Europa

Cómo el “rearme europeo” está dividiendo a la Unión Europea

Por Domenico Moro* –
Es evidente una fuerte tendencia al rearme vinculada a una fuerte tendencia a la guerra. Sin embargo, habrá que ver cómo evoluciona la cuestión de la financiación.

Parece que hace mucho tiempo la transición ecológica estaba en el centro del debate de la UE; hoy, las preocupaciones ecológicas han dado paso a un impulso para reforzar la defensa europea. En el reciente Consejo Europeo -la reunión de los jefes de gobierno europeos- todo se centró en la cuestión militar y la guerra.

Sin embargo, las fisuras son evidentes entre los 27 países que componen la UE, que luchan por encontrar una posición unida, especialmente en lo que respecta a la financiación del rearme considerado necesario para hacer frente a la Rusia de Putin. Esta dificultad se debe a la falta de homogeneidad de los intereses nacionales, sobre los que pesa la posición geográfica, más o menos cercana al epicentro de la crisis bélica, es decir Ucrania, pero también la orientación política general. Por ejemplo, mientras Pedro Sánchez, presidente del Gobierno español, afirma que “no hay que asustar demasiado a los ciudadanos hablando de guerra”, su homóloga estonia, Kaja Kallas, sostiene que “también hay que prepararse para una guerra sobre el terreno”, haciéndose eco de las recientes declaraciones del presidente francés, Macron, según las cuales no habría que descartar el envío de tropas terrestres a Ucrania.

Las desavenencias no sólo se refieren a la inminencia de la guerra. Aunque casi todos los países están más o menos de acuerdo en reforzar su aparato bélico, están divididos en dos sobre cómo financiar el rearme. La fisura también existe entre la Comisión Europea, dirigida por Ursula von der Leyen, que propone crear un centro de gasto conjunto para adquirir municiones y armas que enviar a Ucrania, y Olaf Scholz, el Canciller alemán, que lo considera innecesario.

Así pues, la disputa gira en torno a la financiación europea o nacional del rearme europeo. A este respecto se enfrentan dos grupos de países opuestos. Por un lado, un grupo de países del norte, los llamados “frugalistas”, que defienden que la defensa es una competencia nacional y, por tanto, debe financiarse con recursos nacionales. La propuesta de la Comisión Europea de crear un programa común con el que apoyar las políticas industriales relacionadas con la defensa se consideró una intromisión inaceptable en las opciones nacionales. Parte de este grupo es Alemania, que se ha opuesto a la creación de una industria europea de defensa y cuyo Ministro de Economía, Christian Lindner, ha declarado que “Europa debe invertir más en defensa, pero eso no significa que deba hacerlo la Unión Europea”. No en vano, Alemania ha destinado un presupuesto nacional de 100.000 millones de euros a reforzar sus fuerzas armadas.

Por otro lado, encontramos otro grupo de países, encabezado por Francia, y en el que también está presente Italia, según el cual la defensa europea no puede dar el salto necesario sin recursos masivos que sólo una deuda común puede proporcionar. De hecho, el problema es que, a diferencia de los frugales, los países del sur de la UE tienen elevadas deudas públicas y no pueden desplegar recursos masivos en gastos de guerra, también porque los frugales son siempre partidarios de la disciplina presupuestaria, sancionada por los Tratados europeos, que impone el control y la reducción progresiva de las deudas de los países del sur. Según estos últimos, en cambio, la deuda pública europea, con la emisión de eurobonos, resultó muy útil para hacer frente a las consecuencias de la pandemia del Covid-19 y podría reproducirse para reforzar los ejércitos continentales.

Así, continúa el debate sobre la nueva deuda conjunta para financiar la defensa. Mientras tanto, Zelensky intervino en el Consejo Europeo para pedir un aumento del suministro de nuevas armas, que se financiaría con los beneficios generados por los fondos rusos congelados en Occidente desde el estallido de la guerra. Los 27 dieron su acuerdo de principio al acuerdo, con la única reserva de Hungría, lo que creará más desconfianza en la colocación de fondos de países emergentes en Europa. Además, en el Consejo Europeo la UE respaldó el objetivo de revitalizar e integrar la industria de defensa, y los Jefes de Gobierno y de Estado pidieron un estudio de viabilidad sobre las distintas opciones posibles de financiación del gasto militar. En una carta conjunta, Francia, Estonia, Letonia, Lituania, Portugal y Rumanía afirmaron que existen varias vías posibles que deben explorarse, entre ellas un préstamo europeo.

Alemania, como hemos dicho, está en contra de una nueva deuda conjunta, entre otras cosas porque la financiación de la NextGenerationEU, el fondo creado para la transición ecológica y digital y la resiliencia de las economías europeas, todavía no se ha utilizado en su mayor parte. Además, Alemania está atrapada en una contradicción: por un lado necesita fondos para la transición ecológica y la defensa, y por otro ha impuesto un freno a la deuda, que está resultando ser una restricción peligrosa. Por último, Alemania también está en contra de una unión europea de los mercados de capitales, que podría movilizar recursos privados también para el rearme.

Mientras tanto, por lo que respecta a Italia, Meloni, al margen del Consejo Europeo, mantuvo una reunión con Macron en la que también se habló de defensa común, sobre la que ambos se mostraron de acuerdo, en particular sobre la alimentación de los gastos de guerra mediante iniciativas financieras que no excluyan la cuestión de la deuda común. La implicación del BEI -Banco Europeo de Inversiones- en la cuestión de la financiación de los gastos de guerra también es considerada por Meloni “un paso adelante”.

