni se inmute, que llevar zapatos de tacón, resulta tan fácil como desarrollar una campaña contra la discriminación racial.
En esta lógica la información está escrita en una estructura dramática de telenovela. Un protagonista y un antagonista. Un bueno, un malo. Putin es sin lugar a dudas el malo del momento, pero ya lo fue el Presidente Nicolás Maduro, así como Miguel Díaz-Canel y hasta Evo Morales, intentando apagar el fuego de la Amazonía, era el villano de la película.
NO hay matices, ni grises. Se construyen personajes y sobre esos roles, se desarrollan las historias. Si esto fuera en el género de ficción, no habría problema, pero cuándo la historia es el relato de la realidad, estamos en peligro.
Un apunte
En la coyuntura actual, Putin pasó de ser un gran líder global a ser un desequilibrado psicológico, con rasgos autoritarios, incapaz de controlar sus emociones.
Psicólogos, psiquiatras, expertos en comportamiento humano han sido consultados para dar con el dictamen, para ratificar la hipótesis de la descalificación del adversario. Es necesario, en este esquema disminuir al “enemigo público” en todas sus capacidades.
¿Qué hacer?
Dos acciones:
Generar más medios y más autopistas de distribución
Hoy más que nunca son necesarios los medios públicos. El esfuerzo deliberado del neoliberalismo en América Latina y de los gobiernos de derecha de los últimos años, dejaron a nuestra región con serias debilidades en la producción de contenidos informativos.
Los medios públicos, la evidencia así lo expresa, están en buena parte del continente dedicados a entregar productos de extraordinaria calidad y valor, pero alejados de la disputa de la construcción del relato diario, coyuntural. Es decir, de la noticia.
El emblemático diario El Telégrafo de Ecuador, nacido en la revolución ciudadana, hoy enfrenta el vaciamiento, vía venta de sus imprentas, por parte del gobierno actual.
Vimos a la TV pública argentina cancelar sus noticieros de fin de semana, porque el gobierno de Mauricio Macri “no podía pagar” los salarios que se generaban por trabajo en días festivos.
La TV pública de Bolivia y el Canal ciudadano, Abya Yala, fueron cerrados durante el golpe de Estado al Presidente Evo Morales, mientras los medios corporativos, unidos a la estrategia, hacían el trabajo solicitado: Lograr el golpe.
No hay otro camino, hay que tener más medios y más opciones informativas. El periodismo comunitario, ciudadano, obrero, sindical, de barrio, de parroquia, de universidad, de escuela. Es el momento de la multiplicación de los emprendimientos informativos a distinta escala. Hay que fortalecer lo que hemos creado, hacer que nuestros medios hablen varios idiomas, produzcan en cada plataforma bajo las reglas impuestas y desafiándolas con ética, creatividad y rigor periodístico.
También hay que trabajar en más autopistas para distribuir estos contenidos. La reciente acción contra la cadena rusa RT y una de las agencias de noticias de ese país: Sputnik, demuestra que no solo hay que consolidar esquemas efectivos de producción de contenidos, sino espacios propios para distribuirlos.
En plan piloto lo hicieron con los bloqueos a la señal de teleSUR en América Latina. Ya desde el propio nacimiento del multimedio, hubo territorios vetados para su señal. Desde la primera gran cobertura, por aquel lejano 2009, Honduras se quedaba sin la señal del Canal que había logrado obtener las imágenes, prueba reina, del golpe que había sacudido a su país y las acciones posteriores de represión.
La misma estrategia la siguió un operador de TV satelital en Ecuador, en plena convulsión social en octubre de 2019. Y el gobierno de facto de Bolivia eliminó de todas las plataformas, tanto públicas como privadas, nuestra señal, una vez logró consumar el golpe de Estado. Inexplicablemente desaparecen cuentas de Instagram, tuiter de periodistas, presentadores y del propio Canal, perdiendo millones de usuarios de un solo golpe.
El camino emprendido por Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, países miembros de teleSUR en la actualidad, hace 16 años, ha permitido a la región y en no pocas ocasiones, al mundo, enterarse de acontecimientos que debían haber quedado ocultos ante las grandes audiencias. Esta apuesta audaz se ha convertido en un modelo, para no pocos emprendimientos comunicacionales alternativos y contra hegemónicos.
Ha desempeñado un papel estelar en la creación de una comunidad de ciudadanos críticos, que no tenían un punto de encuentro, dónde compartir y contrastar visiones sobre la coyuntura global. teleSUR ha sido una gran factoría de contenidos latinoamericanos y ha trabajado arduamente en la recuperación de la memoria de nuestra región. Hoy teleSUR habla inglés, español y produce contenidos en portugués. Su impacto es proporcional a los ataques recibidos en estos arduos años de consolidación.
Alfabetizar al ciudadano
No solo tenemos la tarea urgente de democratizar la información, de construir más medios y más autopistas propias para distribuirlos.
Sino nos formamos, haciendo un paralelismo con la vacuna contra la COVID-19, no tendremos los mínimos anticuerpos necesarios para enfrentar esta guerra que libramos diariamente y que es muy efectiva, como el virus, porque está omnipresente y en muchísimos casos sigue siendo muy sutil.
Urge que creemos desde las escuelas primarias, espacios académicos para construirnos sujetos críticos frente a los relatos de los medios.
Un sujeto con formación, será menos difícil de cooptar por estos mecanismos, cada vez más sofisticados. Las redes sociales generan adicciones. Así como el mundo ha desarrollado campañas para prevenir el consumo de sustancias ilícitas, debe construirlas para que entendamos los mecanismos cómo funcionan y podamos protegernos.
La propia proliferación de autopistas de contenidos hace más complejo el trabajo de docentes y padres.
La OMS ha indicado que vivimos una INFODEMIA. Compartiendo este diagnóstico, no podemos asistir, sin actuar, ante la angustiante situación que enfrentamos.
Es imperativo trabajar en los procesos de formación de audiencias críticas, que al leer que el cloro, puede curar la COVID-19, ¡no se les ocurra, probarlo!
Notas:
*Periodista. Presidenta de TeleSur
Fuente: Al Mayadeen