Con abundante material factual, descriptivo y explicativo sobre el actual “Estallido Social” que se desarrolla en Colombia desde el 28 de marzo/ 21, centrado en lo fundamental en la encrucijada geográfica, socioeconómica, política y cultural que constituye la hermosa ciudad de Cali y sus grandes áreas de influencia en los departamentos vecinos e incluso situados más allá.
No es posible para nadie que viva fuera, “discutir” sobre los árboles del bosque; sobre la innumerable cantidad de heroicidades populares frente a la cruel represión fascista del Estado, de historias, valentías y hechos heroicos, de circunstancias, situaciones, acontecimientos valerosos y hasta contextos locales o contradicciones que en un estallido social de tal naturaleza ha generado en esa región y que ya se conoce en el Mundo como la ejemplar “resistencia caleña”. Lo que sí es posible desde fuera es mirar (analíticamente) “el bosque” es decir el contexto general, por así decirlo Nacional y sus relaciones regionales, que desde una “atalaya” externa permite señalar elementos que contribuyan al análisis sociológico con categorías de la Ciencia Política moderna, así como al análisis geoestratégico contemporáneo en estos momentos de Crisis Civilizatoria general desencadenada por la pandemia universal del Covid 19.
Dicho lo anterior, leí con atención el buen análisis descriptivo inicial de “contexto nacional general”, presentado por el sociólogo y profesor en esa materia y columnista del diario el País de Cali, Alberto Valencia Gutiérrez (bastante influenciado por cierto por la teoría de Max Weber sobre la legitimidad) quien según la presentación del documento hecha por el decano de la facultad “reconstruye el proceso histórico vivido durante las últimas décadas para mostrar la peculiar y compleja situación a la que llegó el país en términos de falta de legitimidad política y crisis social”.
El profesor Valencia desde los primeros párrafos esboza su concepción objetivista y la argumenta con información factual para plantear la siguiente hipótesis que irá desarrollando lógicamente a continuación: “La idea que queremos proponer es que lo sucedido es el resultado de la confluencia de dos procesos: una gran crisis social y una crisis política e institucional, resultado de una progresiva pérdida de legitimidad del ejercicio del poder por parte del Estado, que finalmente se agravó en las condiciones en que se ha desarrollado el gobierno de Iván Duque. La confluencia de ambas condiciones nos permite explicar lo que está sucediendo y lo que podría ocurrir en el futuro inmediato: un proceso revolucionario de consecuencias impredecibles, una solución de fuerza o la aceleración de un tercer ciclo de violencia. Otra salida estaría por inventarse”
Es sin duda una hipótesis sugerente para que quien quiera profundizar en ella. El asunto es que la descripción factual de muchos de los datos presentados tales como el desgaste irreversible del Uribismo, la caída estruendosa de la imagen presidencial a un 77%, la pérdida de la confianza en instituciones represivas y de coerción Estatal. El descrédito de los denominados por la Ciencia Política (AIE) “Aparatos Ideológicos del Estado”, incluidos la falsimedia adicta al régimen o incluso, el escepticismo frente al poder terrenal o político del Episcopado católico, para no hablar del fenómeno de la “polarización” que siempre ha existido con su sectarismo y violencia desde la muerte del libertador Simón Bolívar. Es decir, lo que el profesor denomina crisis de “la legitimidad formal y material”, no es en ningún caso un fenómeno reciente que trascienda y eleve la descripción hacia una abstracción dicotómica maximalista como para sustentar la idea de que Colombia está abocada en un futuro inmediato a “un proceso revolucionario de consecuencias impredecibles, una solución de fuerza o la aceleración de un tercer ciclo de violencia”.
Si bien es cierto el régimen colombiano afronta varias crisis en una: Crisis severa de legitimidad como la descrita por el profesor Valencia, a la que se debe agregar o sumar la profunda crisis sanitaria o de salud, así como la crisis terminal del neoliberalismo autoritario y represivo del despojo minero energético o seguridad inversionista del Uribato, además, las consecuencias de una crisis geoestratégica global del Hegemón neoliberal estadounidense que ha repercutido y está repercutiendo seriamente en un Estado narco paramilitar, periférico y neocolonizado con bases militares extranjeras como el de Colombia, que es presionado bárbaramente no solo contra su propio pueblo sino como punta de lanza militar y diplomática contra países vecinos soberanos como Cuba, Venezuela, Nicaragua, o Bolivia; también existe una contradicción política y social que cada día tiende a convertirse en una verdadera fractura en el seno del Bloque de Poder Contrainsurgente dominante y explotador (BPCI) encarnado en la riña Santos-Uribe. Crisis multiforme frente a la cual el régimen y el Estado han respondido con la más cruel de sus tecnologías de gobierno de que dispone y que es patrimonio histórico del Estado colombiano: La coerción más cruel y despiadada contra sus ciudadanos con características del fascismo imperecedero.
La constelación contradictoria general de la coyuntura a la que no asciende el profesor Valencia probablemente no se deba a las limitaciones de su “objetivismo weberiano” planteado desde su inicio, sino por una falla conceptual (bastante arraigada en algunos sociólogos y analistas colombianos) que consiste en no tener claridad o mejor de confundir o embrollar en el discurso, la “forma Estado moderno” (1) o síntesis de la correlación histórica de fuerzas y de clases en lucha en un momento histórico dado en una formación social concreta y que el gran antifascista italiano Gramsci denominaba “la Hegemonía revestida de Coerción”.
Confundir, el concepto de Estado como relación social, con el concepto de “Régimen” político, el que unas veces se presenta como “el conjunto de instituciones y valores orientados a poner límites al ejercicio del poder”, otras como “las normas y mecanismos (¿las leyes?), y un poco más adelante como “la forma de ejercer el poder”. Lo cual lleva no solo al embrollo sino a conclusiones completamente distorsionadas como asimilar el Estado al Régimen político y peor, con las personas que ejercen temporalmente el gobierno determinado en el análisis.
La coerción brutal y fascista que está en marcha y se avizora como futuro inmediato para Colombia con el fin exclusivo de recuperar la Hegemonía colapsada; la cual está sustentada en todos los órdenes en este mundo real por los socios del Sistema Global del Imperialismo neoliberal aglutinado en la OTAN (de la cual forma parte el Estado colombiano), no dejará bajo ninguna circunstancia que la situación actual derive en un proceso revolucionario, o en una amenaza de desestabilización de su punta de lanza en la Región, que desde ya está planteándose la transición electoral a otra forma reconstruida de legitimidad. Obviamente y esto también forma parte de la historia objetiva, la contraofensiva fascista por recuperar lo perdido necesariamente generará como reacción su contrario objetivo y real: la resistencia popular de largo aliento.
Así podemos coincidir con el profesor Valencia en la última parte de su hipótesis: Lo que lo que está en marcha y en un futuro no muy lejano actuará como partera de una nueva Colombia es “la aceleración de un tercer ciclo de Violencia”, en el que ya estamos y que sin dudas tendrá que solucionarse políticamente llevando de manera irremediable a un proceso constituyente y, a una nueva Constitución.
Nota:
*Médico, antropólogo y ensayista colombiano
(1) Jessop Bob. El Estado Pasado Presente y Futuro. Ediciones Catarata. Madrid. 2017.
Imágenes destacada: Revista la Palabra de la Universidad de Cali
Fuente: colaboración.