Mientras las cumbres de los gobiernos europeos debaten la integración de la industria armamentística europea y la forma de conseguir los ingentes fondos necesarios para financiar el rearme europeo, la tendencia al rearme ha tenido un impacto favorable en las empresas europeas de defensa que cotizan en bolsa. Sólo en el último año, el euroíndice Stoxx Europe Total Market Aerospace & Defence ha ganado un 50% en bolsa. Todas las grandes empresas europeas de defensa se beneficiaron de un fuerte crecimiento del valor de sus acciones. La francesa Safran aumentó un 57%, la alemana Rheinmetall un 64%, la franco-alemana Airbus un 43%, la británica Bae Systems un 41% y la italiana Leonardo un 100%.

El crecimiento de las empresas de defensa en Europa es mucho mayor que el de sus homólogas estadounidenses, que en cualquier caso tienen una capitalización bursátil mucho mayor. ¿Cuál es la razón? Reside en el hecho de que muchos países europeos van a la zaga de la exigencia de la OTAN de elevar el gasto militar al 2% del PIB, mientras que EE.UU. gasta alrededor del 3,5% de su PIB en armas y equipos. Las acciones de las empresas militares estadounidenses se han visto respaldadas por un gasto elevado y constante, que no se ha incrementado significativamente tras el estallido de la guerra en Ucrania. Por el contrario, Europa nunca ha apreciado las acciones de las empresas bélicas, en parte debido a la decisión del BEI de excluir a las empresas bélicas de su financiación, decisión sobre la que, como hemos visto anteriormente, el banco ha dado marcha atrás.

Sin embargo, desde el estallido de la guerra en Ucrania, muchos países -especialmente los Estados bálticos y Polonia, que han superado con creces el 2% del gasto del PIB- han aumentado su gasto militar. El consiguiente aumento de la inversión y de las compras de armas ha hecho más atractivas las acciones bursátiles de las empresas armamentísticas europeas. La situación de Leonardo refleja este contexto. La empresa italiana se ha beneficiado de maxi pedidos como el polaco de helicópteros AW149 en 2022. Además, bancos de inversión como Deutsche Bank y Bofa creen que las acciones de Leonardo aún tienen mucho margen de crecimiento, precisamente por el rearme en curso.

Según algunos analistas, Europa necesita planificar el gasto militar para apoyar a las empresas armamentísticas europeas que tienen que hacer frente a pedidos crecientes. En concreto, una capacidad de producción que se había estructurado para tiempos de paz debe incrementarse en un plazo ajustado. Lo cierto es que las últimas décadas no han sido tiempos de paz. Sin embargo, las guerras emprendidas por las potencias europeas y Estados Unidos se dirigieron contra adversarios de bajo perfil tecnológico y escaso armamento pesado (Irak, Afganistán, Libia, Siria), contra los que la industria bélica europea era más que suficiente. Ahora, en cambio, existe la posibilidad de chocar con aparatos bélicos modernos y potentes, propios de Estados grandes y estructurados como Rusia.

Lo que es evidente es una fuerte tendencia al rearme vinculada a una fuerte tendencia a la guerra. Sin embargo, habrá que ver cómo evoluciona la cuestión de la financiación. Entre otras cosas, porque entre los 27 hay intereses divergentes. Los que impulsan la militarización del continente son principalmente Francia, los países bálticos, Finlandia y Polonia. El activismo francés y las palabras de Macron sobre el envío de tropas europeas a Ucrania son una especie de venganza contra Rusia, que recientemente ha sustituido a Francia como socio económico, militar y político en varios países africanos que fueron colonias francesas. Otros países europeos, como España, no están interesados en involucrarse con los intereses franceses.

Sin un plan del tipo NextGenerationEu, es decir, sin emisión conjunta de deuda europea, parece muy difícil que unos presupuestos estatales ya cargados con muchos gastos y constreñidos por las limitaciones del Pacto de Estabilidad puedan sostener los gastos necesarios para hacer frente a adversarios de cierto nivel. A menos que se reduzcan otras partidas de gastos. Lo que parece claro es que la guerra está ahora a la orden del día y que son, como de costumbre, los trabajadores y las clases subalternas quienes pagarán el precio de cualquier guerra.

Además, preciosos recursos que deberían destinarse a la sanidad, la educación y el apoyo social a los sectores más desfavorecidos de la población corren el claro peligro de ir a parar a los gastos de guerra. Incluso la propuesta de utilización de la deuda pública europea, que podría hacer mucho por el desarrollo del continente y de su población, se limita a los gastos de guerra. En conclusión, es evidente lo que decíamos en un artículo anterior, a saber, que una unión europea más estrecha -sobre todo en un nivel tan decisivo como el de las Fuerzas Armadas y la industria bélica- sería imposible o reaccionaria.

*Domenico Moro, sociólogo. Investigador en el campo sociológico y del marketing, ha publicado Il Militare e la Repubblica, sobre el nuevo modelo de defensa, y numerosos artículos y ensayos de carácter sobre todo económico e histórico en distintos medios periodísticos y en revistas teóricas y de actualidad política

Artículo publicado originalmente en lAntidiplomatico.

Foto de portada: extraída de lAntidiplomatico.

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